La luna creciente se alza sobre un cielo estrellado, proyectando una luz plateada que ilumina a los dos protagonistas de esta escena, Johnathan y la Señorita Sindi Wolf. Johnathan, un chico de cinco años de aspecto angelical con ojos verdes, relucientes como esmeraldas bajo la luz lunar, remata el último trozo de un flan mágico de vainilla, su superficie brillando con un lustre casi místico. Sonríe, sus labios finos curvándose hacia arriba revelando una fila de dientes de leche blanquecinos.
El pequeño tiene un aire de sabiduría y confianza que desafía su edad, como un viejo alma en un cuerpo joven. Mirándolo, Sindi Wolf, parpadea con sorpresa. Esta belleza de cabello azabache, con ojos como zafiros centelleantes, es conocida por su tranquilidad imperturbable, pero incluso ella está cautivada por la magia de este momento.
"Ahora, permíteme mostrarte el espectáculo de luces", dice Johnathan, su voz posee un tono de misterio. Sus ojos brillan con anticipación mientras comienza a explicar el concepto de la fusión de Qi y Mana, comparándolo con la teoría de la fisión nuclear.
Es en este momento que su sentido del humor peculiar se hace evidente, jugando con analogías absurdas para explicar este concepto altamente complejo. "Piensa en esto como en hacer palomitas de maíz", comienza con una sonrisa maliciosa, "necesitas un calor constante para que exploten, si lo haces muy rápido, solo tendrás maíz quemado y si es muy lento, no obtendrás nada."
Sindi se ríe suavemente, sus ojos danzando con diversión mientras contempla la esfera de luz que Johnathan ha conjurado en la palma de su mano. Es pequeña al principio, no más grande que una canica, pero crece y se intensifica en su brillo hasta que la luz se vuelve casi cegadora. La esfera de energía condensada flota sobre su mano como un sol en miniatura, la luz se arremolina alrededor de ella, emitiendo pequeñas ondulaciones de Qi y Mana.
"Cuanto más densos estén, más potente será el láser que puedes formar", explica Johnathan, con una risa resonando en su voz, "pero no tienes que ser un genio para hacerlo. Es como montar una bicicleta, una vez que lo aprendes, es fácil".
El momento culminante llega cuando Johnathan libera la energía condensada en un destello cegador. El haz de luz cruza el descampado con un brillo iridiscente, golpeando un montículo de tierra lejano y creando un cráter gigantesco. Es un despliegue de poder y belleza, monstruoso en su fuerza pero magníficamente hermoso en su esplendor. Sindi, atónita, observa cómo el polvo se levanta desde el lugar del impacto, sus ojos se agrandan en asombro mientras su boca se abre en una O silenciosa.
"Es hermoso, ¿verdad?" Johnathan rompe el silencio, su rostro iluminado por el resplandor residual del láser. Su expresión es de alegría infantil, como un niño mostrando con orgullo un juguete nuevo. "Como un arco iris, pero mucho más peligroso". Sindi sólo puede asentir, aún bajo la impresión de lo que acaba de presenciar.
Después de un par de horas más, llenas de charla y risas, la noche se vuelve más profunda. La luz de la luna es más suave ahora, los sonidos de la naturaleza rodean a la pareja, creando una sinfonía nocturna. Finalmente, deciden llamarlo una noche. Sindi ve a Johnathan alejándose, su pequeña figura recortada contra la luz de la luna, con el cráter y el recuerdo de la lección de esta noche como telón de fondo. Con una sonrisa y un último adiós, Johnathan desaparece en la noche, dejando a Sindi sola con sus pensamientos y el resplandor de las estrellas por encima.