—¿Cómo soy qué? —Lith gritó, perdiendo la calma por un segundo.
Ahora era el turno del Conde de ponerse rojo hasta las orejas. Lith siguió a Keyla, resistiendo las ganas de hacer que se moviera más rápido. Esta situación era completamente inesperada y pesaba mucho en su mente.
Desde que Lith había oído hablar del cuadro, Solus no había dejado de reír, proyectando famosas estatuas como el David de Donatello o el Perseo de Antonio Canova en su cabeza. Había reemplazado los rasgos faciales con los de Lith y cambiado la cabeza de la Medusa por la del Byk, desgastando sus nervios.
'Juro que si ese imbécil del Conde me hizo dibujar desnudo o algo así, lo mataré más rápido y cruelmente de lo que su esposa psicópata podría.'
Afortunadamente para el Conde, ese no era el caso.