Cuando Lynna despertó, descubrió que ya no estaba en su habitación. La luna estaba cubierta por nubes y, con solo la tenue luz de las estrellas, no conseguía identificar su nueva ubicación.
Lynna solo sabía que ahora estaba al aire libre. La fría brisa nocturna y la aspereza de la tierra bajo sus manos no dejaba lugar a dudas. A medida que sus ojos comenzaban a adaptarse a la penumbra, notó algunas formas humanoides tendidas en el suelo, a solo unos metros de distancia.
Aliviada de no estar sola, se arrastró lentamente hacia ellas, mientras intentaba recordar qué acababa de suceder. Lynna estaba a punto de sacudir a sus compañeras de cuarto, cuando las nubes se desplazaron y la luna iluminó las formas, revelándolas como esqueletos.
—Lynna comenzó a gritar, y cuando reconoció las batas que llevaban como aquellas que había visto innumerables veces en sus amigas, se convirtió en un alarido.