Al día siguiente, Lith estaba feliz y relajado. Tarareaba todo el tiempo mientras limpiaba la casa y preparaba el desayuno, recalentando los pasteles para que recuperaran algo de su fragancia.
La larga estadía en la mansión del Conde le había demostrado lo estresante que era verse constantemente obligado a ocultar su habilidad y poderes. Haber nacido en una aldea atrasada, donde nadie sabía nada sobre magia, era una bendición disfrazada.
Se había acostumbrado demasiado a la libertad y al aislamiento que vivir en una granja le garantizaba, hasta el punto de que reprimirse y fingir constantemente el uso de magia falsa por un período prolongado era una tortura para él.
Después de una larga discusión con Solus sobre el problema, decidieron que encontrar una manera de evitar asistir a cualquier academia de magia era la mejor opción.