Era plena mañana, el movimiento continuo y los pájaros cantaban. El ruido de cubiertos era constante; penetrar, cortar y consumir.
Movimientos delicados y rápidos, en una continua acción de penetrar, cortar y consumir. El sonido de masticación era breve pero persistente.
Penetrar, cortar y consumir; morder, empapar y tragar. Nulo de emoción con un rostro inexpresivo, penetraba, cortaba y consumía.
Su mirada inerte, en dirección a una disección. Colgado junto a un cuadro, sobre las alturas de su habitación estaba la cabeza de un animal disecada.
Había sido un obsequio de un anciano testarudo, su Tío-abuelo. De forma violenta y fugaz, desperdiciando y derramando saliva, lo posicionó y se alejo.
Sus últimas palabras fue una promesa mientras se retiraba.
"¡Ten, muchacho! Para que recuperes tu hombría". Su carcajada era audible hasta el coliseo atheniense.
Finalmente había amanecido y ya no era de su necesidad perseguir huellas o heces. Había abandonado la extraña y tétrica mansión.
Estaba en su hogar, dulce hogar... Pero como la hoz de un juicio moral superior, los ojos muertos de cualquier emoción permanecían en las alturas juzgandolo.
Gradualmente, sus cubiertos quedaron inmóviles. Sus ojos mantenían determinación y su estómago lleno.
Empezó a retirarse a su jardín, sus pasos firmes. No volvió la cabeza, ni temió por su integridad... Su vida estaba llena de colores.
Penetrar, cortar y consumir... Penetrar, cortar y consumir. Una acción recurrente en todas las tierras, extenso e inmóvil... Un sentido de eternidad tergiversado.
Extensivo desde la civilización a la naturaleza, un orden perpetuo irrevocable. Englobando variadas áreas, permaneciendo inmóvil para la posteridad.
En un sentido artístico.
"Memorias de Adda Illyoah". Un cuadro que Federick mantenía en su intimidad. Perpetuando el estilo de vida de una noble antigua.
Memorias que triunfaron al perpetuarse. Como la ignorancia de los seres vivos, repetitiva y sin sentido. Como el pesar mental, el dolor de estómago y el vomito constante...
[Yo no comó carne]
"..."
"No, por centésima y última vez, no me refiero a eso". Federick dijo con leve dolor de cabeza.
Se encontraba en el exterior de su hogar, el viento cepillaba su larga cabellera. Se encontraba cómodo intentando averiguar las similitudes entre las palabras de Christopher y Amagatzu.
[¡Señor, me encuentro en el 98,08% de certeza, de saber a qué te refieres! Lo siguiente:
"Marica de monasterio"]
"Supongo que lo manual sigue siendo más efectivo". Federick expresó al viento con un suspiro.
Concentrando sus esfuerzos, los dirigió a excavar sus memorias, utilizando una herramienta auxiliar: Su habilidad innata.
Diferentes recuerdos centelleaban por su memoria, siendo su control bastante inexperimentado y para nada ilustre.
La mansión tétrica, Carlos II, Christopher y Alexandro...
"Supongo que no habéis recibido nada de la cueva, pero las ganancias del joven no deben haber sido nulas". Habían sido las palabras de Alexandro.
Las acciones y palabras de Christopher anterior a visitar la mansión.
Su cántico, conocimientos y materiales utilizados.
En un vórtice de recuerdos, Federick exprimió estos recuerdos con paciencia. Reuniendolos y almacenandolos.
Pero en un momento, increíblemente recibió una leve intromisión. Efímera y débil, desapareció al instante. Fue en ese momento, que recordó plenamente el punto central del rompecabezas.
"Existen infinidad de expresiones de estos caminos, que uno debe explorarlos y concluir". Habían sido las palabras de Amagatzu.
'¿Uno debe perseguir un camino establecido?'. Federick se preguntó.
'Sus sistemas de poder son obviamente diferentes, pero... ¿Por qué mantienen tales similitudes?'. Federick reflexionó mentalmente.
'Un camino, un camino, un camino...'
...
Un carruaje guiado por caballos se abrió paso por las estrechas calles de la ciudad, y el sonido de los cascos al repicar contra los adoquines resonó en los edificios. El carruaje estaba pintado de un negro intenso y brillante, adornado con detalles dorados.
El cochero de nombre Aaron, llevaba sombrero de copa y frac. Los caballos, magníficos ejemplares castaños, tiraban del carruaje con facilidad y sus músculos ondulaban bajo sus lustrosos pelajes.
Al paso del carruaje, la gente se detenía y miraba con rostros llenos de curiosidad y admiración. Algunos asentían con la cabeza en señal de respeto, mientras otros susurraban entre sí, dándose codazos. El carruaje era un símbolo de riqueza y estatus elevados.
En este preciso momento, el paso del carruaje se dirigía al interior del segundo sector de la Ciudad atheniense. Donde vivían mortales adinerados.
El cochero, una figura alta e imponente con un poblado bigote, sujetaba las riendas con mano firme, con la mirada fija al frente. Era un hombre de pocas palabras, pero su rostro era un mapa de arrugas y pliegues, testimonio de los muchos años que había pasado conduciendo carruajes por las calles de la ciudad.
Usando está experiencia como palanca, había logrado obtener el puesto como cochero del Príncipe. Una tarea que no era sencilla, pero atraía un extremo estatus.
Al doblar una esquina, el carruaje pasó junto a un grupo de niños que jugaban en la calle. Detuvieron su juego y observaron, con los ojos muy abiertos, el paso del carruaje, con caras de asombro y admiración. Uno de ellos, una niña de pelo rizado, alargó la mano para tocar al caballo, sus ojos brillando de emoción.
Pero una mano indistintamente infantil, se extendió con rapidez, interrumpiendo su oportunidad.
El carruaje siguió su camino, pasando junto a tiendas y tabernas, y el sonido de las risas y la música se extendió por las calles. En el aire se respiraba el aroma de las flores y el olor del pan recién horneado.
El carruaje se detuvo y el cochero bajó, con las articulaciones crujiendo por la edad. Acarició el cuello del caballo y le habló en voz baja, con un suave murmullo. El caballo respondió con un graznido y sus ojos brillaron con inteligencia.
Federick quién se encontraba en el interior del carruaje, finalmente extendió su vista al exterior. Este era un viaje que él había planificado.
Recientemente, hace solo una semana se había asentado una caravana en Athenas, quienes habían venido desde el exterior. Una compañía de circo reconocida y fiable, quiénes anualmente recorrían las inmediaciones del Continente Central.
Se rumoreaba que un maestro en las artes de las adivinanzas estaba contratado y brindaba sus servicios por un "módico" precio.
Su objetivo era ello, intentar experimentar las llamadas "máximas" utilizandolo.
Los circos eran caracterizados por ser lugares de asombro y encanto, donde lo ordinario se convertía en extraordinario y lo imposible en posible.
La carpa principal era un derroche de color, con remolinos rojos, azules y morados que parecían cambiar al mirarlos. La carpa estaba adornada con lentejuelas brillantes y luces centelleantes, quienes proporcionaban un espectáculo leve debido al horario.
Pero la verdadera magia del circo residía en las obras que "no tenían explicación". Había un hombre que podía transformarse en una variedad de animales, desde un majestuoso león hasta un mono travieso, con un movimiento corporal brusco.
Había una mujer capaz de evocar paisajes enteros con sólo un pincel y un lienzo, creando vistas impresionantes que parecían cobrar vida ante los ojos de la audiencia.
Pero estás acciones no eran del particular interés de Federick. Se dirigió a un encargado con preguntas, y recibió respuestas.
Resulta que el "Extraordinario Gran Adivino: Kansis" albergaba en una de las carpas secundarias. Ante está información decidió observar un momento más las obras fantásticas de otros miembros del circo.
Observando las diferentes carpas secundarias, se dio cuenta una característica particular en una de ellas: Fría, oscura y desolada; muy diferentes a las otras.
'Según las palabras del hombre, está debería ser la correcta'. Federick pensó.
El interior de la carpa estaba vacía, con diferentes artilugios regados por doquier. Kansis definitivamente no era un amante de la limpieza o era descuidado a un grado extremo.
Luego de esperar unos minutos, Federick vió como desde la lejanía se acercaba un individuo.
De piel pálida, ojos verdes y cabello castaño, vestido con un frac.
"¡Minutos... Son la distancia entre la fortuna y la desesperanza!". Dijo con los brazos extensamente abiertos.
Su sonrisa no era confiable.
"Mis disculpas, señor. Lamento si lo he interrumpido en una ocasión importante". Federick dijo con clase.
"Lo predestinado no puede ser interrumpido. Ahora pasa al interior, por favor". Kansis dijo con una extensa sonrisa.
"Tú debes pasar". Federick dijo desde el interior de la carpa.
"..."
"Joven, ¿de qué servicio requieres?". Kansis preguntó.
"Tres cosas: Pasado, presente y futuro". Federick dijo.
Kansis observó el atuendo de su cliente y expuso su mayor sonrisa.
"En la práctica de hoy, intervendremos con dos diferentes objetos: Cartas y copas. Aunque la austeridad es respetada al tratar con el destino, haremos una excepción por su estado".
Su cuerpo despedía un leve pero existente olor a alcohol.
"Nueve copas en total. El nueve reposa en la simbolización de un culmen; bastante acertado considerando que me has visitado". Una carcajada impregnada en altivez prosiguió.
Esto resonó en Federick, debido a las palabras de Alexandro el "Emperador antiguo".
Kansis barajó y mezcló las cartas con maestría. Su experiencia era observable a partir de estás simples acciones.
"Dime tu día de nacimiento".
"Dime tu color favorito".
"Dime el día de nacimiento de tu madre".
Tres preguntas, tres respuestas. A través de ellas, separó un total de nueve cartas de la baraja. Basado en una aproximación a los resultados de las tres respuestas numéricas.
"Si te preguntas como un color se convierte en un número... Está intrínsecamente relacionado con mis habilidades heredadas de generaciones pasadas de mí familia". Kansis dijo con una sonrisa.
De repente una niebla se levantó sobre la mesa dónde se posicionaban las nueve copas. Kansis levantó las cartas y las dejo caer.
La mesa vibró y las copas empezaron a moverse en círculo.
Con movimientos rápidos recogió las cartas en el aire, devolviendolas con un movimiento brusco a la mesa, donde extraordinariamente aterrizaban debajo de una de las copas.
Cuando él espectáculo finalizó, las articulaciones de los dedos de Kansis sonaron.
"Reposa tus manos sobre tres mangos de tres diferentes copas y concluiremos con los resultados". Kansis dijo.
Federick hizo caso, haciendo contacto con tres mangos. Los cuales Kansis dio vuelta, agarrando las respectivas cartas.
"Tres cartas: Antiguo, cruel y demonio". Kansis dijo.
Su sonrisa repentinamente desapareció. Su temor era fastidiar el estado de ánimo de su cliente. Sus pensamientos fueron una variación, pero determinó.
"Antiguo significa que usted es por naturaleza sabio e impercedero en las memorias de otros".
"Cruel significa que es disciplinado e incluso cruel consigo mismo, encarnando el espíritu del esfuerzo".
"Y demonio..." Kansis observó a su cliente sin saber como continuar.
"Un demonio es una criatura diabólica, astuta y cruel. Encarnando el odio como el bien fingido... Son capaces de todo para realizar sus objetivo, ¿no?". Federick respondió con una sonrisa.
"¡Has simplificado las virtudes de los exitosos!". Kansis complementó haciendo malabares mentales.
"Je... eres bueno".
"¿Cuál sería el precio por está reunión?". Federick preguntó.
"Todo por el módico precio de una 'Corona de Mmon'. También puede pagar una membresía.." Kansis hablaba hasta que fue interrumpido.
Una sonora bofetada había aterrizado sobre su mejilla izquierda. El característico sonido a monedas resonaba en el fondo.
Un poco de sangre se derramaba desde su mejilla izquierda. Tres monedas bailaban sobre su mostrador, donde anteriormente habían estado las copas.
Su leve embriaguez anterior se había disipado y su confusión era palpable.
Pero una mano sobre la parte trasera de su hombro interrumpió sus ya pensamientos lentos.
"Escúchame, estás monedas son tu cuota: Tres monedas para tres clientes, los atraerás y darás un discurso de mierda desafortunada... ¿Entiendes?".
"Por cierto, borra tu mierda etérea; y acompaña a tus clientes desafortunados hasta el exterior". Federick finalizó.
Kansis únicamente atinó a observar su figura trasera en retirada. Su mejilla aún con un traumatismo...