El anuncio de Arthus alteró a absolutamente a todos los presentes en la plaza. Muchos empezaron a protestar e inundar a preguntas al aventurero, algunos aterrados, otros enfurecidos. Al fin y al cabo, acababan de recibir la horrible noticia de que no podían volver a casa, al mundo real. Estaban atrapados en el videojuego The World Afterwards.
–¿¡Es una broma!?
–¿¡Qué pasa si no reapareces!?
–¡¿Eso significa que estamos atrapados en un juego mortal!?
–¡¡No me jodas!! ¡¡Esto no puede ser verdad!!
–¡Mi amigo desapareció! ¿¡No lo voy a volver a ver!?
–Eres beta-tester, ¿¡no!? ¡Seguro que sabes alguna forma alternativa de desconectarnos!
–¿¡Qué pasará con nosotros!? ¿¡Nos van a rescatar!?
–¡No quiero estar atrapado en este juego toda mi vida!
–¡Quiero volver a casa!
–¡¡Dejadme hablar con un GM!! ¿¡Me estás escuchando!?
El malestar se extendió rápidamente a medida que los jugadores gritaban y discutían entre ellos. Algunos incluso increpaban a los NPC que había en la plaza. No obstante, Arthus continuó su discurso, impasible.
–Confirmamos con diferentes beta-testers que el botón de desconexión no existe. Aunque el HUD no sea el mismo que en la beta, estamos seguros de que no existe forma alguna de desconectarse manualmente. Tendremos que esperar a que los desarrolladores nos desconecten, estoy seguro de que ya conocen el problema y solucionarán el bug.
Las firmes palabras de Arthus consiguieron calmar a muchos jugadores. Pero los que todavía no se habían convencido con sus palabras se hicieron notar sobre los murmullos de los demás.
–Y si no lo hacen, ¿¡qué!?
–¿¡Qué pasará con nuestros cuerpos en el mundo real!?
–Las autoridades tomarán cartas en el asunto y ayudarán a nuestros cuerpos reales. Existe tecnología médica capaz de sustentar una persona en coma durante años, con nosotros harán lo mismo en caso de ser necesario.
Todo lo que decía Arthus no dejaban de ser suposiciones, pero tenía que conseguir calmar a los jugadores para evitar una posible escalada de violencia. Combatir emociones fuertes como el miedo y la ira no era tarea fácil…
–¿¡Y si morimos!? A lo mejor esa es la forma de volver, ¿no? ¡Todos los desaparecidos habrán vuelto al mundo real…!
Un aventurero que llevaba una armadura ligera de cuero similar a la de Wulf y un par de dagas en el cinturón no había dejado de quejarse desde que Arthus dio la noticia demoledora.
–¿Quieres probarlo? –contestó de forma intimidante. El líder de los Caballeros de la Cruz Carmesí le miró directamente a los ojos.
–Y-yo… No sé…
El aventurero de las dagas se echó para atrás. No parecía tener agallas suficientes para comprobar que sucede tras la muerte en el juego… …como cualquier persona con un mínimo de sensatez.
–Ahora mismo no sabemos qué pasa cuando morimos. Lo único que sabemos es que, al morir, la persona que debería reaparecer en la catedral o en cualquier punto de respawn cercano, no lo hace. Tras unos minutos, el cadáver desaparece en una nube de maná dejando únicamente la chapa de aventurero y una bolsa mágica con todo su equipamiento dentro. Además, desaparece de la lista de amigos y es imposible de contactar.
–… –la plaza calló y escuchó atentamente.
–Hemos contrastado esto con diferentes casos dentro de nuestra hermandad y fuera de ella, en todos ha sucedido lo mismo. Todos los beta-testers confirman que el sistema de respawn en catedrales funcionaba correctamente y no hubo ningún bug como este en la beta… Entonces decidimos contactar con el cardenal.
Arthus dejó paso al NPC que tenía a su lado para que explicara con mayor detalle lo que habían descubierto. Con un gesto solemne, el cardenal Bishan dio un paso adelante.
–Ciertamente, desde algún momento del día de hoy, los altares han dejado de funcionar. Esto incluye tanto los pequeños como los grandes. Por lo tanto, ningún aventurero puede volver a la vida después de morir. Por desgracia desconocemos la causa. Por supuesto intentaremos remediarlo, pero… Como es algo que ha estado en funcionamiento durante varios siglos, tenemos que estudiarlo previamente…
–¡Vamos, que no sabéis cómo hacerlo!
–¿¡Cuánto tiempo tardaréis!?
–¡No puede ser…!
La falta de soluciones en las palabras del cardenal volvió a reavivar el malestar de la muchedumbre de jugadores.
–No lo sabemos, tenemos que buscar las escrituras en nuestra biblioteca y rezar por qué no se hayan quemado en el incendio de hace cuatro años. –trató de responder el cardenal, pero no los logró tranquilizar.
–¿Quemadas? ¡Ja! Qué casualidad…
–Rezar dice el NPC… Como si fuese a servirnos de algo…
–¡Eso! Sois los encargados de hacerlos funcionar, ¿no? ¡Pues arregladlos!
–¡Eso son escusas falsas!
En los rostros de los jugadores se podía observar una mezcla entre furia y desesperación. Algunos intentaron subir las escaleras, pero un grupo de aventureros, que por su aspecto parecían de la hermandad de Arthus, formaron un cordón humano y lo impidieron. La tensión en la plaza aumentó drásticamente.
Joder… Atrapados en un videojuego, ni que fuera esto una serie de anime…
Wulf renegó e ironizó desde una de las entradas a la plaza. Redwill a su lado tenía una expresión de profunda preocupación.
–Wulf…
El aventurero hechicero agarró de la manga a su amigo. Una maraña de emociones negativas se arremolinaba dentro de sus mentes. La peor de todas, la desesperación.
–Vámonos a otro sitio más tranquilo, Red.
Wulf decidió que ya habían escuchado suficiente.
–Vale. –Redwill asintió con la cabeza.
♦
Redwill siguió a Wulf fuera de la plaza a una zona más tranquila. Subieron a los jardines del castillo, en el centro de la ciudad. Al estar en terreno elevado, tenían vistas de toda la parte este de la ciudad.
La ostentosa fortaleza era una isla en un mar de tejados de distintas tonalidades de azul. Combinados con el color tostado de las tejas de los edificios más humildes y las fachadas de un blanco puro, formaban un mosaico multicolor que enamoraría hasta al mismísimo Gaudí. Al fondo, enmarcando el mosaico, se podía alcanzar a ver la imponente muralla que rodeaba completamente la urbe de estilo mediterráneo. Eran unas vistas espectaculares, pero ninguno de los presentes estaba de ánimo para admirarlas.
–Lo siento.
–¿…? –Redwill se dio la vuelta, sorprendido.
–Lo siento…
Wulf bajó la cabeza con arrepentimiento.
–¿Por qué? –preguntó Redwill, que frunció el ceño al no entender la razón de su disculpa.
–Porque fui yo quien te insistió en meterte en este juego…
–¡…! ¿Qué dices? No me has obligado, estoy aquí por voluntad propia.
Redwill negó totalmente lo que dijo Wulf agitando la cabeza de lado a lado. El miedo y la desesperación que antes dominaban su rostro se esfumaron en el instante en el que empezó a preocuparse por su amigo.
–Ya, pero si no fuese por mí no estarías aquí atrapado.
Wulf no cedía en su testarudez de autoproclamarse culpable de haber puesto en peligro a su mejor amigo. A pesar de que no era un género que le gustase especialmente a Redwill, Wulf le insistió durante días, le hizo ver todos los tráileres, gameplays… Le explicó toda la información que se publicaba sobre el juego durante meses, vieron todas las imágenes que mostraba la desarrolladora, e incluso probaron la realidad virtual profunda una vez en una demo. Todo esto hasta que Redwill, por la razón que fuera, finalmente aceptó jugar TWA con él.
Pero a Redwill, aunque la situación en la que se encontraban en el fondo le aterraba, no le importaba lo más mínimo mientras tuviera a Wulf a su lado. Realmente, después de todo lo que le mostró su amigo, tenía ganas de jugar a ese juego. Así que de ninguna forma le iba a reprochar nada.
–¡Ja! De hecho, hasta me alegro. –Redwill sonrió irónicamente–. Así no te dejo solo en esta mierda de mundo. Además, creo que lo pasaría peor en el otro lado viendo que no despiertas…
–…Gracias…
A pesar de agradecer el comentario de su amigo, Wulf seguía con una expresión sombría en su rostro. Redwill no cesó en seguir tratando de animarlo, ya no había rastro del miedo que tenía antes.
–Bah… Estoy seguro que nos sacan en cualquier momento. –Redwill se encogió de hombros–. Basta con que esperemos en la ciudad sin arriesgarnos a desaparecer, ¿no?
–No nos van a rescatar.
–¿E-eh…? ¿Por qué lo dices?
La respuesta inmediata lo dejó descolocado. Wulf desvió la mirada, pero después de un segundo de duda, continuó.
–…Alex me explicó que el CEO de We are gamers era un fanático obsesionado de los RPG y de las historias de fantasía. Por eso juntó a un grupo de desarrolladores también muy fanáticos y creó este juego a su gusto…
–Vale, ¿y qué? No le veo problema en eso. –Redwill cruzó sus brazos y miró extrañado a Wulf. No seguía su línea de pensamiento, no era raro que un fan de la fantasía hiciera un videojuego de fantasía, de hecho, era bastante lógico.
–…Encima, –continuó Wulf– que desaparezca un botón de desconexión por un bug y que a la vez dejen de funcionar los respawns… ¿No te parece demasiada coincidencia? Dos bugs muy graves al mismo tiempo y justamente los dos que te atrapan en un juego mortal...
–¿Q-qué insinúas…? E-esto no es la historia aquella de ciencia ficción japonesa en la que se quedan atrapados en un videojuego de espadas…
Redwill entendió finalmente a que se refería Wulf. Un sudor frío le empezó a recorrer la piel.
Lo que explicó era perfectamente plausible: no hay ningún bug, el CEO de We are gamers y los desarrolladores prepararon todo esto de antemano. Atraparon a todos los jugadores por voluntad propia.
Redwill se sintió mareado de solo considerar esa posibilidad y se tuvo que agarrar a la barandilla de la valla que protegía a los transeúntes de caer colina abajo.
–…Sólo es una conjetura, la peor situación que se me ocurre y… tampoco tenemos forma de saberlo. –finalizó Wulf, que también se había cruzado de brazos, y se quedó por un momento mirando a la nada, pensativo.
–P-pues centrémonos en la "mejor situación".
–La "mejor situación" sería que de golpe apareciera el botón de desconexión y nos vamos de aquí. Todos felices. –dijo Wulf sarcásticamente.
–Bueno, ¿y una "mejor situación" más realista?
–Realmente es culpa de un bug y nos rescatan dentro de unas horas, días o semanas, –Wulf volvió a mirar a Redwill directamente a los ojos– dependiendo de lo que cueste arreglarlo…
Eso también era posible, pero Wulf realmente no creía que fuera cierto. No sabía si solamente estaba siendo excesivamente pesimista, pero para él tenía más sentido su "peor situación".
–Buuff… Eso suena que va para largo… Y tendremos que pasar los días aquí… Pero, ¡vamos a necesitar dinero para vivir!
Redwill se deprimió pensando en que podrían tener que pasar varios días allí en el mejor de los casos. Era un mundo totalmente diferente, desconocido, en una época distinta, sin las comodidades del mundo real… …este era un mundo cruel, repleto de monstruos acechando en cada esquina, esperando que algún inconsciente ponga un pie fuera de las ciudades seguras… …un mundo donde ganarse el pan no era tarea fácil…
–Tenemos tres opciones, hacer artesanía, buscar un trabajo o matar monstruos. –opinó Wulf, mostrando tres dedos con la mano derecha.
…pero ellos eran aventureros.
–Hm… ¿Y cuál crees que es la mejor?
–Para la primera vamos a necesitar una inversión inicial para comprar materiales si no queremos salir a buscarlos nosotros mismos, la segunda seguro que está muy mal pagada y con la tercera nos arriesgamos a morir… –los ojos de Wulf empezaban a mostrar muestras de cansancio– …sinceramente, no lo sé.
Los aventureros podían dividirse en dos tipos: de combate o artesanos. Los de combate, obviamente, tenían que cazar monstruos y completar misiones. En cambio, los aventureros artesanos fabricaban equipo y herramientas para los de combate. Pero muchas veces necesitaban materia prima de monstruos para sus creaciones, así que acababan siendo mixtos.
Wulf planteó la posibilidad de conseguir un trabajo para los NPC, en una granja, para la construcción, o cualquier otra tarea de bajo riesgo. Pero claro, no era eso para lo que estaban pensados los aventureros en el juego. Habían sido ideados para luchar.
–Bueno… ser artesanos es imposible si no tenemos dinero para materiales y matar monstruos es peligroso… Buscar un trabajo parece lo más seguro. …Pero seguramente habrá mucha competencia, todos los que estamos atrapados buscaremos lo mismo. –reflexionó Redwill.
–Pienso lo mismo. Tenemos que darnos prisa y decidir cuanto antes.
Ahora que miles de aventureros estaban atrapados en la ciudad, la mayoría seguro que buscaría la solución menos peligrosa de todas, buscar un trabajo seguro. Así que habrá una gran demanda para muy poca oferta. Era una situación complicada para todos. Los dos estuvieron en silencio por un momento, sin saber que hacer ni decir.
–…¿Crees que si morimos, volveremos al mundo real? La gente que ha muerto no ha vuelto, por lo que han dicho en la plaza… –Redwill fue el primero en romper el silencio.
–Es posible, pero… ¿Lo quieres probar? –Wulf respondió lo mismo que le dijo Arthus al aventurero de las dagas.
–Ni de coña, no quiero morir.
Redwill lo descartó completamente mostrando ambas palmas imitando el gesto de rendición.
–Yo tampoco.
–…Entonces, ¿qué hacemos?
Apoyándose en la barandilla de madera, mientras observaba el horizonte de la ciudad, Wulf, que seguía sin llegar a una conclusión clara, respondió a su amigo tras una breve pausa.
–…De momento, sobrevivir como sea. Volvamos a la ciudad buscar un trabajo seguro.
♦
–…
–…
Se podía notar la tensión por las calles a simple vista. Había aventureros discutiendo aquí y allá. Otros estaban simplemente abatidos, sentados solos o en grupo, pero en un triste silencio. Al parecer, la noticia de estar atrapados en el juego se había esparcido tremendamente rápido por toda la ciudad. Algunos no se acababan de creer la situación en la que estaban, otros aún lo estaban tratando de digerir y los restantes se habían dado por vencidos. Un sentimiento de depresión se apoderó de toda la ciudad.
Incluso los NPC tenían expresiones serias. No entendían completamente lo que estaba pasando y no sabían cómo tratar a los decaídos aventureros. Algunos tenían incluso miedo de ofenderlos y querían evitar tener problemas, por lo que cualquier intercambio verbal era mínimo.
–Parece que las noticias vuelan…
–Hombre, es algo muy crítico para nosotros.
Redwill fue el primero en volver a hablar. Lo dijo mientras observaba a un aventurero que parecía estar mirando a la nada, sentado en el suelo.
Parece muerto en vida…
–Espero que este malestar no se transforme en violencia… –comentó el hechicero. En un callejón, de reojo vio a dos aventureros encapuchados discutiendo acaloradamente.
–Al menos no se puede combatir en la ciudad.
Wulf sabía que era muy probable que sucediera lo que insinuaba Redwill. Una revuelta. La multitud de aventureros se realimentaría a sí misma con miedo hasta explotar en una protesta llena de rabia hacia cualquier objetivo con el que desquitarse, como, por ejemplo, la iglesia que se encarga de los respawns. Por suerte para ellos, la protección de la ciudad a los combates no ha dejado de funcionar. Si no fuese así, muy probablemente desaparecerían las zonas seguras, la ciudad se sumiría en el caos, muerte y destrucción.
Los dos aventureros se dirigieron de vuelta hacia la plaza de la catedral, donde todo empezó. Al acercarse empezaron a oír los murmullos de la gente que hablaba dentro de la plaza, haciéndose cada vez más fuertes.
Cuando llegaron, el bullicio de gente enfadada, discutiendo a voces, llorando, increpando a los NPC y gritando en general, superó en creces al momento en el que los aventureros reaccionaron por primera vez a las fatales noticias. Ya no estaban ni Arthus ni el cardenal Bishan en la parte alta de las escaleras, en su lugar había otros aventureros y clérigos bloqueando la entrada a la catedral. Una muchedumbre estaba reprendiendo al grupo, lanzando insultos y gritos de rabia. Su intención era invadir la catedral.
Está la situación mucho peor de lo que espera-
–¡HYAA!
A Wulf no le dio tiempo a finalizar sus pensamientos. En ese momento un aventurero rugió de golpe por encima de todo el bullicio. Golpeó a otro en la cara, haciendo que se tropezase contra el carro de un NPC lleno de frutas, que se derramaron por el suelo. El aventurero que recibió el golpe, aunque no había sufrido daño alguno, si sintió el impacto, y no dudó en devolverlo. Ambos se enzarzaron en una pelea típica de taberna, a puño limpio.
–¡Dale! ¡Dale fuerte!
–¡Buen gancho!
–¡Hey! ¡Basta! ¡Parad ahora mismo!
Mientras algunos los alentaban, otros trataron de separarlos. Los que intentaron meterse de por medio y los más cercanos empezaron a recibir algunos golpes colaterales. Entonces entraron también en la refriega. En pocos segundos, la violencia se había propagado por toda la plaza. Los aventureros se peleaban entre ellos a puños, otros rompían cosas. Objetos varios volaban por encima de las cabezas de la gente… Muchos huyeron en pánico de la caótica escena, atascando las salidas de la plaza.
–Diste en el clavo, ahí tienes tu violencia. –dijo Wulf.
–Pues no me siento orgulloso de acertar.
Mejor nos vamos cuanto antes de aquí, quería preguntarle detalles más concretos a Arthus pero con este panorama-
[¡Hiii!]
Mientras Wulf valoraba dar media vuelta, un aventurero metido en la refriega golpeó un caballo y lo hizo correr arrastrando el carro que tenía atado. El animal chilló en pánico y salió disparado hacia ellos dejando atrás a su dueño NPC. Y para agravar la situación, en la trayectoria del caballo había una niña pequeña.
¡Joder…!
–¡Kya!
Wulf no dudó en agarrar a la niña y apartarla justo antes de que pasara el animal desbocado. El caballo salió de la plaza dando tumbos y arrojando a varios aventureros a su paso, como si fueran bolos. Una vez pasado el peligro, alejaron rápidamente a la niña de la pelea campal.
–¿Estas bien? –preguntó Wulf suavemente con una sonrisa a la niña.
Era una niña de raza élfica que parecía una jugadora por la vestimenta que llevaba. Tenía el pelo castaño atado en una coleta y ojos de un verde profundo que recordaba a una esmeralda. No llevaba equipo, más que el que te entregan al llegar. Lo más llamativo es que no había nadie con ella, estaba sola.
–S-sí. G-gracias por salvarme del caballo. –la niña respondió tímidamente. Asentía con la cabeza mientras miraba hacia los lados, como si buscara a alguien
–No hay de que. ¿No está tu papá o tu mamá?
–N-no encuentro a mi hermanito.
Wulf y Redwill intercambiaron miradas.
–¡Hola! Soy Redwill, pero puedes llamarme Red. Este es Wulf, ¿y tú cómo te llamas? –el hechicero se agachó para estar a la misma altura que ella.
–… …S-soy Emilia. …Pero mi hermanito me llama Lía.
La pequeña Lía era un poco reacia a responder, ya sea por timidez o porque le enseñaron a no fiarse de los desconocidos. Pero a falta de su hermano, no tenía a nadie más a quien pedir ayuda así que tuvo que ceder.
–Dices que estas buscando a tu hermano, ¿no? ¿Se fue fuera de la ciudad? –volvió a hablar Wulf.
–No lo sé… No lo he visto desde que llegué… [Grrr~]
Se oyeron las tripas de la niña, que no dijo nada más después de oírse a sí misma. Wulf y Redwill volvieron a intercambiar otra mirada de preocupación. Esta vez continuó el hechicero.
–¿Tienes hambre? Te puedo traer algo de comer.
–…Si, gracias. –la pequeña Lía dudó al principio, pero asintió tímidamente.
–No hay de que, ahora vengo.
Redwill se puso de pie y se marchó a un puesto de comida cercano de un NPC, donde vendían galletas y tostadas con diferentes condimentos. Pensó que algo dulce sería adecuado para ella.
–¿Cuántos años tienes? –preguntó Wulf.
–Nueve.
Con esa edad, y si dice que está buscando a su hermano, estará jugando con el control parental activado… …Aunque a saber si realmente funciona…
–…W-wulf…
–¿Mm? Dime. –Wulf volvió de sus pensamientos.
A la elfita Emilia parecía que le costaba que le salieran las palabras de la boca. Cuando llegó Redwill con la merienda-cena, soltó una pregunta difícil de responder.
–… … ¿Es verdad lo que dice la gente? ¿No podemos volver a casa?
Wulf y Redwill volvieron a mirarse por tercera vez. No sabían cómo responder. No tenían mucha experiencia tratando con niños pequeños, pero tenían claro que debían cuidar muy bien sus palabras. Al menos, intentaron esconder sus expresiones de preocupación lo máximo posible. Redwill igualmente le ofreció una bolsa con galletas.
–Toma, espero que te guste. Son galletas con chocolate. ¡Hay que mantener el estómago lleno!
–…Gracias. –Lía agradeció la bolsa y la cogió con sus pequeñas manos.
[Crunch][Crunch][Crunch]
La elfita empezó a comerse las galletas sin rechistar, aunque con una expresión algo triste, masticando lentamente. Wulf quiso responder con "franqueza".
–Lía, es cierto, no podemos volver. Parece que ninguno de los que estamos aquí. Pero no pasa nada, pronto los que hicieron el juego lo arreglarán y podremos volver todos. Tendremos que ser pacientes y esperar, ¿vale? Ahora buscaremos a tu hermano y lo encontraremos.
–Vale…
Emilia asintió con la cabeza, pero sin mucho ánimo. Wulf y Redwill se apartaron un poco mientras Lía comía, pero sin apartar sus ojos de ella. Empezaron a hablar entre susurros para evitar que los oyera.
–¿Cómo dejan jugar a niños tan pequeños? –se quejó Redwill. Le sorprendía la falta de responsabilidad que tenían algunos padres.
–Por lo que ha dicho, creo que estaría jugando con el control parental activado y su hermano, pero me parece que el hermano no llegó a conectarse. O eso o se fue a matar monstruos y murió… Pero me parecería muy extraño que hubiese pasado eso…
Ellos no lo saben, pero se han dado casos en los que el jugador no ha podido conectarse al juego por incompatibilidad con el sistema. Algunos se pueden considerar afortunados, otros no tanto…
–¿Qué hacemos? –preguntó Redwill–. No podemos dejar a una niña sola por ahí en un mundo como este
–¿Acaso quieres llevártela y cuidar de ella? ¿Qué pasa si no nos vienen a rescatar? ¿Vas a estar todo el tiempo pendiente de ella?
Obviamente, cuidar de un menor es una gran responsabilidad. Como mínimo tienes que darle un techo, comida, ropa y ocio. Tienes que estar pendiente de que esté seguro y que no le pase nada, sobre todo en un mundo con monstruos rondando fuera de las ciudades. Hay que tratarlo si enferma o si se hace daño… Y esto sin tener en cuenta la presión psicológica a la que está sometida al estar atrapada en el videojuego sin poder volver a casa ni ver a su familia, totalmente rodeada de extraños.
–No, no, no. No tengo ni idea de cuidar niños… Deberíamos dejarla con alguien que pueda ocuparse de ella… –Redwill negó rotundamente con la cabeza.
–Ah, ¿sí? ¿Y quién puede ser esa persona?
–Pues… no sé. Algún orfanato habrá, ¿no?
–Casi que me da más pena dejarla en un orfanato… –ironizó Wulf.
–No tenemos muchas opciones más, al menos estará a salvo y podrá jugar con otros niños, ¿no?
–…Mmm… Tampoco se me ocurre nada mejor… Busquemos un orfanato entonces, voy a preguntar a los NPC.
Pero esta vez, tuvieron suerte.
–¡LIAAA!
Antes de que pudieran preguntar a nadie, un chaval apareció corriendo desde la otra punta de la calle. No era mucho menor que Wulf y Redwill, debía tener dieciocho años más o menos. Su cabello oscuro casi le tapaba las orejas y el verde de sus ojos era similar al de la pequeña elfa, en cambio, él era humano. El chico corría a toda prisa hacia ellos, con la mano derecha levantada para llamar su atención. Su cara mostraba un profundo alivio y alegría.
–¿…? –Wulf y Redwill se giraron al mismo tiempo.
–¡Hermanito! –a Lía se le iluminaron los ojos. Se levantó enseguida del banco donde se estaba comiendo las galletas.
El chico se apresuró hacia ella y la abrazó, levantándola del suelo. La pequeña Lía le devolvió el abrazo con lágrimas en los ojos.
Wulf y Redwill volvieron, por enésima vez, a intercambiar una mirada, pero esta vez con expresiones de alivio en sus rostros.
–Lía, ¿estás bien? –preguntó el chico, su voz teñida de preocupación.
–¡Si! ¡Wulf y Red me ayudaron! ¡Y me dieron esto! –la elfita señaló a los dos aventureros y le mostró la bolsa a su hermano, que respiró más tranquilo al ver que su hermana estaba perfectamente bien.
–Muchas gracias, no sabría qué hacer si le pasara algo... –el chico se dirigió los aventureros para agradecerles que cuidaran de ella.
–No se merecen. Vimos que estaba sola en la plaza y decidimos sacarla de ahí porque el ambiente se estaba caldeando. Empezaba a ser peligroso. –explicó Redwill.
–Entiendo… Gracias… Haa… El sistema de control parental no funcionó y la tuve que buscar por toda la ciudad. Menos mal… –el chico dejó ir su frustración con un suspiro.
Ya veo…
La teoría de Wulf no iba desencaminada. Por suerte, la pequeña Lía resultó no estar sola. Otra característica que no funcionaba en el juego. Empezaba a ser demasiada casualidad. Lo cual reafirmaba su peor teoría.
–¿Conoces… –Wulf miró por un momento a Lía, quería medir sus palabras– …la situación en la que estamos?
–Sí… Lo sé… Pero ahora mismo no me importa. Me daba más miedo perder a mi hermana. Ahora que veo que está a salvo, estoy más tranquilo. Muchas gracias, de verdad. –el chico volvió a agradecerles inclinando la cabeza.
El chaval se notaba cansado, su respiración era fuerte de haber corrido durante mucho tiempo, gotas de sudor le recorrían la piel. La niña le miraba con cara de preocupación, pero no dijo nada. Los dos habían pasado mucho tiempo asustados, pero por fin se encontraron, ahora podían estar tranquilos.
–¿Qué haréis ahora? –preguntó Redwill.
–Eeehm… Buscaremos donde cenar y alojarnos. Creo que lo mejor será esperar en la ciudad hasta que nos rescaten. –no parecía que el chico tuviera nada planeado, pero enseguida optó por la opción más segura para la niña.
Así que escoge esperar… Supongo que es lo más sensato si tienes que hacerte cargo de un niño. –meditó Wulf. Ellos también tenían que tomar una decisión, así que buscaba todos los ejemplos que podía para reflexionar.
–Si necesitáis cualquier cosa… –se ofreció Redwill.
–¡No te preocupes! Estaremos bien, suficiente habéis hecho por nosotros… Pero si hiciera falta os enviaré un mensaje en carta mágica. –el chico rechazó la oferta a medias por educación–. Gracias por todo. ¿Vamos Lía? ¿Te despides de ellos?
–¡Si! ¡Gracias Wulf! ¡Gracias Red! ¡Adiós!
La pequeña elfa había recobrado el carácter que cabría esperar de alguien de su edad, se despidió de los dos aventureros efusivamente con la mano y una sonrisa de oreja a oreja. Ellos respondieron de la misma forma. Este pequeño momento de felicidad les dio un respiro en su debilitado estado de ánimo.
Tras despedirse, Wulf y Redwill decidieron buscar un sitio para pasar la noche. Con tantas emociones dispares, el día se había hecho corto, llegó la primera noche.
♦
Encontraron una posada barata no muy lejos. Para entonces los disturbios habían acabado y los jugadores empezaron a buscar sitios donde pasar la noche. Se podía pasear por la ciudad tranquilamente.
La posada no era nada del otro mundo, parecía bastante antigua y destartalada, por eso era tan barata. No era demasiado grande y tenía cero lujos, pero ninguno de los dos necesitaba nada más, un techo y dos camas eran suficientes.
Cenaron en la taberna de la planta baja y se fueron a la habitación doble que habían alquilado. Era una estancia pequeña y simple, con un par de camas individuales. En un lado había un pequeño cuarto que hacía de baño. Dentro había un barreño de arcilla grande sobre una especie de aparato metálico que hacía de bañera y un agujero en el suelo, a su lado habían situado una cajonera de madera pequeña.
Después de bañarse, tras conseguir de alguna forma encender con maná el aparato extraño que calentaba el agua, se fueron a dormir. Pero era complicado conseguirlo.
–Wulf. ¿Estás dormido? –preguntó Redwill mientras miraba fijamente hacia el techo de la habitación.
–Si.
Wulf respondió sin moverse ni abrir los ojos. Tenía todavía los sucesos del día anterior repitiéndose en bucle como una película en su cabeza.
–Mentira.
–¿Qué pasa?
–Crees… ¿Qué estarán bien?
Wulf también abrió los ojos y taladró el techo con la mirada, pensativo. Volvió a repasar más lentamente lo que pasó hace unas horas: el anuncio de Arthus, las protestas, la pelea, la niña elfa, el hermano…
Ahora estaban tranquilos en la habitación de una posada, pero el tumulto de fuertes emociones seguía en su interior. Con todo lo que había pasado, no podía evitar ser pesimista.
–… –Wulf no quería responder.
–Quizá… podríamos haber hecho más por ellos… –Redwill continuó.
–¿Cómo qué? Tampoco es que tengamos mucho para ofrecer nosotros…
Wulf sabía hacia donde se dirigía la mente de su amigo. Tenía que evitar que Redwill se sumiera en un sentimiento de culpa, aunque sea injustificada. Siempre fue así, tenía que ayudar a todo el mundo. Y cuando no lo hacía, se sentía mal consigo mismo. El siempre positivo entraba en una espiral de negatividad.
–No lo sé… No me preguntes por qué, pero no veía muy capaz a ese chico… ¿Ya podrán sobrevivir? ¿Cómo conseguirán dinero para comer y alojarse? ¿Encontrará un trabajo? ¿Saldrá fuera a cazar monstruos? Si sale, podría…
–Él lo dijo, estarán bien. Dijo que no saldrían de la ciudad.
–Pero… me dio la sensación que los abandonábamos. –los sentimientos de Redwill estaban a punto de desbordar.
–Tiene nuestros nombres y dijo que nos enviaría una carta si necesitaban ayuda. Hemos hecho todo lo que podíamos hacer. Ahora lo único que podemos hacer es asegurarnos de estar preparados para apoyarlos cuando nos necesiten.
No obstante, el tener que preocuparse por Redwill y evitar que se desmorone mentalmente también ayudaba al mismo Wulf a mantenerse focalizado. Tener un objetivo cercano ocupándole sus pensamientos prevenía a su mente de irse también hacia el pesimismo.
Aun así, Wulf se giró en la cama para mirar hacia su amigo. Su rostro mostraba remordimiento.
–Yo… Le mentí… Le dije a esa niña que nos van a rescatar y que encontraríamos a su hermano… Cuando no creía que fuera a pasar nada de eso... Haah… –Wulf suspiró– al menos tuvimos suerte de que su hermano nos encontró.
–…Creo que hiciste bien. Lo último que hay que perder es la esperanza. Todo eso que le dijiste pudo pasar, ¿no? No es que las probabilidades fueran cero…
En un momento se giraron las tornas, ahora era Redwill quien intentaba consolar a su amigo. Wulf desvió la mirada y cerró los ojos.
–Esperanza, eh… Pues ahora mismo a mí me queda bien poca.
Y a mí… –pensó Redwill a pesar de lo que dijo antes para tratar de animar a su amigo.
–…
–…
Los dos aventureros se quedaron en silencio. Era complicado encontrar palabras optimistas. La desesperación de encontrarse atrapados en un mundo peligroso y mortal seguía presente en sus corazones. Y es probable que no desaparezca del todo hasta que consigan volver. No obstante…
–Haah… Pero… Aunque sea poca, aún me queda esperanza. Sobreviviremos y encontraremos la manera de volver. Tenemos que hacerlo. No, lo haremos. –Wulf volvió a abrir los ojos, inhaló y exhaló una buena bocanada de aire y miró al techo con determinación–. Ahora esta es nuestra realidad.
Al oír las palabras de su amigo, en la expresión de Redwill se quedó grabada una leve sonrisa. Ambos se durmieron, esta vez de verdad, y recuperaron energías para el largo día que les esperaba mañana.
♦