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Chapter 8 - Capítulo 8: Escape

Después de salir de la sala de chat, me levanté del sofá dejando a Larisa dormida y me vestí con ropa limpia.

Salí de casa, mirando a ambos para confirmar que las calles estuvieran vacías de pseudo-zombies.

Mi objetivo eran las armas de los dos tipos que quedaron muertos en la camioneta pickup. Por supuesto, antes había recogido el arma vacía del infectado que disparó dentro de mi casa. Era un arma sin balas, pero si pudiera encontrar municiones entonces me sería muy útil.

Este era el apocalipsis y no podía contar con nadie más, más que conmigo mismo.

Caminé hacia la camioneta directamente para no llamar la atención de ningún infectado que pudiera estar cerca con movimientos innecesarios. Una vez allí, me asomé por las ventanas para revisar el interior ante cualquier anomalía.

Cuando abrí la puerta del conductor un hedor putrefacto asaltó mi nariz. La sangre y pequeños trozos de materia blanquecina estaba pegados en el parabrisas.

Fue una escena repúgnate y horrorosa.

Al ver el cadáver del conductor pensé que la vida era realmente frágil, este hombre a diferencia del que había tenido que sacar de mi casa antes, no tenía tatuajes ni apariencia de criminal, él parecía alguien común. Quizás por eso en lo profundo de mi mente recibí un shock, ya que él no tenía la apariencia del tipo de persona que merecía morir así.

El hedor era abrumador, pero aún así me obligué a ignorarlo aguantando la respiración, mientras tiraba de sus cuerpos a la calle para registrarlos y quitarles las armas.

Eran tres escuadras y un AK-47.

Me metí en la cabina del conductor para buscar municiones sueltas o cajas de balas.

Para mí sorpresa encontré otra cosa además de varias cajas de balas, eran dos rifles semi-automáticos AR-15.

No pude evitar sonreír viendo el botín.

Esos tipo estaba tan bien armados que era imposible que fueran buenas personas. Como sea, yo no los maté, sino el virus.

Tomé las armas y la cajas de balas, así como las llaves de la camioneta y cerré cuidadosamente la puerta del vehículo para no hacer mucho ruido.

Caminé sin desviarme de vuelta a la casa. Pero Larisa salió vestida con su uniforme escolar nuevamente, estaba asusta porque no me encontró adentro cuando despertó.

—¡Cariño!, ¡¿Qué haces afuera?!.

Larisa gritó nerviosa en voz alta

Mi corazón dio un vuelco. Con ese volumen era seguro que había atraído la atención de todos los infectados incluso si estuvieran lejos, ya que sus fuerzas y sentidos se habían vuelto sobrehumanos.

—No hables tan fuerte, vamos adentro, rápido.

Le dije a Larisa que entrara rápidamente, mientras yo fui tras de ella. Sin embargo antes de cualquiera pudiera entrar, una decena de infectados se dieron la vuelta en la esquina de nuestra calle. Nos habían visto.

Corrí hacia adentro junto con Larisa y cerré la puerta.

Me asomé por la ventana para confirmar los números que venían.

—¡Maldición!, ¡Son demasiados!.

Mi cerebro entró en caos ante la peligrosa y repentina situación. Fácilmente pude calcular más de 100, pero la cantidad seguía aumentando, ya que venían corriendo uno tras otro.

—¡Larisa!, ¡Ve a la habitación y llena la maleta vacía con toda la comida que encuentres!. ¡Ahora!.

Al ver mi expresión de urgencia, Larisa corrió rápidamente por la maleta.

*Pap* *Pap* *Pap* *Pap* *Pap* *Pap* *Pap*

Los infectados comenzaron a golpear salvajemente la puerta, sus puños y manos curvaron el metal dejando sus huellas impresas debido a la fuerza descomunal.

Sin entender muy bien que hacer, tomé uno de los rifles AR-15.

Jamás había usado uno, pero traté de emular lo que había visto en los diferentes medios de entretenimiento y acomodé firmemente la culata entre el espacio de mi hombro y clavícula, plantando firmemente mis pies en suelo. Apunté el cañon del arma a la parte central de la puerta de la entrada, donde supuse que estaría los infectados y disparé.

*Bang*

El impacto del retroceso sacudió mi cuerpo, pero me mantuve firme.

*Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang*… ….

Continúe disparando hasta vaciar el cargador, pero los golpes de los infectados en la puerta no se detuvieron, sino que se incrementaron. Por cada infectado que derribaba llegaban dos más. Era un cuento de nunca acabar.

—¡Maldición, esto no tiene fin!

Grité molesto mientras dejaba el rifle vacío y tomaba el segundo.

—¡Ya casi terminó!

Gritó Larisa, empacando frenéticamente la maleta con comida y agua.

*Bang* *Bang* *Bang* *Bang*

—¡Tenemos que irnos!. En el patio trasero tengo una escalera, trata de subir con la maleta, voy detrás de ti.

*Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang* *Bang*

Seguí disparando hasta llegar a las demás armas y cambiar el AR-15 por una escuadra. Era más fácil disparar con ella y cargar otras cosas en las manos.

En la mesa, usé el mantel para envolver y cargar todas armas y municiones.

Corrí hacía el patio trasero apresuradamente y cerré la puerta detrás de mi. Incluso coloqué un candado con el objetivo de retrasar a los infectados mientras escapábamos.

Luego subí al techo y la jale la escalera hacia arriba para llevármela. Lo cual fue extraño, ya que la escalera fue más ligera de lo que recordaba. En lugar de una escalera de metal grueso, su peso se sentía más como el de un palo de madera cualquiera.

—¡Cariño, los infectados están tratando de subir por la pared!.

Larisa que estaba más al frente de la casa, vio una gran multitud de infectados que se acumulaban al frente tratando de entrar.

En ese momento, una parte de mi agradeció el diseño que usaban las casas en México, ese diseño en el que las paredes estaban pegadas unas a otras sin espacios vacíos entre ellas. Fue lo que permitió la acumulación de infectados en el frente sin que pudieran rodearnos.

Cuando me acerqué, también vi lo que había mencionado Larisa.

Era un joven un infectado, probablemente entre los 15 o los 17 años, él estaba corriendo y tratando de escalar la pared como si fuera un gato usando el impulso. Esos eran movimientos algo que solo verías en el Parkour.

Parecía que aunque las personas se convirtieron en pseudo-zombies, aún mantenían su memoria muscular respecto a sus hábitos de movimiento o técnicas profundamente arraigadas en ellos.

—Vámonos Larisa.

Retrocedí hasta lo más al fondo en los techos para escapar de la vista de los infectados y de esa forma alejarnos en silencio.

Tomé la decisión de ir a la esquina opuesta viendo la dirección de donde venían todos los pseudo-zombies.

Larisa y yo caminamos de techo en techo hasta la última casa de la cuadra, en donde no había rastros de infectados.

Con cuidado bajé la escalera y la acomodé para que pudiéramos bajar en silencio.

Larisa fue la primera en bajar, cuando estuvo abajo le arroje la maleta con los suministros alimenticios. Después, bajé detrás de ella, cargando las armas y las municiones envueltas en el mantel de la mesa.

Ya en el suelo, caminamos a paso rápido, pero sin correr, porque si lo hiciéramos seguramente atraeríamos la atención de los infectados con nuestro ruido.

Era la hora del atardecer y el cielo estaba completamente anaranjado, probablemente no faltaba mucho para el anochecer.

Las calles estaban desiertas, no había ni un solo movimiento. La colonia se sentía como un pueblo fantasma. Solo se escuchaban nuestros pasos, nuestras respiraciones agitadas.

Le había dado una arma tipo escuadra a Larisa, mientras que yo carga con todo lo demás. Era importante que ella estuviera armada, ya que el peligro más latente para ella, era yo mismo.

Si me llegará a convertir en un pseudo-zombie mientras tuviera una arma en la mano seguramente la mataría. Además, también pude darle un arma sin preocupaciones porque sabía que Larisa no sé convertiría, ya que es inmune.

Caminé unos pasos más por delante de Larisa, verificando en cada esquina, antes de avanzar aún más.

Llegando a otra esquina, me detuve al borde y asomé la cabeza.

En el momento en que vi lo que había al otro lado, me sacudí y paralice por un segundo, antes de retorcer rápidamente y esconderme.

Mi corazón latió fuerza, mil veces por minuto.

¡Me vió!, ¡Me vió!, ¡Me vió!. Fue lo que se repitió en mi mente una y otra vez.

Claramente un infectado me había visto en el momento que me asomé. Él estuvo ahí, parado, a menos de un metro de mi cara.

Sudé frío.

—¿Qué pasa cariño?.

Larisa se me acercó preocupada al ver mi comportamiento.

—¡Shhhh!.

Inmediatamente le dije que se callara, tenía miedo que su voz atrajera al infectado que estaba justo al lado.

Larisa parecía entender lo que sucedió y levantó el arma temblorosamente, apuntando hacia la esquina de la calle. No podía decir si el temblor era por lo pesada que era el arma o por el miedo y nerviosismo que le generaba la situación. Aún así, la elogie en mi mente por mantener su atención centrada para disparar en cualquier momento.

Me quedé quieto, esperando a que el infectado se abalanzara sobre nosotros, pero inesperadamente luego de cinco segundos, el infectado seguía al otro lado de la esquina sin hacer nada.

Eso era raro. Lo normal hubiera sido que el infectado saltara sobre nosotros en el momento en que nos vio. Pero tal cosa no ocurrió, por el contrario el infectado pareció actuar como si no me hubiera visto.

Me asomé nuevamente con nerviosismo.

El infectado estaba ahí, parado en el mismo lugar, con una mirada desenfocada y una expresión facial vacía. Ni siquiera me estaba mirando.

¿Q-qué?, ¿Qué está pasando?. Me pregunté a mi mismo.

Una duda surgió dentro mi, me dijo que tal vez este infectado era diferente, pero viendo su comportamiento desistí, claramente era un infectado como cualquier otro. Entonces pensé que, lo que era diferente, era yo.