Mi corazón latió con mucho nerviosismo.
Aún así, ya había tomado una decisión.
Tragué un bocado de saliva y le dije a Larisa:
—Quédate aquí, voy a caminar hasta la mitad de calle. También quiero te mantengas alerta y que apuntes en mi dirección por si llego a necesitar tu ayuda.
—S-si.
Larisa aceptó mi petición temblorosamente.
Caminé por la banqueta, completamente atento a la mirada del infectado, pero él ni siquiera giró sus ojos en mi dirección. Solo siguió con la mirada desenfocada.
Seguí caminando, pero entonces me di cuenta de algo fundamental que no había considerado antes, ¿Qué pasaría si ese infectado fuera una persona ciega antes de convertirse en un pseudo-zombie?, ¿Y si además de ciego, también fuera sordo?. Eso era algo que podría explicar el porque no me percibió y atacó.
Cuando me di cuenta de eso estaba a media calle en el cruce de caminos. Justo frente a mi, a unos 25 metros, la calle estaba repleta de infectados fácilmente más de 200.
Me asusté y miré con temor a la horda de infectados, pero aún así no me moví y me quedé ahí, paralizado.
Los infectados siguieron aglomerados ahí sin hacer ningún movimiento particularmente destacado. Ocasionalmente algunos de ellos movían sus caras en mi dirección, pero sus ojos se mantuvieron vacíos, mirando a la nada. Era como si a sus ojos, fuera uno más de ellos y no un ser humano.
Esto confirmó mi teoría, de que yo era un portador del virus. Es decir, estaba infectado con él, pero sin sufrir las consecuencias negativas. En adición, eso también explicaba el repentino cambio de fuerza que noté cuando levanté la escalera.
Al confirmar eso, una parte de mi se sintió aliviado. Ser un portado del virus era genial, no tendría que preocuparme de ser atacado por un infectado jamás, pero por otro lado no podría convivir con los humanos normales, ya que al estar cerca de mi se infectarían de inmediato y se convertirían en pseudo-zombies. Las únicas personas que podrían estar a mi lado eran las inmunes como Larisa.
—Estoy bien, Larisa. Quédate ahí, no podemos pasar por aquí.
Decidí mantenerlo en secreto, no decirle nada a Larisa acerca de mi condición como portador del virus. Después de todo, en el fondo tenía inquietudes sobre si ella podría mantener el secreto.
Regresé a su lado y buscamos un nuevo camino.
Esta vez, después de haber confirmado que no me convertiría en un pseudo-zombie, tomé una de las armas tipo escuadra y me uní a Larisa para defendernos sin miedo a que pudiera perder el control de repente.
Durante la búsqueda, me topé en dos ocasiones con calles repletas de infectados aturdidos que miraban a la nada. Pero eso no fue todo: en las calles también había muchos cuerpos. Estos, probablemente, eran los sobrevivientes que habían intentado escapar o ir a buscar a sus familias en otros lugares. Aún así, la cantidad de muertos en las calles, probablemente no era nada comparado con los que había en las casas, tal y como sucedió con los padres de Larisa.
A pesar de eso, finalmente encontramos un camino libre. Aunque libre de infectados, no estaba libre de cuerpos muertos. Fácilmente conté más de 200 personas tiradas y esparcidas por la calle. Era la cantidad más grande que había visto hasta ahora. El hedor en el aire era tan intenso que casi podía sentir la comida subir por mi esófago. Probablemente, la mayoría de ellos fueron asesinados por los pseudo-zombies, mientras que el resto eran pseudo-zombies asesinados por sobrevivientes.
—E-esto, e-esto… ¡¡¡¡Bleeeeeeeergh!!!!.
Larisa no pudo contenerse y comenzó a vomitar.
Ella miró aterrada los cuerpos tirados en la calle, mientras su mano temblorosa cubría su boca. Sus ojos eran acuosos como si estuvieran apuntó de llorar, pero también se veían llenos de miedo y terror inexplicable.
Viéndola así, quise abrazarla y consolarla, pero no teníamos tiempo para eso. No podíamos permitirnos hacer escenas de sentimentalismo en la calle, no con los infectados rondando por ahí.
—Vamos, tenemos que seguir adelante. Necesitamos encontrar un lugar seguro antes de que anochezca.
Le dije, tratando de mantener un frente fuerte. Aún así, la vista de ese mar de muertos también inquietaba mi corazón.
—Mn.
Larisa asintió, intentando controlar sus náuseas con su mano en la boca y continuamos caminando por la calle, zigzagueando entre los cadáveres pestilentes.
—… Umh… uh.
Larisa se forzó a contener las lágrimas mientras ocasionalmente miraba las caras de algunos muertos.
La verdad era, que como un otaku que rara vez salía, ni siquiera conocía a estas personas. Más aún, tomando en cuenta que solo llevaba dos años en este vecindario. Pero Larisa era diferente. Ella vivió aquí desde siempre y reconoció a estas personas. Tal vez no eran sus amigos o conocidos, pero definitivamente eran gente a la había visto al menos una vez en su día a día, recordaba sus rostros vivos y alegres.
Al pasar todo el mar de muertos, me detuve un momento y miré a Larisa. Sus lágrimas corrían por sus mejillas y su expresión estaba entre triste y horrorizada.
La tomé de la mano y la hice caminar conmigo. No podíamos detenernos por ningún motivo.
No muy lejos, después de caminar unos minutos encontramos un auto abandonado con las llaves puestas. Antes de subir, revisé el interior del mismo para no toparme con sorpresas después.
Encendí el motor y este lanzó un rugido.
*Ruuumm*
Me asusté por segundo, debido al gran ruido y arranqué el auto, temeros de haber atraído a hordas de infectados.
Al cabo de unos segundos no vi ningún infectados corriendo tras nosotros. Entonces, entendí que tal vez los pseudo-zombies solo reaccionaban al ver humanos con sus propios ojos o al escuchar sonidos emitidos por ellos. Probablemente era por eso, que el rugido del motor no fue capaz de atraerlos. En su lugar, las voces o los gritos eran más efectivos.
Me alegré de mi descubrimiento y me sentí de buen humor con una sonrisa. Esa era una información muy valiosa.
Decidí ponerlo en práctica de inmediato.
—Oye, Larisa. Escóndete un poco y agáchate en mis piernas.
Estiré mi mano a hacia la cabeza de Larisa y la hice recostarse en mis piernas, mientras conducía.
Larisa no se resistió ni se negó, simplemente me dejo hacer lo que quería.
Al salir a la carretera, lo que me encontré no era lo que esperaba. No era como en esas serie o películas de apocalipsis en las que los carriles de salida de la ciudad estaban repletos autos abandonados hasta donde alcanzaba la vista, mientras que los carriles de entrada están vacíos. Más bien había algunos autos abandonados en diferentes partes, algunos salidos del camino y otros estrellados. También hubo algunos cuerpos tirados por la carretera o en los autos.
Si tuviera que describir la escena diría que se parece más a un caso hipotético en el que los humanos desaparecen de repente y dejan la cosas solas en movimiento, como los autos o los aviones.
Parecía que ese era el caso. El virus fue simplemente demasiado letal y mortífero, extremadamente contagioso. Superó por mucho a cualquier pronóstico de los expertos, era como una contaminación imparable e impredecible, una vez que surgía en algún lugar no sé podía detener.
Más adelante finalmente visualice a un infectado al lado de la carretera, estaba parado al lado de una señal de tránsito completamente inmóvil.
Desacelere el auto e incluso hice sonar el claxon al pasar junto a él.
*Piiiiii Piiiiiiiiiiiii*
El infectado ni siquiera desvío su mirada por curiosidad. Era como si el auto fuera invisible a sus ojos y el claxon imperceptible a sus oídos.
Por supuesto, entendí que si el auto fuera manejado por un humano cualquiera, el infectado lo habría visto a él y se arrojaría a perseguirlo, fue precisamente por esa razón que escondí a Larisa.