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Chapter 2 - Perdido en el bosque

Lo último que recuerdo fue una lluvia de flechas, mis soldados, leales amigos, caían muertos por el poderío persa.

-¡Maldito Jerjes y ese traidor, cómo pudo guiarlos hacia el camino oculto?!

Abrí los ojos y vi algo inesperado, realmente no pensé que el Hades fuera un lugar tan colorido, me esperaba una zona desierta y llena de muerte, pero en su lugar estoy en un bosque, Gorgo no se creería esto ni de broma.

-Debería ir en camino a mi juicio, espero ir a Elysium aunque con esa derrota no se si lo merezco, pero ¿Hacia dónde tendré que caminar?

Miró a su alrededor pero lo único que veía era una infinidad de árboles, recordándole a sus días de soledad, su entrenamiento, no había sido nada sencillo.

Despejó su mente de memorias pasadas, levantó su escudo maltratado por la batalla, aún tenia 2 flechas clavadas, su lanza, estaba partida a la mitad, pero su espada su xiphos brillaba con la sangre persa, ni un rasguño en su hoja.

Miró al sol para cerciorarse de su posición y la hora del día, se percató entonces de que este sol era mas grande que el de siempre y su color era mas bien azulado, aparte de esto no olvidó por qué estaba viendo al sol; aparentemente era una hora cercana al mediodía, el sol estaba en su punto mas alto.

Mi sombra esta apuntando hacia el norte, ¿Debería ir en esa dirección? Va, es mas bien azar se dijo y decidió dirigirse al este.

Entonces con el sol a su espalda y la sombra hacia el frente, el guerrero mas conocido de la historia, se adentró en aquel bosque.

Había caminado varias horas, el sol empezaba a bajar y el rey no encontraba absolutamente nada, estaba perdido.

Fue entonces cuando se escucharon unos pasos, no era uno sino varios. Inmediatamente decidió ocultarse y ver que estaba pasando; desde arriba de un árbol vio 5 figuras acercándose, capas rojas sobre sus hombros, lanzas listas para pelear y escudos tan grandes como un adulto. ¡Eran sus hombres! No podía creerlo, pensar que se cruzaría con ellos en el hades.

-¡SOLDADOS!-

Los hombres alzaron la vista y levantaron sus lanzas, listos para atacar; vieron como desde la rama de un árbol caía un hombre alto, barba negra, un casco con cresta roja, un físico difícil de conseguir, incluso entre ellos, que eran considerados los mejores guerreros de toda Grecia, no hacia falta ni que se saque el casco para saber quien era el hombre frente a ellos.

-Rey, Leónidas- los 3 hoplitas se arrodillaron frente a ese hombre, no podían contener su emoción, el rey estaba frente a ellos, la mayor figura de autoridad en toda Esparta y el hombre que lideró la batalla contra los persas, luchó en las primeras filas junto con todos los demás soldados, demostrando la valentía de un verdadero rey Espartano.

-Arriba, soldados, recuerdo que tu nombre es Xenares, no hace falta que muestren tanto respeto, estamos en el Hades, los títulos en este lugar no valen de nada-.

Los soldados se miraron entre sí confundidos, Xenares fue el que habló

-Señor, es algo difícil de explicar, pero creemos que este no es el Hades, no somos los únicos en este lugar, un gran número de nuestros hermanos están acampando no muy lejos de aquí, nosotros estamos explorando la zona alrededor-.

Que suceso mas extraño, pensó el rey,-¿Quién esta liderando este campamento?-

-El comandante Demófilo esta al mando de momento, mi rey-.

-¿Demófilo? Esas son buenas noticias, llévenme con él para que me explique esta situación, dudo que esto no sea el Hades, si no lo es, ¿Dónde estamos?-

La caminata no duró mucho, se podía ver el movimiento de varios hombres transportando madera y rocas para construir el campamento.

-Oye mira, ya volvieron, y con uno más-.

Los soldados se empezaron a amontonar en la entrada del campamento para ver quien era el nuevo soldado que Xenares y su grupo habían encontrado, hasta que uno se dio cuenta de quien era esa persona, los ojos abiertos como huevos fritos, con una rodilla en el suelo gritó con todas sus fuerzas.

-¡REY, ES EL REY!-

Todos los soldados presentes se arrodillaron inmediatamente cuando se dieron cuenta de que realmente era el rey!

En ese momento un hombre morrudo se abrió paso entre el centenar de soldados, no tenía mas de 40 años pero su barba era canosa una cicatriz atravesaba su rostro, se notaba que estaba fresca, no hacia mucho de su herida.

Cuando llegó frente aquel hombre, colapsó al piso, con un puño sobre su pecho llamaba a su rey.

-Gracias a Zeus que está usted bien, mi señor-.

-Levántate Demófilo, hiciste un buen trabajo agrupando a tantos de nuestros soldados, ahora cuéntame, ¿Por qué esos soldados creen que no estamos en el hades?-

-Señor, llegue aquí hace 2 días, y también pensé que estaba en el Hades, pero el problema llegó cuando encontré un camino hecho por personas, a unas horas de aquí; era una caravana de mercaderes, tenía pensado acercarme y preguntar hacia donde debía ir, para recibir mi juicio, pero en ese momento apareció una bestia, tan alta como la caravana, garras gigantes color naranja con rayas negras, sus colmillos grande como nuestras espadas. Ah me hizo recordar a esos elefantes de los persas, pero obviamente, mucho mas feroz-.

-Así que una bestia tan grande como un elefante pero peor asaltó esta caravana, y no pudiste comunicarte con ellos, porque todos murieron-.

-No. Había un hombre sentado sobre la carreta, con una túnica gris y un palo de madera en su mano. Cuando agitó el palo una gran bola de fuego apareció sobre su cabeza y voló hasta la bestia. La pulverizó es un segundo. La magia que los persas nos arrojaban parecía un juego de niños frente a ese hombre. Decidí retirarme en ese momento, no quiero acercarme a esas personas hasta entender mejor nuestra situación-.

-Hiciste bien, si morías no habría nadie para liderar a los hombres en este lugar.-

-Aparte de eso hemos estado buscando algo de comida, hay un equipo de casería preparándose para salir mañana por la mañana, hemos encontrado un río no muy lejos de aquí.

Debo mostrarte otra cosa, un grupo de exploradores lo encontró esta mañana a las orillas del río-.

Leónidas siguió a Demofilo hasta un apartado en donde 2 hoplitas custodiaban a un hombre envuelto en trapos negros, una flecha atravesaba su pierna, su cara golpeada y sangrando.

-PERSA-.