-Dime lo que quiero saber y tendrás una muerte rápida en mis manos, te lo aseguro. ¿Fueron ustedes los que nos enviaron a este lugar?-.
Los ojos del persa eran venenosos, escupió la cara del rey con total desprecio y esbozó una sonrisa.
El rey limpió su rostro, y con la mano abierta le dio un golpe que tumbó un par de dientes.
-No estoy para juegos, o respondes o mueres crucificado, y es una muerte lenta-.
El persa dudó, no había escapatoria de ese lugar, y su pierna estaba muy maltratada.
-Nose que es lo que pasó, estaba peleando con uno de los suyos cuando una luz resplandeciente me dejó en este lugar, él, estaba luchando con él- lo dijo mirando a uno de los hoplitas que lo custodiaba.
-Es cierto señor, estaba apunto de terminarlo cuando llegue aquí-
-¿Qué más?-
-No sé mas nada, este lugar es muy distinto de donde venimos, antes de ser capturado presencié algunas cosas que le pueden interesar, se las contaré si me deja vivir-.
-Tu posición es la de prisionero por qué crees que tienes la habilidad de negociar conmigo-.
-Estamos en un lugar nuevo, eso vuelve la información por mas mínima en algo muy valioso, que dice?-
El persa vio que Leónidas asentía con su cabeza y decidió contarles lo que había visto.
Parece que hacia el norte donde el persa apareció, se encontraba una aldea, según sus palabras había muchas personas viviendo allí, y en sus puertas 2 hombres con túnicas grises vigilando todo, dando su permiso o prohibiendo el paso a la gente que circulaba por el camino a la aldea.
-Hubo una persona que quiso entrar a la aldea sin pasar por estos 2 hombres, uno de ellos alzó su bastón y una hoz de viento cortó a la mitad a ese hombre, sin misericordia, todos lo veían como algo normal, no había caras de sorpresa entre las personas haciendo fila, es más algunos se reían, burlándose se su estupidez-.
Leónidas miró a Demofilo con preocupación, parece que las personas de este lugar no solo eran poderosas sino que también sería peligroso interactuar con ellos, no sabían si sus escudos podrían aguantar esa magia.
-Te ganaste tu libertad persa, déjenlo solo, que se las arregle-. Los soldados asintieron y volvieron al campamento, mientras que el persa pensaba en que podría hacer con la pierna como la tenía, sobrevivir sería difícil estando solo, pero tenía una idea, su vida dependía de la tenacidad que le ponga. "Ja ja, estos espartanos se van a arrepentir de dejarme con vida, su orgullo será su muerte", pensó el persa.
La noche había llegado, algunos de los soldados permanecerían en guardia mientras que los demás descansaban. Antes de descansar había hecho unas marcas en los árboles, esperaba que alguno de los espartanos presentes la reconociera, se quedó despierto un buen rato esperando, pero se dio por vencido y durmió con su espalda apoyada contra una roca, la fogata frente a él.
En su punto mas oscuro, 2 personas se aproximaron sigilosamente al rey, una vez en frente de él ambos de rodillas, llamaron su nombre.
Leónidas ya estaba despierto, los había escuchado acercarse, abrió sus ojos y sonrió de oreja a oreja, los 2 hombres frente a él tenían el rostro tapado solo sus ojos se veían.
-Me alegra mucho que 2 Krypteias se encuentren aquí, esto hará las cosas un poco mas sencillas, tengo una misión para ustedes-.
Los Krypteias eran su fuerza de élite, vivían infiltrados entre los ilotas y extinguían sigilosamente cualquier indicio de rebelión. Solo los reyes de Esparta sabían de su existencia, y seguían claramente las ordenes del rey, hasta la muerte, para eso fueron entrenados.
-Esperamos sus órdenes-dijeron, en voz tan baja como inquietante.
-Hay una aldea al norte, quiero toda la información posible de la aldea, su composición, sus habitantes, su ejercito, quien manda. Tengan especial cuidado de aquellos con túnica gris y bastones, les repito sean absolutamente silenciosos. Parten por la mañana.-
-SÍ- respondieron y se fueron.
-Mañana va a ser un día largo-. La cacería comenzaría con la salida del sol, podrían cazar las criaturas que vivan aquí?¿Y frutas, podrían conseguir?
Con la salida del sol se alzó el ejercito mejor entrenado de la historia.
Lysandro era el capitán a cargo del escuadrón de cacería, estaba muy acostumbrado a cazar y era excepcional con el arco y la flecha.
-Iré con ustedes, dijo el rey-
Los cazadores asintieron y prepararon su equipo.
-Ten- Lysandro le dio un arco a Leónidas, llevarían solo arcos y lanzas, mientras que 2 de ellos portarían escudos para enfrentar cualquier eventualidad.
Eran 10 cazadores todos preparados pero sin duda nerviosos, al no saber con que se podrán encontrar.
Se despidieron de Demófilo y partieron en busca de alimento, irían al oeste cerca del río.
Luego de 1 hora de caminata, el río estaba a la vista, y por fin vieron a un animal, era la primera vez de todos ellos. Tomando agua desde la orilla, un animal parecido a una vaca pero mucho mas grande se presentaba frente a ellos.
-Tiene mucho pelo, hay que tener cuidado son los cuernos, si es como las vacas de nuestra tierra lo único que cambia es su tamaño y esos cuernos de 1 metro de largo, preparen los arcos, dispararemos hacia los tobillos, mientras que el rey prepara su jabalina para dar el toque de gracia, listo?-
-SI!-
Leónidas vio como Lysandro daba las ordenes de manera precisa y clara, para ser un chico de no mas de 20 se le notaba con mucha experiencia.
Los demás arquearon los arcos y un momento después el silbido de 7 flechas con una precisión brutal se clavaban en los tobillos del animal, haciéndolo caer hacia adelante, cuando su mirada enfurecida vio a su espalda, lo esperaba la punta de una jabalina que atravesaba sin clemencia su ojo izquierdo hasta su cerebro.