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Chapter 38 - Recuerdos que duelen - La revelación de la verdad

— Como que tu pequeña Ava, porque hablas de ella con tanta confianza — estupefacto al ver como hablaba de aquella niña le cuestione, pero la respuesta que surgiría a partir de allí me daría sin dudas mucho que pensar y sobre todo que sentir.

— Antes de nuevo te pregunto, realmente no me reconoces.

— Porque tendría que hacerlo, no entiendo que viene eso al caso Manuel.

— Alexander, tiene mucho que ver.

Christian y yo no hacíamos nada más que verlo en tanto escucharlo mientras que de vez en cuando interrumpíamos esperando a que de él llegara a surgir alguna frase realmente relevante o que constara realmente con sentido.

Cuando ese momento llego, yo no sabía qué hacer, que pensar o cómo comportarme, y fue tanto el absorto que aquellas palabras dejaron en mí que por un momento yo podía llegar a ser confundido con cualquier pieza de arte carente de vida.

— Alexander soy el señor Carlos Vargas, el abuelo de Ava, con quien hablaste hace ya unos cuantos días y quien te invito a venir de nuevo a Flor del Este.

— ¿Qué? — cuestione perdido en mis propias ideas las cuales aunque lo intentaba no lograba encajar — no, eso es imposible — volví a indicar — no puede ser.

— Pues lo es, y no sabes cuánto lamento el haber tenido que conocer esta parte de ti de esta manera pues fingiendo ser otra persona, pensé que los años siguientes los cuales vivirías con tu familia te ayudarían a mantenerte en el camino que Jocelyn, Ava y yo te encaminamos, pensábamos que ellos nuevamente al tomarte bajo su cuidado te educarían y te darían el amor que tanto te faltaba, pero en vez en de eso me duele el alma al conocer hoy el hombre tan prospero pero con una vida tan desastrosa en el cual te has convertido.

Y fue allí que todo junto a mi careta se derrumbo, sentándome de golpe contra uno de los sofás mi mente empezó a volar tras un frío haber recorrido mi espalda y mis fuerzas abandonar mis rodillas — ¿Por qué no me dijo que era usted?

— Eso quise hacer, pero cuando llegaste lo hiciste cargando contigo tanta prepotencia que ni siquiera me diste la oportunidad de explicarte, simplemente por la apariencia que llevaba en ese momento me juzgaste y de una manera tan errónea y cruel.

— Soy un idiota.

— Totalmente.

— Se que un lo siento no resuelve nada, pero realmente lo lamento — avergonzado reafirme y agache la cabeza.

Desde donde me encontraba pude llegar a escuchar como el señor Manuel o bueno mejor dicho Carlos profundamente expulsaba aire por la nariz como si se encontrara indignado.

— ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cómo fue que acabaste de esa manera? Porque entre tú y yo ambos sabemos que no eres y que no quieres ser así, de niño llorabas molesto luchando contra todo esto y se me hace imposible creer que al final te hallas rendido tan fácilmente.

El señor Carlos se acercó, frente a mí se acomodo y me hizo levantar la cabeza para que le diera la cara — yo también pensé que las cosas mejorarían al volver a casa, pero no fue así y el infierno en consecuencia ardió con mucha más fuerza.

Aquella frase fue la que a mí me sirvió para darle rienda suelta por primera vez a tal conversación la cual sirvió de un gran desahogo para mi, todo cuanto pude decirle exclamé ante aquel no colocándome como una mansa oveja porque mis errores son meramente míos y nadie tiene culpa de ellos más que yo, pero si lo use como mi medio de liberación.

Carlos atentamente me escucho, a cada una de las palabras que de mi salían le dio igual de importancia, como un verdadero padre podría llegar a hacerlo me prestó atención aunque en sus ojos podía llegar a notarse la gran incomodidad que aquello le producía.

El lamento que aquello carga en él podía llegar a sentirse en el tono de su voz la cual se quebraba gradualmente mientras él tomaba la palabra — ni siquiera teniendo su sangre tuvieron la más mínima intención de cambiar, que clase de monstruos son ellos.

— Pues me temo que son de los peores que pueden existir, incluso aun hoy por hoy pretenden dominar cada cosa que hago o dejo de hacer.

— Espero que solo sea eso que pretendan porque eres lo suficientemente mayor como para saber que su compañía es un enorme mal para ti.

— Y por lo mismo es que me mantengo lo más lejos que puedo aunque intento respetarlos tanto como se me permite, pero como todos en la vida yo tengo también un límite y ojala que cuando mi paciencia se acabe ruego a los cielos que eso no me lleve a cometer una locura.

— Sí eso ocurre deberás tener la mayor fuerza de voluntad posible, y no se trata de que nos adelantemos a los hechos, pero sin dudas en esta vida debemos estar preparados incluso para la peor cara que ella nos quiera brindar.

— Lo peor de todo es que durante los años que llevo a su lado hacer de escarmiento las palabras que usted ha pronunciado ha sido mi pan de cada de cada día — indicó Christian quien se término uniendo a aquella conversación y entre uno y otro argumento el tiempo comenzó a fluir.

Ya cuando todo se encontraba más tranquilo en vista de que allí faltaban dos elementos importantes para mí, yo me atreví a preguntar ahora teniendo un poco más de confianza — abuelo Carlos pero donde se encuentran la abuela Jocelyn y Ava, desde que llegue eh tenido la esperanza de verlas pero se me ha hecho imposible dar con ellas.

El abuelo Carlos se torno por un momento algo reactivo para hablar pues de la nada guardo silencio y un velo de tristeza tomo su rostro.

— Mi amada Jocelyn — aquel de la nada miró el suelo, con un suspiró se atrevió a tomar valor y casi como si se encontrase obligándose así mismo a repetir aquellas palabras volvió e indico.

— Ella actualmente se encuentra recluida en nuestra recamara en el piso superior, de allí desde hace dos años tras el cáncer aparecer sale bastante poco, cuando suele estar en el exterior solo lo hace para ir a sus chequeos médicos, o cuando tiene bastante ánimo se arriesga a ir a biblioteca y de vez en cuando María y las demás la ayudan a acomodarse en la terraza superior para tomar algo de sol que le hace en gran medida bien.

En la garganta se me formo un nudo lleno de dolor, nudo que me hizo perder el aliento por unos segundos y si eso era yo que me encontraba siendo consumido por la noticia, la verdad no quiero imaginar lo que el abuelo quien se encuentra enfrentándose a ello de lleno desde el primer día pueda estar sintiendo — entonces la abuela tiene cáncer.

— Sí Alexander y uno bastante agresivo, prácticamente está viviendo los últimos días que le quedan en este mundo.

Sin dudas esto era mucho peor, mi ilusión de venir aquí era enorme y añoraba tanto poder encontrarme nuevamente con ellos, pero no así.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas y a formular preguntas al azar intentando de alguna manera conciliarme al pensar que todo esto era una broma, pero cuanto más preguntaba más delicado se volvía tal asunto.

— Y Ava ¿Dónde está? Imagino que ella sabe de esto.

— Ella acaba de irse hace poco y si te refieres a que si ella sabe del cáncer pues no, su abuela no ha querido que se le diga nada al respecto, ella prefiere que Ava la recuerde con la imagen de una mujer llena de fortaleza, llena de alegría y llena de vida, imagen que Jocelyn le muestra a pesar del dolor cada vez que ella viene a visitarnos.

— ¿Cómo? Ella estuvo aquí.

— Sí, estuvo durante unos pocos días en vista de que le salió una oportunidad y adelanto sus vacaciones, para ser más específico se fue durante la madrugada mientras la mayoría aun dormían.

— ¿Qué? Pero donde estuvo que no la vi.

— No Alexander, si la viste y bastante que compartiste con ella.

— Pero como, no recuerdo haberme topado con ella, salvo… — por un momento me dedique a pensar y poco a poco empecé a atar cabos, por un lado fui descartando posibilidades y por otro topando de mis recuerdos algunas comparaciones.

El señor Carlos me miró y en vez de darme una respuesta directa citó una vez giró su cabeza hacía el lado derecho, desde allí levanto su mano y con su dedo indicé recalcó — acércate hasta la pared detrás del escritorio y confírmalo por ti mismo.

Por curiosidad miré en aquella dirección y tras unos segundos en los que puse todos mis pensamientos en orden me puse de pie, con cuidado rodee la mesa y tras dar con la pared vi con atención la estantería de fotos.

La más grande de ellas tras acercarme fue la que más llamo mi atención y a una sola voz tras verla exclamé — ¡Milena!