Eran alrededor de las ocho de la noche cuando el avión aterrizo e inmediatamente salimos de migración nos dirigimos a buscar a mi chofer quien probablemente hacía ya unos cuantos minutos se encontraba esperando por nosotros fuera del aeropuerto y con ello la vida tan movida y caótica que suelo llevar nuevamente cobro vida.
— Bienvenidos sean señor Richmond y Christian — comentó aquel no muy bien nos vio acercar mientras abría la puerta trasera para que nosotros dos ingresáramos.
— Gracias, me da gusto volver a verte — increpé y su cara de sorpresa al escucharme decir aquello tomo vida.
Ya en el interior de aquel vehículo, como me encontraba con una idea pendiente desde que salimos desde Flor del Este, así que dije a Christian queriendo concretarla — necesito que hagas algo por mí.
— Haber que puede ser — con algo de curiosidad me dio la cara pensando que lo que saldría de mi sería algo gracioso.
— Necesito que envíes a la casa el mejor equipo médico especializado que consigas.
— ¡Eh! Te sientes mal — dijo aquel asombrado — si quieres vamos ahora mismo al hospital.
— No tonto, no es para mí.
— Y entonces para quien es.
— Pues es para la abuela, quiero que sea cuidada de la mejor manera, que nada le falte, que tenga la mejor comodidad ya que quiero que cuando llegue su hora tenga una muerte digna y sin preocupaciones.
Christian me escucho y su rostro cambio drásticamente — ella realmente se lo merece, la verdad solo pude hablar con ella unos pocos minutos y con el señor Carlos pues ambos sabemos cuál ha sido el proceso, pero realmente ahora entiendo porque te importan tanto así que dalo por hecho, mañana mismo pediré que un equipo sea llevado hasta allá.
Su respuesta me hizo sentir especialmente cómodo y de algún modo me hizo apreciar la tan buena compañía que representa él para mí — y Christian, no escatimes en gastos, dale lo mejor — volví a replicar en confirmación.
— Como ordenes así será.
Acomodándome sintiéndome ahora un poco más relajado miré al frente y poco a poco deje que mí cabeza descansara contra la cabecera, pues el camino que nos esperaba era un poco largo hasta mi edificio y ajeno a todo pronóstico, deje que aquellos dos fueran mis guías.
Pasado unos minutos vi como el chofer daba una vuelta contraria a la idea enmarcada que yo tenía, la cual conducía a mi residencia y tras girar este en una intercepción diferente me percate de ello lo que me llevo a enderezar mi cuerpo en aquel instante.
— Este no es el camino, a donde vamos — pregunte algo preocupado.
Christian mirando que yo me había percato de lo sucedido por primera vez se atrevió a pronunciarse tras dejar salir de él una risita nerviosa.
— Se ha presentado algo de último minuto.
— Pregunto, que podría ser tan importante como para tener que salir a toda prisa.
— Ya lo sabrás y sabiendo de que se trata temo que tu buen ánimo se irá rápidamente a la basura — dejando en marcada la intriga aquel indicó aquello haciendo evidente de que algo sucedía y algo notablemente delicado.
— No me asustes, que es lo que ocurre.
— En un momento lo sabrás por lo pronto prepárate para lo peor.
Aquello sin dudas hizo que mi ánimo empezara a mermar probablemente haciéndome en mi cabeza una maruja con las peores ideas.
Así los minutos transcurrieron en tanto yo me coloque lo más alerta que podía a pesar del cansancio que sentía hasta que finalmente llegamos a nuestro destino.
Casi media hora después de pisar nuevamente estás tierras, el chofer se detuvo con cuidado en frente de una pequeña y modesta cafetería llamada Luna la cual se encuentra en el centro de la ciudad, cafetería a la cual solíamos ir solo Christian, Silvia y yo cuando de asuntos de trabajo queríamos hablar fuera del ambiente laboral y los oídos intrusos de los que en el edificio suelen pasearse, en la cual habiendo abandonado el auto nosotros ingresamos.
Al verla no hacía falta suponer que la presencia de alguien conocido por mí sin dudas se haría presente allí y no me equivoque, pues tras atravesar la puerta principal al fondo acomodada en una mesa lo más alejada posible de los demás comensales se encontraba Silvia mi asistente y quien con incomodidad y nerviosismo frotaba sus manos enérgicamente.
Sintiéndome cansado y hastiado de este día cosa que se dejaba notar en mí me acerque a ella.
— No esperaba verles llegar así — dijo tras esta haber saltado un poco de su asiento al ver como yo golpeaba la mesa ante ella.
— Cualquiera que te ve en esas condiciones pensaría que has cometido algún delito ¿Qué te sucede?
— Si estuvieras en mi lugar y tu jefe fuera, bueno como tu Alexander, no dudo que actuarias tal cual como yo lo hago.
— ¡Umm! Ahora realmente me has preocupado, que ha sucedido.
— Será mejor que se sientes, esto no te gustara para nada.
Sus palabras empezaron a asustarme y para eso suceder la situación tenía que ser algo casi irremediable, así que haciéndole caso, Christian y yo tiramos de las sillas para acomodarnos.
— Y bien.
El nerviosismo en ella aumentaba considerablemente provocando que antes de que pronunciara algo al respecto de lo que la aquejaba sus manos empezaran a sudar.
— Esto es delicado y no sé como lo vallas a tomar, así que lo diré de golpe, los accionistas están planeando hacerte perder el control del bufete de abogados.
Y todo hizo sentido, las extrañas conductas que aquellos durante semanas han manifestado ante mi me hacía poner en duda todo y me daban motivos para desconfiar, aunque realmente no tenía nada con peso de lo cual partir.
Mi conciencia sin dudas me hacía poner en un ardo cuestionamiento todo lo que de ellos podía venir, pero me encontraba con las manos atadas al no saber por dónde atacarían.
— Sabía que había algo que no cuadraba, sin dudas ya era hora y esos buitres finalmente decidieron sacar las garras — tranquilo murmure aquello mientras dejaba que mi espalda se hiciera hacía atrás tomando así de pronto una actitud más relajada.
Silvia y Christian se miraban a la cara algo atónitos, pues para como suelo ser no era, aquellos estaban tan acostumbrados a ver salir de mi aquella actitud tan explosiva que verme tan sumergido en la calma los hacía sentir fuera de la realidad.
— Acaso ha consumido algo — cuestiono aquella mujer a Christian pero aquel siendo desconocedor de ello y poniendo sobre la mesa el peso de sus propias dudas solo se digno a encogerse de hombros.
— Si temes por ello te contesto. No, no eh consumido nada, pero aquí entre los tres eso era algo que imaginaba que podía suceder.
Christian volvió a cuestionar — sabías algo al respeto.
Mirándole a la cara con algo de malicia di mi respuesta — no, pero tampoco hay que ser adivino, solo hay que ver que tanto han cambiado el uno con el otro — volviéndome a Silvia con la esperanza de que ella supiera algo contundente al respecto la increpe de seguido — bien querida, dime ¿Qué sabes?
— Temo que en ello te decepcionare pues se poco al respecto, tales viejos son muy cuidadosos y mantienen su círculo lo más cerrado posible, pero no todo en la vida es perfecto, las paredes tienen oídos y tarde o temprano revelan los secretos que en medio de ellas son contadas.
— Y curiosamente tú te encontrabas rondando por allí cuando tus inocentes oídos captaron algo, admítelo te encanta el chisme — Christian la increpo buscando obtener pelea contra Silvia porque aunque se llevaban relativamente bien es indudable no notar la rivalidad entre los dos.
Silvia le dedico una mirada llena de rabia, una con la que sin dudas si hubiera podido lanzarse contra él en aquel momento ella no lo hubiera dudado e incluso podría decir que aquella hubiera disfrutado hacerle daño, pero a diferencia de él se quedo callada y prefirió no hacer de aquello un problema mayor.