No había nada en el mundo para aquel momento que me importase más que encontrarle. Ivanty era demasiado preciado para mí como para perderle de una forma tan absurda y no iba a ser ni este el día ni mucho menos la hora en que eso ocurra.
Con cuidado fui haciéndome paso por entre aquellas aguas vigilando cada una de mis pisadas, sabía que si pasaba algo podría llegar a salir fácil de allí ya que sabía nadar, pero eso no quita que entrar en aguas desconocidas no sea un peligro, lo es y este rio en específico era uno al que abierta y conscientemente me estaba arriesgando.
Lo bueno de todo, en todo caso era que el nivel del agua me cubría meramente a nivel de las rodillas así que con las piernas podía llegar a pelear fácilmente contra tal elemento.
Ya me encontraba alejada algunos metros cuando de pronto escuche una voz gritar detrás de mí — Milena, sal de ahí ¿Qué es lo que pretendes? Estás loca.
— No es evidente, iré por Ivanty.
— ¿Cómo? No, sal de ahí ahora.
— No.
— Milena por favor.
Por un momento me detuve y volviendo medio cuerpo hacia atrás para observar a aquel que apelaba, mientras marcaba con salvedad el desagrado en mi rostro di mi respuesta totalmente sincera ante aquel.
— Ya te dije que no, iré por él y punto.
En aquel momento yo no sabía que había cometido un error, era totalmente desconocedora de ello así que no fue hasta que reanude mi marcha que me percate de tal cuestión, había perdido por completo la concentración que ya había fijado tras haber marcado con claridad durante mis primeros pasos la ruta por donde iba a pisar para evitar accidente alguno, pero no valió tal, pues con un simple movimiento que no fue más que elevar un poco mi pie de más para pisar la roca siguiente que de un resbalón me fui de cabeza contra el agua.
Entre aquellas me revolví luchando para ponerme nuevamente de pie, pero era casi imposible ya que las rocas a cada intento se ponían más y más resbaladizas así que ya sin tener más opción empecé a bracear por lo que con aparente facilidad llegué hasta la horilla algo cansada y asustada.
Ya con el suelo de aquella orilla bajo mis manos tras inhalar cual suspiro de tranquilidad me puse de pie y miré hacia el otro lado para encarar a Alexander en la distancia dándole segundos después la espalda.
— Milena alto hay — gritó aquel más no hice caso y empecé a alejarme.
Despacio analizando el suelo cual pisaba rogando no tener una nueva caída iba mientras gritaba el nombre de Ivanty suplicando a que aquel apareciese o al menos pedía el llegar a divisarle para intentar seguirle y con mi presencia darle a entender que se encontraba seguro y que ya no había peligro al cual temer.
Iba sumamente concentrada en el camino intentando descifrar cada una de las figuras que se forman entre las sombras de los árboles, sombras que se hacían más y más notables a cada segundo tras la tormenta finalmente relucir en lo alto oscureciendo un poco todo a su paso.
— Espera.
Escuche aquella voz promulgar aquellas palabras mientras tal individuo depositaba una mano sobre mi hombro y sin pensarlo dos veces empecé a forcejear contra aquel para intentar zafarme.
Lo admito el miedo me domino, cualquiera en tal situación actuaría igual es más incluso hubiera sido más conveniente salir de allí corriendo, pero mis nervios me obligaron anta nada a enfrentarlo y darle la cara por lo que sostuve su mano retorciéndola en el acto.
Valla sorpresa que da la vida pues tras girarme le vi y era justamente la misma persona que había provocado tal situación y allí empapado se encontraba, a pesar de saber quién era me negué a soltar el agarre por lo que pensé en tortúrale algunos segundos más.
Sus quejidos tras sentir un tirón en su mano producto de cómo lo sostenía no tardaron en escucharse — ¡Oush! eso duele Milena.
— Me alegra saberlo, te lo mereces.
— Yo, como o por qué.
— Y aun lo preguntas de una forma tan sínica.
— Pero yo no eh hecho nada.
Escuchar aquellas palabras fueron las únicas que bastaron para que yo apretase aún más aquel agarre.
— ¡Ok, ok! Lo admito es mi culpa ya suéltame.
Lo miré dejando salir la rabia desde mis adentros y tras empujarlo solté su mano e inmediatamente me di media vuelta para seguir con mi recorrido.
— Porque te pones así no lo entiendo.
— Aun yo diciéndotelo no lo entenderás, regresa a la casa.
— Solo si vienes conmigo.
— Por tercera vez, no... Hasta que no le encuentre no me iré.
Alexander adelanto el paso para posarse justo al frente de mí intentando bloquear mi paso, mientras apelaba a mi juicio y a mi razón.
— ¿Qué te pasa? Detente de una buena vez.
— Cuantas veces te eh de decir que no.
— Milena reacciona, aquel es un simple caballo a la larga ya conocerás, algunos más.
Con cual riza sarcástica deje salir de mi molestia ante aquel — además de idiota, tonto, las cosas importantes no se reemplazan, así que apártate.
— Vamos, vas a decir que aquel caballo es importante para ti, en todo caso tú no eres su dueña.
— Sí lo es, todos los seres vivos tienen igual de importancia y él no es la excepción.
Y empujándolo hacia un costado seguí mi camino segura totalmente de lo que hacía.
Gracias a la tormenta que era cada vez más notable en el cielo la temperatura empezó a descender más, provocando que por acción lógica mi cuerpo empezara a temblar, era inevitable no había forma de que huyera de ella antes de que finalmente aquella se desatase y no me podía dar el lujo de rendirme.
El precio que debiera de pagar por recuperar a Ivanty no me importaba, así que no iba a descansar hasta dar con aquel.
Pensé que esta vez definitivamente había dejado a aquel chico atrás podría incluso darlo por sentando, pero nuevamente frente a mi aquel apareció.
— Si vas a intentar detenerme ahórrate el sermón.
Reafirme para evadirle nuevamente sin darle mucha importancia, así tal cual caminé paralelamente a un costado de aquel mientras me encogía de vez en cuando de hombros.
— ¡Ivanty!
Gritaba y silbaba buscando la forma de que me escuchara y que por acción misma emitiera algún sonido que me indicase en donde aquel se encontraba, pero, el sonido del viento junto a mi voz era lo único que podía distinguir.
— Como te veo tan decidida te ayudare — de detrás de mí se escucharon aquellas palabras las cuales no tardaron en marca con efecto fervor aquella personalidad llena de arrogancia que aquel ostentaba.
— No necesito tu ayuda te puedes retirar.
— Y dejarte aquí sola, eso jamás.
— Lo menos que debería de importarle es si estoy sola o no, ahora bien, perfectamente se me cuidar.
— No me digas, dices que sabes cuidarte, pero ni siquiera estando conmigo en la caballeriza te pudiste zafar.
— Lo que hiciste fue una enorme bajeza y lo sabes te aprovechaste de que en aquel momento tenía la guardia baja, esta vez no correrás con la misma suerte — tras cada una de aquellas palabras caminaba y aumentaba el paso a medida que aquel iba en gran medida insistiendo.
— Valla que fiera.
— Ahora que lo notas procura no estar cerca de mis dientes afín de cuentas lo terminarías lamentando.
— ¡Uh! valla.
— Espero que lo hallas entendido no quiero tener que repetirlo de nuevo, así que no estorbes.
— Si capitana.
Con cual burla aquel replico aquello, no era posible que aun mirando lo delicado de tal asunto aquel hombre no pudiera mantener la seriedad, ganas de golpearle no me faltaron, pero, preferí hacer caso omiso y continúe recorriendo aquel lugar.
Por alrededor de diez minutos caminamos mientras el silencio reinaba pues simplemente me negaba a dirigirle más la palabra caminábamos sin tregua ni descanso, pero procurando el fijarnos bien a cada paso que dábamos, hasta que finalmente la lluvia se desato, cual torrencial de agua empezó a caer sobre nosotros como nunca había ocurrido y junto a ellos los truenos no se hicieron esperar.
— Justamente tenía que ser ahora, que eh hecho yo como para merecer esto — haciéndose cual victima Alexander intento tomar aquello para si.
— En todo caso ese debería ser mi dialogo no tuyo, por tus acciones Ivanty y yo hemos terminado metidos en este embrollo.
Ya nos encontrábamos bastante lejos como para regresar y la ladera no se encontraba muy lejos de nuestro punto.
— Entre los árboles al fondo está el límite de donde empieza la pendiente, vallemos a revisar si por casualidad se encuentra allí si no inmediatamente demos la vuelta pues de lo contrario no podríamos regresar.
Alexander solo me miró aceptando las palabras dichas por mí y sin rechistar me siguió.
Sin detener el paso caminamos y nos acercamos, pero él no estaba allí y no lo entendía, en toda la redonda por lo menos un rastro de él debíamos de encontrar pero lo único meramente visible eran árboles y más arboles.
Como lo dijimos lo hicimos e iniciamos el camino de regreso, ya había perdido completamente las esperanzas todo y por culpa de una tonta broma, por lo que la desesperación empezó a calar mis huesos y junto a ello las lágrimas empezaron a rodar mis mejillas quienes drásticamente eran borradas por la lluvia.
De ida y vuelta de un punto a otro nos tomó recorrerlo alrededor de sesenta minutos, treinta nos tomo meramente para llegar hasta el borde la montaña, junto a otros treinta para volver, una completa hora en la que también se ha de sumar la lluvia.