La tormenta se volvía cada vez peor cada gota que caía podía llegar a ser comparada con cual proyectil que impactaba de forma directa en la piel provocando de vez en cuando algo de dolor.
La verdad me negaba a creer que yo pudiera llegar a tener tal mala suerte, no era posible pues sabía que no merecía lo que estaba sucediendo así que una y otra vez me interrogaba acerca de cómo yo había terminado allí envuelta en tantos problemas a consecuencia entre dientes refunfuñaba cuales palabras de desagrado que iban completamente dirigidas en contra de Alexander.
A lo lejos empezamos a divisar el canal quien se encontraba teñido por un leve color marrón no quería hacer suposiciones, aunque era inevitable ya que el panorama no pintaba nada bueno la verdad, ya con tal vista aun en la distancia pensaba que nada podríamos extraer de tal situación, así que sin mediar palabra alguna nos acercamos esperanzados siendo ilusos al fin.
El lago se encontraba completamente alborotado, el nivel del agua había aumentado descomunalmente cuadruplicando su tamaño por lo que era imposible de cruzar, incluso tal fuerza contenía de la mano de aquel elemento que asimismo había empezado a desprender las orillas del canal haciendo el trecho que divide a ambas tierras de un lado del otro aún más pronunciado.
Sin dudas no había forma, que digo forma era imposible que tanto él como yo cruzásemos en aquel momento sin poner nuestras vidas en peligro por lo que estábamos así condenados completamente a permanecer allí.
— Ahora ¿Qué hacemos? — pregunto Alexander mientras me mira a la cara disimulando su incomodidad.
— Nada, tendremos que quedarnos aquí.
— No podemos simplemente quedarnos, tenemos que regresar.
— Y como pretendes que lo hagamos fíjate bien, no hay forma de como cruzar.
No quería hacer una escena pues sin dudas mi paciencia se encontraba en un punto demasiado bajo aún más ya que la tensión había empezado a nublar mi juicio, aunque el momento lo ameritaba, pero sabía que con ello nada, absolutamente nada iba a conseguir.
El frío y la lluvia empezaron a hacer estragos en mí aunque de por sí ya me sentía cansada, sin más no pude evitar encogerme nuevamente de hombros ya que la bajada de temperatura de golpe estaba produciendo un dolor sumamente punzante en mis huesos pues eh de decir que aunque República Dominicana es una isla tropical hay algunas zonas en ella como en las que resaltan las montañas que las temperaturas tienen a bajar gradualmente no hasta el punto de caer nieve pero si hasta el punto de formar la famosa escarcha que no es más que una fina capa de hielo que se crea alrededor de la vegetación que más acercada al suelo se encuentra tras las bajas temperaturas interactuar con las partículas de agua presentes en el aire y por casualidad de la vida justamente Flor del Este se encontraba cimenta justo en una de ella así que sí, frío para lo normal que se percibía bastante hacía.
En tanto mirando a Alexander me hacía imposible creer como aquel actuaba como si nada pues ni siquiera el frío era capaz de doblegarlo, no había forma de que aquel se mostrara débil o bueno hasta ese momento lo desconocía.
¡Achis! ¡achis! ¡achis! No lo pude evitar por acción involuntaria empecé a estornudar a medida que el tiempo pasaba y la temperatura descendía en mi cuerpo.
— Milena estas bien.
— No, no lo estoy, tengo demasiado frío y siento como si mis huesos se fueran a quebrar.
Alexander se intentó acercar a mí, quería confirmar que realmente mis palabras se asociaban completamente a lo que decía e intentaba igualmente corroborar mi estado de salud al menos eso simulaba, pero yo desconfiaba totalmente de él así que en respuesta a su conducta empecé a retroceder, por ende terminé dando varios pasos hacia atrás sin percatarme en absoluto del camino y de nuevo me vi envuelta en cual momento vergonzoso.
Tras dar algunos cuantos pasos desconocía la presencia de lo que en el suelo se encontraba ya que no podía echar mi vista al suelo para observar más que nada estaba concentrada en alejarme lo más que pudiera de Alexander para evitar sus artimañas por lo tanto y por culpa de mi descuido pisando el desnivel entre las raíces de un árbol las cuales resbalosas por la incidencia del agua y la humedad en mis zapatos permanecían que habiendo pisado una de aquellas termine resbalando.
De nuevo estuve a punto de irme al suelo y como siempre Alexander término sosteniéndome en el momento justo.
— Sabes que has elegido un mal momento para sacar tu lado playboy, verdad.
— Milena de que hablas.
Giré mi cara para el lado contrario y con firmeza suponiendo que pensamientos aquel podía tener comencé a querer retarlo — juro que si intentas besarme te golpeare.
— Milena de verdad, justo en este momento estás pensando en cochinadas.
— Oye quien habla, si quien se me ha acercado a sido tú.
— Si, pero lo eh hecho con una razón.
— Temo que de tal razón nada bueno surgiría para mí.
— Aunque me creas o no, lo eh hecho con una razón lógica.
Con cuidado aquel me ayudo a erguirme nuevamente mientras me sostenía por la cintura, sin soltarme allí se encontraba más yo me negaba a verle a los ojos, realmente pensaba que aquel intentaría sobre pasarse conmigo y temía que esta vez no tendría las fuerzas para poder negarme, porque a cada segundo que pasaba yo tenía menos fuerzas para pelear en su contra.
Aquel sin esperarlo llevo su mano derecha hasta debajo de mi mentón haciendo que elevara mi cabeza y allí indicó con sorpresa.
— No puede ser.
— ¿Qué sucede?
— Tus labios, están azules.
— Y eso que significa.
— Tienes indicador de cianosis, por el momento no es nada grave, pero debemos de encontrar algún refugió debes de entrar en calor o si no puedes desarrollar hipotermia.
— Si como no, con solo verme puedes pronunciar aquello.
— Claro que puedo.
— Deja de inventar cosas solo quieres tenerme cerca.
— No Milena, estoy hablando completamente enserio, no me importa que no me creas sé que digo la verdad, es más.
Había dicho en algún momento lo fuerte que aquel era lo más seguro que sí pero ahora debía de recalcarlo pues sin dudas me sentía pequeña ante su enorme contextura pues sin mediar palabra aquel apartó su brazo de mi cintura y doblándose hasta el nivel de mis piernas como cual costal viejo me echo sobre su hombro.
— Alexander suéltame ¿Qué haces?
— Pues ponernos en marcha.
— En marcha a donde.
— Pues en busca de refugio la noche ya está cayendo no es bueno que nos quedemos inmersos debajo de la lluvia.
Era la primera vez que en sus palabras podía sentir verdadera preocupación por alguien más que no fuese por sí mismo, era la primera vez que lo escuchaba y tuve la suerte de pensar que quizás era sincero así que aunque le daría el beneficio de la duda sabía que en cualquier momento probablemente lo iba a llegar a lamentar.
Yo no soy sin pelear, me explico, yo no existo si la palabra defenderme no se incluye en la misma oración, así que, aunque entendía lo que aquel hacia no iba a permitir que aquel cargara conmigo.
— Alexander bájame ahora mismo.
— En un momento, me gusta la vista que tengo a un costado — y aunque no quería admitirlo volvió a tomar aquella conducta juguetona de nuevo.
— Vista mis polainas, bájame de una buena vez.
Como niño bueno tras carcajearse aquel me dejo caer e inmediatamente me encogí de hombros y girándome hasta él indiqué.
— ¡Y bien!...
— ¿Bien qué?
— Hacia dónde vamos.
— Ah perdón, sígueme — rápidamente me tomo por la muñeca sin interceder palabra o razón alguna y sin pedir permiso en tanto con gran insistencia aquel tiraba de mí.
No sé cómo o porque mi corazón empezó a palpitar con gran velocidad podría decir que era por el esfuerzo, aunque pensándolo bien podría también ser por la conmoción que provoca en mí su persona al sentir su mano tan unida a la mía.
— Hace un rato cuando pasábamos por aquí a un costado a lo lejos escondida tras las ramas de unos árboles vi la entrada de lo que más se asemejaba a una cueva.
— Estas seguro.
— Sí completamente, podemos ir allí no perdemos nada con investigar.
Eh de admitir que de mala gana acepté, deje que aquel me guiara y fue justo allí que lo empecé a lamentar, justo por el camino por el que anteriormente habíamos regresado aquel me llevo, en tanto el tiempo iba transcurriendo, primero fueron cinco, rápidamente se convirtieron en diez y aún más rápido quince minutos habían marcado.
— Ya no puedo más estoy exhausta ¿A dónde me llevas?
— Ya te lo dije, solo aguanta un poco más.
— No puedo de verdad, ya no puedo más.
De forma brusca me detuve y como cual señal emitida por mi cerebro mi cuerpo se fue directo al suelo mis piernas habían dejado de responderme, ya no me obedecían, ya no era capaz de controlarlas.
Inmóvil en el suelo me encontraba incapaz casi de hablar a punto de desmayarme mi cuerpo se encontraba al límite, limite el que hacía ya un rato yo había sobre pasado.