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Chapter 2 - Caverna primera parte

Me desperté en la penumbra, mis ojos disntinguieron la superficie rugosa de un techo de piedra antes de buscar por reflejo el origen de la única luz cercana. Me encontraba en un hueco en la roca, acurrucado como si hubiera despertado de un sueño. Lo que no era el caso ya que recordaba todo lo que había pasado antes.

Yo estaba muerto y como si el conocimiento de eso no fuera lo suficientemente extraño, también me encontraba recostado en lo que parecía alguna clase de tumba. Ese no era el más allá que me habían retratado durante años. La iglesia de Anweg siempre contó historias de un prado de flores y un atardecer eterno.

No pude evitar sentirme un poco decepcionado. Yo no había sido la mejor persona de todas, pero tampoco había sido activamente malvado por lo que me creía merecedor del campo de flores.

Consideré acurrucarme en mi tumba de roca y llorar un rato cuando una sombra cubrió el brillo amarillento que iluminaba desde fuera de mi fosa.

—Estas aquí.

La vocecita infantil fue optimista y curioso deje de retorcerme y me senté en mi agujero para fijarme en su dueño.

Ahí delante mío había un niño en cuclillas, no parecería tener más de unos seis o siete años, su cabello, una melena revuelta, no tenía color y tomaba un ligero tinte amarillo en los bordes debido a la luz que emitía el fuego a su espalda. El mismo efecto adornaba su piel, que era tan pálida que debía de haberle dado un aspecto enfermo. Me sonrió expectante, de la forma en que lo hubiera hecho un niño al que yo le hubiera ofrecido una caja de chocolates.

Mi primer pensamiento fue preguntarme si era acaso este el dios de los humanos del que tanto había oído en mi vida. Las historias siempre lo describieron como un hombre hermoso en ropas del color del cielo o armadura de plata. En cambio el niño que tenía delante llevaba una toga gris sujeta con algo de tela roja en su cintura. Nada magnífico que me hiciera pensar en la divinidad.

No le respondí a su acercamiento y de la nada el me ofreció una mano como si tuviera fuerza para levantarme y sacarme de mi hueco. Pase mis ojos por sus pequeños dedos. Sí mano estaba llena de raspones y polvo, una vez más algo nada divinos. Aún confundido seguí mirando su mano.

—¿Esto es parte de estar muerto? —Pregunte.

—No estás muerto, no completamente. Ahora ven, la roca es incomoda y el fuego es agradable.

Esa era una lógica sencilla, pero absoluta. Acepté su mano, aunque solo lo sujete ligeramente mientras me ponía de pie en mi fosa para no halarlo hacia abjo. Después de eso me arrastre para salir ya que el borde llegaba un poco más arriba de mi cadera.

Mi cuerpo entumecido se movió lento mientras mis mando se sujetaban de la roca y mis pies se apoyaban en las parede del hueco. Fue en ese momento que note que aunque mis zapatos escolares seguían cubriendo mi pies, no se sentían como lo hubieran hecho normalmente.

Tarde un poco, pero el niño no me apuro, espero paciente para luego guiarme de la mano hasta un lugar junto a la hoguera dónde se sentó y yo lo imite.

—¿Eres Anweg?

Le pregunté un poco asustado de estar ofendiendo a una deidad.

Para mí alivió el no se molestó, solo estiró su sonrisa como si aquello hubiera estado a punto de hacerle reír.

—Te sorprendería la cantidad de veces que me han preguntado eso. No soy Anweg, el señor del conocimiento nunca pondría un pie aquí, yo soy Zhetz, señor de la sangre.

Esa presentación definitivamente fue desconcertante y me surgieron algunas dudas.

—Yo nunca había oído el nombre de Zhetz antes. —Aclaré.

Por suerte para mí se tomó a bien mi comentario y me respondió con calma.

—Es normal que sea así, no soy muy popular hoy en día.

Yo me sentí un poco mal por el tono en que dijo aquello y mire a otro lado en dirección a la fosa donde me había despertado. Más allá hasta donde alcanzaba a iluminar la luz, en el suelo de la caverna se alineaban hileras de huecos similares.

Me encontré preguntandome el propósito de estas tumbas, que podrían signicar para Zhetz que se había llamado señor de la sangre.

—No entiendo que está pasando. —Solté, necesitado de cualquier explicación.

—Tu te desangraste.

Yo recordaba bien eso, no parecían haber pasado más de unos minutos desde el disparo.

—Mi sangre me trajo aquí. —Dije sin dudar.

Zhetz sonrió, como si yo hubiera entendido algo importante y se tomó un momento antes de aclarar todo.

—Sí y no. Es complicado de explicar. Has estado conectado a esta caverna desde que naciste. Yo le dí forma a tus ancestros cuando la humanidad era joven, así que tú y otros de sus descendientes pasan por aquí antes de continuar. Normalmente llegan y se van, pero tú caso difiere ligeramente. Hiciste algo, no creo que lo hayas olvidado.

Supe de inmediato de lo que hablaba, aún si ya no tenía la sensación en mi boca, todavía recordaba el sabor de la sangre filtrándose durante mi pelea.

—Probé la sangre de alguien más.

—¿Alguna vez has escuchado el termino vampiro?

Yo definitivamente no tenía idea de que estaba hablando. Negué con la cabeza y él miró fijamente a mis ojos, sentí un escalofrío cuando comenzó a hablar.

—Los ancestros de lo que te hable se llamaron así antes de extinguirse. Yo les dí dones maravillosos y una vida longeva, a cambió solo debían darme a probar la vida de otros seres vivientes a través de la sangre. ¿Me estás entendiendo?

Yo definitivamente lo estaba haciendo y ahora me sentía extrañamente incómodo con toda la explicación.

—Desmond. —Me llamo por mi nombre aunque no se lo había mencionado. —Soy un dios de la vida. Me deleito con el sabor de los vivos.

Tal vez no lo dijo de forma amenazante, pero tampoco es que sonara como una declaración casual. Mientras sentía que cada vello de mi cuerpo se levantaba caí en cuenta de algo.

—Yo pagué el precio.

Él no respondió, pero estoy seguro que pasó la lengua por el interior de la boca.

—En el pasado algunos de mis vampiros, se mezclaron con los humanos y dieron origen a una estirpe defectuosa. Algunos de sus niños eran incompatibles con mis dones. Otros solo necesitaban un empujón. Tu encontraste ese empujón.

Me apuntó directo al rostro con uno de esos dedos diminutos y por primera vez desde que había iniciado toda esa pesada explicación recordé que realmente era un dios en la nada amenazante apariencia de un niño.

—¿Soy un vampiro?

Recogió su mano y balanceo un poco la cabeza.

—Aun están en transición, sigues siendo humano en parte de tu carne, pero cambiarás. Algunos de tus predecesores los nombraron transformación. En el pasado era más común de lo crees.

Sentía que había muchas explicaciones que debían ser dichas, pero eso no me interesaba, yo tenía una preocupación mucho mayor.

—¿Yo sigo con vida?

Si lo estaba podía volver a casa. Abrazar a mi familia una vez más.

Me encontré sonriendo y a punto de llorar de alegría. Entonces toda la fantasía que comenzaba a tomar forma en mi cabeza se estrelló.

—Fuiste declarado muerto hace poco, tus padres fueron a identificar tu cuerpo, pero aún no hacen los arreglos funerarios.