Entre las muchas historias de la iglesia de Anweg hay una que nunca comprendí. Aparece en el libro de las memorias de la gran unificación. Una época relativamente reciente.
En ella hay un hombre, el tiene siete cerdos en su granja. Una mañana encuentra que uno de estos ha desaparecido, los cerdos no huyen, tampoco encuentra huellas de animales. El hombre asume que es un robo y advierte a sus vecinos.
El siguiente día otro cerdo desaparece. Esto se repite por varios días hasta que solo le queda una cerda que espera lechones. En este punto el está desesperado porque no tendrá nada que intercambiar durante los meses oscuros. Decide pasar la noche junto al animal.
Esta vez no hay animal desparecido, pero el hombre aparece muerto cerca de su hogar. Hay un funeral, la gente lo entierra en su propiedad, la cerda pasa a manos de un familiar.
No hay lección ahí, la historia sigue.
El hermano va a visitar la tumba del hombre y escucha golpes en el suelo. Él abre la tumba. Todo parece indicar que el hombre a vuelto a la vida. La población local lo llama milagroso y lo celebra. Se equivocan.
Llegan los meses oscuros, el hombre nunca busco provisiones. Comienzan a desaparecer personas y aparecer cadáveres, todos cerca de la granja del hombre.
La gente creé que se trata de lo que sea que mató al hombre en primer lugar. El hermano descubre el error cuando en una visita al hombre lo encuentra alimentandose de una persona.
Pasa lo que es natural, el hermano va y lo confiesa al bibliotecario de Anweg. El hombre es sentenciado, descuartizado y quemado.
Ahí está la lección. Anweg no hizo un milagro, él no regresa a la vida a los muertos. Cualquier ser que se levanté de su tumba es solo una abominación. No hay país que siga su doctrina que se atreva a tocar la muerte de otra forma que como un absoluto. Siempre me pareció una extrañeza lo terminante de esto, cuando el dogma central de Anweg es la búsqueda del saber.
Con la historia en mente pensé en lo que podría ocurrir conmigo. Cada pensamiento me llevo a una peor idea. En el mejor de los casos la gente solo creía que la confirmación de mi muerte fue un error. En el peor en lugar de solo morir, me volvería un objeto de investigación.
Aterrado busque consuelo en la expresión de Zhetz, él era una deidad, si alguien podía tener una respuesta tenía que ser él.
—No queda mucho para que tú cuerpo vuelva a responder, lo que pase después dependerá de ti. Puedes dejar que ellos acaben contigo si eso quieres, aunque yo quiero algo mejor para ti.
No sé si los dioses lloran, pero el hizo un puchero lamentablemente que era idéntico a la expresión que había visto en niños pequeños antes de comenzar a llorar.
—¿Quieres que yo viva?
Creo que más que sonar como una duda, sonó como un reclamo. Lo que a él pareció no gustarle pues dejo ese puchero infantil que tenía y mirándome con tanta dureza cómo su rostro le permitía, me habló con firmeza.
—No solo quiero que vivas, lo que yo deseo es que prosperes.
Mire a sus ojos sin entender que podía significar el prosperar para la perspectiva de un dios y menos aún para Zhetz. A mí cabeza solo venía una y otra vez la imagen de un río de sangre, pero el dijo que era un dios de la vida.
Suspire cansado.
Zhetz paso de largo mi acción y miró en silencio la llama unos segundo, a continuación sin mirarme comenzó a hablar.
—Nos queda poco para conversar por lo que te solicito que escuches con atención.
Yo asentí aunque el no me miraba directamente.
—Tu estás muy lejos de la forma completa de un vampiro, cuando dejes este dominio y te levantes en el plano material te encontrarás con que no estás en un estado muy diferente al de un cadáver. Tu cuerpo está resintiendo la hemorragia de antes, necesitaras sangre, un corazón y tal vez un pulmón.
Eso sonaba a un problema, conseguir órganos no es fácil, sin mencionar que solo ir y arrancarlos no parecía una experiencia agradable.
—No estoy seguro si puedo matar a alguien.
—Es innecesario, los órganos puede venir se un cadáver que esté fresco, solo la sangre debe provenir de un vivo.
Él volvió a mirarme.
—La sangre será parte de tu sustento a partir de ahora. No importa si la tomas por la fuerza o te la ofrecen por voluntad, tampoco si viene de un humano o no mientras sea de un vivo.
Dejo de hablar y miró el fuego con una sonrisa divertida.
—Ahora hay algo importante que debes tener en cuenta hasta que podamos volver a hablar, al sol no le agrado demasiado. Cualquier cosa que fuera tocada por mi sufrirá bajo su luz. No debes permanecer mucho tiempo ante su brillo. ¿Entiendes?
Asentí, la caverna tomaba un sentido diferente gracias a esa información.
—Creo que eso es todo por ahora. Estás listo para volver.
Se levantó, yo lo imite y lo seguí hasta mi fosa.
—Hay mucho de que hablar, pero muy poca noche como para desperdiciar—. Afirmó mientras yo entraba a mi fosa.
Me recosté en el hueco y cerré los ojos.
No estaba seguro si quería enfrentarme a lo que estaba por venir.