Y ahí fue cuando sucedió lo que nadie ya esperaba, el regreso al escenario del personaje del cual todos se habían olvidado.
-JUSTICIAAA, JUSTICIAAA, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN.
Se escuchó el legendario grito de guerra del conde de Malibrán, saliendo del dibujo del portón que alguna vez había trazado la mulata de Córdoba para llamarlo y que aun predominada, restaurado y retocado por alguien que pensó que algún día les iba a servir de algo.
- ¿Y ahora?
Dice Hermelindo mirando a Adelina, mientras Soledad corría hacia la puerta para que Beatriz no pudiera salir.
- ¡QUE MUERA LA INFIDELIDAD!
Dice el Conde sin gritar, pero su voz era muy fuerte.
- ¡Salid Beatriz, que tenéis que pagar por vuestra traición!
Le dice el Conde todavía sin bajar de su caballo, que caracoleaba furioso enfrente del portón.
- ¡Esta vez no podrás asesinarlo; Alfonso de Malibrán, él es mi hijo y lo defenderé con todo lo que pueda!
Dice la Condesa al tiempo de que el blanco de sus ojos se volvía oscuro, como el preludio de su monstruosa transformación, pero al escuchar la cristalina risa de su bebé, que jugueteaba con el largo de sus cabellos, sonrió también, volvió a la normalidad y se sentó para jugar con sus deditos, pero del mar empezó a surgir su ejército de lagartos, rodeando a aquél enorme que alguna vez destrozó el mural mágico de un coletazo, que rápidamente se lanzó sobre él, y los combatientes de los 3 credos al verlos, se prepararon para defender el fuerte Román.
-¡NO ATAQUEN A GODZILLA, NI A LOS LAGARTOS, REPITO, NO ATAQUEN A GODZILLA, NI A LOS LAGARTOS, QUE NO VIENEN POR NOSOTRAS, AHORA VIENEN POR EL CONDE!
Los combatientes se apartaron al escuchar la voz de Leticia por el altavoz y el Conde descendió de su caballo para defenderse del ataque, vestía una impresionante armadura que lo ayudó a soportar el asedio de los más pequeños, mientras se concentraba en contrarrestar y aguantar los embates de Godzilla, hasta que con la fuerza de su espada y la pericia de su látigo, lo disolvió en arena, la Condesa esperaba paciente con su niño en brazos que le sonreía tiernamente, mientras afuera se desarrollaba la batalla, del cual el Conde salía avante, porque ya sin tener que defenderse de los poderosos ataques del cocodrilo gigante, tan solo con la pericia de su espada y de su látigo, detenía el ataque de la horda de cocodrilos convirtiéndolos en arena, y ya cuando terminó con el último, furioso volteó a mirar a Tenpecutli que lo miraba desafiante.
- ¿Tú? La culpable de que mi felicidad se haya ido para siempre; ¡Muere Llorona como nunca me dejaste morir a mí!
Le dice el Conde mientras caminaba hacia ella con la espada en alto.
- ¿Por qué todos me echan la culpa de sus maldiciones? –le dice Tenpecutli. –Estás equivocado Alfonso de Malibrán, tú asesinaste a tu esposa, tú asesinaste a su amante y tú asesinaste a su hijo, así que tú forjaste tú propia maldición, la de ella y la de su hijo, yo te lo advertí; ¡A mí ni siquiera me conocías! Ahora retírate por favor y permite que Beatriz y su hijo aborden ese carruaje que las llevará a su paraíso.
La Condesa estaba a punto de salir por la puerta dispuesta a enfrentar a su destino, cuando fue detenida por Soledad.
-No Beatriz, nosotras nos encargaremos del Conde, no vamos a permitir que te vuelva a asesinar porque continuará la maldición.
Dice Soledad cerrándole la puerta a la calle mientras las 4 mosquetebrias, rodearon a Beatriz y su bebé, armadas con ametralladoras y un pesado lanza cohetes, como si fueran sus guardaespaldas.
- ¡Que hermoso bebé tienes, Beatriz! Y quiero decirte que me encanta tu manera de vestir. –le dice Érika.
- ¡Claro que es hermoso! Por eso necesitaba su perdón. –le dice Beatriz. -¡No podía irme sin encontrarlo!
Afuera el Conde ya había arremetido contra Tenpecutli, pero Soledad le detuvo el brazo.
- ¡Tranquilo mi amor, ya todo terminó! Ya no tienes que asesinar a nadie, déjala partir y encontremos juntos el nuevo camino, déjala subir a su carruaje y encontremos juntos la manera.
Soledad lo miraba con sus hermosos ojos negros, mientras el Conde tan solo miraba por sobre de ella a Tenpecutli, parecía no escucharla porque sus ojos no reaccionaban a lo que le decía, hasta que furioso, dejó de enfocar a la Llorona para bajar la vista por un segundo hacia ella y cuando la mulata acercó sus labios para besarlo; Alfonso de Malibrán violentamente la apartó aventándola a medio bowlevard, cayendo muy cerca del estribo del carruaje de la Condesa, del cual descendió su esclavo para ayudarla a levantarse.
- ¡JUSTICIAAA, YO QUIERO JUSTICIAAA, YO QUIERO QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN, YO QUIERO QUE RECIBA El JUSTO CASTIGO POR SU INFIDELIDAD!
Volvió a gritar el Conde maldito, caminando hacia la dama de blanco que únicamente se elevó para no estar al alcance de su espada, pero el Conde de un latigazo la atrapó de un pie para arrojarla al suelo, cayendo también muy cerca de donde había caído Soledad.
- ¡Es muy fuerte; Soledad! No creo poder con él. –dice Tenpecutli.
Y cuando los militantes de los 3 credos se preparaban para atacar al Conde, ya éste había destruido la puerta de la mansión con un solo golpe de su espada, y al ubicar a la Condesa parada con su hijo en brazos, al fondo del jardín, rodeada de aquellas 4 guerreras del fin del mundo, vestidas para un baile de música disco y que estoicamente se quedaron en su lugar, como dispuestas a dar su vida por defender a aquella Condesa maldita que antes era su acérrima enemiga, la Condesa únicamente se sentó en el pasto con su hijo en brazos, ya había amanecido, habiendo suficiente luz para que el Conde viera lo que su esposa cargaba en brazos.
Pero una vez más, con la mirada perdida en furia, dijo, con aquella voz fuerte y gutural que lo caracterizaba.
- ¡QUE MUERA LA INFIDELIDAD, QUE MUERA LA CONDESA DE MALIBRÀN, Y QUE RECIBA EL JUSTO CASTIGO POR SU TRAICION!
Y cuando estaba a punto de asestar un espadazo a las mosquetebrias, que se habían unido en bloque para defender a la Condesa y a su hijo, mientras lo apuntaban listas para vaciarle sus cargadores, la escopeta de doble cañón de Adelina Román entró en acción, que con un disparo doble en el pecho lo apartó, parecía no hacerle daño pero si lo mermaba al impactarlo, además de que la armadura que traía debería de ser muy fuerte, y mientras recargaba; Emma Verch disparó desde la terraza ráfagas de R-15 que también parecían mermarlo porque lo detenían, el Queco salió de algún lado y saltó sobre el Conde, que con movimientos lentos extendió su látigo, mientras, de un manotazo se quitaba al Queco que lo había mordido en un brazo, soportando los impactos de balas que le disparaban desde varios ángulos, la Condesa parecía haberse olvidado de todo y únicamente miraba sonriente a su bebé mientras lo arrullaba; Adelina descargaba una y otra vez su arma sobre el Conde, impidiendo que se le acercara a las mosquetebrias y a la Condesa, mientras las chicas, a sangre y fuego, también cerraban el circulo en torno a su protegida
- ¡A pero que tipo tan terco, por Dios!
Dice Soledad furiosa, ya repuesta de la caída y sacudiéndose los pantalones de mezclilla, acomodándose su blusa blanca que le contrastaba perfecto con su piel morena de mulata, soltándose el pelo y volviéndoselo a recoger, regresó a la batalla, diciéndole a Tenpecutli.
- ¡No por nada soy la guardiana de la humanidad más codiciada por dioses y demonios y no ha nacido el hombre, dios o demonio, que pueda resistirse a mis encantos! Por muy Conde que sea y por muy maldito que esté.
-¡ALTO AHÍ, ALFONSO DE MALIBRAN Y DE GARCÍA ARENAS!
Dice Soledad ralentizando el tiempo otra vez, para acercarse al Conde y detener el latigazo que ya había descargado sobre Adelina sin alcanzar a tocarla, también detuvo algunas balas en el aire, tomándolas entre sus dedos como si fueran pétalos de rosa, también le quitó un lanzamisiles a Romaia que ya estaba con una rodilla en el suelo, y a punto de disparar contra su enemigo, y con un ademán desarmó a los que disparaban al Conde, haciendo caer las armas al piso, y parándose enfrente de él, le quitó el casco, lo tomó de las mejillas, acomodándolo en ángulo y posición a la altura de sus labios para besarlo y parándose de puntillas, remojándoselos lo besó, sosteniéndose de sus mejillas en una ralentizada caricia que si para ella eran 30 segundos, para los demás era un segundo de tiempo, un segundo de tiempo en que Alfonso de Malibrán perdió su mirada de muerte, su rostro de venganza, su respirar de furia y su aire siniestro.
Romaia fue la primera en darse cuenta de que Soledad tenia atrapado al Conde entre sus labios y reaccionando rápidamente, le dijo a sus mosquetebrias.
- ¡Heeey! Despierten que es nuestra oportunidad de ayudar a escapar a la Condesa; ¡Blanca Beatriz del Real y Herrera! Ex Condesa de Malibrán, deja de estar como mensa ahí sentada y sube a tu carruaje, antes de que se dé cuenta tu ex marido.
La Condesa pareció salir de su letargo y ahora sí que emprendió la graciosa huida con su bebé en brazos, pasando por un lado de su ex marido que seguía inmovilizado por los labios de Soledad, abordó su carruaje y la misma Tenpecutli le abrió la puerta, ofreciéndole una mano para ayudarla a subirse, sonrientes se despidieron de beso como si fueran las grandes amigas de toda la vida y el cochero arrancó, mientras el camarógrafo de Leticia, que por cierto, siempre fue el mismo, grababa la escena en vivo y a todo color.
- ¡GRACIAAAS, GRACIAAAS, GRACIAAAS!
Se escuchó repetidamente el nuevo grito de la ex condesa de Malibrán, mientras los caballos destrozaban todo lo que se interponía en su camino hacia el mar, hasta que destrozaron la baranda del malecón, y remontando las olas como un carruaje marino, se desvaneció en el aire.
Érika y Belinda, le tomaban fotos a la pareja, que seguían enganchados de los labios en un largo beso, mientras la Condesa huía.
- ¡TENPECUTLI, TENPECUTLI!
Le grita Romaia, asomándose por lo que quedaba de la puerta de la calle, llamándola asustada.
- ¿Qué es eso que les está pasando?
Le pregunta a la Llorona, mientras una especie de opaca neblina, combinada con polvo de estrellas rodeaba a la pareja que seguían inmóviles, disfrutando de ese largo beso que parecía que nunca terminaría, levitando a unos cuantos metros del suelo, haciéndolos visibles en aquella mañana para todos los presentes que ya se podían contar por miles, afuera de la mansión Román.
-Eso, mi querida Romaita, es lo mejor que le puede suceder a una guardiana de la humanidad, no te preocupes.
Le contesta Tenpecutli, mientras los que seguían besándose comenzaban a descender lentamente hasta que sus cuerpos fueron depositados suavemente en el jardín; El Conde con el pecho hacia arriba y la mulata sobre de él, recargada en su hombro e inconscientes los dos.
- ¿Y ahora qué? –pregunta René.
- ¿Cómo qué y ahora qué? ¡Pues que siga la fiesta y música maestro!
Le contesta Pamela señalándole el escenario, donde las luces disco seguían girando y las bocinas seguían esperando a los disc-jockey con su potencia.
-Bueno pues mi querido amigo. –le dice Adelina a Hermelindo, tomándolo de la mano. –Es hora de que saques un par más de cajas de whiskey, porque éstas condenadas escuinclas van a entrar en modalidad de muerte lenta y no van a parar la tomadera en 3 días.
- ¿Un par, mujer? ¡Se nos va a acabar toda la reserva!
Dice Hermelindo señalando hacia las calles del Bowlevard, donde cientos de excombatientes de los 3 credos, se dirigían hacia esa área para festejar lo que ya consideraban el fin de la batalla por el fin del mundo.
Una hora después; Soledad despertó primero, ya se habían convertido en la pareja más fotografiada de esta historia y al sentirse en el pecho de un hombre lo miró extrañada; Tenpecutli los miró y sonrió complacida al verlos despertar.
-Me tengo que ir chicas, los amantes del fin del mundo ya despertaron y si sucede lo que les platiqué, es mejor que no me vea aquí. –dice Tenpecutli y se desvaneció en el aire.
- ¿Qué pasó?
Pregunta Soledad al levantar su bello rostro, mientras se apoyaba para separarlo del pecho del Conde que la sostenía con uno de sus brazos, ya le habían bajado al volumen de la música y decenas de personas, la mayoría conocidas, los observaban.
- ¿Qué le pasó al Conde? Yo pienso que está bien porque siento sus latidos, pero no se despierta.
Pregunta Soledad poniendo los dedos en su cuello para sentirle el pulso.
-Pues lo mataste con tus besos. –contesta Érika. –Ahora revívelo con otro.
-No lo pude haber matado porque te digo que siento los latidos de su corazón, acuérdate que soy doctora y que se sentir el pulso; ¿Qué? ¡El Conde tiene pulso, eso significa que su corazón está latiendo y si está latiendo es porque está vivo!
Dice Soledad emocionada y se levantó, haciendo un ademán con sus brazos para hacerlo levitar, pero no funcionó.
- ¿Qué pasa muchachas, por qué no lo puedo levantar?
- ¡Ya te dijeron que lo revivas con tus besos; Soledad! –le dice Romaia. -Luego te explicamos lo demás.
Y Soledad se arrodilló para ponerlo otra vez a modo para besarlo, y al hacerlo; Alfonso de Malibrán y Violante de García Arenas, abrió sus ojos, y al darse cuenta de la belleza de la chica que tenía ante él y que además lo estaba besando, no perdió el tiempo en preguntas.
Pon la de mátame muy suavemente, amor.
Le dice Carolina a Orlando, mientras sostenía la correa del Queco que no había salido lastimado, pero se movía ansioso y contento, y el muchacho comenzó a tocar aquel clásico del romanticismo en inglés, llamado: Killing me softly with his song" De Roberta Flack.
Momento romántico que todos disfrutaron bailando en el jardín, las terrazas y el malecón, no importando si había más mujeres que hombres en el mundo, ni como se los iban a repartir.
Hasta que Romaia convocó a la atención de todos con los micrófonos.
—¡MUY BIEN CHICAS Y CHICOS DEL CORO, AHORA QUE HEMOS CONJURADO LA MALDICIÓN DE LA CONDESA DE MALIBRÁN CON UN BESO DE AMOR VERDADERO COMO EN LOS CUENTOS DE HADAS, Y POR PARTIDA DOBLE PORQUE TAMBIÉN SALVAMOS AL CONDE Y A NUESTRA QUERIDA SALVADORA, LA MULATA DE CÓRDOBA, LES QUIERO DECIR QUE NO IMPORTA COMO SE REPARTAN A LOS Hombres QUE QUEDAN, LO QUE IMPORTA ES QUE NI SE LES OCURRA VOLTEAR A MIRAR SIQUIERA A LOS NOVIOS DE LAS 4 MOSQUETEBRIAS DE LA MANSION ROMAN, PORQUE LES PROMETEMOS QUE AHORA SÍ TERMINAMOS CON EL PUTO MUNDO! AHORA SI, QUE COMIENCE LA FIESTA DEL NUEVO MUNDOOO, SALUUUUD, SIIII.
Y al ritmo de thriller de Michael Jackson, comenzó aquella fiesta que no iba terminar hasta que la última de las mosquetebrias de la mansión Román cayera, y como ya no tan solo eran 4, la fiesta tenía por lo menos para 3 días.