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Chapter 58 - La Isla del fin del mundo.

La Isla del fin del mundo.

Felicidad García Arenas, la nueva condesa de Malibrán, entró a aquella cabaña construida en aquella pequeña isla desierta, localizada a poco más de 40 kilómetros de las costas de Veracruz a donde fueron llevados en helicóptero por pilotos del matriarcado, tan solo Emma Verch los acompañó, la isla no tenía embarcaderos, ni lanchas, pero si lo suficiente en comidas y bebidas enlatadas como para vivir ahí por un par de meses, aparte de equipo para pescar, herramientas y madera suficiente como para construir otra cabaña, aunque las mosquetebrias tenían planeado ir a "rescatarlos" en exactamente 30 días.

También dejaron restos de una lancha destruida, como señales de un naufragio y pruebas de que ellos habían llegado ahí en esa lancha destruida, para que cuando despertaran al otro día, sin reconocerse, sin saber dónde estaban y ni siquiera recordar lo que había sucedido, volvieran a enamorarse con las dudas que les dejarían las señales de su vida anterior, como por ejemplo, el traje de novia de ella, su equipaje con las fotos instantáneas de la boda, cartas de sus amigas, y al Queco, que sería el encargado de protegerlos de cualquier peligro que los acechara, además de  que se había hecho muy amigo del Conde, y por supuesto, de Soledad, perdón, de Felicidad, plan que los dos aceptaron encantados, porque ninguno de los dos quería olvidarse; Emma se despidió después de un emotivo momento y todo el resto de ese día se la pasaron adaptándose al medio, a la cabaña, a sus manos, a sus labios y a sus cuerpos, hasta que de común acuerdo, un par de horas antes del amanecer se dieron el beso de las buenas noches, disponiéndose a dormir, con el Queco como su fiel guardián, al pie de la cama.

-Prometo no olvidarte, amor.

Le dice el Conde a su flamante y bella esposa, quien únicamente se acurrucó más en los brazos de aquel hombre con el cual iba a despertar al otro día y que probablemente, no reconocería.

- ¿Crees que funcione nuestro plan?

Le pregunta Pamela a Romaia, en lo que trabajaban en el bordado del vestido de novia de Adelina, cuya boda con Hermelindo sería en 3 días.

- ¡Si claro! –contesta Romaia. –No pudo ocurrírsenos mejor plan, prácticamente les va a pasar lo mismo que nos pasó a Nathan y a mí; ¡Nos enamoramos sin conocernos! Y hablaré con doña Adelina para que de ahora en adelante toda pareja que deseé iniciar un matrimonio como Dios manda, tenga el legítimo derecho de iniciar su nueva vida en una isla desierta, o en algún sitio vacacional, como una Luna de Miel, con todos los gastos pagados, por parte del gobierno.

- ¡Claro que funcionará, amor! Con el cuerpazo que se carga esa mulata y lo hermosa que está; ¡Hasta yo me enamoraría de ella desde el primer día de verla, estando solos en una isla desierta! Aunque no la recuerde. –dice René.

-¿QUE TUUU QUE?

Dice Pamela, echándole una verdadera mirada de mujer asesina a su futuro esposo, que no sabía cómo disculparse de lo que había dicho.

- ¡Mira René Villalobos de Ballesteros, que, si me haces una chingadera como esa, te los corto, cabron, te juro que te los corto! Y no me importa que me caiga una puta maldición, y que luego andes penando por ahí como pena la Llorona buscando a sus hijos.

- ¡AYYY, MIS BOOOLAAAS! ¿DONDE ESTAAAN MIS BOLAAASSS?

-¡Y te aseguro que nunca las vas a encontrar!

A:

Irma Rommy Cazares Pérez.

Y a todas y cada una de las personas que me inspiraron con sus historias y vivencias propias, a escribir esta historia.

Todos los personajes están basados en personas y hechos reales.

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