El buitre trataba de esquivar la veloz espada de Al' Khaled mientras decenas de tensas cuerdas elásticas, a las cuales estaba amarrado, trataban de atizarlo al suelo.
El maestro de la sociedad, aunque en apariencia anciano, poseía una gran vitalidad, fuerza y velocidad, acompañados estos dones por el más importante, astucia, una sabiduría que escapaba incluso a su longeva edad.
-¡No puedo más!- exclamó Siegger empapado en sudor, mientras veía sin comprender como Khaled no mostraba signos de cansancio.
-Si puedes- le regaño con enojo, al momento que empezó a dar espadazos más pesados;- eres un Héroe, Doctor, los Héroes no se rinden-.
-¿Un Héroe? ¿Yo?- preguntó sorprendido.
Khaled agitó una vez más su espada, pero para cortar las cuerdas, entonces invitó a su discípulo a sentarse en la arena caliente, el Buitre dudó tres veces antes de dejarse caer exhausto al suelo.
-Hay algo que aún no comprendes- pronunció Khaled con algo de tristeza hacia la pregunta de Siegger;- Doctor, la gente considera al Buitre como un héroe, una especie de Robin Hood asesino que acaba con la lacra de la sociedad. Un justiciero que mata a egoístas adinerados, asesinos, ladrones, violadores, estafadores. Secretamente te ven como alguien que hace lo que ellos no se atreven a hacer... eres, mi buen doctor, un héroe que salva a muchos, matando a pocos-.
-Solo soy un asesino- insistió Siegger con aflicción, recordando los viejos principios morales y filosóficos que desataron su cruzada;- cuando mato siento placer, cuando veo una persona morir me rio, me regocijo en la tristeza de otros, ¿Qué de heroico puede tener eso?-.
-Si los buitres no se regocijaran en la muerte y la carroña, la enfermedad consumiría al hombre... es la naturaleza, aquello que queremos preservar-.
Todo pareció aclararse de nuevo para el Buitre, ahora poseía los recursos, la Sociedad se los entregaría, no reformaría nada, devolvería a las leyes de la naturaleza el poder de restablecer el equilibrio, era el momento de ser un Héroe de verdad, de dejar las jugarretas de niños. Matar a muchos para salvarlos a todos.
Todo ese odio, todo ese resentimiento, se convirtió para Siegger, que más que una vida difícil tuvo una vida triste; en el combustible de su venganza, una venganza que se descargaría sobre una humanidad decadente y degenerada.
Talia había sido testigo de la trágica evolución del buitre, siempre fue recelosa de él, y ahora se arrepentía de ello. Al igual que el resto de la Sociedad, ella compartía los ideales de Al Khaled, pero, aun así su amor por la humanidad era inmenso, lo suficiente como para darse cuenta que el camino arrollador de Siegger terminaría en una catástrofe... lo había visto.
Ahí estaba ella, observando a la distancia como su camarada meditaba en silencio, en el fondo sabía que incluso su respiración alertaría al oído de Siegger, pero, la necesidad de "ver que tramaba" la superaba.
-Talia- alerto el buitre abriendo un ojo en la oscuridad;- baja, ven, hablemos-.
Algo temerosa salto del árbol y en tres pasos se sentó junto a él, lucía diferente a antes, una extraña aura lo envolvía, la inquietaba, era como solía ser antes, una presión de omnipotencia que desagradaba. Ella permaneció en silencio, trató de ver en la mente del buitre pero le fue imposible.
-Sabes por qué me llamaban el "filosofo negro" en la universidad;- preguntó con tranquilidad.
-Porque a nadie le agradaban tus pensamientos- contesto nerviosa, sentía como el sudor humedecía su cuerpo.
-Pero- prosiguió Siegger con seguridad en sus palabras;- nadie podía negarlas, cada palabra que decía era oscura verdad, todo terminaba- culminó con vehemencia;- en la naturalidad de la muerte-.
-no todo es muerte...- trató de decir, pero su lengua se trababa en cada palabra.
-la muerte es equilibrio, la muerte es evolución, la muerte es sabiduría...- los ojos del Buitre, inyectados de sangre, se abrían de par en par, mezclando inteligencia y locura en proporciones iguales;- la muerte es amor y vida!...la muerte- terminó respirando hondamente;- nos envuelve-.
Talia quedo pasmada, tantos años aprendiendo del maestro Al Khaled, tanto tiempo de estudio y entrenamiento, todo aquello jamás sería suficiente para alcanzarlo... el Buitre había desplegado sus alas, ascendido a los cielos y bajaría, hambriento, sediento, a alimentarse hasta que no quedaran más que huesos en el desierto.