ʚ Una oportunidad ɞ
Luis caminaba por los senderos de la residencial para llegar a la casa de Esmeralda y buscar a Nicolás. Estaba feliz con una sonrisa amplia en su rostro. Desde que Nicolás le dijo lo que había ocurrido con James sabía que era su momento, de cualquier forma iba a conquistarlo.
Ese día tenía planeado llevarlo nuevamente a Johnny Rockets, viendo que fue un éxito la última vez.
—Hola —saludó Esmeralda. Se sorprendió por su llegada—. Nico está dormido. Puedes pasar si quieres, pero...
—Gracias —contestó invadiendo el hogar apresuradamente—. Me lo robaré un momento, si no hay problemas.
—De hecho, él tiene una cita con el médico.
—Oh, entonces quiero saludarlo antes de que se vaya.
Recorrió el pasillo deteniéndose frente a la puerta. Su corazón se aceleró de solo imaginar a Nicolás dormido. Jamás lo había visto.
Entró sin hacer mucho ruido. Allí se quedó completamente paralizado ante la escena. Nicolás estaba abrazando una almohada, sus mejillas se pronunciaban y la boca formaba un puchero. El resto del cuerpo parecía estar doblado, como si fuese un gato; aunque hablando de felinos, Mortadela estaba durmiendo en sus pies exactamente con la misma postura que él.
Luis se acercó hasta la cama y se colocó en cuclillas para verlo mejor. Nunca lo había visto en ese estado. Nicolás se veía tan sereno, indefenso y lleno de una gran paz. Podría inclusive estar muerto y a Luis le dio una agradable sensación de saber que se vería igual. Sin desviar la mirada llevó su mano hacia el brazo más cercano. Con suavidad acarició sus vellos con los nudillos y recorrió el contorno hasta arriba. Nicolás hizo un pequeño ruido, pero continuó durmiendo.
Luis se emocionó al escucharlo, ya que sonaba como un pequeño niño sumiso, pasivo y dulce. Lo era, después de todo; sin embargo, para él era un regocijo poder comprobarlo por su cuenta y presenciarlo en vivo.
Mordió su labio inferior mientras desviaba la mirada a la silueta del cuerpo. Se tomó su tiempo de escuchar atentamente y darse cuenta que Esmeralda no estaba cerca de ellos. Lo más importante ahora sería no despertar a Nicolás si deseaba que su capricho se concediera. Fue precavido al removerle la sábana, con cada pequeño movimiento del contrario se detenía hasta que este no volviese a moverse.
—Maldición —susurró jadeante.
Habían muchas cosas que Luis no conocía de Nicolás, o que antes no había visto de él. Actualmente, observaba con un gran deseo la erección de Nicolás; como todo hombre despierta cada mañana. Luis estaba anonadado viendo aquel bulto remarcado, gordo, pequeño y tentativo, porque pertenecía al chico de sus sueños.
El celular de Nicolás vibró un momento alarmando a Luis al estar muy cerca de su cuerpo. Lo tomó inmediatamente al percatarse que vibraba más. Se apresuró a colocarlo en silencio y se quedó quieto con los quejidos de Nicolás. Sin embargo, no sucedió nada. Nuevamente volvió a su sueño.
"Nico, tenemos que hablar".
"Te explicaré lo que sé de Jimmy".
"Seré honesto contigo y te lo diré todo".
"Desde antes del accidente hasta después del mismo".
"Hay que vernos".
"Llegaré por ti después de las once".
Leyó los mensajes de Tom sin conectarse al WiFi. Volvió la mirada hacia Nicolás con tristeza. Al revisar los mensajes se dio cuenta que estaba preocupado por James. Ahora se preguntaba qué debía hacer para que Nicolás lo aceptara a él. Borró los mensajes y colocó nuevamente el celular en su lugar.
Mortadela se estiró para levantarse y empezar su rutina de gato, la cual la devolvería a la cama después de comer, ir al baño en el cuarto de Esmeralda y tal vez –con suerte–, conseguir una lagartija como regalo. Lo que la pequeña no esperaba ese día, es que iba a encontrarse con un desconocido cerca de su amo. Nicolás se asustó al escucharla maullar aterrorizada por Luis.
—¡Lo siento! —Se disculpó Luis al verlos asustados.— Venía a despertarte para que fuésemos por una malteada.
—Hoy no puedo —exclamó con más calma, aunque Mortadela optó a erizarse—. Mi hermana me lleva con el médico.
—¿Y qué tienes? —inquirió con preocupación.
—Aún no lo sé. Por eso voy.
—No sé por qué tanta preocupación a algo que ni se nota. Te ves saludable, solo tu temblor, pero del resto estás muy bien. El doctor le quiere sacar más dinero a tu hermana para que al final, te digan que no es nada.
—Dudo que sea así en esta ocasión. Realmente me dijo cosas que me estaban pasando y es mejor que me diga la verdad.
—Y —canturreó— la verdad es que no te pasa nada. Es pura imaginación. No sucede nada. Ya vas a ver. —Se cruzó de brazos. Bajó la mirada por un momento con tristeza al recordar los mensajes.— Nico, ¿realmente me crees?
—¿A qué te refieres?
—Digo, después de que hablarás con Dylan, ya no te me acercas como antes. ¿Qué te dijo de mí? Quiero saberlo para mostrarte que no es cierto.
—No te preocupes por eso... En realidad, hasta ahora has tenido la razón en todo. Me alivia poder confiar en ti, pero... —titubeó.
—Dilo. Nico, por favor, dilo.
—No estás siendo compresivo conmigo —admitió. Suspiró y desvió la mirada hacia Mortadela—. Fuimos novios, pero no lo recuerdo. A veces siento que me asfixias con eso. Lo siento, en verdad, lamento no poder recordar nuestra relación, pero te he pedido que seas comprensivo y entiendas que no es sencillo para mí. No puedo corresponder a tu afecto tan rápido.
—Si tan solo me dieses una oportunidad. Te lo he dicho desde el inicio. Una. Tan solo una oportunidad.
—Puedo dártela. —Alzó la mirada hacia él. Esbozó una pequeña sonrisa— Vayamos a lugares donde tenga un momento especial de nosotros, háblame de cosas que solo yo sepa de ti y pasemos un rato juntos dedicado exclusivamente a recordar. James hizo lo mismo y recordé muchas...
—Yo no soy él —interrumpió enfadado—. Me molesta que me compares con James. Trato de recuperarte a mi modo. Intento enamorarte de nuevo, como antes. Es la oportunidad que quiero, que me dejes invitarte a pasear y ser cariñoso contigo. Apuesto a que si te dejases, te sentirías bien.
—Hablaremos de eso más tarde —concluyó. Se levantó de la cama y pasó por su lado—. Te veré luego. Iré con el doctor. —Salió del cuarto.
—Te dirá que no pasa nada, siempre sucede igual —exclamó levantando la voz.
Luis salió de la casa revisando su celular. Tom no llegaría aún por lo que tendría un poco de tiempo para idear algo. Esperó cerca de un árbol a que Esmeralda y Nicolás se marcharan de la casa, en ese momento, su celular anunció la entrada de una llamada.
—Will, ahora no —murmuró. Conectó las manos libres y contestó—. ¿Es urgente? Estoy muy ocupado ahora. —Se colocó de puntillas para alcanzar a ver al par de hermanos saliendo por la puerta.— Sí, está bien, puedo hacerlo, pero a cambio hazme un favor.
Tom estaba durmiendo en su cama completamente estirado a lo ancho de la misma. Llegó de la Academia por la mañana y solo tocó el colchón quedándose profundamente dormido. No obstante, su madre lo sacudió violentamente hasta despertarlo. El pelirrojo entrecerró los ojos viendo con dificultad a su progenitora, a causa del gran sueño que tenía.
—Al menos, quítate el uniforme. —Se cruzó de brazos.— Solo tienes el fin de semana para descansar, lavar tu ropa y visitarme. Por ti, solo dormirías, así que, quítatelo para que lo mande a lavar.
—No, está bien. Puedo hacerlo —balbuceó somnoliento—. No debo dormir más. Tengo que ver a un amigo.
Su celular sonó con una peculiar melodía. Su madre no la comprendía, pero Tom se reincorporó y tomó su celular al escuchar la Marcha Imperial. La pantalla anunció la llamada pérdida, y casi al mismo tiempo, un gran número de mensajes.
—¡¿Quién te está mensajeando?! —preguntó sorprendida.
—Jimmy —respondió en voz baja.
James había mandado varios mensajes que finalmente se enviaron, cuando su celular se conectó a una red WiFi. Fotografías, audios, direcciones y el último de ellos era una petición, Tom se alarmó al leerlo.
"Cuídalo, por favor".
—Tom —llamó su madre con preocupación. Lo abrazó al verlo llorar, estaba hiperventilando.
—No puedo perderlo —tartamudeó—. No a él. ¿Cómo debería interpretar esto, mamá? —Le mostró el mensaje.— Él es quien debe estar aquí con Nico, no yo.
—Tranquilo. —Tomó su rostro entre sus manos.— Revisa todos los mensajes. Tal vez te está advirtiendo de que alguien se le va a acercar y que, estés preparado para ese momento.
—Quédate aquí conmigo, por favor. —Suspiró intranquilo.— Si encuentro algo que no quiero, sé que no seré tan fuerte para afrontarlo solo.
—Respira hondo, Tom. No dejes que tus pensamientos te nublen el juicio.
Comenzaron a revisar los mensajes cuando el pelirrojo logró calmarse. Las fotografías eran de los autos y las matriculas respectivas, algunos lugares en donde se encontraban; todas y cada una de ellas tomadas disimuladamente. Las direcciones indicaban que se estaban alejando del país, cada vez más lejos hasta que encontraron un punto final, Salomón los había llevado a Grecia. Los audios reproducían las conversaciones de Salomón con algunas personas mencionando futuros planes para la compañía. James estaba siendo amenazado para avanzar los deseos de su progenitor. Tom amplió la mirada con sorpresa al escuchar a Tiberius en los últimos audios, aun más, porque este se percató de que James estaba grabando.
—No deberías de grabar las conversaciones de las personas, es deshonesto —exclamó infantil—. Oh, James. Tu vida realmente está desgraciada desde la última vez que nos vimos. Salomón se está volviendo un hombre aburrido, monótono y un cliché barato. —Suspiró con pesadez.— Justamente ahora voy a hablar con él. ¿Te gustaría saber lo que hablaremos? Préstame tu celular y Jonathan grabará, porque a mí no me gusta jugar sucio.
—¿Cómo es posible que lo esté ayudando a espiar a su padre? —inquirió su madre.
—Mi primo me dijo que padece un trastorno de personalidad. Leí un poco de eso —admitió con seriedad mientras reproducía el siguiente audio—. A veces, las personas de las que dependen se vuelven una decepción y las odian al punto de alejarse. Siento que Tiberius aún conserva un poco de cordura para reconocer su trastorno y sus derechos.
—Mi amor, aquí estoy —exclamó Tiberius con emoción—. No me he sentido solo desde que me regalaste tu ojo, gracias —expresó con regocijo—. ¿Qué necesitas de mí?
—Quiero que le borres la memoria a James —ordenó apagado—. Cometí un grave error. Nunca debí pedirte borrarle los recuerdos a Nicolás, era a James. Hazlo mañana por la noche, después de la fiesta.
—¿Qué? ¿Fiesta?
—Tengo que remediar este problema, Tiberius. Organicé una gran fiesta en este lugar para todos mis socios, empleados y futuros aliados. Necesito que confíen en mí antes de que mi cara salga en algún noticiero. Nadie se atreverá a lastimarme si tengo a cientos de miles de personas de mi lado y eso, es lo que planeo hacer mañana. Quiero que conviertas a James en un buen chico.
—Oh, Salomón. Un infante de nuevo —refunfuñó—. No tengo más opción que obedecerte fielmente, pero trata de conseguirme amigos que valgan la pena. No me estoy divirtiendo —confesó afligido.
—¡No me interesa! ¡Tú me obedeces y es todo lo que debes hacer!
—Quédese quieto —ordenó Jonathan.
—No le dispares —pidió Tiberius balbuceante, decaído y sollozando—. Salomón solo está teniendo un mal momento. Ya verás que se le pasará cuando tenga su empresa estable.
—Deberías de reeducar a tu sabueso —gruñó Salomón—. Si me vuelve a amenazar, personalmente lo asesinaré... Tiberius, pídele que salga. Tengo que hablar contigo en privado.
—No entres en pánico —susurró Jonathan—. Dejaré el celular en tu bolsillo, pero no hagas ningún movimiento.
—Mamá, por favor, llama a mis tíos —pidió Tom con amabilidad—. Esto es información importante y necesito que estén aquí para que inicien con lo que deban. Jimmy está en peligro, no sé si hoy es el día en que le borrarán la memoria o no, pero es crucial empezar ya.
—Está bien —exclamó orgullosa de su hijo, quien se veía como su padre en ese momento—. Continúa escuchando sin mí.
El silencio duró bastante, como si Jonathan hubiese demorado en ocultar el celular en Tiberius. Se escuchó una puerta cerrarse y varios pasos en eco. Una vez más, reinó el silencio en breve siendo roto con una bofetada y los quejidos de Tiberius.
—Me abandonaste en La Esperanza —reclamó Salomón con molestia—. Este ojo no es el de James. ¡Es falso! Dejaste todos esos documentos en tu casa y ahora los tiene la policía. Dame una buena razón por la que no debería matarte ahora.
—Porque me necesitas —respondió seguro, pero herido—. No importa a cuantos cirujanos amenaces, ninguno hace tan buen trabajo como lo hago yo. Aquel ignorante terminó matando a ese pobre agente de la FBI, cuando solo pediste que te diera información. —Su llanto se hizo presente.— ¡Yo te amo y tú eres tan desconsiderado conmigo!
—Tú no puedes amar —objetó con burla—. ¡Estás enfermo! ¡Loco! Incluso si fuese cierto, yo no te amo. Me repugnan los homosexuales.
—Me necesitas. Admítelo —pidió suplicante—. Yo te creé, Salomón. Me hice visible ante ti, porque lo quise; y tú, me imitaste para que Alba te viese. No serías alguien sin mí. —Su voz se torno grave, sin ese toque infantil.— Yo represento todo lo que no eres capaz de cometer. ¿Sabes por qué? —preguntó ronco y con una profunda voz tétrica.— Porque te hacen falta huevos para hacerlo sin chillar.
—Tienes coraje por hablarme así, insolente. Recuerda que estoy armado.
—Dispara —exclamó divertido sin dejar ese tono de voz actual—. ¿Qué esperas? Oh, no me digas. ¿Te diste cuenta que es verdad? Me necesitas. No eres nadie sin mí. Necesitas que alguien le borre la memoria a tu hijo. Dependes más de mí que yo de ti. —Sus cuerpos chocaron soltando el aire.— Yo solo quiero que me veas, me ames, me des amigos. Te necesito tanto para satisfacer mis necesidades humanas de cariño. ¿Tú? De ser posible, hasta me necesitarías para bañarte. Salomón —susurró— ¿Quién es más dependiente ahora?
—¡Apartate! ¡Eres un lunático!
—Salomón... —Rió por un momento regresando su amable voz infantil.— Que cara tan divertida, mi amor. ¿Te comió la lengua el gato? Sí, retoño; como te decía, estoy hablando en serio. Ya no quiero amigos infantiles, o terminamos. Quien pierde a Tiberius Black, lo pierde todo, mi amor. Mejor hazme caso.
—¡Enfermo! —Se escuchó su voz a la lejanía.
—No rompas mi corazón de miel, Salomón —aconsejó con ternura—. Nadie sale ileso de los aguijones.
Tom cubrió su boca al escuchar el audio, porque significaba que su primo estaba muerto. Los siguientes minutos eran Tiberius llorando con Jonathan diciéndole todas las cosas malas que Salomón le dijo, Jonathan lo ayudaba a calmarse. Tom reprodujo el último audio que quedaba, el cual duraba menos. Tiberius estaba hablándole a James y explicándole lo que Salomón le ordenó.
—Voy a castigarlo —admitió apagado—. Es inhumano jugar con los sentimientos de un pobre hombre enamorado. Me dolió. James, tú me ayudarás.
Fue el final del audio. Tom suspiró al saber que no habrían más audios. Al revisar la hora se dio cuenta que estaba llegando tarde para hablar con Nicolás, pero al no ver respuestas por su parte le dio a entender que no estaba demorado. Por fortuna, porque estaba decidido a quedarse con sus tíos y aprovechar la información de los mensajes para comenzar la búsqueda y rescate. Tiberius los había ayudado, porque esos audios con la voz de Salomón serían una buena evidencia.
Luis observaba detenidamente a Nicolás. El menor aceptó la invitación, pero después de ser recibido por el personal en el restaurante, no había vuelto a sonreír. Luis bebió un poco de la malteada mientras esperaba a que él hablase. Llegó la comida, los meseros bailaron, Luis terminó acabándose la malteada de galleta y Nicolás no había hablado. Eso lo desesperó al ver en su expresión que estaba mal.
—¿Me dirás qué te pasó? Te ves terrible.
—Nada —respondió desanimado—. Simplemente, tuviste la razón de nuevo. No tengo nada.
—Deberías alegrarte, ¿no? Estás sano.
—Me siento mal —confesó con una pequeña mueca—. Me dices las cosas, pero soy tan inseguro y desconfiado que no te creo para que al final, tengas exactamente la razón.
—No pienses en eso. Estoy feliz de saber que estás bien. —Extendió su brazo por la mesa hasta tomarla la mano al contrario.
—Eres un chico asombroso —halagó con una pequeña sonrisa—. No sé cómo alguien como tú, pudo salir con alguien como yo.
—Nico, eres asombroso, creativo, inteligente, atractivo, cariñoso y el niño de mis sueños.
—¿Lo dices en serio?
—Me vuelves loco —respondió con una sonrisa—. Nunca te abandonaré, aunque me demoré en volver a enamorarte, sé que un día me verás de la misma forma en la que te veo a ti.
Nicolás observó fijamente a Luis con la mirada brillante. Fue un gesto bastante dulce. Dejó a un lado sus preocupaciones para disfrutar del momento a su lado. Para Nicolás, sus amigos estaban siendo muy duros con Luis, cuando este solo mostraba comprensión, ternura y una genuina preocupación hacia él. No veía esa manipulación de la que le advirtió Dylan.
Luis llevó a Nicolás a su casa. Para ello tuvieron que tomar un bus por media hora, luego caminar y Nicolás no estaba hecho para eso. Luis lo tomó de la mano mientras pasaban entre la multitud de personas que compraban, vendían y caminaban por el lugar. Todo estaba tan saturado de gente que Luis se aferró de Nicolás para que no se perdiera.
Los vendedores terminaron manoseando al pobre con tal de que hiciera caso a sus ofertas y pudiesen venderle algo. Nicolás no estaba acostumbrado al contacto físico, por lo que se sobresaltaba con cada toque de los vendedores y sus apodos tan vulgares para llamarlo.
Finalmente llegaron a una colina, subirían por ella y llegarían a la casa de Luis. A la mitad, se detuvieron cuando Nicolás pidió un descanso por lo agitado que se puso. Luis tuvo que cargarlo en su espalda a ver que las piernas del contrario temblaban demasiado y pronto se caería. Llegaron a su casa la cual estaba escondida en un pequeño camino de tierra. Tenía dos pisos, una terraza y mucho espacio. Entraron para encontrarse con una total oscuridad a causa del garaje, donde había un auto en reparación; el pequeño espacio estaba lleno de objetos difíciles de distinguir en la oscuridad. Avanzaron por el lugar hasta llegar al corredor, al final de este, habían unas escaleras.
Nicolás se sorprendió del amplio lugar que era muy distinto a su hogar. Habían muchas cosas acumuladas en esquinas, podía distinguir canastas, una lavadora, ropa y juguetes. De un lado a otro colgaban sogas, donde tendía la ropa mojada. A Nicolás le dio una rara sensación estar allí, más porque nadie sabia que estaba con Luis. Subieron las escaleras llegando frente a un cuarto.
Luis se quitó los zapatos lanzándolos a un bulto con más de ellos. La alcoba era espaciosa, con una cama matrimonial, roperos y muchísimos objetos como antes; ropa, zapatos, juguetes, pantalones, libros viejos, algunos platos y vasos, entre otras cosas.
—Ven aquí —exclamó relajado. Se recostó en la cama y lo observó sonriente—. Veamos televisión.
En una de las paredes estaba un gran televisor en un soporte instalado al cemento. Nicolás se acercó penoso y se sentó en el colchón. Sintió en sus costillas un pinchazo haciendo que volteara a ver a Luis.
—Quítate los zapatos y ven. Acuéstate a mi lado.
Con un poco de lentitud, obedeció. Tomó su distancia en la cama, pero Luis la cortó reposando la cabeza en el abdomen de Nicolás. Encendió la televisión y se puso a buscar un canal. Nicolás se impresionó por tenerlo tan cerca de él, no obstante, estaba incómodo al no tener una buena posición en el colchón. Decidió no decir nada para no incomodarlo, ya que, era un invitado después de todo.
Luis encontró una película de Disney lo que llegó a emocionarlo de gran forma. Nicolás intentó moverse muy poco durante toda la película, escuchando los comentarios del contrario y sus escenas favoritas.
—Nico, estás temblando demasiado —comentó neutral con la mirada al televisor.
—Lo siento, no sé cómo dejar de hacerlo.
—Ven. Cambiemos —sugirió. Se hizo a un lado apoyándose contra la pared y acomodó la cabeza de Nicolás en su regazo—. ¿Mejor? Solo relájate —exclamó amable.
Nicolás se durmió cuando Luis comenzó a acariciarle la cabeza. Luego de una hora y media llegó un hombre a la casa, que al ver a Nicolás, se asombró.
—¿Qué hace él aquí?
—Lo invité —respondió con dulzura—. Es el niño más lindo que haya conocido en mi vida. Míralo. Es hermoso.
—Bueno, déjalo allí. ¿No quieres una cerveza?
—Después —respondió sereno mientras arreglaba los mechones del menor—. Quiero disfrutar este momento. Él está confiando en mí. Déjame ser feliz ahora. Me lo merezco.
Luis dejó a Nicolás a la parada de buses, después de que despertara asustado por una pesadilla que tuvo. Se disculpó por haberse dormido a lo que Luis no tuvo ninguna queja o problema. Se despidieron al ver que se estaba acercando el bus.
—Nico.
—¿Sí? —preguntó atento.
—¿Me estás dando una oportunidad? —expresó con ilusión.
—Supongo que sí —respondió con una pequeña sonrisa—. Hoy fue un buen día. Gracias por invitarme.
—Así será siempre a mi lado. Yo solo puedo darte amor, compresión y mimos.
—En serio —exclamó alegre. Lo abrazó con suavidad—. Gracias por estar aquí.
—Ya verás que a mi lado todo estará bien. —Le correspondió con fuerza.
Nicolás se despidió desde su asiento con un gesto de la mano. Luis se quedó allí hasta que el bus se alejó de su campo de vista. Estaba sonriendo ampliamente y su alegría aumento enormemente con solo recordarlo. Finalmente, lo estaba consiguiendo, aunque el tiempo avanzaba lento.