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Chapter 19 - Cap. XX

ʚ La fragilidad de la confianza ɞ

El jardín florecía con abundantes y hermosos narcisos amarillos. Los únicos que habían sobrevivido del resto de flores que se encontraban. James estaba frente a ellas dándole la espalda a la mansión. Con mucho cuidado acaricio los pétalos, observándolas inexpresivo y temblando por el dolor. Se negaba a tomar el medicamento, a comer o realizar cualquier actividad donde estuviese Salomón.

Tom llegó con un bolsa de papel que contenía una crepa dulce de fresas. Se acercó quedando a su lado, pero este continuó con la vista clavada en los narcisos. No fue hasta que el pelirrojo lo sacudió un poco, que se volteó asintiendo como un saludo.

—Jimmy, te traje una deliciosa... —Él negó. Tom bajó la mirada.— Tienes que comer algo, cualquier cosa. Quiero decir... Entiendo lo mal que la estás pasando. No es mi intención obligarte a cambiar de actitud, pero creo que a Nico no le gustaría verte mal.

James apartó la mirada colocándose de cuclillas. El resto del jardín estaba marchito, seco y sería un milagro si volvía a germinar cualquier planta en esa tierra. Salomón lo había conseguido. James estaba deprimido, sumiso y vulnerable; obedecía a las reglas, no salía de la mansión, continuó en la carrera establecida y ya no mostraba ninguna emoción.

—Lo siento —se agachó apoyando la mano sobre su hombro—. En verdad lo lamento. No pude salvarlos a ambos.

Tom se levantó al ver que era inútil hablar con James. Si él se encontrase en su misma situación haría igual. Perder un ojo, la voz y al amor de tu vida en el mismo día no tendría la fuerza que James presentaba ahora.

Ingresó a la mansión con las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Buscó a Salomón por todas las habitaciones hasta encontrarlo en su salón de juegos. Tom sentía en su interior el deseo de que la justicia castigara a ese hombre, porque él sabía todo lo que había hecho. Su furia iba en aumento mientras se acercaba.

—Juro que te voy a atrapar —amenazó gruñendo—. Irás a prisión, aunque sea lo último que yo haga. No permitiré que vuelvas a dañarlos de nuevo, desgraciado infeliz.

—Me gustaría verte intentarlo.

Mientras tanto, Nicolás se encontraba en el jardín de su casa quitando la maleza y cuidando de las flores. Ya había hecho casi todos los labores que le ordenó su madre y estaba feliz de poder ayudar en la casa. Luego de escuchar la terrible persona que era se sentía agradecido de tener una nueva oportunidad de mejorar las cosas, ser una mejor persona y poder enorgullecer a su familia. Se sentía ansioso por acabar para que su madre viese el gran trabajo que había hecho.

Su padre llegó del trabajo viendo al menor sudado, cubierto de tierra, pero contento. Saludó antes de entrar a la vivienda encontrándose a Paul con el celular que le habían regalado a Nicolás y a su esposa recostada en el sofá.

—¿Y la cena? —Inquirió más tarde, después de haberse cambiado y aseado.

—Nico no la ha hecho aún —respondió su primogénito con la mirada pérdida—. Le falta todavía limpiar los baños. ¡Nicolás, termina con el jardín! ¡Papá ya tiene hambre!

—¡Ya casi acabo! —Informó el menor.

—Que lindo —exclamó molesto—. No sabíamos que teníamos criado.

—No le hables así a Paul —intervino su esposa—. El pobre viene todos los días cansado de la universidad y yo necesito un descanso. Nicolás ya está grande y tiene que aprender. Se acerca la graduación de Paul, así que, siento que es una buena forma de recompensarlo. ¿Qué ha hecho Nicolás? Nada. Nada hace.

—Lo intenta —objetó arrebatándole el celular a Paul. Arqueó una ceja revisándolo—. Es de Nicolás. ¿Por qué lo tienes?

—Yo le dije que...

—Estoy hablando con Paul —interrumpió—. Tiene boca para responder solo. Ahora dime —volvió la mirada hacia él— ¿qué haces con su celular?

—Él no lo necesita —se encogió de hombros—. Papá, Nicolás te ocultó que era gay. Allí tenía todos los mensajes que se mandaba con un chico rico. —Exclamó entre risas.— A saber qué "favores" especiales le hizo para tener ese celular.

—¿Lo ves? —Su mujer se levantó viendo fuera de la ventana.— Siempre ha sido una vergüenza. No hace nada, tiene pésimas calificaciones, se metió en problemas; ahora no recuerda nada, es inservible y resulta que terminó siendo un gay. ¡Qué hijo tan maravilloso! —Soltó con sarcasmo.

Nicolás se quedó observando las flores luego de escuchar la discusión. Creyó que estaba haciendo las cosas bien, pero solo resultaba un esfuerzo en vano. El no recordar todo el daño que hizo a su familia lo desanimó. Ellos tenían paciencia dejándolo quedarse en la casa, si era una terrible persona. Supuso con las palabras de su madre, que no importaba cuánto hiciera eso no podría recompensar el daño hecho.

Terminó rápidamente para entrar e irse inmediatamente a la cocina a preparar la cena. Durante todo ese tiempo su padre no había dicho nada, inclusive se había retirado de la sala.

Una vez lista la comida su progenitora le negó al menor la cena, no mientras su padre estuviese en la mesa. Pidió que fuera a la pulpería a comprar los ingredientes para el almuerzo de mañana. Nicolás no vio a su padre esa noche, simplemente las lágrimas se escaparon durante el camino por las calles. ¿Qué clase de monstruo había sido en el pasado? Intentaba ver el lado positivo. Una nueva oportunidad de vivir, remendar sus errores y ganarse nuevamente el amor de su familia.

Le costaría muy probablemente, sin embargo, estaba motivado a conseguirlo. No quería que sus padres discutieran todas las noches, ni que su hermano tuviese que ser regañado por su padre, cuando este era el mejor. Tenía que darles orgullo, así como lo hacía Paul.

Catorce de febrero. El día de San Valentín, donde la mejor idea para obtener dinero sería vender condones fuera de los hoteles y moteles de la ciudad. Aspirando a grandes amores o terminándolos antes de haber llegado a la fecha. Celebrando la amistad o quedándose en casa a dormir horas extras, porque también contaría el amor propio.

Nicolás traía una caja de chocolates para Luis ya que Dylan le contó que él estaba resentido por su cumpleaños. Para esa fecha, Nicolás recordaba más cosas de Luis logrando darse cuenta de que era cierta la relación mencionada. Se sentía feliz de ir avanzando con su terapia para la memoria y los grandes avances que presentaba. Los dolores de cabeza, fiebre o percepciones fantasmas estaban disminuyendo.

Luis se sorprendió cuando Nicolás le entregó la caja. El menor esbozó una gran sonrisa, la cual le hizo ruborizarse.

—Lo siento por no haberte dado nada en tu cumpleaños. Recuerdé que te gustan los chocolates y ahorré para comprarte la caja más grande.

—Gracias. —Lo abrazó con fuerza.— Sabía que si no lo recordabas ese día, lo harías pronto. Me alegro mucho de que estés progresando.

—Sí... —Se separó desviando la mirada.— Quiero que seamos amigos, ¿sí? —Alzó la vista.— Tal vez fuimos novios antes, pero no me siento seguro todavía de si soy gay.

—Oh, entiendo. —Se desanimó con rapidez.

—No, por favor, no te pongas triste. —Sonrió un tanto nervioso.— Eres un buen chico. No dudo de que más adelante podríamos volver, eres tan amable conmigo.

—Es porque te amo.

—Luis, lo siento. No siento lo mismo, no ahora. Supongo que mis sentimientos por ti siguen perdidos.

—Eso no me importa —lo empujó de los hombros, acorralándolo contra la pared más cercana—. Si tengo que volverte a enamorar, lo haré. Quiero que estemos juntos. Sé que decírtelo ahora te podría confundir, pero no te imaginas lo mucho que te amo. Al menos, lo tendrás en mente. Aquí voy a estar para ti.

—En verdad, lo lamento. —Concluyó antes de separarse.

Era la primera vez que alguien se le acercaba de esa forma. Sus mejillas se sonrojaron por tenerlo tan cerca. Luis parecía bastante serio, aunque seguro de sus decisiones. Pensaba en la posibilidad de quererlo de la misma forma, sin embargo, algo se lo impedía. Podría estar sonrojado por la impresión tan fuerte, segura y confiada que le dio, pero no sentía nada más que amistad hacia él.

Durante las clases Nicolás podía notar que Luis lo observaba demasiado. Sentía pesar de no recordarlo de la forma tan romántica, como él se presentaba enfrente suyo. A pesar de sentirse intimidado por su expresión seria y de saber que estaba siendo constantemente observado, no le decía nada al respecto. Entendía que a lo mejor, Luis lo extrañaba y no podía hacer nada más que ver sin tocar. Él era muy amable con Nicolás comprándole la merienda en el segundo recreo, ayudándolo con las materias, dejándolo hasta la puerta del autobús y conversando en las horas libres; donde solo eran ellos dos sin incluir a Dylan o a Helena. Nicolás siempre se sentaba en la esquina, que Luis apartaba para mantenerlo allí.

Dylan en más de una ocasión quiso hablar con Nicolás para advertirle lo que estaba pasando. Se dio cuenta que Luis era un manipulador y lo que estaba logrando era aislarlo de todos. Fallaba constantemente, porque Luis no faltaba ni un solo día y lograba con gran victoria apartar a Nicolás del resto. Logró hablar con Helena, quien se sintió bastante herida al saber que fue utilizada y que Tom tuvo la razón con respecto a dar atención. Terminaron, pero Luis no sentía ningún dolor al hacerlo. Dylan y Helena se habían juntado para planear de alguna manera rescatar a Nicolás.

Ese día, Luis dejó solo a Nicolás al final de clases. Fue un error. Dylan aprovechó la oportunidad para decirle que tenía un problema en su casa y quería que lo acompañara. Nicolás lo siguió afuera del instituto luego de avisarle al chofer que no tomaría la ruta ese día. Al salir, Helena estaba subiéndose a una cucarachita azul, pero fue detenida cuando Dylan la llamó. Tom bajó del auto con sorpresa al ver a Nicolás.

—¡No, por favor! —Nicolás se cubrió con los brazos.— Lo lamento, sé que no te recuerdo, pero no me abraces de nuevo.

—Lo siento —se disculpó el pelirrojo—. No volveré a hacerlo.

Durante los primeros días, Tom no había aceptado la amnesia de Nicolás. En cierto punto, lo abrazó varias veces llorando y gritando los momentos que vivieron juntos. A pesar de no ser muchos quería que lo volviese a recordar. Nicolás quedó un tanto afectado por los abrazos, Tom lo desorientaba.

Tom lo observó con nostalgia luego de saber las recientes noticias. El chico que miraba belleza, las expresiones de otros y sonreía animando a cualquiera estaba perdido. Ese no era su Nicolás. Lo notó más sumiso, inexpresivo y enfermo. Las marcadas ojeras le daban una idea de que él tampoco la estaba pasando bien.

—¿A dónde van? —Inquirió relajado.

—A mi casa —respondió Dylan haciéndole una señal a Helena con la mirada—. Tengo un problema que quisiera resolver con ayuda de Nico.

—Podemos llevarlos —sugirió Helena dándole unos discretos codazos a su primo—. Un amigo nos está llevando.

—Oh, sí —asintió Tom con la mirada amplia al entender lo que pasaba—. Vamos, vamos. Insistimos en darles aventón.

—Ah, está bien. —Comentó Nicolás confundido por las grandes sonrisas que tenían los presentes.

—Aquí, vamos. —Le abrieron paso para que avanzara. Tom estaba detrás de él.— Allí, con esa cucarachita.

Nicolás caminó al frente dirigiéndose al auto mientras los demás lo seguían. Dylan y Helena tenían la esperanza de que al ver a James podrían hacerle recordar algo. Nicolás se quedó frente a la puerta, esperando a que los demás llegasen. Para sorpresa de Tom, James no estaba adentro.

—Hijo de... —Suspiró. Intentó mantener la calma observando a los alrededores.— Suban a la parte de atrás. —Abrió la puerta jalando de una palanca para bajar el asiento.— Tú no, Nico. Atrás ya está lleno. Te irás en mi regazo.

—Sin abrazos. —Pidió amablemente.

—¡Jimmy! —Gritó feliz al verlo cruzar la calle llevando consigo una bolsa de pan. Alzó a Nicolás en el aire.— ¡Mira!

—¡Por favor, suéltame! —Gritó Nicolás al ver lo alto que estaba del suelo.

James se quedó paralizado al verlo. Su corazón se aceleró. Caminó despacio hasta llegar del otro lado del auto, su rostro finalmente se había relajado expresando varias emociones. Su labio inferior tembló, sentía la respiración agitada y en el ojo se le acumulaban las lágrimas.

Tom se subió de primero tratando de convencer a Nicolás de que ya no lo volvería a abrazarlo. Tuvo que prometérselo para conseguir que se sentara en su regazo. Nicolás se encontró con la mirada de sorpresa en James, él también se sorprendió. Un joven de rostro hermoso, usando un parche verde del mismo color que su ojo visible, con labios gruesos y vistiendo formal. Se llevó las manos contra su estomago al sentir una peculiar sensación. ¿Quién era él y por qué le resultaba familiar?

James apartó la mirada con la misma sorpresa que tenía. Estaban en el mismo auto, pero no podía hablar. Condujo con la ayuda de Tom para guiarlo por el lado ciego que tenía. Nicolás observaba a James continuamente, porque deseaba recordarlo. Su imagen había sido una gran impresión por lo que estaba casi seguro, de que era una persona importante en su vida.

Tom, Dylan y Helena miraban en silencio  sintiendo una tensión en el ambiente. Esperaban el momento en que Nicolás lo recordase y pudiesen terminar con los planes de Luis. Por mucho que lo viese no recordaba nada, a excepción de los momentos que creía suyos con Luis, cuando la verdad eran al lado de James. Su mente estaba revuelta con varias imágenes, pero no asociaba al conductor con ellos.

Llegó el momento de bajar frente a la casa de Dylan. Agradecieron el viaje y el auto continuó su trayecto. Tom sacó la cabeza por la ventana para hacer el grito de la guerrera. Nicolás sintió que su cabeza se había desgarrado.

—Nico, ¿qué sucedió? —Preguntó Dylan.

—Xena... —Se cubrió las orejas. Soltó un pequeño quejido.— El auto... Se llama Xena. Dylan, ¿quién era él?

—Tu mejor amigo de la infancia. —Respondió con lo que sabía.— Los dos estaban en el mismo lugar, cuando los secuestraron. ¿Estás bien?

—Me duele mucho. —Se reincorporó volviendo la mirada a su amigo.— ¿Me darías un vaso de agua? Siento que todo me da vueltas. Necesito descansar un poco.

—Sí. Entremos. Tengo mucho qué contarte.

La casa de Dylan era muy grande llena de escalones, con pocas habitaciones y con sogas colgando de un lado a otro a modo de tendedor para la ropa. Algunas de las prendas acababan de ser lavadas y caían algunas gotas de agua sobre los dos.

Tomaron asiento en un sofá que se encontraba en el patio, con los resortes salidos. Una pequeña gata se acercó maullando. Tenía un par de ojos verdes, con pelaje gris trigreado y el labio inferior dañado. Se veía desnutrida, débil y hambrienta. Dylan le entregó una rodaja de mortadela con la que se entretuvo un rato.

—Ella es Mortadela, te habrás dado cuenta del porqué —comentó tomando asiento al lado de Nicolás—. La encontré hace dos días, pero mi tía no quiere que viva aquí. Recordé que a ti te gustan los gatos y pensé que tal vez podrías cuidarla por mí.

—Se ve muy mal.

—Lo sé. Me duele verla así, por eso quiero que esté con alguien que la va a querer mucho y confío en ti.

—Creo que mi mamá no me dejará tenerla, pero la cuidaré muy bien. Es tan linda.

—¿De verdad puedes con ella?

—Sí. Me gustaría tener una amiga en la casa. —Esbozó una sonrisa apreciando a la felina.

—Nico...

—¿Sí? —Volvió la atención sobre Dylan.

—Se me hace difícil decirte esto, porque creí que era mi amigo —exclamó con tristeza.

—¿Qué sucedió?

—Luis es un manipulador. Se está victimizando para hacer sentir mal al resto.

—Bromeas, ¿no? Es... imposible —exclamó anonadado—. Él ha sido muy amable conmigo. Me ha ayudado mucho.

—Fíjate bien en sus acciones a la próxima y notarás que es verdad. Nico, eres mi amigo. Solo no quisiera que te haga daño, es todo.

—Él me dijo que había sido mi novio —comentó desanimado—. ¿Realmente estás seguro? Puedo recordarlo. He tenido muchos recuerdos borrosos de un novio y cuando me lo dijo sentí que era él.

—Debe ser mentira. Está usando tu amnesia en contra tuya.

—No puedo creerlo. —Bajó la mirada.— Tal vez tenga una nueva oportunidad de corregirme, pero ahora siento que no puedo confiar en nadie. Ni siquiera en mi propia mente.

—Existe una persona con la que puedes contar siempre y ese era tu amigo, James. El conductor de hace poco.

—Ni siquiera puedo recordarlo. —Cubrió su boca.— Debe sentirse mal.

—Procura pensar en cómo te sientes tú, Nico. Últimamente, te preocupas más por otros que por ti.

—Necesito descansar. —Admitió en voz baja.— Esto es demasiado.

Esa tarde, Nicolás y la pequeña Mortadela estaban en el jardín para que se acostumbrara a su nueva casa. El camino en el bus fue vergonzoso puesto a que la felina maullaba sin cesar. Todos los pasajeros hacían comentarios del animal, algunos niños imitaban el sonido y una señora le contó del fallecimiento de su loro, Pancho. Iba a ser la primera y última vez que viajaría en bus con un animal.

Su padre fue el primero en llegar a la casa dándose la sorpresa de ver a la gata. Nicolás se paralizó con la mirada amplia, cual venado ve los faroles de un auto.

—Feliz día del padre... adelantado —exclamó con una pequeña sonrisa nerviosa.

El señor suspiró relajando los hombros. Estaba muy cansando para lidiar con un gato en esos momentos. Entró a su hogar para descansar, mientras Nicolás alimentaba a la pequeña con un poco de concentrado que pudo comprar en una tienda. Acarició el pelaje de la minina desenfocando la vista. Luis lo estaba manipulando, su madre lo explotaba, Paul le quitaba dinero, su padre no hablaba con él y ya no tenía una idea de en quién confiar.

El mundo se veía gris. Había tanta maldad, crueldad, mentiras, engaños y terribles cosas en la vida. No quería hablar con nadie por temor a ser engañado y estaba dispuesto a quedarse en silencio, pero una voz lo despertó de su trance.

—Dije que nada de abrazos —exclamó con un puchero.

—Solo quiero hablar. —Tom alzó las manos en son de paz.— ¿Podemos?

—Mortadela y yo estábamos pensando en ya no confiar en las personas. —Bajó la mirada hacia la gata.— Tienes suerte, aún tenemos algo de fe en la gente.

—Sé que Luis es un maldito infeliz, pero no deberías de encerrarte por su culpa. —Se agachó observando por la reja que los dividía.

—Estaré mejor sin hablar. No recuerdo mucho, a penas estoy avanzando en mis clases y todos parecen abusar de mi perdida de memoria. No. Ya no quiero vivir así.

—¿Sabes? —Esbozó una pequeña sonrisa.— Cuando te conocí eras el niño más extraño de toda la escuela, porque eras muy fijado. Recuerdo que le diste una tarjeta con dibujos coloreados por crayones a Jimmy en su cumpleaños. —Lo observó fijamente derrochando nostalgia.— Luego te volví a ver y quería seguir burlándome de ese mismo niño, pero al final, siento que terminé enganchado a tu rareza.

—¿Por qué me dices esto?

—Hace poco abandoné mi carrera. Estudiaba arquitectura. —Le extendió la mano con un papelito.— Seré policía para atrapar a la persona que te hizo esto a ti y a Jimmy. Me gustaría que pudieses confiar en mí. Es mi número, por favor, llámame si necesitas alguna ayuda. Realmente me disculpo por todas las veces que me burlé de ti. Empecemos bien ahora, ¿sí?

—No me engañes, te lo pido. —Agarró el papel.— Si lo haces, ahora sí que me voy a quedar callado por siempre.  ¿Un policía mintiendo? Ya no podré creer ni en mi sombra.

—Daré lo mejor de mí. —Sonrió.— También muestra la mejor versión de ti.

—Tom —leyó al principio—. Es muy amable de tu parte, aunque es extraño para mí que hayas cambiado. Digo, antes te burlabas y luego no. ¿En serio no es una broma?

—Nico... —Tomó asiento en el suelo apoyando el mentón sobre la reja.— Soy hetero y tenía una novia. Ella fue muy cruel conmigo, pero yo la quería. Nadie. Cuando te digo que nadie es que ni una tan sola alma había sido buena conmigo, a parte de Jimmy. —Expresó con tristeza en la mirada apartándola del contrario.— Ella tendrá un bebé mío, pero sé que nada la hará cambiar. Estoy contándote esto y me siento vulnerable. Tú fuiste amable conmigo. No pienses que como un perro vagabundo te pedí un hueso, en realidad, sentí que me adoptaste de las calles sin importarte que fuese rabioso. Eras esa persona que ama desinteresadamente. Viste algo en mí con solo fijarte en mi mirada y me trataste bien.

—¿Tú... estás enamorado de mí?

—Aún no lo sé. —Le dirigió la mirada.— Por ahora, solo quiero que vuelvas a ser el de antes y regreses a donde tu corazón te diga que perteneces. Primero, tengo que arrestar al desgraciado que te dejó así. Sé que estarás mejor, cuando eso pase.

—Será un trabajo duro, ¿no? Los policías tienen un largo entrenamiento, ¿cierto? Dylan también quiere serlo y hoy hablamos de eso en su casa.

—Ah —suspiró frotándose la nuca—. Valdrá la pena, lo sé. Mañana me harán los exámenes. No te preocupes —le guiñó con una sonrisa coqueta—. Tengo mis contactos. Nico —llamó con seriedad señalando al papel—, confía en mí.

Tom se marchó después de que la madre de Nicolás llegase ahuyentándolo, creyó que era algún delincuente con ver su colorido cabello. Nicolás guardó el número en su celular, quería darse una oportunidad de confiar en una persona y Tom había logrado convencerlo. Si dependiese de él hacer que una persona confiase no estaría perdiendo tiempo en engaños, manipulaciones o historias falsas. Le daba flojera solo imaginar el trabajo que tenía Luis para engañarlo. Tendría que hablar seriamente con este. No aceptaría más mentiras en su nuevo comienzo.