ʚ Un tornillo faltante ɞ
James estaba leyendo el periódico mientras comía su avena haciendo bastante ruido. Salomón no podía ver desde su asiento, quería estar atento de todo lo que hiciera su hijo para asegurarse de que seguía bajo sus órdenes. Suspiró con pesadez al escucharlo mascar y lo observaba amenazante siendo completamente ignorado por el contrario. Desvió la atención a su esposa, quien se sentaba a su lado y estaba cortando una manzana.
—¿Por qué hace tanto ruido?
—Intenta molestarte —respondió serena y sin abandonar la vista de su fruta—. Después de todo, secuestraste a su novio, lo drogaron hasta pararle el corazón dos veces y lograr que lo olvidara; sin dejar de lado que ya no puede hablar y le falta un ojo. Salomón, te superaste esta vez.
—No lo suficiente si está mascando como una vaca. —Golpeó contra la mesa llamando la atención de su hijo y lo señaló con un cuchillo.— Basta de niñerías y comportate como un adulto. Cómete esa avena adecuadamente y cierra la boca. —James arqueó una ceja mientras tomaba su vaso de jugo para beber a grandes y sonoros tragos.— ¡Basta! —Se levantó furioso de su silla.
—Ya no puedes dañarlo más de lo que ya hiciste, Salomón —exclamó con tristeza—. Tu plan se terminó. No te obedecerá. Ya no más.
—¡¿Acaso quieres que vaya por Nicolás?!
James se levantó derrochando furia al escucharlo hablar. Comenzó a hacer señas muy rápido, pero haciendo las mismas repetidas veces. Salomón no entendía qué le estaba diciendo, pero Alba sí y trataba de hacer que se detuviera.
—¿Qué me está diciendo?
—Fue tu culpa por meter a Nicolás en esto. No pienso traducirlo.
—¡Dímelo! ¡Quiero saber qué me está diciendo!
Alba observó que James se estaba acercando, repitiendo las mismas señas seguro de dar su mensaje a su padre. Salomón estaba desesperándose de verlo. Una vez que los dos estuvieron a un paso de distancia, Salomón intentó detenerlo, pero James se zafaba para continuar hasta que su madre le diese el mensaje.
—"Hijo de puta".
Salomón abofeteó a James cuando Alba tradujo. Sin embargo, el menor se paró firmemente observándolo con seriedad y sin sentir arrepentimiento alguno de lo que acababa de decirle. James bufó varias veces. Los últimos narcisos que crecían en el jardín habían sido arrancados esa mañana y su corbata favorita había desaparecido. Estaba sumamente enfadado con el hombre frente a él y quería mostrarlo de cualquier forma. Nuevamente hizo señas.
—"Sé que Tiberius te abandonó. Estás solo. No te tengo miedo. Saldré un rato a caminar, pero quiero que mi corbata aparezca para cuando regrese a casa. No te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando"... James, por favor, no creo que sea una buena idea... —Sin más que decir se marchó del comedor.— ¡James!
—Déjalo —expresó con firmeza—. Ya me encargaré de él.
—¿Qué más piensas quitarle? —preguntó angustiada.— Ya es demasiado para James no poder hablar. ¿Acaso quieres que se vuelva loco?
—Supongo que ya no me sirve —comentó relajado retomando su asiento—. Habla con él, o lo asesinaré.
—Salomón...
—No seguiré aceptando más obstáculos en mi vida, Alba. Ya no.
En la casa de Esmeralda estaban preparando un pastel de queso. Nicolás no se sentía bien en los últimos días y le pidió a su hermana que visitaran al médico durante las vacaciones, porque no quería arriesgar sus exámenes. Ella decidió enseñarle a cocinar para distraerlo un poco del colegio, lo notaba demasiado estresado por sus estudios.
—Sigue batiendo, yo veré quién es —exclamó risueña.
—Apúrate —expresó con la voz tambaleante por la batidora encendida—. Siento que me vibra todo.
Esmeralda abrió la puerta dándose la inesperada visita de James. Estaba por decir algo gracioso de su parche, pero se abstuvo al ver su expresión melancólica. Casi instantáneamente estaba siendo abrazada por el gran adolescente que le doblaba su altura, él se agachó y se aferró. Necesitaba un descanso de todo.
—¿Te gustaría pasar? —preguntó amablemente. Señaló atrás con el pulgar.— Nico está en la cocina.
—¡Esmeralda, está en máximo! —Gritó tembloroso.
—Muriéndose con una batidora...
Esmeralda fue la primera en ingresar a la cocina para ayudar a su hermano. Nicolás retrocedió lejos de la batidora. No fue una agradable sensación. Se sorprendió al chocar contra James.
—Lo siento, no te vi. —Esbozó una pequeña sonrisa.— ¿Te gusta el pastel?
—Aunque le gustase, esto no estará listo hasta dentro de tres horas.
—¿Tan difícil es hacer un pastel?
—Si quieres que te salga bien, sí.
James se quedó en el jardín trasero mientras los hermanos terminaban de completar el pastel. Tenían un muy hermoso jardín, pequeño, pero más frondoso y lleno de bellas flores. Se sentó en la acera sintiéndose impotente por no haber podido salvar los narcisos, era igual a no haber podido proteger a Nicolás y tampoco haber huido cuando tuvo la oportunidad. Ya no podía lamentarse, estaba hecho. Suspiró mientras se quitaba el parche y lo arrojaba frente a él, hizo lo mismo con la corbata y el saco. No quería nada que le recordase a Salomón. Apoyó su frente contra sus rodillas mientras se tomaba de la cabeza. Necesitaba relajarse y no perder la mente en el odio hacia su padre.
Tal vez, estaba a tiempo. No era demasiado tarde para escapar de la mansión, irse muy lejos y esperar a que Salomón lo persiguiese solo a él. Nicolás no recordaba nada, ¿por qué lo usaría en su contra? Sería más probable que Tiberius regresase para inmovilizarlo nuevamente por meterse con un menor de edad. No obstante, Salomón podría ser un verdadero psicópata para usar a Nicolás como una manera cobarde de atraerlo y capturarlo. No podía arriesgarse a ponerlo en peligro.
Pensando de esa forma, entonces todo estaba terminado para James. Seria imposible tener una vida, si esta le pertenecía a Salomón. Sin opciones, ni una manera de ser libre. Todo bajo el pensamiento avaro de su progenitor, tan obsesivo y peligroso por el poder. Su única opción restante era ceder. La policía no podía detenerlo, Tom podría demorar años y él no quería seguir oprimido bajo una falsedad.
—James. —Nicolás llamó con dulzura. Le extendió un plato con pastel.— ¿Quieres leche? Te lo advierto, combinar ambas cosas hace que quedes dormido por horas, o eso me pasó solo a mí.
El mayor aceptó el plato mientras asentía a la pregunta. Nicolás se regresó al interior de la cocina para ir por los vasos. James se quedó viendo la rebanada por un momento antes de probar un bocado. Sus mejillas se entumecieron por el dulce sabor al que no estaba acostumbrado. Nicolás volvió para tomar asiento a su lado y entregarle su vaso de leche. Se quedó observándolo mientras comía y sonreía por el delicioso sabor del pastel. Para ser el primero que hacia, no le había quedado tan mal como se imaginó.
—Hoy voy a dormir muy rico —expresó risueño—. Esmeralda dice que pareces un pirata con el parche... En realidad, quería invitarte a ir disfrazado para un grupo de niños con cáncer, pero creo que no te gusta —murmuró al ver sus cosas tiradas en el suelo—. Fue imprudente decirlo, lo siento.
James negó mientras buscaba su libreta. Nicolás continuó comiendo y asomaba la cabeza para ver qué escribía. Se cubrió la boca al morderse la lengua de lo distraído que estaba intentando leer las hojas, el contrario sonrió burlón al verlo y le enseñó la página.
"Me encantaría ir disfrazado de Garfio, si a cambio usted es Peter Pan. Sería divertido combatir con espadas. ¿No lo cree?".
—Oh, santos gatitos, es la mejor idea que haya leído... Me mordí de nuevo —balbuceó dolorido—. A los niños les gustará. Hay una niña llamada Wendy, podríamos hacer que el resto sean los niños perdidos. Todos podremos jugar. ¡Es una fantástica idea! —Su emoción se transformó en duda.— ¿Puedes ir? Es este sábado. —James asintió.— Entonces, ven temprano y nos iremos juntos —exclamó nuevamente feliz.
"¿Usted podrá? Se ve cansado".
—Son los exámenes, pero todo estará bien. —Esbozó una sonrisa.— De todas las cosas que he olvidado, me alegro tanto de haber recordado a los niños. Vale la pena si puedo hacer que sonrían...
James sacó un pañuelo de seda. Tomó de la barbilla a Nicolás y le limpió las migajas. Imitó el gesto de reírse al verlo ruborizado, lo había apenado y se percató que ahora comía con más cuidado.
—No quería mostrarte mi lado gato goloso, perdón. —Lo observó fijamente.— Dylan me contó que somos mejores amigos de la infancia. Ahora siento que es verdad. Es extraño, a lo mejor, para ti no, pero yo me siento bien estando aquí a tu lado. —Amplió su sonrisa.— No sabia que eras rico y ahora que lo sé, pienso que eres una persona muy amable. Espero recordarte pronto, y de no poder, volvamos a ser amigos desde el principio, ¿sí? —El contrario asintió.— Iré por más pastel.
Esbozó una pequeña sonrisa al escucharlo, a pesar de que su mirada reflejaba nostalgia. Lo más seguro para Nicolás era no recordarlo, porque ni el mismo James sabia cómo podría reaccionar de recordar todo lo que había pasado. Salomón era un peligro, aun sin Tiberius a su lado. No haría de esta nueva relación de amistad, una amorosa. James no podía permitirse que volviese a hacerle daño y tampoco se quedaría quieto, aunque lo amenazaran con un arma.
Después de comer se despidió para regresar a casa. Fue un momento tan liberador, porque sentía toda esa calidez en el interior del hogar y en Nicolás. Esperaba que al regresar a la mansión Salomón hubiese devuelto la corbata floreada, porque no quería seguir perdiendo más valiosos objetos que le recordasen a Nicolás. Al entrar fue directamente a su habitación a buscar en su gaveta. Suspiró al ver que no había sido devuelta. Salió del cuarto para confrontar a su padre.
El único lugar donde podría encontrarlo sería en su salón de juegos. Estaba acercándose cuando escuchó a su madre gritar y un sonido sordo. Invadió el lugar dándose la sorpresa de que su padre estaba ebrio, armado y a Alba como rehén. Habían muchos documentos tirados en el suelo, al igual que la mesa.
—No te muevas —ordenó apuntándole con el arma, pero luego desvió la mira—, o la asesino.
—Tienes que irte —pidió Alba temerosa—. Vete.
—¿Piensas dejarla morir?
—James, no lo escuches. Él no me matará, no puede. —Salomón retiró el seguro.— Si te quedas... sufrirás. Por favor, sé fuerte y marchate. Estaré bien.
—Hijo —exclamó en calma—. ¿Ves esos papeles? Revísalos.
—¡No lo hagas! James, mírame. No leas los documentos. Todo va a estar bien, pero no lo hagas. Por favor —suplicó entre lágrimas—, huye. Necesito que te vayas. ¡Corre!
James escapó escuchando un disparo a sus espaldas. Desaceleró el paso ante el temor de que realmente lo hizo, pero ya no tendría otra opción más que huir de allí. Le mandaría un mensaje al primo de Tom para pedir ayuda. Por el momento, la casa de Esmeralda podría ser su único refugio.
Salomón tiró a Alba contra el suelo mientras gruñía furioso. Hace un par de minutos atrás había encontrado a su esposa husmeando entre sus cosas para recuperar la corbata de James, pero fue una mayor sorpresa la que se dio al leer los documentos que tenía sobre el escritorio. Salomón reaccionó violento. Estaba revisando la información que habían conseguido de Nicolás, eso era una gran evidencia de su conexión con los sabuesos; pero ese no era el motivo de hacer que James se acercase a revisarlos, pensaba hundirlo emocionalmente con las enfermedades que Nicolás poseía actualmente y de esa forma, llegar a un acuerdo. Salomón le apuntó a Alba quien se cubría con los brazos y temblaba notoriamente. James no regresó a pesar del disparo en falso que tiró.
—¿Quieres mi empresa? —tartamudeó asustada.— Bien, puedes tenerla. Solo quiero que lo dejes en paz. Déjanos en paz, por favor. Nos iremos muy lejos.
—Tú no entiendes nada —murmuró—. Yo tenía un plan, mi más grande orgullo y todo se derrumbó por culpa de ellos dos. No me basta quitarle el ojo, la voz o su novio. Voy a hundirlos en la miseria. Ambos van a conocerme en realidad, quien soy y cómo llegué hasta aquí.
—¡Eres un lunático!
—¡Jamás entenderás por lo que pasé! —Salomón se salió de control comenzando a tirar abajo los muebles del lugar.— ¡No me comprendes! ¡Nadie sabe cuánto sacrifiqué para llegar hasta aquí! ¡Todos son iguales! —Le gritó acercándose frenético.— ¡Viven a cuestas de nosotros! ¡Ustedes los ricos, merecen sufrir!
—Salomón... —exclamó con dificultad. Su esposo la había tomado por el cuello.
—Trabajé tan duro... No voy a dejar que me lo arrebaten —murmuró presionando con mayor fuerza—. Todo mi esfuerzo. Todo mi sacrificio. Tantas cosas que hice por esta empresa. Tú nunca me reconociste hasta que empecé a coquetearte. Maldita perra... ¿Tanto te urgía ser penetrada? ¿Casarte? ¿Sentirte amada? ¿Tener hijos? Te lo agradezco. No hubiese podido engañarte tan fácil sin tu necesidad de sentirte mujer —gruñó. Fue liberando el cuello de Alba escuchándola toser—. Ya no eres nada. Jefa. Madre. Mujer. Nada. Te convertí en un inútil vegetal durante dieciocho años... y puedo hacerlo de nuevo.
Salomón se levantó tambaleante y se retiró del salón. Alba se acarició el cuello mientras buscaba la manera de levantarse. Estaba mareada, dolorida y asustada. Gateó hasta los documentos tirados en el suelo para llevárselos. No quería que James supiese de la información que había de Nicolás, podría derrumbarlo sin mucho esfuerzo, como ella en esos momentos se sentía profundamente herida de saber la verdad. Luego de conocer a Nicolás durante un breve intervalo de tiempo, jamás se imaginó que estaría a nada de morir. Se quedó quieta al ver la fotografía del menor, las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas e hizo un gran esfuerzo por avanzar. Salió de la mansión completamente desorientada. No tenía un lugar a dónde ir.
—Lo siento, Nico —susurró.
Estaba decidida a ir con la familia para revelar los documentos, siguiendo la dirección apuntada. Pediría ayuda, contaría todo lo que sabía y rezaría por una solución. Ese maravilloso futuro se vio opacado con un golpe a la cabeza derrumbándola en el suelo. Salomón observó a los alrededores asegurándose de que nadie haya presenciado aquel acto. Suspiró al ver a Alba retorcerse, le parecía repugnante después de recordar que alguna vez fue una poderosa mujer. La sujetó de las piernas para arrastrarla al interior de la mansión. Salomón realmente ya no iba a aceptar más obstáculos.
James se encontraba recostado en el sofá más grande que tenía Esmeralda, con las piernas colgando del borde y la cabeza en el regazo de Nicolás. Había llegado a la casa asustado, agitado y pidiendo con la libreta que llamaran al primo de Tom. Esmeralda se estaba encargando de hablar, mientras Nicolás le limpiaba el sudor y lo mantenía fresco con un paño frío. El mayor temor de James en ese momento era que Salomón golpease la puerta para amenazarlos a todos. Su padre había perdido la razón y debía ser inmediatamente detenido.
—No te preocupes, viene en camino —informó regresándole su celular.
Esmeralda se retiró a la cocina para darles tiempo y preparar café. Conociendo los clichés de policías, y en general de la mayor parte de población –incluyéndose–, sabría que el primo pediría una taza.
Nicolás acariciaba la cabeza de James con suavidad. Se había preocupado al verlo llegar por lo que supuso que necesitaba sentirse seguro en la casa. Teniéndolo muy cerca de sí le dio la oportunidad de recorrer con la vista su rostro, aprovechando que este, se dispuso a descansar un poco. Era una muy rara sensación, pero incluso con el parche podía imaginar cómo era el ojo faltante; las pestañas gruesas y negras, el párpado sin los vasos sanguíneos tan pronunciados y el glóbulo ocular verde. Nicolás se quedó en trance perdido en esa ilusión fantasma, estaba casi seguro que ese ojo era real y lo estaba observando. James se percató de que Nicolás estaba acariciándolo más pausado, repetitivo y se le estaba enredando en cabello entre sus dedos. Al observarlo notó rápidamente su mirada pérdida.
Todo va a estar bien.
Estaremos juntos eternamente...
Nicolás, te amo.
James lo tomó del rostro asustándolo instantáneamente. Nicolás soltó un grito ahogado al despertar del trance. Su corazón se aceleró y sentía una necesidad de salir de allí. Comenzó a temblar, mientras su cabeza empezaba a dolerle y los escalofríos recorrían su espalda. James se reincorporó para abrazarlo. Nicolás se hundió en su abdomen sintiendo una conexión creciendo dentro de si; ya que no le gustaba abrazar –porque no sabía cómo hacerlo y tampoco cuánto tiempo deberían quedarse abrazados– solo podía quedarse allí temblando con su mejilla contra el pecho del contrario. James sabía que Nicolás no iba a corresponder el abrazo, por lo que decidió no soltarlo hasta que él no se apartase primero.
Cuando esta locura termine yo vendré por usted...
Necesito que me olvide...
Por favor...
Milord.
Nicolás se aferró de la camisa de James presionando con fuerza los párpados. La misma voz seguía sonando. A veces como un susurro, en otras se tornaba cada vez más dominante, pero todos los mensajes eran el mismo. James se agachó rodeándolo con los brazos a manera de cubrirlo lo más que pudiese. Nicolás estaba empeorando cada vez más. James ya no sabía qué podía hacer.
Nuestro primer beso...
El jardín de mi casa...
La cena navideña...
Por favor...
Nicolás se apartó con lentitud apoyando sus manos contra el abdomen de James. Lo observó fijamente mientras se dejaba llevar por la voz que continuaba hablando. James ahuecó su rostro entre sus manos, acariciando sus mejillas con el pulgar.
Viva sin mí ahora...
El restaurante de la señora Catalina...
Sobreviva.
¡No muera!
¡No!
¡No!
¡No!
Viva, por favor...
Nicolás, te amo.
El timbre de la puerta lo regresó a la realidad. Nicolás se apartó completamente levantándose del sofá para atender la visita. James se quedó sentado mientras lo observaba con suma preocupación. Había notado que estaba asustado, desorientado y verlo permanecer en trance constantemente no le daba una buena señal. Nicolás se retiró a su habitación mientras James le informaba al agente de todo lo que había sucedido en la mansión.
Nicolás se sentó en el suelo apoyándose contra la cama. Estaba jugando con Mortadela a quien rescató al día siguiente de haber salido del hospital. Nadie la iba a cuidar si no estaba en casa, aunque su padre le había dicho que él lo haría. La pequeña minina estaba recostada mientras intentaba alcanzar el hilo que Nicolás se amarró al dedo. Suspiró dándole la espalda para ver su habitación. Los síntomas estaban desapareciendo, pero no podía evitar pensar en las palabras que la voz pronunciaba. Hizo el esfuerzo por recordar a Catarina o la cena navideña.
—Nico —llamó su hermana antes de abrir—. Espero que no te moleste, James se quedará a dormir mientras investigan. ¿Tienes algún problema con que duerma aquí?
—No, ninguno. Sé que Mortadela hizo un desastre en el cuarto de invitados.
—Mañana limpiaremos —avisó mientras observaba a la felina con enfado—. Bien sabe lo que hizo —exclamó al verla esconderse entre las almohadas.
—Le pegaste muy fuerte —defendió a la pequeña.
—Ahora yo soy la mala. —Suspiró.— Iré por James. ¡Ah! —Se llevó la mano contra el pecho.— Eres muy silencioso, ni siquiera escuché tus pasos.
James se disculpó por haberla asustado, luego entró a la habitación. Nicolás preparó la cama sacando almohadas y sábanas. James se estaba desvistiendo mientras miraba a la pequeña gata lamiéndose encima del colchón; cuando Nicolás se dio la vuelta se sorprendió al verlo en calzoncillos, pero no por ese motivo sino porque le vino un recuerdo muy invasivo. Rápidamente se dio la vuelta cubriendo su rostro ruborizado.
"Puedo dormir en el sofá, si es muy incómodo para usted".
—No —balbuceó sin quitar la mirada de la libreta—. No... Es solo que... —Tragó saliva y lo observó fijamente.— Creo que ya te he visto a ti y a Tom... usando tangas.
James presionó los labios para evitar no sonreír mucho. Asintió despacio logrando que el rubor de Nicolás pasase a sus orejas. Cubrió su boca anonadado por la respuesta e intento recuperar el resto del recuerdo. Lo siguiente que se le vino fue a Tom diciendo que había sido violado.
—Hay que dejar esto así —murmuró—. Vamos a dormir.
Nicolás fue el primero en quedarse dormido. James se quedó pensando en lo sucedido. Salomón estaba solo, el único problema era que poseía su arma y tenía a Alba como rehén. Observó un momento a Nicolás. Podría ser una oportunidad para quedarse en esa casa; compartir tiempo con ellos, como si fuese parte de la familia y si Nicolás quisiera, ayudarlo a recordar. Nada era seguro por el momento, pero James estaba confiado en que nunca volvería a ver a Tiberius. El doctor debía estar lejos del país con los sabuesos, después de todo, había completado su colección.
James tomó la decisión de que se quedaría para recobrar los recuerdos bloqueados en Nicolás. La última que quiso posponer sus planes terminó en un quirófano de un lunático. Ya era tiempo de pensar y actuar.