ʚ Conexiones ɞ
Nicolás se encontraba sentado frente a una mesa de madera. Se tomó un momento para acomodarse, ya que el hombre del otro lado le pidió que usase todo lo que hubiese en la habitación para sentirse cómodo, porque estarían un tiempo allí. Primero optó por colocar un cojín en la dura silla, pero se sentía desnivelado; la retiró para sentarse en la metálica superficie, sin embargo, se deslizaba. Al final, encontró un cojín más aplastado que sintió perfecto para sus posaderas. Ahora Nicolás quería ver lo que estaba escribiendo el hombre.
Lo observó por un momento. Estatura baja, piel bronceada, el corte de cabello que estaba de moda entre los varones y una semiformalidad en su vestimenta. Se veía demasiado joven para su profesión, un punto para desconfiar de él.
—Mi nombre es Jorge y seré tu psicólogo —exclamó amablemente y sonrió—. ¡Oh! —Se sorprendió al verlo tan cerca, le extendió la hoja donde estuvo escribiendo.— Se nota que eres muy curioso. Puedes ver, solo estaba escribiendo tus datos.
—¿En verdad soy curioso?
—Hace dos minutos intentaste ver cómo funcionaba la impresora y terminaste a punto de engraparte la mano con una pistola de clavos.
—Tal vez lo soy.
—Empecemos con algo sencillo. Dime qué te trae aquí. Debes saberlo, ¿no?
—Mi hermana está preocupada por mí. La verdad no sé si tengo un problema, eso ya sería uno. Fui secuestrado, perdí la memoria, aparentemente soy gay, escucho una voz en mi cabeza que me pide olvidar y... Honestamente, creo que estoy enloqueciendo.
—Analicemos en partes, ¿te parece? —El contrario asintió.— En primer lugar debo aclararte que las sesiones son privadas; nada de lo que digas será divulgado y tenlo por seguro, puedes demandarme si rompo con esta regla. No obstante, por ser aún un menor de edad, habrán ciertas cosas que deberé hablar con tu hermana, pero tú estarás aquí presente y habrá transparencia. ¿Entendido?
—Sí.
—Bien. Ahora, presiento en ti una clase de ansiedad y preocupación. No sabes qué estás haciendo aquí, pero sí tienes problemas que te gustaría resolver. Tu hermana te trajo aquí, pero tienes cierta distancia, como que no vas a ser completamente abierto conmigo. Piensas en que ya estás enloqueciendo, cuando soy yo quien decide eso. El no saber si tienes un problema, ya está afectando de manera invasiva a tus pensamientos sintiendo un constante peligro y alerta. "¿Estoy haciendo algo mal?" "¿Por qué no está funcionando?" "¿Debería pedir ayuda con la pistola de clavos o será una engrapadora industrial?".
—En mi defensa... Una gran parte de mí sabía que era una pistola, porque vi "Destino Final".
—Comencemos con la entrevista —exclamó risueño.
Jorge le hizo una serie de preguntas basados en los problemas que mencionó. Procuró que Nicolás hablase y evitaba hacer muchos apuntes mientras lo hacia, ya que se percató que el menor se distraía intentado saber qué estaba escribiendo. Le pidió algunos recuerdos sencillos de su infancia, lo que él estuviese completamente seguro de que sucedió y no de que le hayan contado. Nicolás comentó un poco acerca de su relación familiar, procurando hablar con excusas del comportamiento de estos hacia él. Finalmente hablaron de su dudosa sexualidad, para ello, Jorge le pidió algunos dibujos y que los explicara.
—Te gusta mucho dibujar, ¿no?
—No lo recuerdo muy bien, pero siento que sí. Estoy divirtiéndome haciendo este ejercicio. Por cierto... ¿Para qué es?
—Si te lo digo, vas a manipular los resultados y eso será mucho más obvio de descifrar. Entre más intentes ocultar algo, se hace más evidente para mí y lo anoto.
—¿Al final me dirá?
—No.
—Ah... ¿Se quedará con el dibujo? Es que me quedó bien lindo. Ah, disculpe, que pena... Se lo quedará, ¿no?
—Sí.
—Le voy a poner mi nombre —murmuró.
Luego de analizar los dibujos y escuchar la explicación de Nicolás, Jorge le pidió que se tomara un pequeño descanso afuera mientras él completaba algunos detalles para darle una respuesta fija. Esmeralda aprovechó ese receso para llevarlo a la siguiente habitación del lugar, así podrían hablar con el médico. Un alto, esbelto y anciano hombre los atendió. Le pidió a Nicolás que se desvistiera, midieron su altura, el peso, le hicieron unas cuantas preguntas de su alimentación y cuánto dormía. Revisaron sus oídos, respiración, boca, ojos y el ritmo cardiaco. Le sacaron muestras de sangre, heces y orina.
—Tengo muy malas noticias —exclamó el doctor luego de que Nicolás se vistiera—. Estás por encima de tu peso ideal, tu presión arterial es igual a la de un joven adulto con doble turno de trabajo y la universidad en la espalda; el sistema endocrino está fallando, tu hígado está dañado y los riñones trabajan muy lento. Colesterol malo. Plaquetas bajas, igual los leucocitos. Tu sistema nervioso se ve alterado por un comportamiento anormal en el sueño. ¿Eres depresivo?
—Ya estamos averiguando eso —respondió Esmeralda intentando mantener la calma.
—No tienes Parkinson, por fortuna, pero ese temblor está empeorando cada vez más. Los pulmones tienen problemas severos, hay que chequearlos bien para verificar que no sea cáncer. En realidad, ¡estoy sorprendido que te mantengas en pie, muchacho! Todo apunta a que deberías estar muerto o en coma y allí estás, existiendo. Disculpa mi poco profesionalismo, Esmeralda ya me conoce y tengo que ser honesto contigo, no pienso engañarte, ni darte falsas esperanzas si no las tienes.
—Pero las tiene, ¿cierto?
—Sí. Está a tiempo de enderezar todos esos problemas. A pesar de que los resultados indican que has permanecido así por muchos años, tu cuerpo no parece querer rendirse tan fácilmente. Tal parece que ha sobrevivido hasta ahora para este momento, y que suerte, porque dudo que hubieses pasado de los veinte. —Comenzó a escribir.— Te recetaré unos medicamentos, pasarás con el nutricionista para que te prescriba una dieta; ve con el psicólogo para asegurar que no seas depresivo o eso va a afectar mucho tu fuerza de voluntad en querer mejorar. También ve con el quiropráctico, necesitas arreglarte la columna, estás en una mala postura y caminas con los pies torcidos. ¿Su madre tiene familiares con algún problema? ¿O el padre?
—Te lo averiguo luego. Mi papá no, o yo estaría igual.
—Bien. Pues, es todo lo que puedo hacer por hoy. Vuelvan mañana para terminar con los otros exámenes y eliminar el cáncer de las posibilidades en la lista. Probablemente no lo sea, pero hay que asegurarnos... ¿Fui muy directo?
—Nico, no, no llores —exclamó suave tratando de calmarlo. Lo tomó entre sus brazos cuando el llanto empeoró—. Todo va a estar bien, ya lo verás. No dejaré que nada te dañe, no te preocupes, tesoro. —Le frotó la espalda en círculos.— Vamos. Salgamos de aquí, regresemos con Jorge. Todo saldrá bien. —Se giró para despedirse del médico.— Gracias, doc. Lo veremos mañana.
Una vez de vuelta con el psicólogo, este esperó a que Nicolás parara de llorar por voluntad propia. Pasaron unos diez minutos cuando se detuvo, por un momento se quedó en silencio y cabizbajo antes de alzar la mirada hacia él.
—¿Qué te detuvo de seguir llorando?
—Darme cuenta que está aquí —respondió con dificultad.
—Ya he visto otros pacientes...
—No es eso —interrumpió elevando un poco la voz—. Solo lloro frente a otros cuando necesito un abrazo, consuelo, pero usted no me va a dar eso y no quiero que me lo dé. Es un completo desconocido para mí. Quiero sentirme seguro, quiero a mi hermana ahora... ¿Podría decirme el resultado, por favor?
—Eres homosexual —respondió en calma—. Tienes un mayor movimiento hacia los hombres. No obstante, eres muy joven aún y estás formando tu identidad. No sabes de sexo, me dijiste que no te has masturbado o, no lo recuerdas, pero esta evaluación define que mayoritariamente prefieres a los hombres. En el momento que decidas experimentar intenta concentrarte en lo que sientes, si te atrae, si está bien para ti y es cómodo. No te fuerces a ser heterosexual y si alguna mujer llamó tu atención, tampoco te encierres en que eres completamente gay. Te estoy diciendo que prefieres más a los hombres, pero no excluye la posibilidad de que una mujer te atraiga.
—Tengo una pregunta —murmuró suave.
—Dime.
—Aunque haya olvidado casi todo de mi vida, ¿existe la posibilidad de que mis sentimientos me digan: "Este es tu novio, pero no lo recuerdas"?
—Literalmente, no. Los recuerdos se conectan con los sentidos, más del gusto y el olfato. Tienes mayores probabilidades de recordar si te dejas guiar por tus sentidos y no por lo emocional. Sentirás, sí, que algo te hace feliz o triste, pero existen ciertos conflictos cuando uno pierde la memoria y no es fiable dejarte dominar de esos sentimientos, que pueden ser tuyos o producto de tu amnesia. Te puedo ayudar a despejar tu mente, guiarte a través de tu mente y buscar un detector fiable.
—¿Qué es eso?
—Como un sabueso. Por ejemplo, el olor de un pastel se conecta a todos tus recuerdos, porque vives en una zona de panaderos, entonces el sabueso te guiará por tu mente y encontrará todos esos recuerdos conectados al olor del pastel. Es un ejemplo, no te lo vayas a tomar literalmente, ni siquiera sé en dónde vives.
—¿Lo haremos ahora?
—No. Tienes que descansar, seguiremos mañana. Ya estás fatigado. Sin embargo, haremos un ejercicio de relajación. Te ayudará mucho. —Señaló el sofá detrás de él.— Ve y recuestate.
James estaba sentando en el sofá comiendo cereal con malvaviscos mientras veía Investigation Discovery. No podía acompañarlos por no ser un familiar, así que, esperar a las noticias era lo mejor que podía hacer por el momento. Sintió que debía cambiarse y hacer algo más; pero ya había regado las plantas, lavado la loza que ensució –porque Esmeralda había dejado todo limpio–, arregló la cama y barrió. Lentamente fue echándose para atrás, cuando quería levantarse a hacer cualquier pequeña cosa y no sucumbir a doce horas de investigaciones.
Su salvación fue que tocaron la puerta por lo que tuvo que atender. Dejó la taza sobre la mesa. Antes de abrir se dio cuenta que estaba en calzoncillos, ahora entendía su presentimiento de que debía cambiarse. No le quedó de otra que entreabrir la puerta y asomar la cabeza.
—¡No cierre! —pidió Alfred empujando para mantenerla abierta.— Joven amo... —Con dificultad logró meter la mano por la abertura que mantenía abierta.— Por favor, no cierre.
James se apartó dejando caer a Alfred al interior de la casa. Estaba malherido. Se sorprendió al verlo, estaba agitado, su camisa empapada de sangre y la piel pálida. James quiso pasar para buscar un celular y que él hablase a emergencias, pero el moribundo hombre lo detuvo agarrándolo del tobillo.
—El amo enloqueció —informó jadeante—. La policía llegó a la mansión, interrogaron a todos y tuve que mentir con respecto a su ubicación, pero hoy Lizzie y yo fuimos a verlo... —Soltó un pequeño grito y presionó con más fuerza su herida.— Ah, jamás lo había visto bebiendo tanto. Él dice que es culpa del niño, su novio. Gritó, destruyó todo el lugar y nos ordenó que lo mataramos. No pude... Me negué... Le dije que se calmara, que pensaríamos en un mejor plan para obtener la empresa y me disparó —balbuceó entre lágrimas. Sus labios temblaron y el rostro se le coloró.— Asesinó a Lizzie. La mató sin siquiera preguntarle si lo haría... —Inhaló profundamente y soltó el aire entre jadeos.— Lo siento, joven amo. Lo siento muchísimo. No debimos decirle de su relación. Nada de esto hubiese ocurrido si nos hubiésemos quedado callados.
James lo tomó de la mano y lo suspendió para que tomase lugar en el sofá. Fue rápidamente por su celular y volvió con Alfred. Trató de calmarlo sin obtener un gran avance. Llamó a emergencias y le pasó la llamada para que hablase. Le pidieron que se quedará en la línea.
—Él va a matarme, vendrá por mí...
—¡¿Qué está pasando aquí?! —Gritó Esmeralda alterada. Se giró rápidamente.— Nico, no entres. Vuelve al auto.
—¿Está todo bien? —preguntó con suavidad.
—Solo regresa al auto, yo te iré a buscar. ¡Ve!
—Joven amo, tiene que huir... El amo perdió la razón...
—¿Ya llamaron a emergencias? —Inquirió Esmeralda acercándose para ver si podía hacer algo.— ¿Qué está pasando?
—Por favor, protejan al joven amo... —pidió pausadamente.
Por un momento, Esmeralda entró en pánico al ver que Alfred no se movía, sin embargo, se dio cuenta que seguía respirando. Solo se había desmayado por la falta de sangre. Una bala en el estómago no lo mataría tan fácilmente, pero era de las más dolorosas. James fue a cambiarse mientras esperaban la ambulancia. Se llevaron a Alfred con el tiempo medido para rescatarlo y la policía, se quedó a hablar con los testigos.
James tuvo que pedirle a Esmeralda que llamase al primo de Tom. Él podría explicarles todo lo que necesitaran. Salomón acababa de responsabilizarse de un intento de homicidio y de uno completado, podría ser suficiente para arrestarlo y comenzar una mejor investigación. Tiberius había dejado atrás todos sus documentos con las víctimas, todas ellas tendrían que vincularse de una u otra forma con Salomón. James esperaba que finalmente, pudiesen hacer algo al respecto.
La policía prefirió que James se quedase en un lugar más seguro, donde podrían protegerlo y que no involucraría a más individuos en un posible peligro. Se despidió de los hermanos antes de marcharse. Nicolás sintió pesar de toda la situación caótica por la que estaba atravesando James, de alguna forma quería ayudar, pero sabia que no había una manera de hacerlo. Por la noche buscó el papelito que le había dado Tom, a lo mejor, él podría ayudar mucho más.
"Y eso es todo lo que pasó desde que te fuiste".
Fue el último mensaje que mandó, resumiendo todos los acontecimientos de la semana. Nicolás no sabía que Tom respondería muy tarde, ya que no era fin de semana y él llegaría cansado. Se preguntaba si el pelirrojo estaría bien y cómo le estaría yendo en la Academia.
"Nico, ¿quieres ir por una malteada?".
El mensaje de Luis lo sorprendió puesto a que no se esperaba ningún otro mensaje más que el de Tom. Al ver la invitación pensó en si sería moralmente correcto, cuando acababa de pasar una tragedia en la sala de la casa. Se levantó para ir con su hermana y preguntarle si estaría bien salir un rato.
—Estoy muy nerviosa por lo que acaba de pasar, iré con unos amigos a beber algo —informó al ver a su hermano entrar a su cuarto. Se estaba terminando de vestir—. Te llevaría, pero no dejan entrar a menores al bar.
—Quería decirte que me invitaron a beber malteadas.
—Perfecto. Tú también necesitas despejar tu mente de todo esto. Es una completa locura. De saber que ese hombre era un lunático, homicida y manipulador jamás le hubiese arreglado la laptop. —Suspiró con pesadez. Le dio un beso en la frente a su hermano y lo abrazó.— Prométeme que me llamarás cuando estés en problemas.
—Te lo prometo, si a cambio haces lo mismo.
—Ya rugiste, tigre. —Esbozó una pequeña sonrisa.— Ve a cambiarte, te llevaré de paso.
Luis estaba esperando en la entrada de Johnny Rockets. Se alegró y recibió a Nicolás con un abrazo al verlo. Era la primera vez que Nicolás entraba a ese restaurante y su emoción fue casi instantánea al ver el interior, que era como una recreación de una cafetería de los 50's.
—¡Hola! —canturrearon los meseros, cocineros y el gerente.
—Estoy en el cielo —murmuró Nicolás.
—¿Jamás habías venido aquí? —preguntó risueño.— A mí me aburren con lo mismo.
—Siento que es la mejor forma de hacer sonreír a un cliente —comentó con la mirada pérdida en su entorno.
Los asientos, sofás y muebles eran carmesí con una línea blanca. Habían cuadros con publicidad del restaurante, de diseños caricaturescos y con eventos clásicos, como reuniones de marines, soldados y pilotos; niños ganando un partido de baseball; citas románticas y familias sonrientes. Tomaron asiento cerca de la cocina que estaba a vista de todos. Nicolás chilló al ver una rockola, la cual estaba reproduciendo canciones viejas. Luis no tenía idea de que el lugar lo iba a emocionar tanto, pero se alegraba haberlo traído, porque Nicolás estaba más concentrado en disfrutar del local que de reprimirse la emoción. Luis se quedó observándolo sonreír hasta que llegó el mesero. Rápidamente pidió una malteada de galleta oreo y dos pajillas.
—¿Ya se fue el mesero? —preguntó Nicolás avergonzado.— No miré el menú.
—No te preocupes, ya ordené por los dos.
—Gracias por invitarme —exclamó con una pequeña sonrisa—. Han sucedido cosas tan extrañas, que este lugar fue capaz de hacerme olvidar por un momento.
—¿Qué tipo de cosas?
—Nada de qué alarmarse.
—Nico, insisto —expresó dulce—. Realmente me gustaría escucharte.
—No sabría por dónde empezar.
—Con el inicio, estaría bien. —Soltó riendo.— Después de clases, ¿qué hiciste?
—Pues... —Suspiró.— Fui al psicólogo.
—Yo también fui a uno, en el colegio antes de este. No saben nada de lo que hacen y a uno le echan la culpa de todo. Así son los psicólogos.
—¿En serio? —inquirió con inquietud.— Jorge se veía agradable, bastante simpático.
—Es solo una fachada. No les interesan y te dicen que vuelvas al siguiente día, solo para sacarte más dinero. —Notó la sorpresa en Nicolás.— Te lo pidió, ¿cierto?
—Dijo que estaba fatigado y...
—Es lo que todos dicen, pero no es cierto —interrumpió.
—Aquí tienen su malteada —exclamó amablemente el mesero dejándola.
—Los psicólogos solo te quieren hacer sentir que estás mal, que tienes un problema y utilizan todo lo que les dices en tu contra. —Bajó la mirada por un momento, acariciándose el brazo.— Por eso, ya no voy.
—En verdad, lo lamento mucho —exclamó con suavidad. Extendió su mano para alcanzar la de Luis—. ¿Ya estás mejor?
—Desde que te conocí —respondió con una sonrisa—. Me ayudaste en tanto, nos apoyamos mucho y realmente era el chico más feliz por tener un novio como tú. Solo que las cosas cambiaron desde que apareció James. Te secuestraron y te hicieron olvidar todo.
—No es culpa de James, a él también lo secuestraron y le hicieron daño.
—No, Nico. Deja de protegerlo. Su familia es peligrosa y por querer ayudarlo, terminaste de esta forma.
—Entiendo que su padre está mal, pero James es muy amable y considerado.
—Es lo que te quiere hacer creer —expresó con tristeza—. Si tan solo me dieras la oportunidad, te haría ver las cosas tal y como son. James no es quien tú crees. Es más, si él tuviese la oportunidad de escapar para ayudar a su padre, lo haría, porque es igual que él.
—Espero que tengas una buena razón para decir esas cosas —comentó molesto.
—Puede que ahora me veas así, pero ya te darás cuenta que tenía la razón. Nico, tomemos la malteada, ¿sí? No quiero discutir contigo y tampoco que me veas como el malo, cuando solo trato de protegerte.
—Simplemente, no puedo creerlo —murmuró.
—Yo tampoco lo creí, pero tuve que aceptarlo para cuidarte. Todos están en mi contra por ser gay, por eso te mienten tan descaradamente, para que les creas... ¿Me darías una oportunidad? —Lo observó suplicante.— Una. Solo te pido una oportunidad y te enseñaré la verdad. Yo, te amo y quiero lo mejor para ti.
—Lo siento, Luis. —Negó lentamente con la cabeza.— No puedo ahora.
—Está bien —articuló con dificultad—. Yo seguiré esperando a que estés listo.
Esa misma noche, James estaba en la posta de los policías terminando de llenar espacios y detalles que les dio el primo de Tom. Ya tenían un permiso para buscar los antecedentes de Salomón, estaban muy cerca de descifrar los documentos de Tiberius y la familia paterna del pelirrojo tomaron la custodia como guardianes de James, hasta que pudiesen atrapar al padre de este. La situación se veía prometedora, solo que la vida tenía otros planes para James.
—¿Eres estúpido o qué? —preguntó el primo de Tom.— Afuera hay policías, soy agente de la FBI y todos te están buscando, ¿qué planeabas exactamente con subirte en mi auto y matar al chofer?
—Confío en el sistema de policías de este país hundido en la miseria, lo cual me da una favorable ventaja de todo lo que acabas de decir —respondió Salomón.
—Estás acorralado, por eso actúas de manera tan errática. ¿Qué piensas hacer con nosotros? ¿Matarnos?
—Daremos un paseo —murmuró mientras le dirigía la mirada a James—. Tiberius no es el único cirujano que existe, hijo.
A la mañana siguiente, la influencia de Luis había hecho dudar a Nicolás del psicólogo y también del doctor. Ambos pidieron que regresara al día siguiente, probablemente seguirían pidiendo más tiempo para evaluaciones y cada examen saldría muy caro que el anterior. Al mismo tiempo, las palabras de Dylan resonaron en su cabeza con respecto a que era Luis era un manipulador, igual Tom le había pedido confianza y que no creyese en Luis. Era difícil decidir a quién debía creerle si todos tenían magnificas razones para hacerlo dudar.
Una llamada telefónica logró darle una victoria a Luis. Esmeralda llevó a Nicolás al colegio para que terminara su examen final y pudiese entrar en vacaciones. Lo notó extraño, sorprendido y con una profunda tristeza. Su hermana estaba a punto de decirle que todo estaría bien. En la mañana recibió una llamada de un oficial informándole que James había sido secuestrado por Salomón. El error que cometió fue haber tomado el auto de un agente de la FBI, porque podrían rastrearlo y era exactamente lo que estaban haciendo.
A pesar de la noticia fue suficiente para poner en duda todo lo que habían dicho. Luis lo había dicho, James se marcharía con Salomón. Ese secuestro podría haber sido planeado para no levantar sospechas. Cualquier cosa podría estar sucediendo y era exactamente eso lo que había logrado Luis en la mente de Nicolás, el dudar inmediatamente de las noticias alentadoras y positivas.
—Ya no quiero ir con el psicólogo —confesó en voz baja antes de bajarse.
—¿Por qué?
Nicolás le dirigió la mirada a su hermana viendo lo preocupada que estaba por él. Ya no quería seguir viendo ese sentimiento, deseaba que todo terminase y los problemas desaparecieran. Fue honesto con su respuesta, porque en esos instantes ya no podía creer ni en su propia mente.
—Siento que perdí la confianza.