ʚ La despedida de las esmeraldas ɞ
Tom estaba entrenando dando patadas en el aire, estirándose y practicando su agilidad junto al agarre. Su prima estaba sentada observándolo, sujetándose del mentón y tratando de no dormirse. Helena era media hermana de Tom, pero este la consideraba su hermana completamente, aunque en público solo era un familiar más. Ambos se llevaban muy bien, eran unidos y se contaban todo.
James había ayudado Tom, cuando llevaron a la menor de urgencia al hospital. Ahora se encontraba mejor gracias a un psicólogo, el apoyo del pelirrojo y cuidados. Dando lo mejor de ella también.
—¿Por qué me torturas? —Preguntó bostezando.
—Necesito que te quedes conmigo —respondió agitado mientras se limpiaba el sudor—. Hoy no quiero que salgas con el nene de tu novio.
—Solo dilo, estás celoso de que le preste más atención a él que a ti. —Esbozó una pequeña sonrisa.
—Helena... —La tomó del rostro. Expresaba seriedad con preocupación.— Jimmy está pasando por algo terrible justamente ahora y no pude evitar pensar en qué haría yo, si fueses tú la desaparecida. Quiero que me prometas que siempre llevarás contigo el celular, responde a mis llamadas inmediatamente y si es posible, llévame contigo a donde sea que vayas. Prométemelo.
—Te lo prometo —exclamó asintiendo—. Tom... —Bajó la mirada.
—¡Dime! —Se sobresaltó ante la reacción.
—Cuando me salvaste de morir —volvió la mirada hacia él—. ¿Sientes que valió la pena?
—Cada segundo —le respondió firme limpiándole las lágrimas—. Cada segundo, bebita. Volvería a hacerlo una y otra vez. A mí me importas muchísimo.
—No entiendo —agachó la mirada— por qué me siento tan mal cuando estoy con Luis. Siento que no le importo, además de que se resiente con todo y soy culpable de eso.
—¿Él te culpa? —Frunció el entrecejo.
—No te enojes —habló con calma—. Sí es mi culpa. Es solo que no sé qué podría hacer para hacerlo sentirse mejor. ¿Me ayudarías?
—Ese chico no me agrada —refunfuñó—. Se ha vuelto un cretino. Jimmy me contó que lo pasa observando bastante. Muchachito más enfermo y acosador. —Se cruzó de brazos.— Si te llega a lastimar, me avisas. Lo mandaré a volar de un trompazo a ver si sigue creyéndose la gran cosa, cuando lo ponga quieto.
—Olvidemos el tema por un momento, ¿sí? Has estado muy tenso desde que James se fue. No te hará ningún bien tensarte tanto. ¿Quieres ir por un helado?
—¿Y ganar calorías? —Arqueó las cejas no muy convencido.
—¿Crepa?
—¡Uy! —Se llevó la mano contra el pecho.— Voy por mis cosas.
Esmeralda llegó a la mansión bastante preocupada por su hermano. Nicolás no había avisado que se quedaría con ellos y le inquietaba el que no atendieran el teléfono. Una de las sirvientas la recibió en la puerta informándole que la familia estaba de viaje, no volverían hasta el catorce y que Nicolás se había marchado en un auto sin decir a dónde iba. Esmeralda quiso hacer más preguntas, pero la puerta fue cerrada luego de decirle todo lo que Salomón había ordeno decir.
Suspiró ante el comportamiento arrogante y se volteó dando la espalda. Su preocupación incrementaba, porque ni James respondía. Curiosamente nunca probó llamar al propio Nicolás, no lo pensó en su momento ya que a veces no lo llevaba consigo. Probó suerte haciendo una llamada y esperó con el celular apoyado al oído.
—Aló —canturreó una voz—. ¿Quién habla?
—¿Dónde está mi hermano? —Tartamudeó sorprendida.— ¡¿Quién es usted?!
—¡Oh! No se preocupe, Esmeralda —exclamó risueño—. Nico está de maravilla aquí en La Esperanza. Soy uno de sus amigos.
—Quiero hablar con él —demandó aún más confundida. Escuchó la risa del menor como fondo—. ¿Qué está pasando? ¡Hey! ¿Hola?
—Tenemos muy mala señal, es todo. Estamos disfrutando de un buen momento contando chistes. Todo está de maravilla. —Expresó relajado y juguetón.— Llame después, por favor. La señal no es buena. Le pasaré a Salomón, el padre de James cuando venga. Nico solo vino de vacaciones con nosotros y se quedó dormido a mitad del viaje. Si estaba preocupada, ya no lo esté. Fue por el cansancio que no dijo nada.
—Gracias —se relajó—. Llamaré después y dígale que no se quede hasta tarde. ¿Está bien?
—Yo me encargo.
—Disculpe, no me dijo su nombre.
—Tiberius. —La llamada se cortó.
Esmeralda sintió que algo extraño pasaba, pero escuchar a Nicolás reír la calmó bastante al saber que a su hermano le encantaba los chistes y más si estos eran terribles. Caminó de regreso a su hogar lentamente pensando más en la situación. Tiberius sabia su nombre, le dijo el lugar que la criada había mencionado y sonaba joven. Sus sospechas desaparecieron entre más lo pensaba. Nicolás dormía bastante y se cansaba muy rápido, era olvidadizo cuando se trataba de informar. Era algo que él haría.
Decidió ir al centro comercial a comer. La preocupación del momento la había dejado ansiosa y deseaba relajarse con algo sencillo. Una crepa estaría muy bien para almorzar.
—Nico —Tiberius articuló casi inaudible observando con pesar al joven atado a la camilla. Dejó el celular sobre una mesa y se acercó a él—. ¿Acaso no te duele reír tanto? A mí me gusta, pero luego de un tiempo es doloroso. —Suspiró con pesadez relajando su expresión.— No me gusta jugar con niños. Estoy sufriendo mucho más de lo que debes estar agonizando en este instante. Llevamos doce horas en esto y no has progresado nada. Te pido que abandones a James, por favor. Es por tu bien. —Utilizó una cofia y un protector bucal para nuevamente suspirar.— Bien, vamos de nuevo.
Tom y Helena estaban sentados en una mesa ubicada en la esquina del restaurante de crepas, con vista fuera de la ventana. El pelirrojo daba pequeños rebotes en su asiento y se llevaba las manos contra las mejillas cada vez que probaba el postre por el que llegaron. Helena estaba acostumbrada a verlo emocionarse de esa forma, pero el resto de personas lo veían de vez en cuando con rareza.
—Si no fuese tu prima diría que eres un gay afeminado. —Comentó llevándose una mora a la boca.
—¡Bah! ¿Por qué afeminado? —Frunció el entrecejo y un puchero se formó en sus labios.
—Eres... No lo sé, Tom. Te comportas como mujer y no de las calmadas.
—¡No es cierto! —Dio una mordida a la crepa con enfado. Masticando rápidamente.— A mí qué me importa si otros me ven así. —Con cada oración seguía mordiendo y enfadándose aún más.— Ni que viviera de sus opiniones. ¡Dejen de verme, imbéciles! —Logró que la gente desviase la atención de él.— ¡Ya me hiciste que me estresara! Ahora engordaré por tu culpa y no podré seguir disfrutando de mi comida.
—Claro, como tú digas.
—Me gustaría una crepa salada. —Esmeralda estaba observando el menú que le presentaban. Apuntó con el dedo una de las imágenes.— Esa de pollo con aguacate estaría bien. Ah, una horchata también. Gracias.
—¡Esmeralda! —Llamó Tom con la boca llena y agitando el brazo.— ¡Por aquí, soy Tom! ¡¿Me recuerdas?! ¡Me acabé tu recalentado!
La joven amplió la mirada al ver como en un momento la gente volteaba a verla, incluso la cajera que le devolvía el cambio. Sí lo recordaba, pero no esperaba que él dijese eso.
Tom quería que se sentara con ellos para explicarle que estarían buscando a Nicolás, que no debía preocuparse y todo estaría bien. La observó bastante tranquila para alguien que acaba de perder a su hermano en un secuestro. A lo mejor, pensó, que no estaba enterada de ello. Sería cuidadoso con darle la noticia.
Esmeralda tomó asiento al lado de Helena quedando enfrente del pelirrojo. Notó que ellos habían pedido crepas dulces. La de Tom era de fresas con cheesecake y la de Helena contenía moras azules con rodajas de banana. Mentalmente pensó que debió haber pedido algo dulce también.
—¿Cómo estás? —Esbozó una pequeña sonrisa.
—Bien —respondió sin saber por qué estaba siendo tan amable—. Acabo de ir a la mansión de James, pero se fueron de viaje con Nico.
—¿Qué? —Su voz tembló.
—Lo que dije. Ayer Nico me preocupó porque no llegó a casa, esta mañana hablé con un amigo de él... —Murmulló pensativa.— Tiberius. Él me dijo que estaban en La Esperanza por un viaje.
—Oh. —Los dos menores exclamaron intercambiando miradas.
—¿De qué me perdí? —Inquirió confundida.
—De por casualidad, cuando llamaste. ¿Fue al número de Nico? —Ella asintió. Tom volteó la mirada a Helena.— Nos tenemos que ir. —Se levantó de su asiento.— Fue lindo verte, pero acabo de recordar que dejé a mi gato en la tina y se va a resfriar.
Helena tuvo que cruzar al otro extremo para salir ya que Esmeralda estaba confundida y el mesero había llegado con su orden. Tom se apresuró casi dejando atrás a su prima por los grandes pasos que daba. Si podía llamar a Nicolás y que su primo rastreara la llamada, entonces lo encontraría.
Tiberius estaba tomando un descanso sentado en un banquillo alto. Usaba su uniforme de cirujano, los guantes, la cofia y se había bajado el protector bucal para comer su sándwich. Observaba a Nicolás acostado en la camilla. Se había quedado dormido luego de otra sesión entre ellos.
Un hombre alto y robusto ingresó al quirófano. Era uno de los secuestradores de Nicolás, aunque también lacayo de Tiberius. Él no obedecía a nadie más, solo al cirujano. Usaba un parche de color marrón del lado derecho, la misma tonalidad de la iris del ojo izquierdo. Alguna vez Salomón pidió los servicios de Tiberius al cual se negó, pero fue recompensando con un glóbulo ocular más a su colección.
—Jonathan —amplió una gran sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí?
—Decirte que eres un verdadero salvaje —respondió apático—. Llamaron al celular del niño y te atreviste a responder con información importante.
—Mentir está mal —se excusó asintiendo con los labios fruncidos—. ¿Tú me mentirías?
—No. Sin embargo, no debiste haber respondido con la verdad. Si no podías mentir debiste decirme y yo lo haría por ti.
—Cosita bonita —canturreó extendiendo la mano—. No hay nada de qué preocuparse.
—¿Y si nos encuentran? —Se acercó hasta que el contrario pudo acariciarle el pómulo con el pulgar.
—Ya habré terminado con mi trabajo final. —Desnudó sus dientes con una sonrisa.— Yo siempre voy un paso por delante de Salomón. Jonathan, mi querido y hermoso Jonathan, no te alteres por esto que nadie te hará daño. —Se levantó colocándose de puntillas para apoyar su frente contra la de él. Acercó el sándwich entre sus labios.— Solo yo puedo lastimarte, tesoro. Me perteneces.
El celular de Nicolás sonó nuevamente a lo que Tiberius fue para atender la llamada. Jonathan se quedó cerca por si llegaba a suceder lo mismo y necesitaba mentir. Tomó asiento en el banquillo cruzándose de brazos.
—Aló —canturreó—. ¿Esmeralda?
—Habla Tom —respondió relajado del otro lado—. Quería saber cómo estaba Nicolás.
—Tu nombre me suena mucho —informó apoyando el celular contra su hombro para buscar la información dada. Si no era Esmeralda no le importaba hacerlo esperar—. Thompson Javier. Oh, con razón me eras familiar si es que tu familia paterna anda buscando a mis hombrecitos.
—Tiberius dame el celular. —Demandó Jonathan.
—¿Por qué? —Se volteó confundido.— Estamos conversando civilizadamente.
—Puede rastrear la llamada. —Exclamó entre dientes.
—¡Tom! —Su sorpresa se convirtió en dolor.— ¿Estás con tu primo de la FBI? Oh, pensé que podríamos llevarnos muy bien. —Su voz se tornó delicada y suave.— Después de todo sé en dónde está tu padre.
—¡Quiero que me devuelvas a Nico! —Gritó el pelirrojo.— ¡Si lo llegas a lastimar voy a...!
—¿Qué harás? —Preguntó observando el reloj.— Si tengo entendido en menos de sesenta segundos pueden rastrearme. ¿Qué sucede muchachito lindo? ¿Toqué tu lado sensible?
—El celular. —Extendió la mano Jonathan.
—Eres muy débil —suspiró al micrófono—. Jamás podrás defenderte ni a ti o a aquellos que deseas proteger. —Soltó una pequeña risa.— Ni siquiera pudiste llegar a tiempo antes de que Nico se subiera al auto. Fue gracioso verte correr. No lo lograste. —Bajó la mirada.— Si quisieras hacerme daño por lastimarlo deberías aprender a no lastimarte a ti mismo. Te estaré esperando, cuando decidas si quieres ver a tu papá. —Cortó la llamada. Se encogió de hombros entregándole el celular.— La verdad es muchísimo más dolorosa que las mentiras.
—La próxima vez que te diga que me entregues el celular, lo haces.
Tom cayó de rodillas al suelo dejando a un lado su celular. Su primo obtuvo la dirección rápidamente, pero no sabía que había pasado con el pelirrojo durante la llamada. A ambos se les hizo sospechoso de que Tiberius permitiese que lo encontraran, aunque hasta ese día se dieron cuenta de que él era quien manejaba los sabuesos y no Salomón. Habían dos agentes de la FBI terminando de sacar algunos datos de la llamada que escucharon y monitorearon. Ellos se encontraban de vacaciones, pero el trabajo siempre los atrapaba de una u otra forma.
—Ve tras él. —Pidió cuando su primo se agachó para saber cómo se encontraba.— Necesito que Nico esté a salvo, por Esmeralda y por Jimmy.
Les esperaba un viaje de ocho horas para llegar al pueblo ubicado en La Esperanza, donde podrían encontrarlo y actualmente la zona de viaje de la familia.
James estaba caminando por los caminos de tierra alrededor de un gran campo abierto lleno de monte. Salomón esperaba en medio de la maleza observando las pequeñas casas con tejados de laminas, las cuales eran azotadas por el viento haciéndolas crujir. El menor se acercó a su padre viendo el pequeño pueblo con personas trabajadoras y algunos infantes corriendo; de pieles claras, ojos azulados o verdes y cabellos dorados. El lugar en donde se encontraban estaba entre los tres puntos del país donde se encontraría personas con esas características, porque generalmente era más común encontrar lo contrario a lo descrito.
—Un día —exclamó Salomón— yo era igual que ellos. Trabajaba día tras día en el campo, en los mercados, en donde pudiese conseguir trabajo. Mudarme a la ciudad se volvió más ajetreado. Ahora, soy alguien importante y voy subiendo cada vez más alto. —Se volvió a su hijo.— Naciste obteniendo ya todo en tus manos. Te traje aquí para que veas lo duro que es conseguir las cosas, espero que entiendas por todo lo que trabajé para llegar hasta aquí.
—Lo entiendo —le dirigió la mirada—. Desde que nací siempre he estado enfermo y no dejé que eso me detuviera. Padre, te he desafiado para conseguir una oportunidad de no perderme. —Dio unos cuantos pasos hacia él.— Lo sé todo. —Su voz tembló ante el enfado.— Quiero verlo.
—¿A cambio de qué?
—De mi libertad. —Respondió con firmeza.— Nunca me apoyaste, solo fingías. Él no merece tu furia, ni ser secuestrado y apartado de sus seres queridos. Quiero verlo. Te lo pido. —Con cuidado se arrodilló apoyando la frente contra la tierra.— Déjame despedirme de él, por favor. No volveré a huir de ti. Seré obediente. Mi única petición es que muestres misericordia y me dejes despedirme de él.
—Levántate —ordenó caminando lejos del pueblo—. Tal vez sigas a tiempo para ello.
Regresaron a una casa de cemento donde se estaban hospedando. Era mucho más grande que las del pueblo, tenía agua potable, luz y un sistema de drenaje. Lo que muchos no tenían por los alrededores. Salomón llevó a Alba cargándola para que subiera en el asiento del copiloto de la camioneta, su silla fue guardada en la parte trasera. James no quería que la llevase, pero tampoco estaba en condiciones para cuestionarlo.
Partieron por las calles abandonadas en silencio. Salomón sintió como su hijo se había doblegado tan fácilmente, puesto a que tocó una parte delicada al llevarse a Nicolás. Alba era mucho más manipulable en su actual estado y estaría a su completa merced luego de que viera al niño. Para esa hora esperaba que todo estuviese en orden, aunque también debía prepararse para perder su ojo.
Llevaba consigo una pequeña arma que utilizaría más adelante. Salomón decía que nunca había matado, pero en esa ocasión no le importaría iniciar si alguno se oponía a sus caprichos. Estando en el pueblo solo podía recordar toda su vida trabajando duramente para conseguir sus sueños, no había manera de hacerlo darse por vencido.
La casa de Tiberius estaba en una colina. Hecha de cemento, de color negro, forma rectangular y de dos pisos. Con ventanas pequeñas de celosías, una puerta y malla metálica. Jonathan les abrió luego de que Salomón hablara. El mayor le pidió que trajese a Alba sin demorar mucho, mientras el pasaba adelante con James.
El interior era completamente a la apariencia simple de afuera. El suelo era de madera, las paredes estaban tapizadas con colores vivos y un diseño de pequeñas flores; en una pared estaban los títulos de Tiberius desde el jardín de niños hasta su doctorado en química, medicina y su licencia para operar. La sala estaba iluminada por un candelabro, los muebles se veían esponjosos y modernos. Caminaron por un pasillo pasando por varias habitaciones, la mayoría con las puertas cerradas y las que no se encontraban así estaban vacías.
Entraron a una habitación amplia iluminada por un foco en el centro del cielo falso. El olor era penetrante a varios fármacos, como un hospital. James se sintió mareado caminando más lento. Había una cortina de color celeste que dividía el lugar. Le primera mitad desde la entrada habían sueros, equipo de cirugía, algunos estantes con vendajes y parches de diferentes colores. Salomón entró primero del otro lado expresando su enfado en poco tiempo. La agitada, pausada y ronca risa de Nicolás logró que James apresurara el paso cruzando rápidamente.
En una camilla se encontraba su novio recostado con la mirada nublada y perdida, atado de la cintura, las piernas y el abdomen en esta. Del lado izquierdo estaba Tiberius tratando de calmar a Salomón, porque debían encontrarlo dormido y no a mitad de trabajo. Su brazo tenía una pequeña aguja clavada y asegurada con una cinta especial. El doctor tenía una jeringa llena con un liquido incoloro.
—James...
Murmuró Nicolás logrando con dificultad concentrar su mirada en él. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas y sus labios temblaron. Se veía agotado, estaba sudado y la voz sonaba afónica. Salomón frunció el ceño al escucharlo.
—Tiberius, aún puede recordarlo.
—Nico es un niño sorprendente —se bajó el protector bucal dejando la jeringa a un lado, sobre una bandeja—. Ya olvidó su colegio, en dónde vive, lo que comió ayer, cómo murió su gata... ¡Lo olvida todo menos a tu hijo! —Volvió la mirada a James con una amplia sonrisa.— Este niño morirá de sobredosis sin poder olvidar ni un tan solo detalle de ti. A eso llamo amor. —Juntó sus manos cerrando los ojos.— Quisiera que alguien me amase así de fuerte.
—¡Tiene que olvidarlo! —Gritó Salomón observando a Nicolás.
—Debe tomar un descanso —exclamó frunciendo los labios—. No quiero que el niño muera, ya se le paró el corazón una vez. Si le sigo administrando la droga, podría estropearle la vida. Olvidaría como caminar, comer o hablar.
—No me interesa —suspiró con molestia—. Si muere, tíralo en una zanja. Es normal encontrar muertos por la capital. Nadie lo sabría. ¡Hazlo de nuevo! Ya no me importa si fallece.
—A mí sí me importa. —Balbuceó James entre lágrimas. Su cuerpo se estremecía al escuchar lo que estaba pasándole a Nicolás. Se acercó lentamente tambaleándose.— Quiero que viva.
—Sal de aquí —le ordenó—. Despídete y vete. Es lo que acordamos.
Los sabuesos entraron con Alba. Ella notó el enrojecido rostro de su hijo junto a las lágrimas que caían de su mentón. Al ingresarla del otro lado cubrió su boca al ver a Nicolás pálido, sin despegar la mirada de James y atado en la camilla.
Salomón nuevamente le ordenó que se retirara, pero James no podía obedecer. Su corazón latía aceleradamente ante la idea que cruzaba por su mente. Habían cuatro sabuesos, su padre y Tiberius. Si podía ser lo suficientemente rápido podría derribarlos a todos. Su cuerpo cosquilleaba ante el zumbido en sus oídos. ¿Qué debía hacer? Un pequeño error y su novio pagaría las consecuencias. Él no merecía nada de eso, si podía salvarlo a costo de que este lo olvidase entonces debía hacer algo rápido. Suspiró liberando la tensión en sus hombros.
Alba gritó cuando James comenzó a atacar a los sabuesos. Los golpeaba en ciertos puntos del cuerpo. Algunos lo apresaban por la espalda, pero él era bastante flexible como para suspenderlos, inclinarse y derribarlos. En los torneos solo era cuestión de un combate, aquí debía noquearlos para que no se levantaran. Observó a Salomón con una mirada desafiante al terminar con los cuatro hombres.
—¡No! —Chilló Alba cuando Salomón sacó el arma apuntando hacia su hijo.— ¡No dispares, por favor!
James se quedó quieto en su lugar, muy cerca de Salomón. El mayor se veía enojado, pero seguro de poder disparar si movía un dedo más. Creyó que ya lo había domado, pero su hijo parecía encontrar la forma de hacerle perder la paciencia.
Tiberius se quitó la cofia dejándola en la bandeja mientras optaba una postura tosca. Salomón estaba rompiendo muchas reglas en su quirófano, que no le agradaban.
—Ya no eres tan rudo, ¿o sí? —Lo acorraló al lado de Alba.— Solo debías despedirte, ¿no lo entiendes? Trabajé muy duro para llegar hasta aquí y no dejaré que nadie me detenga. Si tengo que matarte, tener un nuevo hijo y encadenarlo para que me obedezca. Lo haré. Tengo todo el tiempo del...
Salomón soltó la pistola convulsionando hasta caer al suelo. Tanto James como Alba estaban anonadados al ver a Tiberius con una paralizador detrás del hombre que acababa de caer. El doctor tomó el arma analizándola, colocó nuevamente el seguro de esta y alzó la mirada encontrándolos confundidos. Él también amplió la mirada con sorpresa.
—Esto es un quirófano —asintió hablando pausadamente e infantil—. No se permiten armas. —Se dio la vuelta regresando al lado de Nicolás. Dejó el arma sobre la bandeja. Colocó una tapa sobre su paralizador y la colgó en sus caderas. Le extendió la mano a James.— Salomón es un niño tan berrinchudo, que fantasea con un mundo donde todos le obedecen. Tú no seas así, este es el mundo real. No una película de James Bond.
—¿Nos está ayudando? —Preguntó confundido.
—No. Mi trabajo sigue en pie. ¡Ah! Y no intentes de nuevo hacer alguna llave de boxeo —negó con la cabeza haciendo una mueca—. No te quiero paralizar también. —Con un ademán le pidió que se acercara mientras acomodaba su protector bucal.— Ven rápido, que el tiempo está bien medido. Ayúdame a completar mi trabajo y te prometo que si se le para el corazón de nuevo, lo traeré devuelta.
—¿Por qué hace esto? —Tomó lugar del otro lado cogiendo la mano del menor. Nuevamente las lágrimas volvieron.— Él no podrá tener una vida normal si pierde todos sus recuerdos. Lo está dañando.
—Le dije a Salomón que no trabajo con niños, pero él insistió —cogió la jeringa quitándole el protector—. Los menores tienen un futuro por aprovechar, malgastar o vivir. Los adultos ya tuvieron esa oportunidad y si lo hicieron mal, no me interesa. —Ajustó la jeringa contra la pequeña boquilla de la que estaba asegurada en el brazo izquierdo.— Habla con Nicolás mientras le administro la droga. Convéncelo de que te olvide, despídete de él y trata de mantenerlo relajado. Empezará a reírse, estremecerse y le dará fiebre; es un efecto secundario, pero se le pasará.
—No puedo con esto. —Admitió con la voz quebrada.
—Salomón no estará contento hasta que Nicolás te olvide, hacerte miserable y obtener todo lo que él quiere a la fuerza. —Volvió la mirada hacia el menor— Si de verdad amas a este chico, deberás dejar que se marche y tenga una nueva vida sin ti. Rómpete el corazón para que él tenga otra oportunidad.
—James —Alba lo llamó en la misma situación que él—. Mientras ambos vivan tendrán otra oportunidad de estar juntos. Tienes que dejarlo irse antes de que este monstruo intente algo mucho pero que esto. Te prometo que encontraremos una solución para terminar con esto.
—¿Estás listo? —Preguntó Tiberius.
James asintió suspirando. Tiberius comenzó a empujar el émbolo administrando la droga lentamente. Nicolás apretó la mano de James jadeando, cuando la fiebre comenzó. Algunas risas se le salieron junto con las lágrimas, cada vez sonaba peor.
—Todo va a estar bien —procuró hablarle con calma—. Necesito que me olvide, por favor. Todo. Olvide el jardín de mi casa, la cena navideña, nuestro primer beso. —Nicolás volvió a presionar con fuerza.— ¡Estará bien! Las cosas mejorarán. Estaremos juntos eternamente, yo sé que así será. Milord, por favor, viva sin mí ahora. —Llevó su mano contra la mejilla del contrario.— Prometo que lo buscaré, cuando esta locura termine yo vendré por usted. Quiero que tenga una vida normal, esa hermosa y sencilla vida que me enseñó a desear. Volveré por usted y comeremos juntos en el restaurante de la señora Catalina, con todos los demás. —Se agachó besándole el dorso de la mano.— Solo olvídeme, por favor. Necesito que me olvide. —Las risas fueron deteniéndose al igual que el agarre. James se alteró al verlo cerrar los ojos.— Sobreviva. ¡No muera! No. No. No. Viva, por favor... —Agachó la cabeza apoyando contra su frente la mano del contrario.— Nicolás, te amo.
—Apártate. —Pidió levantándose para hacerle RCP.
James se alejó paralizado con solo ver a Nicolás inmóvil. Tiberius estaba haciendo su mejor trabajo, pero esta vez parecía ser más grave que la última vez. Tuvo que hacer uso del desfibrilador. Logró recuperar a Nicolás y lo trasladó del otro lado de la habitación, donde iba a dejar que se estabilizara y descansará. Faltaba obtener su recompensa más un pequeño trabajo extra de Salomón.
Luego de dejar a Nicolás tomó un par de frascos de su estante, vendas, sus utensilios filosos y cambió sus guantes por unos nuevos. Regresó con James quien estaba sentado en el suelo con la mirada perdida, Alba lo llamaba sin obtener ninguna respuesta. Tiberius negó con la cabeza esbozando una pequeña sonrisa, haciendo que dejase de intentarlo. Empapó un pañuelo con cloroformo para dormirla, tuvo cuidado de colocarla bien en su silla evitando que se cayera.
Se colocó de cuclillas delante de James, quien se veía apagado, extendiéndole un pequeño frasco con un liquido de color azul.
—Tengo que terminar mi trabajo, tesoro —habló con suavidad—. Bebe hasta la última gota y no podrás hablar de nuevo. Eres un joven consciente y sabes lo que te conviene. Coopera para que todo esto termine pronto. —James aceptó el recipiente sin mucho ánimo. Lo abrió sintiendo un fuerte olor que irritaba sus fosas nasales. Ambos cruzaron miradas por un momento antes de que este bebiese lentamente el líquido.— Buen chico. Oh —soltó una pequeña risa cuando este tosió asqueado. Le ofreció un caramelo que sacó de su bolsillo—. Toma, para el mal sabor.
James observó al doctor acercarse al cuerpo inconsciente de Salomón, mientras se llevaba el dulce a la boca por el desagradable sabor de lo anterior. Tiberius limpió el antebrazo del desmayado para insertarle una aguja similar a la que tenía Nicolás, luego de ello se aseguró del cuerpo revisando algunos detalles antes de administrarle anestesia. Se regresó con James extendiendo la mano hacia él.
—Tendrás una pequeña operación. Extiende el brazo para dejarte listo. Hay que ir a otro quirófano más limpio que este.
Lo observó detenidamente con tristeza. Tiberius no parecía un mal hombre, pero obedecer a Salomón le decía a James que nada bueno podría salir de esa operación. Si Nicolás despertaba recordándolo o no estaba seguro de que estaría mejor si se apartaba de su vida. Nunca creyó que amar a alguien podría causar tantos conflictos. Extendió el brazo mientras se preguntaba si obtendría el mismo resultado de haberse enamorado de un Nicolás de la alta sociedad.
Jonathan llegó para llevarse a Salomón mientras Tiberius caminaba detrás de James a quien le pidió que fuese adelante. Entraron a una de las habitaciones vacías, que ahora estaba preparada con dos camillas; ambas fueron ocupadas por los dos varones. Tiberius se acomodó su protector bucal mientras observaba a James, ingresó la jeringa con anestesia administrándola en su sistema. Llevó una mascarilla a la boca del menor.
—Cuando despiertes, esta pesadilla habrá terminado. —Exclamó animado.— Alégrate. Nicolás tendrá una oportunidad nueva con una vida normal. Debe estar con los suyos, y tú igual.
James cerró los ojos pensando en que Tiberius no tenía la razón en algo: La pesadilla a penas estaba comenzando.
Tiberius se secó el sudor de la frente luego de terminar la operación. Salomón no quería quedar parcialmente ciego por la pérdida de su ojo, así que le pidió que le quitara a James el suyo para entregárselo a él. Por supuesto, Tiberius no tenía corazón para decirle que eso era imposible y que estaba equivocado con el concepto de trasplante. Salomón despertaría con dos ojos, pero uno de ellos sería una prótesis con la que debería manejar.
Jonathan le avisó que los habían encontrado. Tiberius estaba bastante concentrado en sus nuevos amigos metidos en frascos, el color verde de ambos le hacían sonreír ampliamente. Rotuló el perteneciente a Salomón para no confundirlos. Subió a la planta de arriba a su habitación, donde tenía el resto de glóbulos oculares sobre repisas.
Colocó con sumo cuidado cada uno de los frascos sobre una maleta especial. Jonathan nuevamente le informó que no tenían mucho tiempo antes de que llegaran a invadir la casa. Tiberius había empacado ya lo único que necesitaba para marcharse. Le acarició con el pulgar el pómulo a Jonathan y le sonrió ampliamente.
—Ya terminé de empacar. Podemos irnos, querido.
Tiberius salió de la habitación bastante tranquilo a diferencia de Jonathan que lo carcomían los nervios. Bajaron regresando al primer quirófano, Jonathan estaba quitando los azulejos del suelo para abrir una puerta secreta. Tiberius estaba observando a Nicolás con una sonrisa al verlo más estable y plácidamente dormido.
—Nico, fue un gusto haberte conocido. Regocijate, alguien te ama mucho más que a su propia libertad.
Jonathan entró por el agujero mientras esperaba a que Tiberius se terminara de despedir del menor. Una vez entrando por la salida de emergencia, Jonathan cerró la puerta bajando por las escaleras.
Cuando llegaron los agentes la casa estaba vacía. Encontraron los cuerpos de James y Salomón, encima del más joven reposaba un parche de color verde igual al color de su iris. Hicieron una revisión completa del lugar.
Las habitaciones bajo llave estaban repletas de drogas altamente peligrosas y utilizadas para distorsionar el sistema nervioso, manipulado cualquier cosa que sea ordenada, como un lavado de cerebro. Encontraron varios documentos de víctimas registradas, pero todo escrito bajo códigos especiales que deberían de descifrar más tarde.
También encontraron a Nicolás informándole a Tom que estaba con vida. Alba estaba despertando, cuando la llevaron afuera con el resto. La ventaja del allanamiento fue que atraparon a los cuatro sabuesos que James había noqueado, pero les hacía falta Jonathan y Tiberius. Ordenaron seguirlos por la salida de emergencia que encontraron, sin saber que los esperaba un completo laberinto con diferentes rutas para tomar.
Por donde fuese visto, Salomón no tenía culpa alguna de nada. No tenían esas pruebas concretas para incriminarlo, a pesar de saber por el primo de Tom lo que el hombre era capaz de hacer.
Nicolás despertó en un hospital mareado, desorientado y confundido. Tom estaba a su lado esperando a que despertara, del otro lado se encontraba Esmeralda a quien le contaron la verdad de lo que había sucedido. El pelirrojo lo abrazó alegrándose de que despertara, pero su alegría desapareció al ver a Nicolás confundido.
—Nico, Jimmy está en la otra habitación. —Le informó preocupado.— Podemos verlo si te sientes bien.
—¿Quién es Jimmy? —Preguntó con timidez ante el extraño frente a él. Volvió la mirada a su hermana.— ¿En dónde estoy, Esmeralda? ¿Qué sucedió?
Tom sintió un dolor en su pecho al escucharlo. Nicolás había despertado sin recordar nada de lo acontecido, ni a James.