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Synopsis
ʕ˶ฅ◜▿◝ฅ˶ʔ ⊹ Algunas cosas sobre mí ; t.ly/uwYI
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Chapter 1 - CAPÍTULO 1

¡Hoy vamos a beber hasta que las nalgas nos desobedezcan!

¡JA! Si claro; fue hablar el rey de roma— Alexa era quien mejor conocía a Marcos. Desde el primer día que se conocieron se acoplaron tanto el uno al otro; era prácticamente imposible verlos en una fiesta donde faltará alguno de los dos. Siempre se acompañaban a las reuniones o cualquier evento donde estuviera involucrado el alcohol, claro que Alexa siempre terminaba en el rol de niñera. —Eres el primero en tocar el suelo cuando apenas llevas un vaso.

No necesitábamos ser unos expertos para saber quién terminaría en el suelo antes de siquiera empezar. Era una fortuna que no fuéramos una bola de ojetes aprovechados, de lo contrario, en más de una ocasión nos hubiéramos desentendido de la cuenta dejando a Marcos solo y endeudado.

Pues, fíjense que están muy equivocados, he estado entrenando durante un tiempo y ya logró aguantar más el alcohol— se notaba tan seguro y orgulloso de sí; era verdad que resistía más el alcohol que antes, pero eso no le podía garantizar la victoria. Teníamos años de conocerlo, y sabíamos a ciencia cierta que era una persona que no poseía nada de autocontrol.

¡Qué emoción! ¡Esto me suena a un reto!— A Carolina le fascinaban los juegos de competencia; más si se llegaba a involucrar dinero, por lo mismo siempre buscaba la más mínima oportunidad para hacernos perderlo. —Iv y Kari serán los jueces.

Olvídalo, no cuentes conmigo. Si tengo que prohibirle a mi cuerpecito ingerir alcohol, prefiero no entrarle al juego— Ivona era igual que yo en ese aspecto. Amábamos tomar y ponernos bien happy, pero no al grado de ser inconscientes de nuestras acciones; a diferencia del resto. Siempre teníamos en mente cuál era nuestro límite. Y claro, eso nos hacía el dúo perfecto para cuidar de esa pequeña manada de alcohólicos.

Solo había un pequeño problema; la última vez nos habíamos pasado de tragos sin darnos cuenta, habíamos empezado a beber sin control y sin ningún tipo de preocupación, al extremo que ya no teníamos dinero para solventar la cuenta. Lo único que se le ocurrió a Iv en el momento, fue esculcar en los bolsillos de los chicos para ver cuánto efectivo lográbamos juntar, pero ni con eso era suficiente. Ya solo nos quedaba un camino, y por más desagradable que nos resultara la propuesta del dueño, no podíamos darnos el lujo de negarnos. Esa noche tuvimos que quedarnos a trabajar para poder pagar.

Al principio éramos nosotras dos contra el mundo; mareadas, sin equilibrio y sin fuerzas. Teníamos que lidiar con la limpieza de los baños y el área de las mesas una vez cerrado el lugar. Para nuestra fortuna, aquella noche Héctor fue el único que nos ayudó. Debido al movimiento y ruido que provocaban las mesas y las sillas, se había logrado despertar poco después de que empezáramos a limpiar.

En lo personal, no me molestaba la forma de beber de los muchachos, para nada. Después de tanto tiempo ya los conocía bien. Incluso ya había tenido la vivencia de ponerme a beber con desconocidos y el sentimiento era exactamente el mismo.

Sabía de primera mano lo incómodo que podía ser tener que limitarse solo por complacer a alguien. Esas desagradables experiencias por las que nadie debería pasar.

Ni siquiera me molestaba el precio por cada trago, al final, cada quien terminaba por dar su parte. Lo único que no quería, era volver a tener una experiencia similar a la anterior, gastar lo que, evidentemente, no teníamos y quedarnos a trabajar hasta el amanecer.

Solo volteamos a vernos al mismo tiempo por un par de segundos, para después retomar la plática. —¿Y no le pierden cabrones?— Ya no sabía si ponerme a reír o llorar, toda mi quincena se había ido y para nada. Cada que empezaba a recordar me comenzaba a doler mi pobre bolsillo.

¡Eso no es verdad! Yo les ayudé a…

¡Claro!, como olvidar tu gran ayuda, esa noche solo nos ayudaste a terminarte las botellas y a generar más problemas.— Amaba la forma en que Iv siempre les restregaba las cosas en la cara.

Marcos, por su parte, nos miró a las dos, se terminó de servir su trago y concluyó. —Ya no les vuelvo a ayudar, bola de gachos.

Los muchachos y yo solo nos empezamos a reír a carcajadas por las actitudes infantiles que habían adoptado Ivona y Marcos, haciendo caras graciosas y quejándose con voz de niños pequeños.

¡Vale! Pero antes hay que cambiar de lugar, yo tengo ganas de bailar— ya tenía un rato que no salía a divertirme y quería desempolvarme el esqueleto.

Bueno, bueno, pero primero, lo principal y más importante, ¿qué vamos a apostar?

Todos nos quedamos pensando durante un largo tiempo. Ya lo habíamos intentado de todo, incluyendo robar de pequeños locales que se cruzaban en nuestro camino. Era algo que no me hacía sentir para nada orgullosa, por más simples y baratas que fueran las cosas, pero con la emoción del momento era como una descarga intensa de adrenalina. Éramos como niños jugando al escondite.

Pues, yo propongo esto: el que después de tres horas termine en el suelo, será quien pague la cuenta, ¿qué les parece?— Una idea bastante simple, pero muy buena opción. Y bueno, la única…

Sin dudarlo aceptamos, e inmediatamente después de que Héctor término de hablar, volteamos a ver a Marcos, quien solo se preocupaba por vaciar aquella botella antes de irnos. Todavía no empezábamos el reto y él ya empezaba a viajarse.

Terminamos de consumir, pagamos la cuenta y nos apresuramos a rentar una camioneta; ninguno de nosotros quería manejar o limitarse en la bebida, por lo que nuestra mejor opción era llevar un chofer. Nos había valido todo, lo único que nos interesaba era llevar efectivo y encontrar un hotel con habitaciones disponibles para cuando nos echaran del bar.

Poco después de salir de la ciudad, Carolina se puso en contacto con Paris, un amigo de la infancia con quien se llevaba muy bien, y quien afortunadamente era dueño de un resto-bar en la ciudad de San Miguel de Allende, en Guanajuato. Estábamos de suerte, ya que nos había ofrecido su hogar y posada para pasar la noche. Un problema menos del cual preocuparse.

Como era de esperarse, habíamos llegado entrada la noche. El chofer nos dejó a puertas del bar y luego se dirigió al hotel de Paris, una posada algo lejana que le permitiría descansar con tranquilidad de la música o el bullicio de la gente. El servicio nos ofrecía la ida y el regreso, así que tenía que recuperar energía para la mañana siguiente.

A pesar de verse pequeño por fuera, el bar era bastante amplio por dentro. El lugar contaba con tres secciones; una donde solo podías comer, otra al aire libre (que incluía pista de baile y una fuente) y la tercera parte era la de arriba, donde se podía disfrutar de una vista maravillosa de la ciudad.

Paris ya nos había apartado cuatro mesas, abarcando desde el final de la primera sección hasta la fuente. Esas eran las pequeñas-grandes ventajas de tener amigos que conocieran a los dueños, ya que originalmente el espacio era para seis mesas.

Nos habían adaptado esa parte solo para nosotros, de esa forma tendríamos más libertad, pues al ya no tener tantas mesas alrededor nos permitía movernos con mayor facilidad. También teníamos barra libre, y planeábamos quedarnos hasta el amanecer o al menos hasta que la mayoría empezará a perder la conciencia.

¡Hey, Paris! Pon algo de música.— Ya había pasado una hora desde que llegamos, estábamos llenos por la comida y el alcohol ya comenzaba a afectarnos. Carolina amaba cantar, y cada que se le empezaban a subir los tragos, era lo primero que pedía hacer.

Paris se había quedado como el encargado de la música, intercalando entre canciones con letra en español e inglés. Todos comenzamos a pensar en la música que más nos gustaba y coincidimos en diversos grupos musicales. No teníamos que pelearnos por la elección de canciones, ya que estábamos en la misma sintonía.

Empezamos a cantar a todo pulmón, mientras las personas volteaban a vernos extrañados y divertidos por el espectáculo horripilante que estábamos ofreciendo. No sabíamos cantar, eso había quedado más que claro; era como si nuestras cuerdas vocales estuvieran organizando peleas de gallos o como si una manada de gatos furiosos estuvieran peleando en el tejado.

El último grupo que logramos interpretar había sido con el que lanzamos la toalla, y como era de esperarse, al terminar más de seis canciones, ya no teníamos voz ni fuerzas para continuar cantando. No podíamos hablar, todos sentíamos como nos empezaba a arder la garganta.

Para intentar aliviar el malestar, a partir de cierto punto empezamos a tomar pequeños tragos de cerveza, hasta que al final fue vaso tras vaso.

Ya ni siquiera podía comunicarme con los meseros. Cada que empezaba a hablar me era imposible no pausar entre palabras, humectando mi garganta con saliva. A ese punto ya tenía tan dañada la garganta que mi voz sonaba como de ultratumba. Era como si la garganta se me fuera a destrozar. Estaba afónica, y poco después, empezaba a arrastrar las palabras. Más temprano que tarde tendría que limitarme en la bebida o definitivamente dejar de tomar.

Algo que siempre me sacaba de esos líos alcoholicos era ponerme a bailar, así que sin dudarlo pedí que cambiaran la música por bachata, cumbia y salsa. Héctor aún se mantenía cuerdo y fue el primero en invitarme a bailar.

Nos quedamos en la pista de baile durante 3 canciones seguidas, para luego regresar a la mesa y descansar un poco. Aún no terminaba de servirme cuando Carolina me obligó a levantarme de un jalón.

¡Vamos a bailar!

¡No chingues, wey!— Debido al tirón había derramado todo el refresco de la botella, dejando caer el vaso al suelo, el cual se hizo añicos al instante.

¿Qué?— Caro ya estaba tan servida que ni cuenta se había dado.

¡Al menos avísame antes! Pinche desmadre que ya hicimos.

El personal se encargó de lo que habíamos hecho, y yo no encontraba palabras para disculparme con el padre de Paris. Solo pude prometer pagarle al finalizar la noche. El señor solo negó con la cabeza y una sonrisa muy tranquila en el rostro, no quería el dinero ni que me preocupara por ello, al parecer estaban acostumbrados a todo tipo de escándalos y para ellos era una pequeñez.

Fue algo extraño, muy, muy extraño. Las últimas ocasiones nos obligaban a pagar por los daños, algunos, abusando de la situación, nos desplumaban, mientras que otros solo pedían reponer lo que habíamos dañado. No podía darle tantas vueltas al asunto, mi cabeza no daba para más, solo pude seguir disfrutando de la música y el baile hasta que mis piernas ya no pudieron sostenerme en pie.

¡Joder! Ya no puedo más… me rindo de momento— llegué arrastrándome a la silla, mis piernas temblaban a cada paso y mis pobres pies me ardían del cansancio, mi respiración estaba demasiado acelerada, y podía sentir mi corazón palpitar por todo mi cuerpo. Si me hubieran preguntado donde se encontraba mi corazón, lo habría buscado sin éxito.

Ya había logrado resolver lo de la bebida, pero ahora mi cuerpo era el que se oponía a continuar moviéndose. —Me quiero morir, siento que me paso un tráiler por encima— tome varias servitoallas de la mesa de un golpe, necesitaba secarme; estaba goteando sudor de las puntas de mi cabello y nariz. Literalmente, mi cara estaba ardiendo. Sin darme cuenta me había terminado poco más de medio litro de refresco en una sentada.

Bien, propongo una cosa— como siempre, Carolina no nos podía fallar. Siempre que salían esas palabras de su boca significaba peligro. —Hay una cosa que, según yo, no hemos intentado. ¿Qué les parece hacer un reto de chistes?

De seguro nos vas a pedir dinero…

¡Hey! El que andaba pidiendo limosnas era Héctor… pero sí, solo por esta ocasión va relacionado con el dinero— dijo con una sonrisa inocente. —Bueno, ¿le entran o no?

Si claro… solo esta vez— concluyo Alex entre susurros mientras giraba los ojos.

Primero explica de que se trata y ya veremos si le entramos o no— tenía que estar segura de que no se trataba de nada aburrido como la última vez, en aquella ocasión todos salimos perdiendo por lo aburrido que fue.

Pues solo es contar chistes, ¿Qué tan complicado puede ser?

Espera, espera, ¿pueden ser de todo tipo?— Alexa e Ivona amaban el humor negro.

Bueno, en realidad si hay una pequeña condición. Los chistes pueden ser de lo que quieran y como quieran, pero, quedan prohibidas las risas por ambas partes, quien empiece a reírse tendrá que tomar un shot de tequila y dejar cien pesos en el centro de la mesa.

¡No pos yo ya valí! Ya decía que no podía ser tan bello el panorama, échenme una botella de una vez.— No tuve que pensar en mis palabras, me conocía y siempre terminaba con un ataque de risa por cualquier tontería.

Al final todos aceptamos y comenzamos con el reto.