—Pon la flor que le dieron a esa mujer sobre mis estantes— Dijo la mujer linda con orgullo, mirando a Bianca con celos
Franco vio a Bianca con la flor en su pelo y Bianca vio cómo brillaban los ojos curiosos de Franco por saber que había escondido en el libro de la estantería.
Aquiles no quería que sus estudiantes se peleen en el medio de un pasillo. Por más que este pasillo sea poco frecuentado, seguía estando en un hexágono principal y el profesor quedaría mal parado si alguien notara que no puede controlar a sus estudiantes.
Por tanto, Aquiles terminó ayudando a Franco, convenciendo a Bianca de que entregara su flor, recordándole a la niña que esta era una especie de clase especial y todos tenían que colaborar.
Con una sonrisa triunfante, Franco entregó la flor a la estantería y tomó uno de sus libros. Pero al ojear un poco el libro, Franco notó que el libro no tenía nada de especial.
—Mala suerte…— Dijo Aquiles mirando la cara desilusionada del niño —La próxima vez recuerda preguntar qué pasa si fallas. Si bien en este caso ya lo sabíamos, trata de no ser tan impaciente, por más que la tarea dada por la estantería sea sencilla, las consecuencias pueden ser terribles si fallas.
Aquiles vio como los otros dos niños anotaban lo que mencionaba y continuó diciendo con tono algo preocupado:
—Es tu turno Adam, no uses la misma estantería que Franco.
Adam asintió, fue a la tercera estantería sin polvo y preguntó con entusiasmo:
—¿Cuáles son tus reglas?
Inmediatamente, la cara de otra chica guapa se formó en la estantería de madera blanca, pero esta parecía más joven, tenía el pelo corto y unos lunares con estrellas en el rostro. La chica miró a Adam de arriba a abajo y dijo sin mucha emoción:
—Mis reglas son las mismas que las de mi hermana. ¿Qué decisión tomas?
Al escuchar que las reglas eran iguales a las que tuvo Franco, Adam iba a continuar, no obstante, el niño fue interrumpido por Aquiles.:
—No,no y no…—Dijo el profesor con nerviosismo—Sería muy fácil... muy fácil, probemos con la prueba del muchacho apuesto.
—¡Eres un cobarde y los cobardes no tocarán mis libros!— Gritó el príncipe con enojo, cuando Adam trató de acercarse.
—Bueno, probemos la que tiene polvo…— Dijo Aquiles con molestia—Pero recuerda lo que fuiste aprendiendo y pregunta todo.
Con algo de cautela, Adam ignoró al príncipe y se acercó a la estantería llena de polvo. Acto seguido el niño preguntó:
—¿Cuáles son tus reglas?
Inmediatamente, una cabeza comenzó a formarse en la estantería de madera blanca, La cabeza de madera parecía ser la de un viejo y a diferencia de las otras tres estanterías, el viejo no era para nada guapo. Además, el anciano no tenía ninguna decoración en su rostro y tenía una mirada bastante desgastada en el rostro.
El viejo miró atentamente a Adam y con tono cansado dijo:
—Dime quien soy y te dejaré leer mis libros; responde mal y limpiarás las otras tres librerías.
—Se adelantó a la otra pregunta—dijo Aquiles con ironía; parecía que el profesor ya recordaba la respuesta de este viejo—Piénsalo, Adam, siempre dan pistas las estanterías.
— ¿Hay alguna pista? — preguntó Adam de forma literal, sin entender a qué se refería su profesor.
—Ya te di la pista… Trata de recordar mis reglas…— Contestó el viejo con mucha paciencia
Adam pensó y pensó, pero no podía sacar ninguna respuesta, así que pregunto:
—¿Y para los chicos buenos? ¿Hay pistas extra?
El viejo miró a Adam con molestia y se quedó pensando un rato, hasta que finalmente de mala gana agregó:
—Las decoraciones de las estanterías siempre significan algo.
Adam prestó atención a las decoraciones de las cuatro estanterías y notó que el viejo no tenía accesorios, mientras que las otras tres estanterías parecían tenerlos; si consideraba a los lunares de estrellas como accesorios.
Luego de notar ese detalle, Adam contestó sin dudas:
—¡Eres el sirviente!
—No— Contestó el viejo secamente, mientras volvía a desaparecer en los tablones de madera blanca.
—La respuesta correcta era que era el padre—Dijo Aquiles desde atrás, sacando unos trapos que había traído para la ocasión—Ayuden a Adam a limpiar las cuatro estanterías. Mañana pueden tomarse el día libre, meditando porque era el padre y no el sirviente.
Los tres chicos asintieron y se pusieron a limpiar las estanterías.
Aunque al final, Aquiles terminó siendo el que limpió las estanterías. Mientras que los chicos jugaban tirándose agua los unos a los otros; eso era lo bueno de ser jóvenes y no entender la emotiva historia que narran estas 4 librerías.
Recién ahora que volvía de grande, Aquiles lograba comprender la historia. Por desgracia, la historia le dejaba una gran duda en su corazón, más siendo profesor de tan pocos alumnos; recordando que cuando él estudiaba eran más en la clase.
Probablemente, esa historia era el secreto más valioso de estas estanterías, porque cuando terminó de limpiar y los chicos se retiraron a sus casas, Aquiles decidió esperar un rato más y vio como la última estantería se llenó de polvo otra vez.