Adam se encontraba regresando a la cueva, había sido un largo día disfrutando de la celebración de sus 30 páginas. El niño ahora conocía 4 estanterías más que podía visitar si algún día quisiera. Además, Adam también había aprendido muchas cosas curiosas como el karma y el cómo ponerse en contacto con las estanterías de forma segura.
En estos momentos, Adam se encontraba esperando en las escaleras del hexágono 3 del piso 4 , parecía que estaban ocupadas, por lo que Adam no tuvo otra opción más que esperar hasta que la piedra roja dejará de parpadear.
Fue entonces cuando Adam escuchó un ruido proveniente de una de las estanterías cercanas a la escalera:
—Un librillo me contó que estuviste limpiando unas de las estanterías del piso medio 4 de 5, hexágono 2 de 18, ¿eso es cierto, jovencito?
Adam se dio la vuelta y vio que la voz provenía de una estantería de madera, sobre la cual sobresalía la cabeza de una vieja: era la misma estantería que le había regalado la página de caracteres imbuidos el primer día de clase.
Adam recordaba que su padre le había obligado a no volverse acercar a esta estantería, pero como su padre lo había abandonado, sus reglas ya no importaban en la mente infantil del niño.
Por lo que Adam se acercó a la estantería con ganas de probar las cosas que había aprendido en la clase del profesor Aquiles.
—Sí, teníamos una clase especial sobre estanterías— Contestó Adam con una sonrisa feliz en su cara.
—Que raro…— Respondió la abuelita con sospechas—En general en la escuela no enseñan esas cosas. ¿Se divirtieron?
—Sí, fue bastante divertido— Contestó Adam algo impaciente por poder probar sus nuevos trucos para tratar con estanterías—Pero por desgracia no pude responder bien la pregunta y todos tuvieron que limpiar por mi culpa.
—No te pongas mal, esas cosas pasan…—Contestó la abuelita con una sonrisa—Una vez que tengas más experiencia te será más fácil entender los acertijos. ¿Aprendieron muchas cosas en la clase acerca de las estanterías?
—Si, si bastantes, por suerte —Contestó Adam con su joven mente de bibliotecario; para la cual satisfacer curiosidades es la cosa más interesante del mundo.
—¿Quieres probar las cosas que aprendiste conmigo?—preguntó la abuelita mirando con entusiasmo al joven bibliotecario— De seguro ya sabes leer algunas cuantas palabras para entender mis libros.
—Si, por supuesto— Contestó Adam con mucha expectativa.
—Muy bien, adelante, prueba leer uno de mis libros— Dijo la abuelita con una gran sonrisa en su rostro de madera—Si logras leer su primera página, te diré cuál tomar para hallar otro tesoro aún mejor que el que te di la vez anterior, así puedes comprarte muchos dulces.
—Bueno—contestó Adam aceptando el trato con alegría de poder obtener un tesoro misterioso—Pero antes de tomar un libro: ¿Cuáles son tus reglas?
Luego de decir la pregunta, Adam buscó su cuaderno de clase donde hacía los apuntes y miró expectante a la estantería para entrevistarla.
—Joven apuesto de buen corazón, lea mis libros. —Contestó la estantería con una sonrisa, pero luego su rostro cambió y agregó— Pero usted villano malvado caerá ante mi cólera.
Adam se quedó un rato pensando y preguntó:
—¿Cuál es tu cólera?
—Limpiar mis estanterías— Dijo la abuelita con voz alegre.
Adam se quedó pensando, parecía que la regla era tener buen karma y la consecuencia era solo limpiar las estanterías, por tanto, el niño debería poder tomar el libro con seguridad y obtener el tesoro dependía de si podía o no leer la primera página.
Luego de llegar a esa deducción, una sonrisa se formó en el rostro de Adam y procedió a tomar un libro de la estantería, pero antes de que Adam pudiera tomarlo fue interrumpido. Alguien, con una voz muy monótona, casi automatizada, al punto que parecía un autómata, le comento desde atrás:
—Excelentes estándares clásicos, pero te falta comprobar con tu padrino.
Adam se dio la vuelta y vio que una sola persona había salido de la escalera, no obstante por algún motivo la piedra roja de la escalera parpadeaba cuando esta persona subía las escaleras.
La persona parecía ser alguien muy viejo, era muy flaco: al punto que todos sus huesos se marcaban debajo de su piel, no había pelo en su cabeza y sus ojos estaban blancos, por lo cual parecía siego, pero por algún motivo parecían dar chispazos de vez en cuando. El rostro del viejo parecía tener unas líneas que le salían de la boca como si se tratara de una marioneta.
Pero lo que más llamó la atención de Adam fueron las ropas del viejo. El anciano estaba vestido completamente en harapos, llevaba una túnica blanca destrozada y andaba descalzo, mostrando unos pies espeluznantes con las uñas amarillentas y muy largas.
Al notar las uñas de los pies del anciano, Adam miró instintivamente las manos del viejo y descubrió que las uñas de sus manos decrépitas eran igual de horripilantes, incluso algunas de sus uñas habían atravesado la piel de sus manos, provocando heridas llenas de pus amarillento.
Adam ignoró la apariencia extraña de la otra persona y escuchó su consejo, el cual parecía ser bastante bueno. Acto seguido, Adam sacó el libro amarillo de uno de los bolsillos de sus túnicas y se puso a buscar un lapis en otro bolsillo.
El viejo parecía tener curiosidad, por lo que se quedó parado en la puerta de la escalera un buen rato, mirando como Adam buscaba todo lo necesario para hacer la pregunta. En todo el proceso la abuelita no dijo nada y únicamente miró a Adam, por lo que parecía no notar al viejo en harapos.
Finalmente, Adam pudo preguntarle a su padrino por un consejo. Cuando el niño terminó de explicarle a su padrino todo lo relacionado con la estantería de madera, una respuesta corta y simple apareció en el libro amarillo: '¿Cómo están los libros de la estantería?'
Adam no entendía a qué se refería su padrino, pero el niño le dio un vistazo a la estantería para ver si notaba una anomalía. La estantería era de madera como la gran mayoría de estanterías de esta zona y los libros sobre sus estantes parecían estar bastante ordenados y en muy buen estado, de hecho parecían nuevos de lo bien cuidados que estaban.
Adam comentó ese descubrimiento a su padrino y su padrino volvió a responderle escribiéndole de forma desprolija: 'Si las condiciones de esa estantería son tan fáciles y está llena de tesoros: ¿por qué nadie lee sus libros? ¡La vieja miente!'