Cuando el día siguiente había llegado, Abril tenía su respuesta, aunque solo tenía algunas preguntas del documento. Si bien sabía que no podría modificar nada, necesitaba aclarar algunas dudas.
Se baño, se perdimos de su fragancia preferida y cuando estuvo frente al espejo desnuda recordó sus palabras.
"Sin bragas y con faldas cortas."
Se colocó el sostén, una blusa color rosa muy apegada al cuerpo, miró su zona íntima, perfectamente depilada y sonrió al mismo tiempo que negó con la cabeza. No sé puso el tanga, pero si una falda que le llegaba por encima de sus rodillas y debajo de la curvatura de sus glúteos. Se calzo sus zapatos taco agujas, el saco negro y su cartera. Aliso su cabello, se puso un clip en el flequillo y de maquillaje solo se puso rímel y labial rojo. Se miraba perfecta.
Llegó diez minutos antes del ingreso y fue directamente a la oficina de él, encontrándoles allí, firmando unos documentos.
- Buenos días Sr. Rivas. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja y situándose en frente de él, pero este apenas si respondió sin quitar sus ojos de lo que estaba haciendo. Se sintió una estúpida y luego de poner sus ojos en blanco, se fue a su lugar. Molesta y excitada. – imbécil. – susurró por lo bajo mientras se acomodaba en el sillón.
- ¿Dijo algo Srta. Evans? – entonces si, le dedicó toda su atención.
- No. – dijo tajante. Y se puso a revisar los documentos que tenía encima del escritorio.
Durante toda la mañana, no volvieron a cruzar palabras, él le había dejado una nota en cada carpeta con lo que había que hacer y llevaba horas, fichando en el computador, cuando de golpe, él rompe el silencio.
- Srta Evans. – dice y ella levanta la vista. - ¿Recuerda lo que le he exigido ayer? – había dicho tantas cosas, pero sabía a qué se refería. – perfecto. ¿Entonces puedo creer que no ha traído bragas en la jornada de hoy? – indaga muy seductoramente.
- No. – dice y él levanta una ceja.
- No ¿Qué? – hablo acomodándose en su silla.
- No, señor. –
Sus ojos estaban negros, sus pupilas negras como la noche la incendiaban de tal manera y no saber qué iría a decirle, pero sabiendo que cada cosa es más caliente que la otra, le hacían mojarse por completo.
- Ábrelas. – dijo de repente y ella no fue rápida.
- ¿Qué? – la tomó desprevenida que no supo reaccionar a tiempo.
- Ábrete para mí. –
El fuego le quemaba la piel y las ganas ya empezaban a tomarle el cuerpo. Sus pezones se endurecieron y las piernas comenzaron a temblarle y lentamente, fijando sus ojos negros en él es que se abrió.
La vista que tenía de sus partes íntimas era realmente panorámica, no dejaba nada a la imaginación, era perfecta. Y aunque alguien entrase a la oficina en ese momento nunca de darían cuenta que está abierta de piernas y sin bragas.
- Así, te quedarás hasta que te ordene que las cierres. –
¿Por qué le hacía caso si aún no había firmado el acuerdo? Era tal el poder que ejercía en ella que no solo al obligaba a acatar sus órdenes sin oponerse, sino que se sentía seducida pro su forma de ser.
- Continuemos. –
Ella continuo con su trabajo, de vez en cuando el se detenía para apoyarse en el respaldo de su silla y mirarle sus partes íntimas mientras jugaba con la punta de una lapicera. Él podía ver cómo sus partes se contraían y el deseo de follarla se hacía cada vez más presente.
Cuando al fin llegó el momento de irse, ella levanta su mirada y lo descubre guardando todas sus cosas ¿A caso no iban hablar del acuerdo? ¿Se había arrepentido? Lo cierto es que no. Recordaba que le había pedido tener su respuesta y estaba ansioso por saberla. Sabía que diría que si.
- Sr. Rivas. – dice interrumpiendo. - ¿Puedo retirarme? – indagó mientras cerraba sus piernas y él notaba esa acción.
- No te dije que las cerradas y aún hay algo que debemos tratar. Me debe una respuesta Srta. Evans. – y entonces todo su interior quería saltar de alegría ¿Por qué estaba ansiosa pro dejarse esclavizar sexualmente por un fulano que no era su novio?
- Bueno. –
Cuando estuvo seguro que ya no había nadie en los pasillos, es que quiso saber su respuesta.
- ¿Y bien? – se sentó en su escritorio. - ¿Firmaras? –
Ella lo miró con sus ojos penetrantes y resopló fuertemente antes de responder.
Lo haré.- y en su rostro se esbozó una preciosa sonrisa.- pero hay tres cosas que quiero saber. Una especialmente. – dice abriendo el documento que se llevó a su casa.
- Soy todo oídos. – le dio lugar para hablar.
- Respecto a Electro estimulación, no comprendo. –
- Aparatos, electro estimulantes. Vibradores, máquinas folladoras, anillos. Objetos que se emplean en el sexo para hacer la práctica más excitante. Tendrá que usarlo cuando se lo ordene. – bueno, más o menos es lo que se imaginaba, por lo que pasó a la siguiente pregunta. – Srta Evans, el electro sex, como se lo conoce, es una forma de estimular los genitales y las zonas erógenas con una cantidad segura de energía eléctrica, el cuerpo humano es principalmente agua, por lo que es un excelente conductor. El juguete se coloca en algún lugar de su cuerpo, de sus zonas íntimas, preferentemente la vagina para permitir que la electricidad pase a través de las células nerviosas. Esto le hace supersensible al tacto y crea sensaciones que van desde un hormigueo hasta una sensación que hace que los músculos se contraigan. – ella se quedó fascinada y pro sobre todo deseada con esa explicación.
- Asfixia auto erótica. – leyó detenidamente par ano equivocarse en su pronunciación. - ¿Va a ahorcarme? – soltó abriendo sus ojos grandes como platos.
- La asfixia auto erótica es una manera de obtener satisfacción sexual a través de la disminución de la respiración durante la actividad sexual, puede ser realizada por uno mismo o en la actividad con otra persona, en este caso yo. Pero quédate tranquila, que se cómo hacerlo. –
- ¿Puedo morir? – pregunta cómo por inercia.
- Es peligroso, si. Pero quédese tranquila que no la lastimare. Si eso es lo segundo ¿Qué otro punto le falta? – y ella respiró hondo, ese era el único punto que necesitaba dejarle en claro.
- Donde dice que no puedo tener hijos ni personas a mi cargo. Usted sabrá. – y enseguida la interrumpe.
- Cuando redacte ese contrato no sabía lo de su hermana, y solo agregué lo de la compensación monetaria. Puede obviar ese punto, sé qué si firma, lo hará por ella, así que no se preocupe, se hará una excepción.-
Era la primera aves que él hacía una excepción en su contrato, pero pro alguna razón ella lo volvía de ese modo. Nunca había tocado a una mujer sin antes firmar el acuerdo, pero con ella el deseo pudo más.
Desde el día que la conoció no hubo minuto en el que no pensará tenerla a sus pies y se obsesionó a tal punto, de redactar el acuerdo sin siquiera saber si volvería a verla. El que se haya aparecido en su oficina fue una suerte divina.
- ¿Alguna otra duda? – indagó seguidamente..- ¿Y cuál es su decisión? – ella lo pensó detenidamente toda la noche y ya sabía que quería. Necesitaba ese dinero y necesitaba poder experimentar algo nuevo en la sexo, dejarse llevar por el deseo. ¿cómo haría para no estar con Mauro? no lo sabia, solo tenía en su mente, como prioridad, darle esa operación a su hermanita y si debía venderse para eso, lo haría sin dudar.
- Firmaré Sr. Rivas. – en su rostro se esbozó una sonrisa triunfante y se levantó para acercarse a ella, con una birome en su mano. Cuando estiró su mano para dársela, le hizo una última pregunta.
- ¿Estás segura? – y ella tomó la lapicera en sus manos.
Lo estaba.
Claramente, lo estaba.
En aquel momento en el que Abril firmó su consentimiento en el acuerdo, nunca imagino el mundo oscuro en el que iba adentrarse, las cosas que iría a conocer, todo aquello que podría experimentar en el campo de lo sexual y por sobre todo lo difícil que se le iba dar el poder cumplir con esas tres clausulas infrangibles.
Luego de que ella puso su firma en ese papel, él le ordenó acompañarlo a un lugar "para estrenarla" la manera tan frívola que tenía ese hombre, a veces le generaba curiosidad ¿le habrá pasado algo para ser tan despectivo con las personas? Y algo que rondaba por su mente desde que lo conoció y comenzó a tratar ¿le habrán roto el corazón alguna vez? Porque para ella, la única explicación que le encontraba a su trato para con las mujeres era esa. El resentimiento de haber experimentado el desamor. Aunque la verdad estaba muy lejos de ser esa.
En cuanto llegó al lugar, quedó sorprendida al ver tantos "juguetes" colgados en la paredes y sobre escritorios, pero lo que más le llamaba la atención, era aquella silla y la mesita ratona que la acompañaban. La misma se ubicaba en medio de la sala y sobre aquella mesa reposaban varios consoladores de diferentes tamaños y color. También pudo ver un aparato que podía identificar como un vibrador de mano estimulador. Él solo imaginarse qué iría hacer con eso, su bajo vientre comenzaba a sentirse excitado.
- Desnúdate. – le ordenó y ella quedó inmóvil.
¿Desnudarse?
¿Frente a él?
¿Y que la vea?
- ¿Y bien? ¿O prefieres empezar con los castigos? - ¿Castigos? Si eso era el premio ¿Cómo serían los castigos? Abril comenzó a desvestirse en tanto él buscaba en unos cajones un manojo grande de cuerda.
- ¿Vas atarme? – preguntó tomándolo por sorpresa. En ese momento en el que él se volteo para verla y encontrarla desnuda, no pudo evitar cautivarse por el cuerpo perfecto que tenía. Sus pechos eran de un tamaño bastante grandes, pero se notaban que eran naturales. Su vientre no era tan delgado, pero iba perfecto con ella. Su pubis completamente depilado había logrado encenderlo y sin mencionar el pequeño corazón tatuado en ese sitio con una leyenda que decía "vive, ama y siente. Por sobre todo siente" sonrió sin darse cuenta y ese gesto provocó en ella que una extraña sensación comenzará a viajar por todo su cuerpo. Nunca la habían morado con tanto deseo, si quiera Mauro, su novio y una parte de ella está disfrutando esto del papel de esclava.
- Siéntate de espaldas a la silla, coloca tus manos sobre el respaldo uniendo los brazos lo más que puedas al pecho. Encorva tu espalda de modo tal que me dejes a la vista tus Zonas íntimas, para ello deberás separar tus piernas y colocar tus pies en esas tarimas a cada lado de la silla.
Abril hizo exactamente lo que él le ordenó y al sentirse así, tan expuesta, provocó que sus zonas íntimas comenzarán a contraerse inmediatamente. Una acción involuntaria que él podía visualizar perfectamente.
Cuando se posó por sobre tras de ella, creyó que iría a penetrarla inmediatamente, pero no, se agachó y comenzó a atarle los tobillos a la madera. Primero uno luego el otro. Su cercanía con sus partes íntimas provocaba que esos movimientos se habían cada vez más visible y por unos instantes el se detuvo a verlos.
- Presiento que esto lo disfrutaras más que yo. – ella no dijo nada producto de la vergüenza, pero a él ya se le había puesto duro.
Cuando acabo de atar sus tobillos y el largo de sus piernas, paso a posicionarse frente a ella. Al ver su rostro rojo de la excitación y la vergüenza no pudo sentirse más excitado, porque si había algo que lo hacía desear más o que lo hacía sentir imponente, era el doblegarlas, hacer que se arrodille ante él, ante sus deseos oscuros. Comenzó atar sus muñecas, primero una luego la otra, para seguidamente unirlas entre si. Paso el largo de la cuerda sobre el contorno del tórax para inmovilizar la a la silla. Luego, colocó una mordaza de esas que extienden su boca para practicar el sexo oral, la misma que llevaba una cuerda hacia arriba, y se amarraba a una máquina que podía elevar su cabeza. Para ajustar él tuvo que subirse a la tarima donde estaba la silla con ella atada y le puso su miembro duro en la cara, que, si bien seguía cubierto por la fina tela del pantalón, se evidenciaba el gran tamaño.
Ella sintió deseos de llevarlo a su boca e hizo un movimiento involuntario que el sintió.
- No te preocupes, ya te lo meteré en la boca. – él no es de mucho diálogo, pero cada grave ponía más caliente a Abril.
Cuando finalizó de atarla, ella ya no se podía mover y solo escuchaba los pasos de él tras suyo, que le provocaba mucha ansiedad. De pronto siente que algo cae sobre sus nalgas y luego entre medio de ellas, bañando sus zonas íntimas y provocando que visiblemente se contraigan.
Con su mano comenzó a esparcir el líquido por sus glúteos, logrando un tono grasoso y muy brillante. De vez en tanto él daba una palmada fuerte en cada uno y lo hacía hasta que quedarán rojos. Ella no podía moverse, pero por primer aves en su vida, experimentaba el dolor más excitante.
De repente los golpes se detuvieron y él se alejó de ella para tomar algo de la mesa. Ella comenzó a sentir un ruido vibrante y enseguida se dio cuenta de lo que era.
- Bueno, comencemos el juego. – dijo el con el aparato vibrador en la mano.