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Chapter 92 - Hace mucho que ya lo sabia

- ¡Álvaro!

- ¡Álvaro! -Samara y su hijo estaban muy preocupados. Estaba bien hace un momento, ¿Por qué se desmayó de repente?

Samara lo abrazo y Eduardo salió corriendo a pedir ayuda. Toda la peluquería se puso nerviosa otra vez. Llego la ambulancia y le ayudaron a subir. Samara no tuvo tiempo de darle las gracias a Javier. Ella y su hijo acompañaron a Álvaro al hospital.

Eduardo sujeto la mano de Álvaro con fuerza, mirando su cara pálida, pregunto con inquietud:

-Mama, ¿Álvaro morirá?

-No, no puede ser. -Samara consoló a su hijo. Pero en realidad no sabía lo que podía pasar.

Ella sabía más que nadie lo grave que era la herida de Álvaro, pero el nunca demostró dolor delante de su hijo. Samara lo había odiado, pero en ese momento solo se sentía preocupada por él.

Samara abrazo con fuerza a Eduardo con lágrimas en los ojos. Ella no sabía que haría si le pasaba algo a Álvaro. En ese momento se dio cuenta de que lo amaba mucho. Hace mucho tiempo que era parte de ella.

Eduardo sintió la inquietud de su madre, entonces se quedó silenciosamente entre sus brazos y sus pequeñas manos sujetaban con fuerza las de Álvaro.

-Despierta, ¿vale? No te mueras. -Eduardo oro en su corazón. En estos momentos, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

La ambulancia llego pronto al hospital. Los médicos y enfermeras empujaron rápidamente a Álvaro a la sala de emergencias. Samara y Eduardo solo pudieron quedarse fuera. Eduardo estaba un poco cansado, pero no quería preocupar a Samara y se movió un poco. Inmediatamente, Samara se dio cuenta.

- ¿Qué pasa? ¿tienes hambre? Te compro algo de comer y cocino algo para

ti más tarde cuando Álvaro salga, ¿de acuerdo?

Eduardo asintió. Quería decir que no tenía hambre. Pero en ese momento, su estómago empezó a retumbar. Después de todo, era un niño.

Samara pidió que alguien comprara comida para Eduardo. El niño no era muy exigente con la comida y empezó a comer muy rápido. Sin embargo, sus ojos siempre miraban en dirección de la sala de emergencias y estaba muy preocupado.

Isaac y Javier fueron a lidiar con los asuntos. Josué también llego al hospital. Al ver a Samara y Eduardo, se puso un poco triste por ellos.

-Señora, antes el señor me pidió que comprara algo para el señorito Eduardo. Todavía está caliente. Deje que coma un poco. -Josué le dio las gachas a Eduardo.

Los ojos de Eduardo se pusieron rojos otra vez. Tomo las gachas y las comió con lágrimas en los ojos. El pasillo estaba tranquilo e incluso Eduardo comía sin generar mucho ruido. Samara se sentía un poco deprimida, pero no podía hacer nada.

La luz de la sala de operaciones estaba encendida en todo momento. Era como si un par de manos invisibles estuvieran presionando su corazón, apretándolo poco a poco. Eduardo comió algo y se sintió mejor. Le tiro suavemente de la manga a su madre y dijo en voz baja:

-Mama, tengo algo que decir. En aquel momento con el fin de mandar un mensaje, robe el teléfono de un cliente. ¿Puedo devolvérselo más tarde?

Toda la atención de Samara estaba en la sala de operaciones, pero no pudo ignorar la petición de su hijo. Rápidamente volvió la cabeza y dijo:

-Bien. Pediré a alguien que le dé las gracias al cliente.

-Mama, grave esto en secreto. Escucha. -Eduardo le dio el teléfono a su madre.

Al abrir la grabación con curiosidad, Samara escucho la voz de Rebeca y le sorprendió. Resulto que el incendio de hace cinco años fue un plan de Rebeca. Es decir, Álvaro realmente no sabía nada en aquel entonces. ¿Fue ella quien se había equivocado?

Aunque Samara ya confiaba en Álvaro, cuando supo la verdad sobre el incendio, sus ojos se llenaron de lágrimas. Desde el principio, Álvaro no los había abandonado, Rebeca la había engañado. Samara apretó fuertemente el teléfono con sentimientos encontrados.

Josué también escucho todo eso, estaba un poco sorprendido. En su impresión, a pesar de que Rebeca era un poco rebelde y voluntariosa, ella no era tan despiadada. Nunca había pensado que una mujer tan bonita fuera tan cruel.

La operación aún estaba en marcha y esta vez fue incluso más larga que la anterior. Samara estaba preocupada por su hijo y quería que Josué lo llevara a casa, pero él se negó.

-No, quiero quedarme aquí para esperar a Álvaro. -aunque Eduardo todavía era un niño, era muy terco. Sus ojos miraban en dirección a la sala de operaciones con mucha atención.

Samara sabía que esta vez, Eduardo probablemente tenía otra impresión de Álvaro. Ella lo abrazo suavemente y dijo en voz baja:

-Hijo, tengo algo que decirte.

-Dime mama. -en realidad, Eduardo ya sabía lo que Samara iba a decir. Sin embargo, ya no tenía ganas de rechazar la verdad. En su mente apareció el momento donde Álvaro asomaba su cabeza por el conducto de ventilación con una sonrisa. Era una sonrisa tierna y Eduardo sintió como se derretía. Cuando Álvaro bajo de la ventilación y camino hacia él, realmente se sintió amado y protegido. En ese momento, ya no lo odiaba.

Al ver que su hijo estaba muy tranquilo, Samara dijo:

-En realidad, Álvaro es tu padre, tu padre biológico. Hace cinco años, lo le malinterprete y te lleve a otra ciudad incluso no te conté nada sobre él, es mi culpa.

-Hace mucho que lo sabía. -No lo dijo en voz alta, pero sorprendió mucho a su madre

- ¿Ya lo sabias?

-Si, lo supe desde que decidiste volver a Ciudad H. estabas muy preocupada por él. Esta mirada y persistencia eran diferentes. Por eso investigué y descubrí que tenía una mujer llamada Samara Arias, murió en un incendio. Tú le tienes mucho miedo al fuego y a menudo tienes pesadillas por la noche, así que lo sabía. -dijo Eduardo en voz baja.

Samara estaba extremadamente sorprendida.

-Álvaro dice que eres un genio, ¿es verdad que tienes talento en informática? -Samara no lo podía creer. Su hijo, de verdad era un genio de informática.

Eduardo se sentía un poco avergonzado al escuchar eso y dijo tocándose la cabeza:

-No sé si soy un genio, pero me interesan los ordenadores desde hace mucho tiempo. Mi padrino lo sabía y le pidió a alguien que me enseñara algunas cosas, por lo que tuve éxito en eso. Después de volver a Ciudad H, publique el video de Álvaro en el baño del aeropuerto, porque sabía que lo odiabas. Después, cuando tuviste un accidente durante la prueba del coche, fui a la compañía de Álvaro y paralicé su ordenador. Mas tarde, revele algunos secretos comerciales. Mama, no soy un buen hijo, ¿Por qué Álvaro me salvo?

Samara acariciaba su cabeza y le dijo con una sonrisa:

-Hijo, así son los padres. Él es tu padre, no importa lo que hagas, te amara siempre. Incluso si le pone en una situación peligrosa, te salvara. Porque eres la continuación de nuestras vidas, un ángel que debemos proteger a toda costa. -mientras hablaba, empezó a llorar.

Debido a su malentendido, ella privo su derecho de ser padre durante cinco años. Siempre pensó que todo lo que hizo fue para proteger a sus hijos, hasta ese momento, Samara se dio cuenta de que se había equivocado.

Al ver a Samara llorando, Eduardo se secó las lágrimas rápidamente y dijo en voz baja:

-Mama, es mi culpa. Prometo que no hare que os enfadéis otra vez. ¿Puedes dejar de llorar? Álvaro estará bien, verdad. -recordó la sangre en el pecho de Álvaro. Eduardo estaba tan triste que no paro de llorar en los hombros de Samara.

Los dos lloraban juntos y Josué también se sentía triste. Dio un paso adelante y dijo:

-Señora, señorito, el señor les extraña mucho. No permite que nadie establezca una tumba para su mujer porque piensa que aún está viva. Esos cinco años, se convirtió en una máquina de trabajo, sin tristeza y sin alegría. Aunque recibe a la señorita Rebeca en la mansión, solo es

para que cuide al señorito Adriano. No hay nada entre ellos, incluso no le deja entrar en su habitación. Dice que es la habitación de su mujer y todavía tiene su olor. Incluso es el quien limpia la habitación sin ayuda de nadie.

Al escuchar eso, Samara se sentía peor.

-No lo sé, no sé nada… -ella pensó que había sufrido mucho y que los niños habían tenido una vida muy dura, por lo que culpo a Álvaro de todo. Sin embargo, ella no sabía que este tiempo también había sido difícil para él.

Samara se odiaba a sí misma, pero la luz de la sala de operaciones todavía estaba encendida. Justo cuando estaba pensando, se escuchó un ruido fuera, parecía que alguien quería entrar. Era tan ruidoso que no podía ignorarlo.

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