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Chapter 22 - Trastorno hormonal.

Cuando Samara escucho el sonido de los pasos, levanto la cabeza y vio que Álvaro estaba de pie en la puerta, mirándola fijamente. Estaba observándola con una mirada emocional y suave como si estuviera viendo a la mujer mas preciosa del mundo. Pero Samara se sintió triste en seguida y pregunto:

- ¿Señor Álvaro? ¿Por qué viene? Dijo que estaría ocupado últimamente, ¿no? – en realidad sabia que el director Luis le había entregado el informe de la prueba de paternidad. Estaba esperando al hombre, pero no se imaginaba que tardaría tanto en llegar. Además, la sorprendió con una mirada cariñosa.

Samara estaba preparada mentalmente, pero Álvaro entro con una sonrisa. Con la luz del sol que se ponía a través de la ventana, el hombre se veía más encantador. Samara de repente se aturdió.

Todavía recordaba que cuando conoció a Álvaro, también era enérgico y atractivo. En aquel entonces, era un empresario invitado a la escuela. Había vuelto a la escuela para compartir sus experiencias profesionales. Samara se enamoro profundamente de el al verlo. A partir de entonces, ella soñaba en ser su esposa.

Pensó que todo esto era solo su propia ilusión, pero nunca había pensado que el sueño se convertiría en realidad. En un banquete, se acostó con él por accidente, además, los encontraron. Pero luego descubrió que Álvaro ya tenía novia. Debido a este incidente, su novia le abandono y se fue. Álvaro tuvo que casarse con ella frente a la presión que le habían dado los rumores y el público.

Aunque se quedaron juntos de esta manera rara, ella estaba feliz y agradecida por ser su esposa. Hizo todo lo posible para que el la amara, hacia de todo para complacerlo. En este momento, esta misma escena hizo que Samara se sintiera triste. Odiaba a este hombre.

Samara hizo todo lo posible por controlarse, pero se podía notar la frialdad y el disgusto en su mirada. Cuando Álvaro vio su rechazo, se sintió decepcionado.

- ¿Qué pasa? ¿No te gusta que venga? -dio un paso hacia adelante y puso los mangos sobre la mesa.

Samara sintió la fragancia de la fruta y volvió a ponerse triste. Su fruta favorita era el mango, pero después de que Álvaro dijera que no podía soportar este sabor, nunca más lo había comprado. Sin embargo, no entendía por que este hombre cambio totalmente de actitud después que ella tuviera una apariencia distinta.

- ¿Por qué traes mangos? No me gustan. -Samara ni los miro. De hecho, no había comprado mangos durante estos años porque Eduardo y Laura eran alérgicos. En este sentido, los niños eran similares a su padre.

Álvaro se quedó aturdido. A través de las palabras de los sirvientes, se entero de que a ella le gustaban los mangos. Como era alérgico a ellos, pensó que la razón por la que no los había visto en su casa era por que la mujer tampoco los quería, pero después descubrió que ella había hecho un sacrificó por él.

Quería decirle que podía comer lo que quisiera, pero después de que Rebeca había vuelto, no podían hablar tranquilamente. Por lo tanto, al ver que Samara ya no quería comer los mangos, ni siquiera los miro, tuvo una sensación muy compleja.

-Tu mirada te traiciona. Te gusta esta fruta, ¿no? Si te gusta, te sirvo uno. -dijo el. Sin ver la expresión llena de frialdad de la mujer, Álvaro cogió un mango y lo pelo.

- ¡Déjalo! ¿No eres alérgico a esto? -grito la mujer.

Pronto Samara se dio cuenta de que estaba demasiado emocionada. Con la mano extendida, se quedó sin palabras.

Álvaro se sorprendió al escuchar esto y dijo:

- ¿Cómo sabes que soy alérgico a los mangos? -la observo con una mirada expectante.

Samara retiro la mano y dijo con una sonrisa:

-Lo siento, me he equivocado. Es que Carlos es alérgico a los mangos, pero siempre me los servía. Dejé de comerlos cuando vi la erupción que le salió.

Cuando Álvaro escucho la explicación de Samara se quedo decepcionado. Apretó las manos, haciendo que el zumo del mango saliera un poco. Pero la mujer lo ignoro. Continúo riendo y dijo:

-Señor Álvaro, péleme uno si no le importa. Como Carlos no esta aquí, quiero tomar uno.

Al ver la sonrisa de la mujer, se sintió dolido. Bajo la cabeza y siguió pelando al decir:

-Come si quieres, se dice que los mangos son una fruta muy buena para las mujeres. Haz lo que quieras.

-Gracias. Señor Álvaro, pero Carlos es especial y no puedo dejarlo sufrir por mí. -contesto la mujer.

Las palabras de Samara hicieron que Álvaro se sorprendiera.

- ¿Amas tanto a Carlos? -pregunto él. De repente levanto la cabeza y observo a la mujer con una mirada triste. Aunque estaba de mal humor, no quería que Samara lo notara.

La mujer nunca había visto que Álvaro se quedara así antes. Siempre creía que era un hombre indiferente. Al ver la cordialidad que tenia con Rebeca, se desesperó. No entendía por que el hombre la estaba mirando de esta manera, como si hubiera hecho algo imperdonable.

Samara no pudo mirarlo directamente, bajo la cabeza y dijo sonriendo:

-Señor Álvaro, es mejor que lo haga yo misma. -Mientras hablaba, extendió la mano para coger el mango que sujetaba Álvaro. Había visto que al hombre le había salido una erupción en la mano.

Sin embargo, Álvaro esquivo y continúo pelando. Estaba muy atento.

- ¡Señor Álvaro! -grito la mujer.

- ¡Cállate! -dijo el. Álvaro no quería mostrar los celos y la ira que tenía, pero ya no podía controlarse. Su grito hizo que Samara se sorprendiera. No entendía por que estaba tan enfadado. Por lo tanto, no le hizo caso.

Tampoco quería seguir discutiendo con él. Pero le miraba de vez en cuando por el rabillo de los ojos. El mango ya estaba pelado. Álvaro lo corto en pedazos pequeños con el cuchillo, los puso en un plato y se lo dio a Samara. En ese momento, el dorso de su mano ya se había puesto rojo.

La mujer frunció el ceño ligeramente porque intento ignorarlo, pero no pudo. No sabia que hacer ahora. Recogió el plato rápidamente y susurro:

-Puedo comer sola. Señor Álvaro, sus manos ya están rojas… es mejor que vea a un médico.

-Eso no me importa. -respondió el hombre. Parecía que Álvaro no se había dado cuenta. Se limpio las manos con papel higiénico y empezó a pelar otro para ella.

-Me basta con uno, señor Álvaro. -dijo la mujer. Samara lo detuvo rápidamente.

A Álvaro no le gustaba la manera en que lo llamaba.

-Llámame por mi nombre. -ordeno.

Samara se sorprendió al escucharlo. Se aturdió porque no había pensado que el diría esto. Mirando su expresión familiar, Álvaro se sintió herido esta vez.

-Llámame por mi nombre, no estoy acostumbrado a que me llamen "Señor Álvaro" -dijo el.

Samara contesto:

-Pero Josué te llama así, ¿no?

- ¿Eres Josué? -pregunto el hombre.

Esta pregunta la sorprendió. No entendía porque Álvaro no le había preguntado sobre el informe. Estaba curiosa por saber lo que quería hacer. Samara tenia muchas dudas, pero el no dijo nada, así que empezó a comer el mango.

Cinco años después, pudo comerlo de nuevo, tenia el mismo sabor, pero ella había cambiado. Solo comió un bocado tras otro. De repente, descubrió que Álvaro se estaba rascando las manos de vez en cuando y algunas partes de su mano ya se habían hinchado. Incluso le habían salido erupciones en la cara y en el cuello.

-Álvaro. -dijo y rápidamente para de comer el mango. Quería decir algo, pero paro. Samara se persuadió a sí misma, se calmó y pulso el timbre de la enfermera.

Al ver que Samara todavía estaba preocupada por él, Álvaro sonrió de repente.

- ¿Por qué te ríes así? ¿estas loco? -dijo ella. A esta mujer no le gustaba nada esta sonrisa.

No entendía la actitud de este hombre después de que ella volvió a la ciudad. Era muy raro que hubiera pelado el mango para ella. Además, su sonrisa era aún más extraña. Samara inconscientemente quería distanciarse de Álvaro, pero el hombre se adelantó, agarro su brazo y la beso de repente.