Ese día no había nada que pudiese salir mal, es más, nada podría salir mal después de todos esos meses en los que trato de pasar desapercibido, después de todo había hecho todo lo posible por no ser parte de la historia, por continuar siendo un total extra sin llamar la atención de los protagonistas.
Entonces ¿por qué? ¿Por qué lo seguía viendo fuera a donde fuera? ¿Qué fue lo que hizo mal para terminar de esta manera? ¿Y por qué se seguía involucrando con EL de todos los personajes? No lo entendía. Había más preguntas que respuestas. ¿Qué diablos sucedía con esa persona? Y ¿Qué diablos fue el detonante?
[…]
—¿Por qué sigues intentando escapar de mí?— Estaba siendo acorralado hasta una pared mientras un tono rojizo empezaba a extenderse desde sus orejas, siguiendo el rastro hasta las casi regordetas mejillas y terminando, como la cereza del pastel, en su nariz. Gracias a su piel blanquecina, el color rojo se hizo más fácil de notar.
Unas pequeñas lágrimas estaban asomándose de sus ojos a punto de caer, ¿de qué se avergonzaba? No había forma de que alguien menor a él pudiera hacerlo sentir avergonzado o peor aún, ¡excitado! ¿Qué diablos estaba haciendo su razonamiento en ese momento?. Se sintió tan bien y se detestaba por ello, detestaba su débil voluntad que podía ser torcida con tan solo el toque del ajeno, anhelaba que el contrario hiciera un desastre de él y que esté solo lo deseará a él y a nadie más. Es incorrecto describir estos sentimientos como simple anheló, era una necesidad desconocida, ¿Estaba enamorado? No lo sabía, en ese estado vulnerable no podía identificar que era lo que sentía más allá de la excitación momentánea.
Los ojos azulados de Nicholas, se encontraron con los anaranjados del ajeno, era una ferviente lucha entre ambos colores, ambos transmitían tantas cosas entre ambos, pero solo uno en común; el deseo por el otro. El chico que estaba acorralándolo contra una pared le miró con desconcierto.
—¿Por qué sigues haciendo esto conmigo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?—. Las lágrimas no tardaron en estallar y la mirada del contrario continua sobre él. Odiaba necesitarlo más que a cualquier cosa, odiaba depender de él como si nunca hubiera recibido una minúscula muestra de afecto, odiaba absolutamente todo lo que provocaba en él, y a su vez, lo amaba. Lo amaba con cada minúscula fibra de sí mismo, con cada átomo de su cuerpo. Lo amaba perdida y locamente.
Terminó por jalar a su ajeno del cuello de su corbata juntando así sus labios, el contrario no se sorprendió en lo absoluto, sino que fue él quien tomó el control del beso guiando al mayor a donde y como él quería. Sus lenguas estaban en una fiesta dentro de sus bocas, con un poco de saliva desbordándose de sus labios, estaban jadeantes de placer, ambos estaban haciendo un desastre del otro con tan solo un beso.
Quiso continuar, quiso deshacerse de todas las prendas que le impedían tocar directamente la piel del contrario. Quería recorrer cada rincón del cuerpo de él con sus manos y labios, lo único que lo mantenía un poco cuerdo era el hecho de que estaban en su habitación. Lugar en el que no cualquier persona podría entrar, así que se detuvo inhalo, lo que pudo de aire con la nariz para expulsarlo con un suspiro mientras juntaba ambas frente y lentamente abría la boca para hablar.
—Y-yo … Yo te…—. Y eso fue todo lo que pudo decir por qué justo en ese momento alguien toco la puerta de su habitación y ambos más por instinto que por vergüenza empezaron a arreglar su desordenada ropa y cabellos como limpiar cualquier rastro en su cara que pudiese delatar que hace unos segundos se estaban besando.
[…]
Lo peor de su situación no era tener que lidiar con los personajes de la novela, sino a quien poseyó y sus circunstancias. Quería con tantas ganas maldecir a quien sea que hubiese hecho posible aquella posesión.
La situación en la que se encontraba era tan lamentable, desde que despertó en ese mundo hasta ahora, todo había sido lamentable y problemático para él, empezando por esa tonta maldición.