Unos días después sucede la tan inesperada coronación que como es de esperar, mi hermano no está presente, al no ser informado de está para evitar que realice algún tipo de espectáculo cómo de seguro haría estando presente.
Pero en realidad, no se realizará de la forma habitual como de costumbre, sino que ocurrirá dentro del palacio y con un número bastante reducido de invitados, entre los que se encuentran solo las figuras más importantes del reino; como el general al frente de nuestro ejército Greg Linbert, junto a algunos de sus subordinados.
El tesorero de la corona, Eder Seidl que gestiona todas las inversiones y gastos en el reino como también múltiples figuras más de gran relevancia de la misma índole, igual que algunos nobles fieles a la corona.
También como es de esperar, el cardenal Lorenz Grost en representación de toda la iglesia, siendo este último el que se encuentra en mayor desacuerdo de todos, con respecto a la desición de ser yo la próxima en el trono. No habla demasiado sobre su inconformidad, pero se le puede notar fácilmente en la expresión de disgusto en su rostro. Aunque se puede decir que prácticamente solo la mitad de los presentes, apoya la idea de yo ser la próxima heredera a la corona.
Entonces estoy aquí, justo en medio de la gran sala del trono, de apariencia muy similar a una iglesia católica en cuanto a la arquitectura que muestra. Diferenciándose con pintorescos vitrales con imágenes de grandes héroes y monarcas de la historia de nuestro reino, así como pinturas de estos mismos, importantes batallas, trascendentales acuerdos con otros reinos y hasta algunas estatuas de estas personas. Se puede afirmar que en este sitio está plasmada toda la historia de Baleras, haciendo memoria a nuestros grandes logros que nos han llevado a ser la nación más próspera de Graismeland.
Me encuentro observando muy nerviosa por detrás de una cortina que da a una habitación, la cual está ubicada a un lado del trono que se emplea como sala de espera para los invitados antes de hacer cualquier declaración oficial ante los demás miembros de la corte.
A mi padre lo traen apoyado sobre sus hombros, mientras que dos de nuestros sirvientes me intentan calmar al notar mi estado.
"Yo que tú no me preocuparía demasiado por las opiniones de esa partida de idiotas que no saben valorar lo que yo veo en ti, poniendo por encima sus prejuicios de siempre hacia lo tradicional" Me dice mi padre llegando junto a mí, "Pero tu labor como mi sucesora es demostrarles que se equivocan y después verás que todos te apoyarán. Te lo digo con tanta seguridad, porque cuando yo asumí el trono, también me pasó una situación similar cuando mi padre me eligió a mí, en vez de tu tío que que era el mayor, pero era y es una persona aún más problemática que Luzen" Suspira con pesar, "Pero tu sabes todo lo que pasó con él. Por desgracia la vida en la corte siempre está llena de problemas, pero confío en que tú igual que yo los sabrás superar."
Al ser su hija en el transcurso de mis 21 años, he vivido de forma directa o indirecta muchas de esas situasiones políticas que me han hecho pasar por demasiadas preocupaciones.
Respondo no muy sorprendida por todo lo que me ha mencionado mi padre, "Siempre tendré en cuenta tus sabios consejos padre, y te aseguro que siempre tendré en mente el ideal de proteger a éste reino y a mis súbditos antes que nada como me acabas de mencionar."
El sonríe orgulloso y pronuncia al mismo tiempo que se dispone a salir, "Yo sé que así será. Ahora vamos a hacerte reina de una vez que ya todos deben estar cansados de tanto esperar."
Salimos frente a toda la audiencia dividida entre los que me apoyan y los que no, los cuales escuchan atentamente y sin mencionar una palabra, el decreto real que anteriormente se me había mostrado.
Birger finaliza de pronunciar el trascendental anuncio y entonces mi padre habla, "Yo sé que no es la tradición que una mujer sea declarada reina, pero ustedes saben que el carácter de mi hijo no lo hace apto para ello. Espero que comprendan mis razones y les aseguro que mi hija Iris, les garantizará un buen futuro igual que yo lo hice en el pasado."
Nadie se atreve a cuestionar las palabras de mi padre, pero igual se puede notar el descontento en muchos de los presentes.
Mi padre toma la corona de oro adornada con varias esmeraldas y rubíes para irla acercando lentamente hasta mi cabeza mientras dice lo más alto que puede, "Yo Rudolf Tamazen legítimo soberano de este reino, declaro a mi hija Iris Tamazen....
Sorpresivamente irrumpen en la sala, dándole una fuerte patada a la puerta de principal, mientras se escucha una voz furiosa, "¡¿Pero qué rayos están haciendo aquí?! ¡Esa corona es mía!"