Fue un día pesado de trabajo. No creí que mi papá haría un escándalo sobre un diminuto error que salió en el producto. —Ya llegué...— Dije cansado. —perdón, me tuve que quedar más tarde, hoy me tocaba hacer la cena—
—¡No te preocupes, tengo la mesa servida!— Recibió mis cosas. —Sabía que debió ocurrir algo, así que me encargué yo— Me hizo sentarme en la mesa.
Llevo un tiempo viviendo con Sieg. Me ayuda bastante. Aveces creo que parecemos una pareja de recién casados. Sieg es muy tierno, y se ve realmente sexy con su delantal cuando me está cocinando. Pero, estos son solo los pensamientos de cualquier hombre que tuviera un compañero como él. Deseos carnales, que se sumergen a medida pasan los días. ¿Cómo puedo imaginar tal cosa con una lindura como él? Aunque, ya lo hemos hecho, pero eso es parte del pasado.
—¿Cómo te fue en el trabajo?—
—Mi papá me arrastró de un lugar a otro— Dije. —Es una mujer terrible— Él se rió.
—A mi me parece simpática, se parece a tí—
—¿En qué se parece a mí?— Refunfuñé.
—Bueno, si fueras un alpha, serías igual a ella, posiblemente—.
—Me siento muy ofendido—
—Ahaja, pero es cierto. Tu madre es linda—
—¿Así? ¿Por qué no te casas con ella entonces?— Mastiqué.
—¡No me gusta de ese modo! Solo creo que es linda, porque se parece a tí— Comentó.
—Hey, no ganarás nada coqueteandome. No te daré mi tarjeta de crédito—
—Oh~ ¿Pero, por qué?—
—Es mi dinero, no dejaré que lo gastes impulsivamente. Tú tienes tu propio dinero— Dije.
—¡Pero, todo se va en mantener a mi club!— Reclamó.
—¿Qué tiene que ver eso conmigo?—
—Eres tan cruel~— Se echó sobre la mesa.
—¿Tanto quieres ir a ese maldito centro comercial?—
—¡Sí!—
—Mañana tengo mi día libre— Él se levantó de golpe.
—¿¡Vamos a ir!?— Se emocionó corriendo hasta mí.
—Eh... Ya que insistes tanto...— Me alejé en el asiento.
—¡Te quiero tanto!— Se me lanzó encima.
—¡Hey, sal de encima! ¡No me toques!— Traté de apartarlo.
—No seas así— Me hizo un puchero. —Además, Fred te encantaba tocarme antes—
—¡Oh, por Dios! ¡Eso fue hace 13 años!— Grité.
—¡No fue solo esa vez!— Me safé, llendome a mi habitación. —¿Estás huyendo?—
—Sieg, sé que debes tener resentimiento contra mí, por todo lo que te hice... ¿Pero, no crees que ha pasado mucho tiempo?— Cuestioné. —Lamento lo que sucedió en tu cumpleaños también... Y en la despedida de soltero... Y sobre todo nuestra primera vez en la playa— Alivió su ceño fruncido. —Ahora, solo estamos conviviendo juntos, porque es mejor a que estés solo.— Aclaré.
—Aún así, no tienes idea de lo difícil para mí que fue olvidarte...— Se aferró a mi polera. —¿Por qué? ¿Por qué tuviste que ser tú...? ¿Por qué tienes que ser tan amable conmigo?—
—Sieg...— Nombré. —Perdón— Lo abracé. —Lo lamento mucho... Solía ser muy estúpido—
—Yo realmente te quería, Fred... Aunque fueras un imbécil, me gustabas así...— Confesó. —¡Es tu culpa que jake y yo fueramos infelices!— Me gritó. —Todo es tu culpa...— Repitió.
No me excusé, y mucho menos le diría que está diciendo tonterías, porque me sentía culpable, al no haber pensado en mis acciones. Y aunque su divorcio no tenía nada que ver con ello, o eso es lo que creo, está bien que me grite, si puedo borrar su dolor.
Yo no soy la clase de persona que vive atascada en el pasado. Pero, aveces sueño con el cálido mar de esa noche convertirse en el peor episodio de mi vida. Era el infierno y el paraíso juntos. Me había enamorado de Sieg cuando era un adolescente, sin embargo jamás le demostré mi amor correctamente. No pensaba que alguien mereciera ser amado por alguien como yo. En ese tiempo lo único que ansiaba era el amor de mi familia, y lo que restaba era solo un juego. No obstante, solo quería ser aceptado y comprendido por alguien.
—¡Tu hermana es muy hermosa!— Miraban la revista mis amigos.
—¡Ahaja, sí, podría masturbar...!— Jake le pegó con la revista al colorín. —¡Maldita sea, Jake!—
—Eres realmente estúpido. Creo que deberías volver a ser un feto para terminar de desarrollarte— Dije.
—¿¡Qué dijiste estúpido, beta!?—
—¡Ahaja!— Rió Jake. —¿Sabías que Guinea tiene la edad de tu hermano?—
—¡Son solo dos años, no me convertiré en un pedófilo!—
—¿Entonces estaría bien violar a tu hermano?—
—¡Ahora sí, pedazo de mierda!— Casim me tomó por la chaqueta.
Mis días eran así de vacíos, haciendo bromas groseras y sin sentido... Todo para olvidarme un poco de lo que era estar en casa.
—¡Guinea, eres tan fantástica!— Decían en la mesa. —¡Deberíamos exponer tu pintura de la clase en un museo!—
—¡Incluso ganaste el concurso internacional de talento!— Me comía mi plato a regañadientes.
—Pero, Fred me ayudó a componer la canción. Él hizo toda la letra— Yo me sorprendí por darme el crédito.
—¿Qué? ¡Ahaja!— Se rieron. —Oh, por favor, Fred tiene más músculos que cerebro— Me levanté abruptamente de la mesa.
—¡Espera, hermano! ¿Por qué no le dices la verdad?—
—¡Vete al diablo, Guinea! ¿Solo tratas de humillarme no es así?— Recibí un golpe en la mejilla por mi papá.
—¡No vuelvas a levantarle la voz a tu hermana!— La aura de mi papá, me hizo correr hasta mi habitación.
—¡Espera, Fred!—
—¡No le hables a alguien como él! Es una mancha para la familia. Te contagiará su mala reputación—
Esa fue la última vez que hablé con Guinea. Nuestros horarios nunca coincidían, y cuando ella trataba de socializar me iba, dejándole las palabras en la boca. Le tenía tanta envidia a Guinea, e incluso decía odiarla.
Pronto le hablaron a mi hermana sobre un matrimonio arreglado con un alpha. Ella odió la propuesta. Y sin notarlo, pensaba que yo era el único que se sentía mal tratado, pero a la que le imponieron más presión fue a ella. Cuando tenía 17 años vi a mi hermana tirarse del último piso de la mansión. El rojo tiñó la blanca nieve del jardín. Y aunque todos estaban gritando, yo no oí nada, solo mi fuerte respirar.
Entonces, toda mi luz se convirtió en oscuridad. Y todo mi oro se deshizo en tristeza. Cada cosa que pensaba y sabía, era una mentira. Y me di cuenta, que todo lo que necesitaba, siempre lo tuve delante de mí. Pero, jamás supe como tomarlo de vuelta...
—¡AHH!— Grité más fuerte que nadie delante de su cuerpo, y lloré tanto sobre el mar que habían construído para mí, que lo transformé en una tormenta. Me descontrolé tanto que caminé por el camino equivocado. Me escapé de casa solo para pelear hasta quedar debastado.
Pero, como luego de cada noche, el Sol siempre vuelve a salir, no importa lo desesperanzado que estés. El Sol siempre volverá a levantarse.
—¡Hey! ¿Qué haces? ¿No eras tú quién me decía que las peleas callejeras no valían la pena para un buen peleador?— Hasta el día de hoy no puedo dejar de pensar en eso. Si no lo hubiera conocido en ese entonces... ¿Habría sido como ahora?
Si no le hubiera dado una mano a Elián, probablemente nadie me hubiera ayudado ese día. Tal vez jamás hubiera salido del mar profundo. Si no me hubiera sonreído un rayo salido del Sol naciente. ¿Estaría aquí ahora? ¿Hubiera tratado de cambiar al menos un poco...?
Elián, era el único que conocía la verdad sobre la muerte de mi hermana. Porque fue quien me consoló en los momentos más difíciles, y me esperó hasta que me levantara. Me enamoré, y lo amé perdidamente... Y aunque a mí no me amara, decidí apoyarlo lo que más podía en ese tiempo.
—¡Últimas noticias! El gran actor Julen Zsickon, ha mantenido una relación romántica con un omega cerca de dos años... Su pareja no es nada menos que Elián Rosset, el gran heredero de los Rosset. ¡Quién hubiera creído que eran unos anormales!— Escuché en un noticiero.
—¡Tal parece que Julen Zsickon se retirará de la gran pantalla por aquel escandaloso romance!— Oía lo mismo en todos los canales.
—¡Oh, mierda, Elián!— Me puse nervioso y marqué el teléfono de Sieg. —¿Viste las noticias...?—
Elián estaba muy feliz al lado de Julen, no me caía del todo bien, debido a su lengua de víbora, pero era sincero. Y mi amigo había comprado un anillo de matrimonio para pedirle su mano a Julen... Él me decía con una verdadera y amplia sonrisa lo bien que se sentía al lado de Julen.
—¡Hey, Fred! Pienso casarme con Julen ¿Qué anillo crees que le gustaría?—
—Nunca hubiera creído que me enamoraría así. ¡Dios, lo amo tanto! Ya ha pasado un año, y a medida que pasa el tiempo siento que cada día lo amo más—
—Hey, Fred, sé que será difícil. Pero, espero se lleven bien—
Destruyeron todas las esperanzas de Elián revelando su información. Apenas lo supimos, corrimos al departamento de Elián y Julen. Y tocamos la puerta. —¡Eli, abre!—
—¡No contesta, Fred! ¿Qué hacemos?— Fue ahí cuando me pensé lo peor y derribé la puerta con todas mis fuerzas, golpeando mi hombro contra ella.
—¡Eli! ¡ELIÁN, NO!— Gritamos al verlo en el balcón. Saltó de ahí, y corrí a agarrarlo antes de lo peor. Sieg me ayudó a subir a Elián.
—¡Vamos, súbelo!— Con todas mis fuerzas lo levanté. Lo agarré fuertemente cuando llegó arriba.
—¿¡Qué carajos haces!?— Grité. —¡SUICIDARTE NO ES UNA SALIDA!— Vocifereé. —¡¿Por qué...?!— Lo abracé al borde de las lágrimas. —¿Qué pensabas...? ¿¡Qué pensabas!? ¡NO TODO ESTÁ PERDIDO!— le dije a sus ojos vacíos, que recobraron las esperanzas con mis gritos. —¡No veré a alguien que amo morir así, otra vez!— Lo sujeté muy cerca de mí. —No lo hagas... No lo hagas otra vez... No nos hagas esto...— Lloré.
—¡Nosotros aún confiamos en tí, Eli! ¡Aún hay personas que te quieren!— Recapacitó y sus lágrimas cayeron junto a las nuestras.
—Perdón... Yo...— Miró sus manos temblar. —¡Perdón!— Los tres nos abrazamos, incados en el suelo. Hasta que la nieve se transformó en lluvia sobre nosotros.
Me encargué de cuidar a Elián por un tiempo. Estaba muy preocupado por él, no hubiera podido continuar sabiendo que pudo haberse suicidado igual que mi hermana. Así que saliamos siempre después del trabajo.
—No tienes que esperarme aquí todos los días—
—Bueno, pero hoy es un día importante. ¿No?— Dije. —Es tu graduación—
—¿Y eso que tiene que ver?—
—No tendrás que volver a este lugar, y podrás empezar a trabajar— Él no me entendió.
—¿Y qué hay de bueno en eso?—
—¿Acaso nunca te gustó que te felicitaran por tu último día de escuela...?— Él pareció pensarlo algo triste.
—...¡Sí!— Por primera vez en mucho tiempo sonrió. —¡Gracias!— Levantó el envase donde guardaba su diploma.
Creí que lloraría al verle tan vivo, pero solo pude sonreír del mismo modo.
Así me enamoré nuevamente de su gran sonrisa. Que iluminaba mis más oscuros rincones, me hacía sentir una paz que me alejaba de mis actos pasados.
Por eso, un día de invierno, decidí confesarle mis sentimientos.
—Quiero hablar contigo— Él me llevó a un parque cerca de la avenida, y nos sentamos en unos columpios.
—Hace frío...— Calenté mis manos.
—¡Es porque es invierno!— Rió.
—Elián, yo sé más que nadie, por todo lo que has pasado. Para nosotros siempre fuiste el Sol que nos guiaba. Eras el capitán de nuestro equipo, y sin tí nosotros tampoco pudimos continuar con nuestra pasión... Nos completabas. Hoy en día estamos todos algo separados... Pero, en nuestro caso no ha sido así...— Extendí mi brazo hasta alcanzar su mano. —¡Estoy enamorado de tí! ¿Saldrías conmigo?— Pregunté.
—¿Por qué estás tan nervioso?— Él se burló de mí. —¿Crees que te diría que no?—
—¿¡Es un sí!?— Exclamé.
—Claro, eres especial para mí Fred— Reímos por los nervios.
—¿De qué te ríes? Ahaja—
—Me estoy riendo porque tú te estás riendo— Nos contagiamos por la alegría del momento.
Luego, intranquilos nos observamos. Sentí que pude redimirme, por primera vez en mucho tiempo creí hacer algo bueno. Es como si la carga que dejó sobre mis hombros mi hermana se hubiera ido.
Yo haría feliz a este chico... Eso es lo que creía, pero fui el primero en arruinar las cosas.
Lo engañé, y obviamente él se dió cuenta, porque lo hice con un omega, y es imposible ocultar la escencia de esa persona cuando está en tí.
—No tenías que hacer esto... Usar esto como excusa, para separarte de mí... Si tanto me odias, o si salías solo conmigo por lastima...—
—¡No es así! ¡No es así, Elián!— Grité histérico. Él me miró cauteloso. —Oh, maldición...— Realmente la jodí. ¿Por qué mierda hice eso? Sujeté fuertemente el volante de mi auto.
—Está bien, fuiste a tener sexo... Pero... ¿¡Por qué lo hiciste con Sieg!?— Me gritó. —¿Por qué lo hiciste con mi mejor amigo...? Ya veo... Esta es tu forma de decir que soy un estorbo, que quieres que me vaya al infierno...— Apretó sus puños en su chaqueta. —Entonces... ¿Por qué apenas me recogiste me diste tu chaqueta...?— Decía. —Lo siento, por enamorarme de tí— Incluso su cuerpo se rindió de desmostrar sus fuertes emociones. Como si se hubiese encogido.
Mi mano acarició su cara, y su cabello largo, para llegar nuevamente a su mejilla. Miré su rostro cuidadosamente. Él me quería... Y aún así lo he hecho pasar por esto... Le hice un daño irreparable. Soy realmente una basura...
—Perdón...— Me alejé y escondí mi cara sobre el volante. —Todavía quiero estar contigo... Pero no tengo el derecho de decir algo así.— Inhalé antes de proseguir hablando.
—Te quiero Elián... Sé que piensas que no es suficiente, porque fui capaz de meterme con otra persona sin pestañear. Y significaría que estoy rebajando tu importancia en mi vida... ¿No puedo pedirte que me perdones, cierto?—
—¿Qué es lo qué...?— Su voz tembló. —Tú salvaste mi vida una vez...— Lloró. —Yo en serio no sé que hacer contigo... Eres un verdadero imbécil... Creía que habías madurado, pero fue solo una fachada— Me frunció el ceño y me abofeteó. —Pero, yo tampoco quiero terminar contigo... ¿Qué me pasa? ¿Por qué soy así?— Solo él hubiera sido capaz de perdonar a un estúpido como yo. Jamás perdonó a su familia por las atrocidades que le hicieron, pero a mí sí me perdonó. Me saqué el cinturón y lo abracé.
—Perdón... ¡Perdón!— Era lo único que sabía decir.
Así que cuando perdí a Elián me destruyó completamente. Pero, no podía hacer nada, él no merece a alguien como yo. De algún modo estaba feliz. Pero cada vez que recordaba su bella sonrisa volvía a llorar.
—¡Maldición, yo en serio te amé!—
Y es que debiera estar muy feliz por él, porque encontró su camino. Pudo rehacer su vida, e incluso volver a unir a su familia. Pero, no lo soporto. ¡NO SOPORTO QUE SEAS FELIZ CON ALGUIEN MÁS! Incluso, para esto soy una mierda, para aceptar algo tan justo y válido.
Llegaba corriendo todos los días a mi departamento llorando. Dejé de conducir un tiempo, porque todavía no me sentía bien. Nunca es una buena idea conducir cuando estás triste.
Así que comprendo perfectamente todos los terribles sentimientos de Sieg. Y prefería que se desquitara conmigo antes que otra cosa.
—¡Es tu culpa!— Repitió tirándome los libros del estante. Los cuales agarraba o esquivaba. —¡No los esquives! ¡Mereces ser golpeado...! Mereces ser golpeado...— Suspiré y me acerqué. Él retrocedió asustado y me tiró el libro por la cabeza. —¡Ah, no te me acerques!— Jalé de su mano. —No... No me hagas daño— Lo aprisioné entre mis brazos.
—No lo haré... Ya no quiero hacer infeliz a nadie más... Y creo que a tí fue la persona que hice más infeliz— Miré sus ojos llorosos, que cambiaron de color, como si en ellos una marea se mostrara a través de las distintas posiciones del Sol.
—No... No es tu culpa... ¡Es mi culpa... Yo soy un miserable omega, que apenas puede hacer feliz a su alpha! No sirvo para nada. ¿¡Entiendes!?—
—¡Sieg, ya cálmate o te voy a amarrar! Deja de hablar mierda de tí. ¡Porque ni una cosa de lo que salió de tu boquita es cierta!— Dejé salir el aire. —Sieg, tú eres capaz de muchas cosas... Lo sé porque te he visto. Así que deja de decir estupideces.—
—¿Entonces, por qué Jake me abandonó? ¿¡Por qué!?—
—¡Porque es un jodido marica que no puede llevarte contigo!— Expliqué brevemente.
—¿Es... Es un marica?—
—¡Así es, un jodido marica!— Sieg procesó mis palabras.
—Oh... Yo no tengo palabras para revocar eso...— Se sentó en el sofá.
—No importa... El estúpido ya no está, así que olvídalo, estarás mejor sin él... No te merece—
—¿Me estás diciendo que debería quedarme soltero?—
—No lo sé, pero eres demasiado lindo como para que alguien te tenga— Aclaré.
—¿Ni siquiera tú?— Cuando lo miré ya estaba a una distancia no adecuada.
—Sieg, siéntate bien y compórtate—
—¡No soy un perro! Oh, espera... En realidad creo que lo soy... Jake solía decir que era una perra—
—¿Qué?— Me espanté.
—No puedo negarlo... Trabajo en un negocio nocturno de todos modos—
—¡Pero, eres barista!—
—¿Y? ¿Acaso el barista no puede tener sexo? Muchos se me insinúan—
—¡Oh, diablos!— Exclamé. —¿Cómo se supone que te cuide si vas a andar con cualquiera de por ahí?—
—No te preocupes, no he tenido sexo con nadie desde que me divorcié... En vez de eso he preferido confinar mis feromonas en este lugar— Sonrió.
—¿Cómo...?—
—Ya sabes, esparcí mis feromonas por toda la casa, para atraerte—
—Ahaja... Pero, no funciona conmigo, Sieg. Ya basta de bromas— Me empujó sobre los cojines, montandome. —Ya no es gracioso—
—Siempre he sido serio contigo, Fred... Solo tú haz logrado que alcance el verdadero éxtasis... Solo tú... No importa con cuantos alphas o betas me acueste. De todos, tú eres el único capaz de complacerme— Olí una escencia suave y filosa, cerezas... Frutilla...
—¡Mierda... Aléjate!— ¿Él acababa de entrar en celo? Me tapé la nariz con mi mano.
—¿Pudiste sentir mi fragancia? Estoy tan feliz... He estado injertando hormonas de alphas en tu comida. Así serías capaz de oler mi escencia— Mi corazón latió fuertemente. Me costaba respirar.
—¿Qué me hiciste...?—
—Yo sé que siempre quisiste convertirte en un alpha. Estas hormonas te ayudarán a incrementar tu lado alpha.—
—¿Qué...?— Nuevamente, algo latió en mi cuerpo. Estaba reaccionando a la escencia del pelirrojo. Y también podía sentir la escencia de la habitación. ¿Qué es esto...?
"Ojalá a Fred le guste mi comida"
"Debería limpiar bajo los muebles"
"Es una lástima que alguien más haya dejado su rastro"
"Fred, se mío"
¿Qué es esto...? ¿Pensamientos? ¿Sentimientos? ¿Pertenecen a Sieg? ¿Esto es capaz de hacer alguien con su escencia? Sus feromonas me manipulaban. Sentía el deseo, la soledad y tristeza de Sieg. Hasta que sus razones posesivas me fueron carcomiendo.
—Estás loco...— Hablé roncamente.
—Suelen decírmelo... Pero, quiero que sepas que todo esto es por tí... ¿Ahora sabes lo que he estado sintiendo por tí? Todo este tiempo has sido el único para mí... Y ahora el cielo me ha entregado una nueva oportunidad... Nunca debiste haberme traído a tu casa— Algo agitado lo tomé y lo eché a mi hombro. —¡Wha, Fred!— Lo dejé en mi cuarto y cerré con llave, no tenía solo un pestillo en la puerta de mi habitación, era toda una serie de seguridad para que nadie pueda salir de ella.
—Parece que no eres el único loco, Sieg...— Admití. —¿No habías encontrado extraño el cierre de mi habitación? Ya he encerrado a alguien antes aquí mismo...— Me recosté en el sofá.
—¡No es justo! ¡Déjame salir!—.
—Lo siento, Sieg, pero ahora mismo no puedo hacer eso...—