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Chapter 21 - Un mar estrellado

-Narra Fred-

Al igual que Elián, nací en una familia de alphas. Como pueden ver, nací siendo un beta, todos esperaban que fuera un alpha destacable. Yo desde niño sobresalía, por mis notas, habilidades y apariencia. Mi familia decía que me convertiría en un buen alpha. Sin embargo, eso no ocurrió.

—Esto jamás ha ocurrido antes...— El doctor le mostró los papeles a mi madre.

—¿Qué es esto?—

—Sus hormonas, en su desarrollo determinaron que él es un beta. Suele ocurrir a menudo, ya que no hay que determinar el género de una persona hasta que su cuerpo se desarrolle por completo— Así es, mi cuerpo cambió. Se suponía que sería un alpha, pero los resultados finalmente dieron con que era un beta. Solo un beta... Esa palabra era aburrida por donde la mires.

—Papá... ¿Es malo ser un beta?— Pregunté inocentemente a los 6 años.

—No, solo significa que eres común y corriente— Así los halagos que recibía se quedaron en el olvido. Pronto mi mamá y papá tuvieron un bebé, una niña alpha. Los cumplidos que me habían dado, ella se los robó todos.

Crecí con ese complejo de inferioridad. ¿Era tan malo ser un beta? Yo puedo hacer las mismas cosas que ellos. ¿Entonces, por qué nadie lo ve? Mis notas eran excelentes, pero solo mi hermana se llevaba el crédito. Para peor yo tenía que cuidar de mi hermana cuando mis madres estuvieran fuera. Pero, acusarla por lo que sufría cada día, no tenía sentido. Así que traté de ser un buen hermano mayor para ella.

—¿Por qué no le dices a papá?— Me preguntaba al ver mis notas.

—No serviría de nada, a ella no le importo— Mi hermana no comprendía nada de lo que decía. Sabía que me admiraba un poco, pero al final terminaría igual que todos, haciéndome un lado. Porque un beta no puede pisar el camino de los alphas.

Me obligaron a asistir al club de mi familia. Dijeron que debía dar el ejemplo de algún modo. Prefirieron enviarme a mí, ya que mi hermana tenía mejores cosas que hacer. Saberlo me daba rabia. Solo tenía estúpidas clases de comportamiento y modales. ¿A quién le importa esa mierda?

Fue ahí cuando conocí a un omega bastante peculiar. Alguien capaz de enfrentarse a los alphas más temibles sin temblar. Su cabello brillaba como el oro y sus ojos eran tan hermosos como dos piedras de jade, que relucían junto a sus largas pestañas rubias. Elián Rosset, un omega que arrasaba con todo a su paso, sin importar cuál fuera su género, él los trataba a todos como imbéciles. Me daba curiosidad de dónde acumulaba tanta rabia... Pero, cuando lo vi peleando, es como ver a ese lado de mí que jamás se atrevió a interponerse a los alphas. Elián era todo lo contrario a mí. Era valiente y no se dejaba mandar. Quise hacerme amigo de él apenas lo vi.

Entonces, cuando perdió su primera pelea con unos 15 alphas, me acerqué. Le tendí la mano a ese precioso chico mal herido cubierto de barro. No empezamos con buen pie y nuestros carácteres chocaban. Sin embargo, nos Llevabamos bien a nuestra manera.

La vez que vino al club deportivo, asistió con un amigo, también omega. Un chico pelirrojo, que enseguida miré una extraña escencia a frutillas me encandiló. Al vernos a los ojos, él se ocultó tras Elián.

—Él es el chico del que te hablé. Se llama Fred y es un cabeza de chorlito— Me presentó sin vergüenza.

—¡Hey, tenme algo de respeto!—

—¡Oh, tú eres el chico que trató a Eli!— Su tímida personalidad cambió enseguida habló. Me sorprendió sonriéndome y tomándo mis manos. —Soy Sieg, es un gusto— Su rostro me aceleró el corazón.

—Sí... Es un placer— Todavía sujetaba mis manos. —Ahm... ¿Podrías soltarme?— Sentía que moría por una irreconocible presión.

—¡Oh, lo siento!—

—No estoy acostumbrado que me toquen, si pudieran, por favor no lo hagan— Dije.

—¡Pero que arisco eres, ahaja!— Se rió Elián de mí.

—Comprendo, entonces a esta distancia... ¿Está bien?— Los 10 centímetros no me ayudaban a calmarme. Mis ojos se pasearon por el rostro de Sieg, hasta su cuerpo. ¡Maldita sea! ¿Qué me pasa? Él emite un aura algo sexy...

Hasta el día de hoy no puedo comprender mis sentimientos de ese entonces. Era joven, sin saber el verdadero significado del amor.

La noche del campamento de verano fue la primera vez que pude poner en acción lo que sentía... Había notado que los omegas me atraían de una manera extraña, sus ojos se apoderaban de mí, y terminaba deseándolos.

—Oh, lo siento...— Cuando Elián me apartó, luego de besarlo, realmente no me interesó mucho. Haber nacido y sido remplazado, me hizo convertirme en alguien despechado... Y los únicos que podían tener mis mismos sentimientos eran los omegas. Al principio, creía que eso me hizo enamorarme de ellos.

La noche siguiente, a lo ocurrido con Elián. Caminé solo por la playa. Todos se juntaron para ver los fuegos artificiales, pero preferí un momento a solas más tranquilo. Observando el calmante mar. Y entonces, me di cuenta, que alguien me había seguido. El pequeño petirrojo, que era especial para tener sus mejillas rojas.

—Nunca te separas del grupo— Su voz fue nerviosa.

—No me gusta el ruido de los fuegos artificiales... En cambio, el mar crea un soneto perfecto—

—¿Te gusta la música? Siempre estás en tu tiempo libre oyendo canciones, así que me preguntaba si tenías una afiliación con ello...— Sus manos agarraron su polera temeroso.

—Me pregunto si es así... Me gusta tocar intrumentos y cantar, siento que me relajo al hacerlo... Pero, nunca lo tomé más que como un pasatiempo— Respondí.

—¡Seguro, eres grandioso!— Su ánimo me sorprendió.

—¿Qué...? Bueno, no lo sé... ¿Conoces a la cantante Guinea Rous? Es mi hermana menor, yo le enseñé varias cosas— Dije orgulloso.

—¿En serio?— Se acercó y agarró mis manos. —¡Eres genial! ¿Quién hubiera dicho que eres tú su maestro?—

—No le enseñé casi nada, solo compartimos el piano, y supongo que a ella le interesó.— Dije sonrojado.

—Yo no podría... No soy bueno en nada... Incluso me lesioné el tobillo. Soy una carga para ustedes. Por eso, deberías estar más contento sobre tus talentos y tomarlos en serio—

—No creo que seas inútil... Tú eres muy bello, y puedes decir cosas como estas, a pesar de que eres distante al principio... Creo que sonreír como tú, es un talento— Acaricié su piel blanca con delicadeza.

—Fred...— Y me agaché hasta besarlo. Las olas rugieron, mientras un calor emanó por nuestros cuerpos. Mínimamente olí un perfume a fresas con cerezas. No podía olerlo bien, por lo que me acerqué a olfatear su cuerpo. —¡Ah! ¿Qué estás haciendo...?—

—Realmente te envidio... Tienes una esencia capaz de atraer a las personas. Mientras, yo no tengo nada. Apenas, puedo sentir tu dulce olor— Agarré su cintura y continué besándolo. Él correspondió sin reparos. Sus brazos se aferraron a mí.

—Fred...— Probé con mi lengua sus temerosos labios.

—Abre un poco la boca— Él obedeció algo desconcertado, y metí de lleno mi lengua.

—¡Mhp! Nhg...— Su lengua se movió torpe. Al alejar mi boca de la suya, noté su expresión herótica. Me excitó totalmente. Mis manos se pasearon por su espalda, bajo su polera, hasta tocar sus pezones. —¡Ah, no...!— Su voz era agudamente linda. —Fred... No... Yo no tengo ninguna experiencia en esto...—

—Qué adorable... Yo también soy virgen—

—Entonces, cómo... ¡...!— Lo levanté de la arena. Se sostuvo de mis hombros. Y sus piernas atraparon mi cintura.

—Solo estoy siguiendo mi instinto— Mis dedos tocaron dentro de sus pantalones su pequeña entrada.

—¡Ah... Yo estoy asustado...!— Tembló, abrazando mi cuello.

—Sieg, no voy a soltarte.—

—Ese no es el problema...— Me miró lloroso.

—¿Hay alguien que te guste?—

—Eso... Tú...— Desvío sus ojos tímido.

—¿Entonces, no te gustaría hacerlo con alguien como yo?—

—¡No, yo quiero hacerlo, pero...!— Protestó.

—No hay problema entonces.— Toqué con mi miembro viril su trasero.

—¡Eso es...!— Se sorprendió.

—Es mi verga, ¿Quieres tocarla?— Lo tomé desde las piernas y me senté sobre el suelo. —Desde este ángulo, no entrará la arena— Él miro mi pene nervioso, y lo tocó amablemente. —Puedes hacerlo con más confianza— Sieg empezó a masturbarme. Su rostro no tenía precio, estaba todo rojo y excitado. —Parece, que aquí necesita atención.— Metí un dedo en su húmedo agujero.

—¡Ah!— Sus piernas perdieron el equilibrio, aunque estuviera arrodillado, por lo que jalé. Cayó sobre mí y lo abracé. —Voy a ponerlo dentro de tí— Susurré y lentamente lo metí. Dentro era caliente y suave. —Mhm— Me presionaba.

—Tú... Ahh... No te pusiste un condón— Saliva caía fuera de sus labios. Presioné su trasero contra mi cuerpo.

—No voy a embarazarte. Un beta no puede hacerlo así de fácil—

—¡Pero... Mhmm! ¿Qué pasa si, sí...?—

—Me voy a venir fuera, no te preocupes— Prometí.

Se abrazó a mí, mientras movía sus caderas encima. Le daba más profundo algunas veces. Escuchaba su placentera vocecita en mi oído. Las olas sumergían nuestro momento, mientras el viento se llevó las palabras de esa noche.

—¡Ah, ah... Fred!—

—Sieg, voy a venirme, así que lo sacaré pronto...— Me contuve.

—No quiero, no quiero que lo saques de mí...— Dijo segado por el sexo.

—No puedo, tengo que sacarlo, Sieg—

—Pero, se siente tan bien en mi interior... Nuestros cuerpos convertidos en uno— Se aferró con más fuerza, mientras sonreía pervertidamente.

—Realmente los omegas son geniales... Definitivamente solo puedo quedarme con un omega— Con las palabras que se deslizaron de mi boca, reaccionó. Y me botó contra la arena.

—¿Qué...?— Se arregló la ropa, y sudó fríamente. —¿Acaso, solo me tocaste porque soy un omega?— Las lágrimas resbalaron por su piel. —¿Soy un juego para tí...?—

—No, yo no quise decir eso así... ¡Sieg!— Estaba corriendo. Y mi último grito, ni siquiera alcanzó a salir, por el fuerte estruendo de los fuegos artificiales. Unos fuegos artificiales que tiñeron el mar de rojo, e incluso la arena se vió devorada por este color. Me levanté abruptamente, subiendo mis pantalones. Cuando vi aquellos cabellos negros salpicados en sangre.

El despertador sonó. Estaba sudando a cataratas. Mi estómago se revolvió al recordar la última escena, y corrí a vomitar al retrete. Hace mucho tiempo que no soñaba con mi hermana... Pensé al recordar sus cabellos oscuros decorados por la sangre. Me acosa incluso en los mejores sueños, tal vez murió odiándome... Tal vez su tristeza fue tan grande que terminé maldito al verla sin vida. Nuevamente me entraron ganas de vomitar, y tiré la cadena.

Me enjuagué y mentalicé en el fregadero. Anoche Elián me dijo que cuidara de Sieg. Sé que Elián no tiene idea de lo incómodo que es para mí cuidar de Sieg, tenemos una especie de pasado. Pero, aquello ahora no importa. Sieg se casó con otro hombre. Tomé el cepillo de dientes, y luego de ponerle la pasta, me lo ensarpé a la boca. ¿Cómo cuidaré de mi amigo divorciado, del cual tengo un interés amoroso? Incluso, si fuera el caso de Elián, esta situación no sería así.

Me enjuagué y me dirigí a limpiar mi departamento. Me había ido por unos meses, y todavía estaban tiradas las latas de cervezas por el suelo. Ciertamente, me costó un poco superar a Elián. Porque al final, él siempre estuvo ahí para mí. Nos apoyabamos tanto como nos lastimabamos. Bueno, estoy feliz que ahora sonría vivamente. Es lamentable que yo no sea la causa de esa sonrisa, sin embargo, admito que hubiera sido mejor para nosotros así. Recogí toda la basura, moví los muebles, pasé la aspiradora e incluso el trapo. Luego, fregué los platos, dejé los muebles en su lugar y me recosté sobre el sofá. —¡Debería contratar a alguien para las tareas del hogar!—

A las 7:05 horas, me bañé y me dirigí a la cafetería. Era notorio el cambio de comportamiento de Sieg, aunque no lo expresara directamente. Podía ver a través de sus ojos la tristeza. Por lo que no dude más y firmemente le dije;

—Sieg, ven conmigo—.

—¿Qué...?— Se sorprendió.

—No podemos dejarte solo ahora. Iremos por tus cosas y te vendrás a vivir en mi departamento—

—¡Aguarda! ¿Ustedes creen que no puedo cuidarme solo? ¡Volveré a la mansión y...!— Elián tomó su brazo.

—Sieg, tú no tienes que mentirnos. Estamos muy preocupados por tí. Por favor, quiero que vayas con Fred. Él se ofreció. ¿Por qué no aceptas?— Convenció y se tranquilizó volviendo a sentarse.

—¿Estás bien con eso Fred...?— Sus mejillas se pusieron rojas. —Te daré mucho trabajo, ya que soy un omega sin compañero— Acarició su brazo.

—Sieg, quiero hacer lo que pueda por tí. Así que confía en mí. Podrás continuar con tus tareas habituales, y te proporcionaré lo que necesites. Sin embargo, también tengo condiciones. Tengo un hermanito pequeño que no pueden dejar solo, así que aveces vendrá a quedarse al departamento por unas horas. Quiero que estés de acuerdo con estas condiciones—

—No tengo problema, me gustan los niños.— Aceptó.

—Entonces, vámonos, no molestemos más a esta pareja de casados.— Nos despedimos humildemente e hice subir a Sieg a mi auto negro. Me dirigí a la dirección dada por Sieg, para recoger sus cosas, y subimos hasta el quinto piso del edificio.

Y cuando Sieg buscaba las llaves de su departamento, Jake abrió la puerta, se veía horrible, con unas ojeras negras y piel pálida.

—¿Vienes a buscar tus cosas? Date prisa, tiene que quedar vacío este lugar hoy— Nos pasó de lado.

—¡Jake!— El omega corrió hacia él. —¡Jake, sé que algo está pasando! Tú no eres así... Yo sé que tú estás ocultando algo que no puedes decirme— El castaño solo lo ignoró. —¡Jake...!— Tomó su manga. —No tienes que irte así... No hay necesidad...— Él se zafó de su mano brutalmente.

Tomé a Sieg, antes de que cayera al piso por el empuje que le dió. Jake estaba emitiendo unas feromonas asesinas, que hasta mis piernas temblaban. Era tan injusto, a pesar de todo, no tenía que dañar así a Sieg. Yo no podía perdonarle. Pero, tenía tanto miedo... Tengo tanto miedo de los alphas, que fácilmente con su escencia pueden decir que son superiores. ¿En serio me iba a acobardar así? ¿Iba a dejar que siempre un alpha me pase a llevar? ¡No!

Aún temblando, acumulé toda mi ira y resentimiento que he tenido toda mi vida y le di un golpe. Lo pillé con la guardia baja, pero fácilmente me la devolvió. —¡Esto no te incumbe, Fred! ¿Tanto quieres a Sieg?— Se rió. Le di una patada que bloqueó con sus brazos. —¿Ahora piensas hacerte el héroe? No creas que no sé todo lo que hiciste. Sobre todo lo que le hiciste a Elián...— Me amenazó fríamente. Inmediatamente dejé de oponerme. —¿Cuántas veces te viste con otros a espaldas de Elián?—

—¡Eso no tiene nada que ver ahora!—

—¿Es así? Mira, aunque me esté divorciando de Sieg, no significa que lo dejaré con un depravado insignificante— Me tomó del cuello. —¡Alguien como tú no merece nada en primer lugar!— Me golpeó contra la pared, dejándome sin aliento.

—¡JAKE! ¡Suéltalo, suéltalo, por favor...!— Miró desdeñoso a Sieg y me soltó en el pasillo.

—¿Qué tal si te doy una última oportunidad? Por una vez, escogeme antes que a este inservible tipo— Me pateó y el pelirrojo se interpuso.

—Ya para...— Me protegió.

—¡Ja, bien! No nos volveremos a ver. Aún después de todo lo que ha hecho éste enfermo con los omegas. ¿Tú aún lo deseas? Me pregunto quién está más loco...— Desapareció al cerrarse las puertas del ascensor.

—¿¡En qué pensabas!?—

—Supongo que quise jugar al héroe por una vez...— Gruñí.

—Idiota... Idiota... Idiota...— Repitió llorando.

—Pero... ¿Por qué no te fuiste con él?— Sieg agachó su cabeza y la sacudió.

—No valía la pena— Yo suspiré.

—Sieg, él tiene razón... Soy un completo pedazo de basura... Supongo que después de estar con Elián me volví solo un pedazo de nada— Me levanté. —No importa cuantas excusas dé, nada cambiará mis pecados. Así que no te preocupes por mí— Le revolví el pelo. —¿Bien? No pongas esa cara, te ves feo todo lleno de mocos— Saqué un pañuelo y le limpié la nariz.

—¡Yo puedo hacerlo!— Recibió el pañuelo.

Entramos al departamento. Los muebles se habían esfumado. Caminamos hacia su habitación y empecé a separar sus cosas por secciones. Las cosas frágiles fui poniéndolas dentro de diarios y plástico de burbujas. Lo que más tenía Sieg, eran fotografías y peluches. Me extrañó que tuviera unos CDs de mi hermana.

—¿Escuchabas a Guinea?— Me produció una extraña sofocación verla en las portadas.

—¡Sí, también sus revistas y discos!— Me mostró. —¡Era fabulosa, todavía me relaja oír su voz!— Se alegró. Pero, yo me mareé con la conversación. —¡Oh, perdón, Fred! Yo dije eso, cuando ella... Bueno... Todavía lamento que muriera en aquel trágico accidente...—

—¿Trágico accidente?— Reí. —¡Verdad, que fue la estupidez que le dijeron a la prensa!— Él me observó confundido y con miedo. —En verdad, Guinea, se suicidó— Acaricié con la yema de los dedos su imagen.

—¿Qué...? ¿Cómo es qué...?—

—Le mintieron a los reporteros, y sobornaron a todos los que quisieron investigar— Confesé.

Su muerte todavía me da dolores de cabeza y mal estomacal. —Disculpa... ¿Podría usar tu baño?— Rápidamente me refresqué.

—Fred, yo no lo sabía... Eso es peor que...—

—Sieg, el mundo no es eterno— Me moví repentinamente. —Está bien, de todos modos, yo sigo vivo— Sonreí forzado.

—Pero...—

—¿Estas son todas tus cosas?—

—Sí...— No me gusta que pregunten demasiado, y mucho menos de Guinea. No hablamos en el camino a mi departamento. Aunque, nosotros no somos del tipo de hablar mucho, no fuimos los mejores amigos, pero tuvimos una gran conexión, sobre todo romántica. O eso es lo que quiero creer. Debía saber lo de Guinea. No me gustan las mentiras.

—Esta será tu habitación— Abrí la puerta de la habitación de invitados. —Nadie la ha usado antes, así que no tendrás que preocuparte de alguna escencia extraña— Él me miró sorprendido y olfateó el ambiente.

—Es cierto... Aquí no hay nada... Diferente a cuando entré—

—¿Qué quieres decir?— Pregunté.

—Pude sentir la escencia de Elián cuando entré a tu departamento— Esta vez yo me asombré.

—Ya veo...— Suspiré. —¿Sabes algún modo de deshacerte de ella?—

—¿Por qué? Cuando un omega entra en el espacio de alguien preciado su escencia permanecerá ahí. ¿No te sucede cuando ves a Elián y a Kenny?— Preguntó. —No puedes acercarte mucho a ellos porque su escencia forma una burbuja a su alrededor. Cuando entré a su casa pude darme cuenta. Y aunque me dieran la bienvenida a ese lugar, la habitación en la que me quedé estaba llena de una esencia maternal y fraternal.— Ejemplificó. —Cuando entré en tu apartamento noté la vieja escencia de Elián, una leve felicidad e inseguridad. Es como si su escencia me estuviera echando gentilmente—.

—No entiendo ni una... Pero, supongo que debería sentirme agradecido...— Dije confundido.

—Por eso te pregunté si estabas seguro que viviera contigo... No sé que clase de escencia podría dejar en este lugar... Sobre cada una de tus cosas— Confesó tímidamente.

—Lo dices como si fuera importante. Ni siquiera sabía que la escencia de Elián permanecía aquí. Así que da igual... No me interesa que hagas— Él me tomó la manga.

—No digas eso... Cuando no tienes idea de las intenciones del otro, sobre todo de un omega— Dijo.

—¿Acaso tienes segundas intenciones?— Sonreí divertido.

—¿Y si fuera así?—

—Imposible, y aunque fuera así, solo sería el despecho por el estúpido de Jake— Me jacté.

—Tú no tienes idea... Realmente no sabes nada, Fred— Se molestó.

—¿Eh...?— Cerró de un portazo la puerta, dándome en la nariz. —¡Oh, mierda! ¡Mi nariz! ¿¡Qué carajos contigo!? ¿¡Así tratas a todos lo que intentan ayudarte!?— Él abrió la puerta.

—¡Es que tú eres un imbécil, inmaduro e insensible!—

—¿Ahora vas a insultarme?— Apreté sus mejillas. —¡A ver que dices ahora!—

—¡Hya, duele!— Exclamó. —¡Suéltame, Auch!— Hice lo que pidió.

—¡Tú eres un bruto...!— Sollozó.

—Perdóneme, princesa... Pero, yo no soy un príncipe. Así que tendrás que acostumbrarte a mi reglas. Primero, está bien que te encierres en tu habitación, pero no cuando dejas una disputa a medias—

—¿¡Por qué esa es una regla!?—

—¡Porque sí, porque yo lo digo, y punto!— Dije. —Segundo, nos turnaremos sobre quien hará la comida. Tercero tu limpias la casa. Y quinto esa puerta no se abre— Apunté la puerta que estaba al lado de la mía.

—¡Bien!— Gritó rojo de la ira. En serio se ponía rojo de cualquier cosa. Empecé a reír. —¿De qué te ríes?—

—¡Es que pareces un tómate, ahaja!— Él se puso aún más colorado.

—¡C-cállate! ¡No es gracioso!—

—¡Lo es y mucho!— Empezó a darme unos golpes flojos. Lo detuve tomando sus muñecas y me acerqué. —Bienvenido a casa— Sonreí.

—E-espero cuides de mí— Agachó la mirada.

—No soy Jake, pero haré lo posible— Dije amablemente, y me dió otro golpecito. —¡Ya, ahaja!—