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Chapter 4 - Un relámpago distante

—¿Pero, qué es eso?— Decían los demás alumnos al ver el desastre que hice en la clase de cocina. —Es aberrante— Susurraban. Ni siquiera podía hacer una simple sopa, y había derramado todas las especias. —Pobrecito, a este paso, ningún alpha lo querra—

—¡Cállense! ¿¡Qué les importa a ustedes!? ¡Ustedes son los que dan pena, dependeran de un estúpido alpha, por el resto de sus vidas!— Tiré brutalmente el delantal. Me abrieron el paso al verme inundado en ira. Había roto todos los reglamentos de la escuela. Incluso, me escapé de ella aquel día.

Caminaba viendo el cielo nublado. Nunca voy a graduarme si continuo así. A pesar de que me esforcé en mejorar... ¿Por qué no se me da bien? Observé mis manos, llenas de parches, por no saber cortar un estúpido vegetal.

—¡Ah...!— Oí sorprenderse al niño que estaba sentado en enfrente del parque. Era el chico que ayudé el otro día, cuando relampagueaba. —¡Qué bueno, quería verte!— Brincó a abrazarme.

—¿Por qué? No te preocupes por el paraguas, puedes quedártelo—

—No es eso, yo quería darte esto— Me mostró una rosa, que debió comprar en alguna florería.

—¿A mí?— Yo acepté confundido. —¿Por qué me das esto?—

—Escuché decir, que cuando te gusta alguien debes regalarle flores— Yo me reí.

—No puede ser... ¿Te enamoraste de mí, acaso?— Sonreí. —Estás un poco pequeño para mí—

—¡Mi nana dice que si tomo todos los días leche, creceré muy alto!— Afirmó.

—Sí, seguro, pero yo no me refería a tu altura, si no a tu edad—

—¿Mi edad?— Preguntó.

—Sí, soy muy mayor para tí—

—¡Pero, la edad no importa en el amor!— Avancé ignorándolo. —¡No me ignores! Es de mala educación evitar a las personas— Suspiré.

—Acepté tu flor. Vuelve a casa, no es bueno que un niño vaya solo—

—¡Espera!— Se aferró a mi ropa, mirándome con ojos tristes. —¡Tú eres un omega! ¿Por qué me rechazas?— Pobre niño, ya le inculcaron tonterías.

—Antes de ser un omega, también soy una persona, que al igual que tú, tiene sentimientos.—

—Pero te di una rosa— Recalcó inocente.

—Y gracias a ese detalle, me pareces un pequeño atento. Regalar flores no hará que alguien te quiera, pero si dará una mejor impresión— Dije yéndome.

—¡Espera, al menos dime tu nombre! ¡Por favor!— Suplicó tiernamente.

—Mi nombre es Elián, es un placer conocerte— Me agaché a darle la mano. Él se alegró con mi cambio de actitud. Puede que no sea tan malo compartir con un alpha de su tamaño.

Una escencia fresca, alimentaba mi inconsciente. Me moví por las sábanas azules, no estaba en mi cama, y mi ropa seguía en su lugar. Me paré de golpe. —Tú... ¡Estúpido Kenny!— Bajé corriendo las escaleras. —¿Por qué me hiciste eso?— Grité, y él continuó tomando su café y leyendo el periódico. —¡Hey, contesta!—

—Ya no estás en celo. ¿No?— Dejó la taza sobre el plato blanco. Ahora que lo decía, es cierto. —Te anestecié y me quedé abrazándote toda la noche. Así tus feromonas se tranquilizaron— ¡Este tipo está loco! —Prepararé tu desayuno— Fue hacia la cocina. Todo lo que dijo anoche, incluso los besos, fueron una farsa. Lo estoy empezando a odiar. Lo observé amenazante, a pesar de lo sabrosa que es la comida. —¿Qué sucede? ¿Sabe mal?—

—No— Me retiré, para salir a correr. Ese idiota... ¿En serio se quedó durmiendo conmigo y no hizo nada? Él es muy extraño.

—Elián...— Me alcanzó camino a la reja. —¿Estás enojado?— Ladeó su cabeza inexpresivo, gesto que me pareció, extremadamente adorable.

—¡Claro que sí! Me sentí totalmente estafado. Como cuando te plantan en una cita— Él sonrió mal intencionado.

—¿Tanto así querías acostarte conmigo?— Este maldito, ahora sé como es en realidad. Alpha arrogante.

—¿Y qué si es así? No me avergüenzo de admitirlo— Me acerqué. —A diferencia de tí, cobarde— Reaccionó, empujándome violentamente contra la reja. —¿Nunca te enseñaron a tratar con las personas?—

—¡No es eso!—

—¿Por qué te alteras tanto? ¿En serio tenías miedo de tener sexo conmigo?— Él esquivó la mirada. —¿Kenny... Será que eres virgen?— Me sorprendí.

—¿Y-y qué si soy virgen?— Se puso ultra rojo.

—Eh... Con este lindo rostro nunca lo imaginé— Acaricié su cara. Él abrió grande los ojos. —Y con tu perfume tan exquisito, pensaba que cambiabas de compañero cada noche— Observé. —Qué inocente... Me estás empezando a gustar— Rocé placenteramente su brazo.

—¿Qué quieres decir?—

—¿Con qué?— Sonreí con atractivo.

—Con lo de que te estoy empezando a gustar...— Sus frases son como las de un adolescente enamorado.

—Pues eso... Que no tengas experiencia en el sexo me da confianza para creerte— Me apagué más a su cuerpo. —Kenny...— Miré profundamente a sus ojos. —Aveces creo, que te he visto antes—

—Quién sabe...— Él siguió mi mirada, sin dejarle escapatoria. Juntó nuestros labios y continuaron sus ojos sobre mí. —Tu escencia es irresistible— Tomando mi cintura, besó mi cuello, mordisqueó el collar. —¡Ahaja, me haces cosquillas!— Le sonreí y él impresionado se alejó. Creo que no es tan fácil, ni para Kenny, controlar sus impulsos. —¿No quieres acompañarme a correr?—

—¿Salías a entrenar?— Le impactó saberlo.

—Sí, sé que es raro, pero no soy un omega común. ¿Me acompañas?... Si no...— Abrí la reja. —Iré solo—

—Está bien, pero no sé si tenga ropa deportiva—

—Entonces, vayamos a comprar— Jalé de su manga. —¿Tienes auto?—

—Sí, tu padre me regaló uno—

—¡Eh! A mi no me quiere dar un auto, es completamente injusto— Mordí mi uña.

—No te muerdas— Bajó mi mano. —Si necesitas salir yo puedo llevarte.— Convidó.

—Siento que estoy siendo caprichoso— Nos dirigimos a su auto.

—¿En serio? Bueno, me gustaría que pudieras depender de mí—

—¡No podría! Me prometí a mi mismo nunca depender de nadie— Me abrió la puerta del deportivo rojo, era más asombroso que los autos de mis hermanos.

—Pero, de vez en cuando todos necesitamos ayuda, no te lo tomes en ese sentido.— Está siendo tan tranquilo, no creería que hace unos segundos me empujó violentamente contra la reja, y que discutimos.

—Bueno, dependo de tus comidas y transporte ahora— Admití observando hacia afuera.

—¡Entonces, tengo que esforzarme un poco más!— Puso una expresión orgullosa. —Así siempre me pedirás todo a mí—

—¡Ahaja! Aún así, no puedes cumplir con todo—

—Nuestra relación está recién comenzando, con el tiempo podré cumplir con lo que necesites—

—Suena a que será una relación interminable—

—Sí, así quiero que sea— Sonrió. No se avergüenza de decir cosas empalagosas, pero le teme al sexo. No evité sacar una carcajada.

—No prometas esas cosas. ¿De qué serviría quedarte a mi lado?—

—¿Servir? Tú me haces feliz. ¿No es razón suficiente?—

—Otras personas te podrían hacer más felices. Yo estoy atrapado con el apellido Rosset— Deprimí.

—Entonces, quedemos atrapados juntos— Puede que Kenny, no sea un mal chico. Quisiera creerlo, y vivir como él parlotea. —Llegamos— Pasamos por distintas tiendas, sin embargo, él prefirió ir a mi favorita, la tienda Rouse.

—Mientras te pruebas tus ropas, iré a revisar algo que quería comprar— Fui al apartado de las protecciones, necesitaba unos nuevos guantes.

—¿Elián, qué haces aquí?— Preguntó Fred, y miró los guantes. —¿Vas a volver a pelear...?— Se asombró.

—¿Tú que haces aquí?—

—Vine a inspeccionar la empresa, por orden familiar. Me tienen haciendo un trabajo decepcionante, cuando soy el mayor de la familia— Respondió desganado.

—Comprendo— Me probé un par de guantes. —Creo que están bien... Me gustaría probarlos— Él posicionó sus manos para que golpeara sus palmas. Así que los probé con Fred. —Mejor me llevo estos— escogí unos más apretados.

—¡Me recordó a los viejos tiempos! Eras el mejor en cualquier deporte de lucha. Ya sea boxeo, kick boxing, lucha libre, o artes marciales— Sonreí flojamente, mientras me sonrojaba.

—Aquí estás. ¿Ya viste lo que querías?— Fred y Kenny se divisaron enemistados.

—Kenny, vamos a pagar. Nos vemos, Fred— Me despedí, antes que se pelearan.

—Elián, si sucede algo o quieres verme, llámame— Se despidió besándome.

—...— Me quedé aturdido, pero Kenny apretó mi brazo.

—Cuando las cosas comenzaban a ir bien, él aparece— Ardía de furia.

—Kenny, tranquilízate—

—¡Aún no has hablado con él sobre terminar! Además, pareciera que no lo fueran a hacer—

—Ya es suficiente, ni siquiera somos amigos para que me hables así— Me adelanté a la caja.

—Pero...—

—Silencio, vuelve tú solo, yo llegaré corriendo—

—¿Qué? Desde el pueblo a la casa son muchos kilómetros. Tienes que subir el cerro Rosset— Explicó.

—Lo sé, no es como si no lo hubiese hecho antes— Me anticipé a irme, no quería oírle. Porque si continúa así, terminaré siendo domado por Kenny. No le daré mi corazón a nadie. Yo nunca me volveré a enamorar. Corrí fuertemente, al igual que esa lluviosa tarde. Cuando ese pequeño alpha, vino a recogerme bajo la lluvia, con su paraguas rojo... —Leo, ojalá estuvieras aquí— Una lágrima cayó por mi mejilla.

—¿Aún piensas llegar a casa solo?— Me había alcanzado en su auto. Y al ver mi cara, hizo un silencio. Paró el carro y salió a abrazarme. —Lo siento, te traté como de mi propiedad.— Recibí el contacto.

—Sí, no olvides tus palabras. Y no vuelvas a tratarme así cuando no somos nada— Sus manos en mi espalda, entibió mis sentidos. —Muchos alphas creen que soy su compañero destinado, porque mi escencia es maravillosa. No creo que sea así, obliga a que otros se comporten inadecuadamente.—

—Aún así, puedes usarla a tu favor—

—Lo sé— Sonreí forzado. Me abrió la puerta, por lo que entré. —Kenny, sobre tu propuesta. Yo no creo que pueda amar. Hace 10 años conocí a alguien, y desde entonces no se ha esfumado de mi mente. Y a mi ex novio le pasó algo terrible por mi culpa. No puedo olvidar ninguna de esas experiencias, por más que trate— Reí irónico.

—No, tuviste una fuerte conexión con esas personas. Elián, no te pido que olvides— Estacionó el auto. —No lo hagas, porque ya formó parte de tí... No me rendiré contigo, creo que tengo chance de que te enamores de mí— Suspiré con sus raras palabras.

—Otra vez diciendo esas cosas...— Kenny tomó mi mano y desabrochó mi cinturón. —¿Estás bien con ello?—

—Por supuesto, de todos modos superaré a esas personas— Se tiró el pelo para atrás.

—Eh... Pareces muy confiado—

—Yo soy increíble— Alardeó, por lo que estallé en risas.

—Kenny, eres tan gracioso—

—Estoy diciendo la verdad—

—Bien, bien... Digamos que eres increíble— Continué sonriendo.

Al entrar a casa nos encontramos con nuestros padres. —Parece que estuvieron divirtiéndose. ¿A dónde fueron?— Por suerte, Kenny llevaba las compras.

—Kenny quería recomendaciones, para su entrenamiento. Así que lo ayudé a elegir ropa— Me excusé.

—¡Maravilloso! Veo que se llevan bien—

—Estoy feliz, mi hijo nunca ha sido muy social. Gracias por acompañarlo, Elián, serás una gran esposa— Me lo tomé como un insultó.

—No mejor que usted— Ella rió. —A propósito, creía que estaban haciendo los planes de la boda. ¿Cómo va aquello?— Pregunté.

—Vinimos a entregar las invitaciones— Nos dió las tarjetas. —Nos apetecía entregarla en persona, además Anabella, estaba impaciente por verlos— Mi padre estaba loco por su prometida, sus anteriores parejas no las trataba con tanta dulzura.

—Déjenme preparar la cena esta noche.— Se ofreció ella. Mientras, nos quedamos en el salón, conversando.

—Kenny, tu madre me comentó que deseas continuar con tus estudios. Por mí, bien, te daré el acceso a la mejor universidad de la localidad. ¿Pero, estás seguro de entrar a gastronomía? ¿No estaría más acorde a tí finanzas, o negocios?—

—Agradezco, la oferta, sin embargo quisiera terminar con lo que empecé— Mi padre no agregó más. —Vayan preparándose, la boda ya está fichada— Recordó.

Por esa noche, se quedarían a dormir. Hace tiempo que no se quedaba mi papá, lo que lo hacía incómodo.

—Elián, tus compras— Me dió la bolsa. —¿Compraste guantes de lucha?—

—Sí—

—La vez que me golpeaste, hiciste una pose muy profesional. ¿Dónde lo aprendiste?—

—Hubo un tiempo en que practicaba...— Contesté.

—Ya veo. Ten buenas noches, espero puedas retomar tu sueño— Cerró su puerta, sin agregar más. ¿Retomar mi sueño? Saqué los guantes. Recordando el instante en que más brillé. En ello, abrí el candado de una estantería, donde guardaba los logros de esos momentos. Y en un último cajón con llave encontré una vieja carta. Con prudencia la abrí...

"Mi querido rayo de Sol,

Quería disculparme por lo que te hice, si me olvidas desaparecerá. Sé que debería decírtelo en persona, pero si lo hago, no encontraré las palabras, y no hay tiempo. Esta es la única forma para decirte un primer adiós. Sí, este es el primero, y tal vez no el último. Estoy seguro que si el destino así lo quiere, nos volveremos a encontrar. Desde el primer momento que te vi, me enamoré de tí. Y supe desde ahí, que eras el único para mí... Te amo, y seguiré haciendolo, te amo tanto que te seguiré hasta el final de nuestras vidas. Sin embargo, la siguiente vez que te vea, espero me hayas perdonado y olvidado. No quiero ser ese ruin mocoso al que siempre regañaste. Deseo convertirme en el hombre que pueda caminar a tu lado, sostener tu mano, e incluso compartir ambiciones. Escapemos juntos un día...

Espera por mí.

Leo."

Automáticamente desperdicié mis lágrimas, una vez leí aquella carta. Un chico del cual ya olvidé su rostro, y apenas recordaba sus palabras. Pero, creo que él no decía mucho. Repetía constantemente lo mismo, volviéndose molesto. No obstante, él fue el único que vió lo mejor y lo peor de mí. Y aún así, continuó amándome.

—Creo que tú, fuiste mi primer amor, Leo. Estoy esperando por tí—