El viento del desierto golpeaba su rostro y hacia moverse hacia atrás su largo cabello negro. Llevando una camisa, pantalones, botas, guantes y un saco enorme junto a su sombrero vaquero de un solo color que era el negro, la única cosa que parecía no concordar con todo su atuendo era su pañuelo azul junto a sus ojos del mismo color. Había llovido recientemente por lo que sus botas se llenaban de un lodo que le molestaba demasiado. De una piel blanca y un bello rostro, aquella mujer, que llevaba un rifle descansando en su espalda, era conocida bajo un apodo, este era: Winchester debido a que siempre usaba dicha arma, muy por lo general evitaba otro tipo de pistolas o fusiles; pero no dudaba en usarlos de ser necesario. En realidad nadie sabía su nombre, su pasado o siquiera el porqué ella hacia eso. Los que habían oído hablar de Winchester decían que ella era una mujer que perdió a su amado en la reciente guerra civil, otros decían que había sido violada por soldados confederados y por ende ella buscaba vengarse de ellos como así también de otras alimañas, también se decía que fue engañada por su prometido que la abandonó ni bien terminó la guerra, de modo que Winchester lo buscaba para vengarse, las versiones de su origen, quién era y porque hacia eso siempre variaban; pero lo que nunca variaba y era cien por ciento cierto es que ella era una de las mejores tiradoras del lejano oeste. Winchester buscaba y apresaba o asesinaba bandidos para cobrar las recompensas que ofrecían por ellos. Hábil con el gatillo, hermosa y seductora; pero también una buena peleadora. Nadie, en su sano juicio, desafiaba a Winchester si quería vivir para ver el siguiente amanecer.
El pueblo más cercano estaría a unos kilómetros de distancia, tomando su cantimplora, Winchester bebió un poco de agua para poder refrescar sus labios los cuales estaban completamente resecos. Buscó en el bolsillo de su saco una foto de su siguiente presa con intenciones de revisar su rostro: la fotografía era la de un hombre de piel morena con una cicatriz en forma de cruz en la mejilla, su cabello largo negro junto a sus ojos asesinos le daba una cierta mala espina. Sin embargo ella había aceptado el trabajo y la frontera con México estaba cerca. Con un gruñido, tomó un puro junto a una cerilla, encendió la cerilla con su bota y la acercó al puro comenzando a fumarlo.
A la distancia le pareció ver algo: era un muchacho que estaba siendo llevado a un poste, no tardó mucho en darse cuenta de que lo iban a fusilar a menos que ella hiciese algo al respecto.