Chereads / LOS GUARDIANES DEL METAL / Chapter 39 - CAPITULO 38: EL SUFRIMIENTO DE UN CORAZÓN INCOMPRENDIDO

Chapter 39 - CAPITULO 38: EL SUFRIMIENTO DE UN CORAZÓN INCOMPRENDIDO

Tras ver dicho baile, Víctor, se levantó de su asiento furioso. Sosteniendo su copa de vino todavía, de un solo movimiento, bebió su líquido por completo y tiro aquel fino vaso al suelo rompiéndolo en pedazos. Indignado y dolorido salió afuera para serenarse, pensar con claridad lo visto y no sacar falsas conclusiones. Los aplausos se oían con claridad en el interior de su mansión. Sintiéndose devastado, al borde de llorar, Víctor se decía a si mismo que era un tonto, que fue un ingenuo al creer que alguien tan maravilloso como James Van Zyorg sentiría algo por él. Si todos los muchachos del mundo eran iguales, apuestos, heroicos y con muchas chicas a su alrededor. Molesto, se decía a si mismo que quizás debería separar a Elizabeth de Zyorg para poder hacerle entender cómo se sentía cuando el ser que amabas no estaba a tu lado; pero sería un movimiento tonto y sin sentido. Víctor amaba a Zyorg no a Elizabeth. Acercándose a un árbol que había en su inmenso jardín, golpeó el tronco con furia debido a que también el rechazo de Zyorg era por culpa suya. No había hecho nada útil, nada valioso y heroico como para que aquel muchacho posara sus ojos en él. Deseaba ser el amor de la vida de Zyorg, deseaba poder decirle que su amor era sincero. De tantos amantes que tuvo en el pasado, de tantos romances prohibidos que pudo contemplar, esta era la primera vez que sentía algo por un ser maravilloso como Zyorg. Tan noble, tan dulce, tan heroico y tan bello; pero esa perra de Elizabeth se lo había robado. Sus encantos femeninos pudieron nublar la mente de Zyorg, con su delicado tacto ella logró robar el corazón de su amado Zyorg ¡mujeres! ¡Siempre tenían ese maldito encanto sobre los hombres! Cuanto las envidiaba en realidad. Ellas podían amar con total libertad a un hombre, podían ser incluso el motivo por el cual dos o más apuestos jóvenes entrasen en combate por su corazón ¿Cuántas grandes historias había en donde una jovencita lograba que dos hombres probaran su coraje y valor solo por ella? ¿Cuántas en donde el corazón de una dulce doncella hacia que los mejores amigos se convirtieran en rivales acérrimos y enemigos casi jurados?

Si, en realidad envidiaba a las mujeres porque ellas podían amar con libertad a un hombre, podían los hombres estar a su disposición y ser el motivo de guerras; pero él quien sentía en su interior ese mismo gusto que las mujeres, esa misma pasión sin control que nublaba su mente, él solo por haber nacido hombre se vio obligado a renunciar a sus emociones, sus deseos y sus pasiones. Se vio obligado a mentir diciendo que deseaba una mujer en su vida. El motivo de la boda con Elizabeth era claro y sencillo: evitar que toda Huttentorg lo linchara o lo marginara por hacer lo que las mujeres podían hacer. Todos estaban enterados, eso era verdad; pero entre que fuese un rumor o un hecho había una diferencia abismal. Si era etiquetado como homosexual entonces su destino no sería tan distinto de los reyes de Francia junto a su nobleza; pero si daba a entender que era un muchacho de finos modales y un modo de ser sensitivo; pero que amaba a las mujeres como los demás entonces no le pasaría nada, Elizabeth era su única carta de supervivencia. Cuando Zyorg llegó a su vida fue que él sintió por primera vez el amor como tal, sintió que no importaba el qué dirán sino su propia felicidad al lado de alguien maravilloso con quien podría compartir toda su vida; pero como siempre una mujer se interponía en su felicidad, se interponía en sus sueños de poder ser libre de amar a quien él deseara. No quería separar a James de Elizabeth, quería estar con James como a de lugar, demostrarle cuanto lo amaba y cuanto deseaba hacerlo su esposo. Largando un llanto incontrolable por sentir su corazón romperse al saber que nunca sería feliz ni podría amar con libertad a quienes él quisiera, puso su mano sobre el tronco de dicho árbol a la vez que cubría su rostro con la otra mano, si alguien lo hubiese visto, habría creído que lloraba como una mujer cuyo corazón había sido pulverizado por el despecho del hombre que amaba.

Cuanto envidiaba y odiaba a las mujeres.

No lejos de allí, una mujer de cabello rojizo con ojos azules vistiendo un uniforme gris con unas botas negras y una gorra de capitán del mismo color, se coló en medio de la fiesta con intenciones de acabar con los Guardianes del Metal de una vez y por todas.