Capítulo uno:
De vuelta a la Universidad
Desde hace casi un año, Fernando, un joven castaño de ojos oscuros, no tan inteligente como su roommate, pero bastante práctico y simpático, ha vivido con Héctor, un joven de cabello negro y tez clara, muy inteligente al que todos sus amigos solían apodar como "el hipster". Ahora están de regreso, pero sin Paolo, para seguir con sus aventuras en el departamento de la calle Tropa, en el edificio grisáceo con hermosos apartamentos, en el número 112, ubicado en el cuarto piso con vista de doble balcón hacia la ciudad.
(El departamento: La puerta está en la parte este; en la entrada puedes estar de frente a la sala, donde hay una mesita de centro y dos sillones: uno individual, el otro de cojín doble, y ambos de color rojos, colindando frente a una mesita de centro rectangular. Detrás de la sala están dos estantes llenos de películas, libros y videojuegos. A un lado de la sala, pasando un pequeño pasillo, rumbo a la derecha encontramos la cocina que no es muy grande, pero está amueblada con lo necesario, incluida una mesa redonda para cuatro personas. De vuelta a la sala, en el lado izquierdo tenemos unas puertas de vidrio que guían a la parte de afuera en donde una pequeña alberca y tres sillas-camas adornan el sitio. Pasando las puertas de vidrio tenemos unas escaleras que dirigen a las habitaciones; antes de subir, a un costado de las escaleras, está la puerta que conecta con el baño. En la planta alta están las habitaciones de los dos chicos y una extra para huéspedes.)
(En el departamento, en la sala, Fernando está sentado leyendo una revista)
Fernando: (Mientras lee atentamente en el sillón grande, la puerta principal se abre y entra su roommate Héctor.) ¿Compraste todo, verdad?
Héctor: (Camina hacia la cocina y deja dos bolsas de papel sobre la mesa redonda. Habla con fuerza para ser escuchado por su amigo.) No especificaste qué era todo.
Fernando: (Mira a su amigo con desinterés.) Olvídalo.
Héctor: (Regresa a la sala.) Hey ¿qué harás esta tarde?
Fernando: Nada; hasta mañana tengo que ir al campus, ¿por qué?
Héctor: Es que un amigo vendrá a ayudarme con un proyecto que estoy iniciando.
Fernando: No estás planeando asaltar un banco como Paolo, ¿o sí?... ¿O estás iniciando otra huelga?
Héctor: (Mira a su roommate desconcertado.) ¡NO! Es un proyecto de ingeniería.
Fernando: (Observa a Héctor sospechosamente.) Pondrás más cámaras…¿verdad?
Héctor: No, eso…ya quedó en el pasado. Aparte, no era molesto; así podíamos saber que Paolo bajaba del departamento del quinto piso y entraba por la sala.
Fernando: (Como analizando.) … Cierto…
Héctor: El chiste es que si no te molesta que esté aquí…
Fernando: No, para nada, está bien.
Héctor: Pero es que…digamos que es bastante…sarcástico.
Fernando: No te preocupes, estoy acostumbrado a mi abuelo.
Héctor: Gracias, viejo.
(Fernando se queda en la sala mientras Héctor entra por completo a la cocina. Después de unos minutos suena el timbre; Fernando se levanta del sillón y abre la puerta. Un hombre de apariencia bizarra, con vestimenta anticuada, con esos ropajes llenos de holanes y de color café, saluda al joven; es el casero: el señor Saldaña.)
Fernando: (Con un tono amable.) Señor Saldaña, qué tal.
Señor Saldaña: (Su rostro parece inmutado.) Fernando…hola…
Fernando: (Un poco confundido.) … ¿hola?
Señor Saldaña: Hijo, sólo vengo a decirte que la renta aumentará unos cuantos dólares…
Fernando: ¿Cuánto?
Señor Saldaña: (Ignorando la pregunta del muchacho; hace un ademán para decir adiós y habla con un tono duro.) Bueno, tengo cosas qué hacer… Cuídense… ¡Ah! (Se exalta un poco,) por cierto, si no me llega el cheque de pago para este fin de semana a más tardar, están fuera.
Fernando: (Estresado.) ¡Pero el día de pago será hasta el quince de este mes!
Señor Saldaña: Eso es su problema… Hasta luego, hijo. (Da la media vuelta y abandona el pasillo conector con los departamentos.)
(Fernando cierra la puerta y se dirige hasta la cocina de forma directa.)
Héctor: (Está guardando los víveres en la alacena y refrigerador.) ¿Quién era?
Fernando: (Su rostro luce muy consternado.) El señor Saldaña.
Héctor: ¿Ahora qué? No me digas que volvió a aparecer en nuestro correo ropa interior, o será que de nuevo en el elevador estaba Paolo sentado en un escritorio que no sé cómo metió allí, vestido con traje de noche, hablando en algún idioma extraño y apuntando con una pistola a las personas…¿cierto?
Fernando: (Contempla a Héctor y sólo muestra preocupación genuina.) Este, no…no tiene nada que ver con Paolo esta vez…
Héctor: (Suspira con tranquilidad y continúa guardando los alimentos.) Bien, entonces, ¿qué es?
Fernando: Subió la renta del lugar y me dijo que tenemos hasta el fin de semana para depositar el cheque de pago.
Héctor: Pero hasta el quince pagan.
Fernando: Eso le dije.
Héctor: ¿Y qué te dijo?
Fernando: Que era nuestro problema.
Héctor: ¿y qué le dijiste?
Fernando: (Consternado.) Ah…no le dije nada.
Héctor: Y ahora cuánto más pagaremos, ¿eh?
Fernando: Tampoco me dijo… Le pregunté pero no respondió.
Héctor: Genial… hablaremos de esto más tarde.
Fernando: ¿Seguro?
Héctor.: Sí. Mi amigo no tarda en llegar.
Fernando: (En exceso asustado por la situación monetaria.) Okey.
(Suena el teléfono de cable corto que está descansado sobre la base en la pared cercana a la puerta de la cocina; Fernando se acerca a éste y contesta.)
Fernando: ¿Si, diga?, ah…¿abuelo? Sí soy yo… ¿Cómo está? Genial, sí, yo bien… (se exalta y grita,) ¿QUÉ? ¿Cómo? No, espere, yo no puedo recibirlo porque tengo cosas qué hacer… Claro que sí lo quiero…no, espere, mire…¿qué tal si nos vemos en el Café BusKa?, sí, el que está frente al cine Mirano's… Sí, sí, en media hora llego… Cuídese.
Héctor: (Ahora está parado y recargado en la pared mirando a Fernando.) ¿El abuelo?
Fernando: Sí… (Suspira un poco desilusionado.)
Héctor: ¿Qué te dijo?
Fernando: Lo volvieron a sacar de la casa.
Héctor: ¿Irás a verlo?
Fernando: No tengo de otra.
Héctor: (Mueve su cuerpo un poco y da unos pasos hacia Fernando.) Bien, entonces nos vemos después.
Fernando: Por lo menos creo que tenemos suficiente para pagar la renta y el aumento de este mes.
Héctor: Sí, no te preocupes tanto por eso.
Fernando: (Cuelga la bocina del teléfono.) Es que tengo un mal presentimiento.
Héctor: Vamos, preocupándote no conseguirás nada.
Fernando: … Tienes razón.
Héctor: Bien, te veo en unas horas.
Fernando: Sí, nos vemos. (Toma las llaves de su carro que están en el llavero colgadas y sale de la cocina rumbo hacia la salida principal.)
(El café BusKa es un local con unas cuantas mesas del mismo color café, rodeadas de cuatro sillas cada una. Al fondo hay una barra donde se atiende a los clientes y el menú está publicado en la parte superior de ésta. Hoy hay sólo dos meseros. Fernando entra y ve a su abuelo sentado en una mesa cercana a la barra; se acerca y toma asiento. El abuelo es un hombre relativamente joven, de entre cincuenta y cincuenta y cinco años, es castaño como su nieto y de un porte agraciado; tiene un parecido irrefutable con su nieto.)
Abuelo: (Habla con emotividad fingida) ¡Fernando! ¿No te siguieron o sí? (Mira hacia los lados como si buscara algo.)
Fernando: (Lo observa extrañado.) No…que yo sepa.
Abuelo: (Hace movimientos sigilosos al dirigir la mirada hacia todas las mesas y a las ventanas)…
Fernando: (Desesperado.) ¿Qué hace?
Abuelo: Verifico que no te hayan seguido.
Fernando: (Ignorando al abuelo.) Bueno…¿y ahora por qué lo sacaron de la casa?
Abuelo: Me quedé sin dinero.
Fernando: No me sorprende.
Abuelo: Tengo que pagar unos quinientos mil dólares.
Fernando: (Desconcertado.) ¿Qué carajos? ¿De verdad?
Abuelo: (Sonriendo.) ¿Cuánto me prestarás?
Fernando: (Un poco enojado.) Este…¿qué le hace pensar que le prestaré?
Abuelo: (Fingiendo desesperación.) ¿Cuánto tienes?
Fernando: (Suspira decepcionado.) No mucho.
Abuelo: ¿Puedo ver algo en tu cartera?
Fernando: (Sospechando.) No traigo mucho efectivo.
Abuelo: (Llama al mesero y espera a que el muchacho llegue para hablar.) Me trae un Late Capuchino con bombones y crema de vainilla francesa, por favor.
Mesero: (Anotando en una libreta pequeña la orden.) ¿Y a usted, joven?
Fernando: No, yo estoy bien así…gracias.
Abuelo: Un Americano sin leche para él.
Mesero: (Termina su anotación.) En seguida. (Se dirige hacia la barra.)
Fernando: (Contempla con molestia al abuelo.) ¿Por qué hizo eso?
Abuelo: (Sonríe con descaro.) ¿Qué?
Fernando: Pedir dos bebidas.
Abuelo: Uno… (Apunta con el dedo índice hacia Fernando.) Dos… (Apunta a sí mismo.)
Fernando: (Lo ve extrañado) ¿Qué planea hacer?
Abuelo: Creo que alguien nos está espiando desde el baño.
Fernando: No hay nadie, abuelo.
Abuelo: Debemos ir a ver… Ve tú; a ti no te reconocerán.
Fernando: Está bromeando, ¿verdad?
Abuelo: (Con un tono seguro.) Deja tus cosas aquí por si te atrapan no sabrán quién eres.
Fernando: (Lo mira con sospecha) Abuelo…
Abuelo: ¡Ve!
Fernando: (Se levanta y deja sus cosas en la mesa. Llega al baño.)…
(En el baño, que está adaptado para los clientes con adornos estandarizados y de tonos grises, la única persona que está allí es un chico alto de cabello un poco largo y estilizado y con las puntas pintadas en un tono azul, vestido a la moda con pantalones de mezclilla y una camisa de diseño llamativo. Fernando sólo mira el sitio, pero decide regresar a la mesa.)
(En la mesa, el abuelo está mirando a todos lados, luego toma la cartera de Fernando y la saca la tarjeta de crédito.)
Mesero: (Llega con las bebidas y sirve la mesa.) Sus bebidas, señor.
Abuelo: (De la cartera de Fernando saca efectivo y le paga al mesero. Luego se levanta y toma las cosas de Fernando)…
Fernando: (Regresa del baño y se queda parado frente al abuelo.) No había nadie.
Abuelo: (Le devuelve la cartera a su nieto y muestra una sonrisa falsa.) Eso ya no importa; aquí están tus cosas, me voy… (Da unos pasos hacia el centro del café.) Creo que me han detectado… Será mejor que salga de alcance. (Se despide y sale del café a toda prisa.)
Fernando: (Mira por unos minutos hacia la salida.) ¿Cuál es su problema? (Camina hacia la puerta principal y sale del café.)
(En el departamento, Fernando abre la puerta y ve desolado el sitio; se sienta en el sillón individual y comienza a leer una revista que está en la mesita de centro. En unos momentos baja un joven de cabello rubio, alto, fornido y vestido con una playera que tiene la palabra "Geek" en un tono claro.)
Joven: Hey, ¿dónde tienen el alcohol? (Se detiene antes de entrar a la cocina.)
Fernando: (Observa al joven extrañado.) Esto… Eh… ¿Quién eres?
Joven: Me llamo Dustin… ¿Dónde dijiste que está la cerveza?
Fernando: No lo dije. (Sigue contemplando a Dustin con duda.) ¿Y Héctor?
Dustin: En el cuarto… ¿Dónde está el alcohol, en el refrigerador?
Fernando: En la cocina… Espera…¿eres el amigo del que me habló?
Dustin: ¿Quién? ¿Yo?
Fernando: Olvídalo… En la cocina, en la nevera, allí debe haber unas cuantas cervezas.
Dustin:… (Suena el teléfono que está en la mesita derecha junto al sillón más grande y lo contesta deliberadamente.) ¿Sí, hola?
Fernando: (Lo observa sorprendido.)… Oye, ¿qué haces?
Dustin: Fernando Torres, ¿dice? (Hace una pausa y continúa con su tono deliberado.) No, no lo conozco… ¿Cómo? ¿Trescientos mil dólares? Viejo, es mucho dinero.
Fernando: (Casi gritando.) ¿Cómo? (Se levanta con rapidez y se acerca al teléfono para arrebatarlo de las manos de Dustin.)
Dustin: (Sonríe con cinismo.) Creo que es para ti.
Fernando: (Muestra un rostro molesto.) Sí…creo que ya me di cuenta. (Ignora a Dustin al adentrarse a la cocina, y habla por la bocina del teléfono.) ¿Disculpe señorita, cómo dijo? (Escucha y luego grita,) ¿QUÉ? ¿Cómo? Pero si yo no he pedido un préstamo…y claro que no autorizaría algo así… Espere un momento… (Revisa su cartera y no encuentra su tarjeta de crédito.) ¡Rayos! Señorita, ¿sigue allí? Sí, verá, alguien robó mi tarjeta… No…yo no me he presentado al banco… ¿Cuándo? ¿Esta mañana? ¿Hace unos minutos?... (Suspira.) El abuelo…
Dustin: (Regresa de la cocina) ¿Quién es?
Fernando: (Sin colgar el teléfono.) ¿Puedes decirle a Héctor que venga? Dile que es una emergencia.
Dustin: (Hablando con sarcasmo.) ¡Claro, como diga comandante!
Fernando: (A la bocina del teléfono e ignorando el comentario de Dustin.) ¿Señorita? Escuche, quiero cancelar mi tarjeta… ¿Qué, no puedo? ¡Por favor, dígame cómo puedo cancelarla! Sí, sí, entiendo… ¿Cuánto tiempo tengo para pagarlo? Okey, pero quiero dar de baja la tarjeta para no realizar más transacciones, por favor… Sí, muchas gracias.
Héctor: (Baja junto a su amigo por las escaleras y ambos se sientan en el sillón.) ¿Qué sucede?
Fernando: (Cuelga el teléfono.) Mi abuelo…
Héctor: ¿Qué tiene el abuelo?
Fernando: Usó mi tarjeta de crédito y pidió un préstamo de trescientos mil dólares.
Héctor: Oh, muy clásico de él… (Hace una pausa y luego dramatiza.) ¿Qué? ¿Tu tarjeta?
Fernando: Sí.
Héctor: (Suspira consternado.) Genial…y justo cuando apenas necesitamos dinero para pagar el aumento de la renta, y no sólo eso… ¿Cómo mierda piensas pagar ese préstamo?
Fernando: (Con el rostro lleno de ansias.) No lo sé.
Héctor: Rayos…necesitamos dinero.
Fernando: Sí, o nos echarán del lugar.
Dustin: ¿Y si buscan un nuevo roommate?
Héctor: (Mira a Dustin algo pensativo.) Sería buena idea.
Fernando: Pero tenemos sólo una semana.
Héctor: Es verdad.
Dustin: ¿Ambos trabajan, no?
Fernando: Sí.
Dustin: ¿Por qué no ponen un anuncio en sus trabajos?
Héctor: ¡Buena idea!
Fernando: (Casi sin esperanza.) Rayos… maldito abuelo.
Héctor: Aun así, todavía tienes que pensar cómo resolverás lo del préstamo, o el robo, o lo que sea que hizo tu abuelo.
Fernando: Cierto.
(Tocan la puerta, Héctor se levanta y abre. Al abrir está Paolo parado mirándolos todo impresionado; su rostro es muy agraciado y su cabello es rubio-castaño y un poco largo. Aunque no es tan alto, su cuerpo es un poco delgado. Paolo está vestido con un pantalón de mezclilla y una playera básica de color azul.)
Paolo: (Sonríe como si estuviera frente a un espectáculo inusual. Habla con un tono un poco golpeado y exagerado.) Pero cómo han crecido, mis niños.
Fernando: (Se expresa con incredulidad.) Oh…
Héctor: (También denota preocupación.) No…
Paolo: Y… ¿Tú, quien mierdas eres? (Mira a Dustin sin moverse.)
Dustin: Ah… Soy Dustin, Dustin Baker.
Paolo: (Da unos pasos hacia el interior.) ¡Hola!
Dustin: ¿Hola?
Fernando: (Se acerca hasta la puerta para intervenir en el camino de Paolo.) ¿Qué quieres aquí?
Paolo: Nada, nada… Sólo venía a visitarlos.
Héctor: Bueno, ya visitaste, ya dijiste hola, ya respondimos, y ya te fuiste… (Empuja a Paolo fuera del apartamento y cierra la puerta con seguro.)
Paolo: (A través de la puerta, gritando con fuerza.)¡ Héctor! ¡DEJAME ENTRAR! ¡POR FAVOR, DAME OTRA OPORTUNIDAD! ¡YO TE AMO!
Fernando: (Molesto.) Cada que él llega es porque algo muy malo va a suceder.
Héctor: Lo sé…aunque en este caso ya sucedió.
Fernando: ¿Lo dices por lo de mi abuelo?
Dustin: Vamos chicos, primero dedíquense a buscar a un roommate, luego hablan de sus deudas personales.
Héctor: Dustin tiene razón.
Fernando: Entiendo… Mañana pondremos los anuncios para buscar un nuevo compañero.
Héctor: De todas formas aún tenemos un cuarto desocupado.
Fernando: (Señala a Dustin.) ¿Él no se queda, verdad?
Héctor: No.
Dustin: No gracias; muy pequeño el lugar.
Fernando: ¿Okey?
(Fuera del apartamento, después de unas dos horas, Paolo sigue frente a la puerta gritando y golpeándola.)
Paolo: ¡Fernando! ¡ME CASARÉ CONTIGO! ¡Y TE JURO QUE DEJARÉ DE EXPLOTAR A DANNY, PERO DEJAME ENTAR!
(De repente, llega una mujer muy hermosa hacia el apartamento del frente que estaba vacío y abre la puerta. Paolo sólo observa. Seguido de la mujer algunos hombres arriban subiendo muebles nuevos.)
Paolo: (Vuelve a golpear la puerta y a gritar hacia el departamento.) ¡Fernando, Héctor! ¡Tienen nuevo vecino! ¡Y ésta vez no estoy mintiendo!
(Aunque Fernando y Héctor escuchan a Paolo, deciden ignorarlo.)