Palacio Lunar, año XXX antes de la última guerra de Mag Tuired.
Sentada en una hermosa terraza del tamaño de un helipuerto de los actuales, se encontraba en un hermoso trono de mármol y hiedra, una hermosa mujer con los ojos color plata, sus pupilas rasgadas observaban pensativos el horizonte de la hermosa noche infinita, su rostro perfilado, suave y porcelanoso, fruncían unos labios rosados, pensativamente. Una suave brisa mecía sus cabellos cristalinos, tintineantes al viento, envueltos en un aroma de jazmín y dama de noche, a juego con su hermoso camisón vaporoso, casi como si flotara en tonos azules claros.
A sus pies, descalzos, la rodeaba una pequeña cría de dragón, con relucientes escamas plateadas y de obsidiana a partes iguales. Alzó su draconiana cabeza abriendo los ojos, del color de los verdes bosques de los Faes, observando a la figura que se materializaba. Agitó sus alas animado, llamando a la concentración de la mujer.
- Pero ¿qué tenemos aquí? -Una voz cantarina resonó al aire apareciéndose como si de humo se tratara. -Nunca pensé verte tan 'de piedra'. -carcajeo haciendo comillas con las manos, a la vez que admiraba el hermoso castillo y las entradas a su frente con hermosas flores y enredaderas fundiéndose con la estructura.
- No sabía que ibas a aparecer por aquí Hécate, ¿no deberías de estar con tus amigos del panteón griego? -Afirmó, observándola de arriba abajo.
Siempre que la veía se acordaba mucho de su hermana Morrigan, pero Hécate siempre fue más juguetona y salvaje, no por nada era la madre de la magia, de la muerte y la luna, su triada.
Ojos azules oscuros casi negros, rasgados con esa melena lisa negra como ala de cuervo, casi flotando a su alrededor cayendo por sus hombros hasta el suelo junto con su vestido de tirantes morado. Sus sagaces ojos lineados con Kohl le devolvieron la mirada con una ceja alzada. -No cariño, son un poco fetichistas en ese mundo, me gusta más visitar el que me corresponde
por parte de madre. -Sus intrincados tatuajes de la frente casi parecieron arremolinarse entre sus ojos. -Además, sentí que me necesitabas por aquí, Dan-dan.
Ambas frente a frente, se miraron con comprensión, y luego sus ojos se desviaron al pequeño que seguían fijo a la guerra verbal que mantenían.
-Mira tú… -refulgieron en tono zafiro sus ojos divinos. -Pero si es….
-Sí. -Cortó la otra. -Temo decir, que en este siglo que no estabas, uno de mis hijos cayó, Nuada. Él es mi nieto.
-Sabes que no me refiero a eso. -Afirmó Hécate, cruzándose de brazos haciendo, a su vez, tintinear las pulseras con runas que tenían en brazos y muñecas. -Por cierto, ¿qué hace de esa forma?
-Bueno, ha adquirido ya tu token y prefiere estar en esa forma, supongo que debido a que aún no está preparado a enfrentarse a ciertas situaciones.
-Como la de hoy, ¿no? Al fin y al cabo, no todos los días se le da la bienvenida al nieto de la màthair uachdarach (Madre Suprema). -hizo un chasquido con los dedos y al gritó Mothra, acto seguido una hermosa e inmensa mariposa nocturna de alas puntiagudas de los colores de la noche se aproximó al borde del inmenso barandal. -A mi también me cuesta, así que… ¡Nos vemos abajo! Dan-dan, Ashallyn.
Se enganchó a ella, precipitándose al vacío, a la entrada del castillo Lunar. Daanna la observó desaparecer, luego, desvío la mirada para ver que el dragón se había convertido en un precioso niño de cabellos del color del trigo, nariz respingona con sus dulces orejitas puntiagudas agitándose inquieras. Su boscosa mirada inocente se posó en ella, mientras le agarraba la falda del camisón.
-En fin, sólo nos queda prepararnos… Yo cuidaré de ti, mo chridhe. Mi corazón.