Por las calles de Ber, las tropas de narciso patruyaban, grupos pequeños de docenas de soldados, autómatas y naves de toda clase, todos buscando en casa tras casa, escaneando a las personas y buscando el mas mínimo rastro.
No existía la privacidad o el secretismo, si algo querían saberlo, te lo sacarían, aun si es a golpes.
Los Dominos Autumnis, no tenían sus títulos de seres sedientos de sangre, solo por gusto.
Una de las patrullas en la embajada, justo detecto una señal de comunicación de fuera del planeta, aunque esto no era muy extraño, en este momento, todo estaba mal visto, mas una comunicación de este tipo.
- Activad los anuladores - Con un gesto, la patrulla asintió.
En este momento, gracias a su armadura, ya no ejercían ningún sonido ni olor, se habían vuelto transparentes y ni la visión térmica podría localizarlos.
Este escuadrón pertenecía a los Umbra Venatoribus. Una de las fuerzas sigilosas y especializadas, de la inquisición.
Expertos en contraespionaje y espionaje.
Tras su invisibilidad, sus movimientos cambiaron, al contrario que los típicos soldados, su armadura era capaz de cambiar en dos modos, uno para combate en grupo, siendo idéntica de los soldados de normales y el modo caza, donde se permitía mucha mas maniobrabilidad a costa de la resistencia.
Con su arma secundaria en la mano, un fusil de asalto, comenzaron a rondar la casa.
Sin esfuerzo subieron paredes y miraron por las ventanas, allí una mujer mayor estaba a punto de coger un intercomunicador.
La mujer, tenia a un pequeño bebe en brazos y se podía contemplar a la que debería ser la madre del pequeño en la cocina.
El barón, posible padre del pequeño, ayudaba en la tarea de preparar la comida.
El equipo espero el momento justo donde la señora activo la llamada para entrar por las ventanas.
El estruendo de los cristales rotos sacudió la vivienda, asustando a los residentes de esta.
La mujer mayor miraba con malos ojos a los inquisidores que habían entrado de esa manera en su casa. Unos pocos Venari, se habían quitado la invisibilidad, mientras se mostraban apuntando a los residentes, los demás miembros de la patrulla o permanecían en sigilo o estaban desde fuera de la vivienda apuntando y esperando cualquier cambio, para notificarlo a unidades de refuerzo o disparar.
- Todo el mundo a la esquina, actualmente están siendo acusados de Herejía y serán procesados de dicha manera - El líder de la escuadra, comenzó a hablar y señalizar la esquina de la casa donde debían colocarse los residentes.
- Tía, ¿Qué pasa?, hemos escuchado un fuerte ruido - Desde el intercomunicador, la voz de una joven se escuchaba preocupada.
Esta era la casa de la Tía Marian.
Marian miro al inquisidor y sin miedo dijo. - Estáis locos, habéis asustado a mi nieto, revisad mis antecedentes, mi hermano es un Hiems Dominus, porque narices iba a volverme una Hereje - Mientras intentaba hacer que el pequeño dejase de llorar, meciéndolo rítmicamente.
- Madre, por favor, hazles caso - La hija de Marian, estaba asustada de lo que podrían hacerle por su falta de decoro.
El Inquisidor en un principio estaba algo asombrado, no entendía como esta mujer tenia tanto valor o estupidez, como para gritarle a un soldado que le esta apuntando con un arma a menos de un metro.
- Tía, tía Marian, responde - La voz paso a la de un niño, que sonaba por el dispositivo.
El soldado dio un gesto, haciendo referencia a que le entregase el dispositivo.
Marian se fue a la esquina tras entregárselo, decidió hacer caso a su hija por ahora, no quería ponerla mas nerviosa.
El yerno quiso quedarse delante cubriendo a las dos mujeres y al bebe, pero Marian no le dejo, le entro el bebe que aun no se había calmado a su hija y se interpuso entre los soldados y su familia.
El inquisidor comenzaba a molestarse por la mirada furiosa y sin miedo de la anciana.
- Quien esta hablando, identifícate y di tu posición exacta, no te molestes en mentir o mataremos a los residentes de este domicilio - La voz del hombre no tenia la mínima vacilación, iba a cumplir lo que dijo sin falta.
Aun si lo que dijo la anciana de que es la hermana de un Hiems Dominus, su Dominus es el propio Narciso, no le preocupaba ningún otro Dominus en absoluto.
En ese momento, el no lo sabia, pero la persona al otro lado había sido enfurecida.
- ¿Quién narices eres? - La voz del niño volvió a sonar, aunque infantil, se podía notar que estaba muy molesto.
- Crio, es tu ultima oportunidad de identificarte o te aseguro que lloraras ante las tumbas de los residentes de esta casa, la inquisición no se anda con tontearías - El soldado estaba cada vez mas cabreado, pero las siguientes palabras del chico, lo relajaron un poco.
- ¿Inquisición?, ¿te refieres a que eres parte de un Dominus Autumnis, de la Teocracia? - Cuando el chico dijo esto, toda su furia se había disipado, parecía muy sorprendió y extrañamente... alegre.
- Asi es chico, somos de la Teocracia, por tu tono pareces conocernos, entonces entenderás que somos muy serios ante la herejía y estas personas han sido acusadas, si nos dices quien eres y donde estas, podrás ayudar a estas personas - El hombre comenzó a hablar mas suave, debido a que la voz siempre fue de un niño muy pequeño, decidió no asustarle y sacarle la información, lo que no espero fue el siguiente acto del chico.
- Señor inquisidor, espere un momento, le pasare con un adulto, no cuelgue - Dicho esto la llamada se puso en espera.
Todos los de la casa estaban estupefactos.
En otra parte.
- Narcov, llama a Niviro, dile que soy yo - Dariel no podía creer que justo habrían inquisidores en casa de la tía Marian.
Aunque su vez estaba tranquila, sus ojos y pelo, decían lo contrario.
- Tranquila Laura, la tía estará bien - Dariel consolaba un poco a Laura que estaba a un lado muy nerviosa y preocupada.
El lobo holográfico no tardo en volver a aparecer, a su lado un hombre anciano pero corpulento lo miraba y sonreía.
- Pequeño Sanctus, dime, a que se debe esta agradable visita, necesitas algo o quizás solo quieres charlar un poco con este viejo - Niviro perdía toda su sed de sangre ante la presencia de Dariel.
- Espero no molestarle... Le importa si le llamo, abuelo Niviro, me seria muy cómodo - Dariel estaba mostrando una mirada de niño bueno enternecedora, si no fuese, porque sus marcas brillaban, esto obvio que fue visto por el anciano, pero lo dejo para segundos despues.
En ese momento, Niviro se había enrojecido un poco y tenia una mirada de felicidad.
- Claro, claro, claro que si, Pequeño Sanctus, este Niviro le encantaría que le llamases abuelo, ojala esas pestes que tengo como descendientes fuesen tan educados como tu - A decir verdades, Niviro si estaba actualmente ocupado, para ser exacto, estaba siendo juez ante una infracción, con algunos miembros de su circulo interno, justo cuando estaba a punto de condenar al acusado, fue llamado.
Dariel al escucharlo sonrió, tener a este anciano de su lado, es de lo mejor que podría haberle pasado, por lo menos por ahora.
- Abuelo Niviro, tengo un problema, no se si tu puedes solucionarlo - El Anciano miraba al chico y sonrió, mientras sus ojos comenzaban a tener un brillo rojizo peligros.
- Claro, dime, este anciano se encargara de solucionarlo, aun si tengo que arrasar un planeta para lograrlo - La voz de Niviro no tembló en lo mas mínimo.
- No es necesario arrasar un planeta, es solo que un Inquisidor esta en Ber y amenazo a una amiga a muerte, dijo que estaba acusada de herejía y que si no decía quien era y donde estaban la matarían, ella es una mujer muy buena, jamás haría nada malo, lo puedo asegurar, el inquisidor esta en la otra llamada, lo deje en espera - La voz de Dariel cuanto mas hablaba mas fría, involuntariamente, se volvía.
Pero el que obtuvo el mayor cambio fue Niviro.
Que alguien de su Autumnis Dominus, enfureciese a Dariel, fue como abofetearle en la cara a el mismo, su furia estaba alcanzando las nubes en este momento. Aun asi, se calmo lo suficiente, para sonreírle a Dariel.
- Tranquilo, Pequeño Sanctus, déjaselo todo al abuelo Niviro, ahora entrare a la otra llamada, tu cuelga y espera un rato, tu amiga te llamara, te lo aseguro o me suicidare como tributo - Niviro dijo y colgó.
Dariel no dudo del anciano y también colgó.
De vuelta en Ber, solo habían pasado unos minutos, cuando la llamada se colgo.
El inquisidor estaba muy enfurecido en este momento y cuando estaba a punto de dar la orden, el intercomunicador volvió a sonar, en este caso se marcaba como que la llamada seria holográfica, mostrando a la otra persona.
Acciono el aparato y sin mirar comenzó a maldecir.
- Maldito crio, como te atreves ha hacer esperar a un inquisidor, cuando te encuentre no dudare en asarte, cortarte los tendones y en usarte como pintura -