Chereads / EL ASESINO DE DIOSES VOLUMEN 1 / Chapter 23 - Capítulo 22: Nunca dejes atrás a un compañero

Chapter 23 - Capítulo 22: Nunca dejes atrás a un compañero

Las manos de la hechicera refuljan de rebosante poder mágico, transmutado en orbes eléctricos, concentrados en el lapislázuli del báculo de media luna. Los purpuras ojos ganan una brillante coloración azul, del que desprende gruesas estelas de luz, como si fuesen nubes en plena tormenta. La magia se nota inestable por la furia que es creciente en su pecho, por el daño provocado a su querida Valkiria.

No es una guerrera de cuerpo a cuerpo, la especialidad de María ha sido enfocada en el soporte. Desde que inició el contrato, se ha visto en la necesidad de pelear en la primera línea en solitario, como ahora que vienen frente a ella diez barbaros armados hasta los dientes. Muchos la miran asqueados en desatados insultos por ser un medio elfo, acusándola de ser una traidora. Aquellas palabras llenan de frustración, rabia y tristeza, pero también de un fuerte coraje.

Elevándose en el aire como un ente místico, de capa ondeante por el soplar de un viento belicoso, la dama violeta alza el báculo cuya joya surge una lluvia de descargas de voltaje en alta violencia, disparados como látigos que chicotean contra los pechos de los miembros de la horda de mayor cercanía, derribándolos tal cual muñecos de trapo.

Los gritos de guerra de a poco se vuelven ecos dolientes, pertenecientes a fantasma camino al otro mundo.

—¡Valkiria! ¡Te han herido gravemente! ¡ordeno que regreses a tu dimensión ahora!

Habla la hechicera en voz de prominente eco. No parece la dulce chica permisiva e indulgente; ahora es toda una fuerza de la naturaleza desatada. Valkiria yace arrodillada como un moribundo caballero venido de una terrible batalla, a los pies de una reina de espaldas a la que únicamente puede ver los pliegues de su capa dánzate, a la par de las trenzas gemelas que dividen la purpura caballera.

Desde la parte trasera de la horda, cinco elfos fuertemente armados con lanzas mágicas, hace acto de presencia y se colocan en la vanguardia tras la derrota de la primera holeada. No tardan en ser soslayados por la hechicera de creciente alarma.

La posición ofensiva es cambiada, al ser materializado una barrera mágica por parte de María, al bloquear la lluvia de refulgentes descargas de energía que se le vienen encima, cada uno bloqueado sobre la envergadura de la barrera cristalina.

En un rostro que se debate entre el esfuerzo, y coraje, la guardiana no sede a su posición; es consciente de que, si un solo golpe logra conectar, será presa fácil para los demás soldados.

Abrumada por tantos enemigos sobre ella, la hechicera no ve como de entre el mar de enemigos desde el flanco izquierdo, asciende el brujo que acompañaba Alpiel, el cual se eleva por los aires, y no tarda en ser notado por la chica a través del rabillo de ojo, aun cuando es muy tarde para poder reaccionar.

El brujo evoca estacas de hielo dirigido al punto ciego del objetivo, encontrando la protección del escudo de Valkiria, quien se hace presente en protección de su ama.

—¡Me temo que declinaré de esa orden, muñequita! De ninguna manera la dejaré caer sola en combate —responde la centaura, aun con el fracturado brazo colgando como si fuese un muñeca vieja y rota.

Al ser ese lado cubierto por la enorme dama caballero, deja a la hechicera con un sentimiento de seguridad como de preocupación, ya sabía que su familiar se negaría a la petición. Valkiria cambia posición para usar su escudo para contener el flanco derecho, mientras María expulsa estacas de luz dirigidas a las alturas donde se encuentra el brujo, quien bloquea con una barrera de grueso hielo.

—A veces me haces dudar si realmente me tomas como tu ama, Val —jadeante la hechicera sujeta el báculo, en mirada férrea materializa un campo de fuerza sobre las dos.

Los ataques de María, junto a la protección de la moribunda centaura, apenas entorpecen el avance de los rebeldes, tarde o temprano llegaran a ellas, o eso se pensaba cuando de repente un disco de flamas negras surge en las entrañas de la horda en un movimiento de zigzag cual serpiente, y decapita a varios soldados irremediablemente.

Las pupilas purpura de la joven se empequeñecen, y su corazón se agita al reconocer esa habilidad. En una lluvia de sentimientos encontrados, la hechicera busca con la mirada el origen de esa arma. Hombres bestias, y elfos retroceden ante la presencia del guerrero, cuya enorme hacha regresa de nuevo a su dueño atrapada por la diestra mano ágil.

Los rebeldes aun cuando quedan pocos de ellos, siguen superando en número al guerrero, por lo que deciden atacar en masa. Cuando están por rodearlo, desde el lateral derecho de Tonatiuh, surge un rayo de candela que se abre paso en línea recta sobre los rebeldes, calcinando todo a su alcance, mientras que otros guerreros son abatidos por cuchillos arrojadizos que conectan en cuellos y ojos.

Lance y Sheila han llegado como los últimos refuerzos, uniéndose a la lucha que al poco tiempo terminan por derrotar a los últimos rebeldes que aun pretendían dar pelea, el resto emprende la retirada. La desaparición del acolito, como la destrucción de los ciclopes ha culminado la derrota del fuego oscuro en esta trifulca.

Ante la ausencia de holeadas de enemigos, los tres guardianes se abren camino con mayor facilidad, a través de la senda de destrucción rodeado de árboles llorones, de suelo consumido por gigantescas raíces y pequeños cerros en los que yacen los restos de todos los caídos en la batalla.

—¡¡Miren allá!! Esa cosa todavía sigue con vida.

Sheila apunta a lo lejos, en donde yace el ciclope recostado en el suelo, el cual sorprendentemente muestra señales de vida al mover sus pesadas extremidades para volver a estar de pie. A pesar de estar cegado, y sin la ametralladora, el gigante mecánico sigue considerado como un arma de alta amenaza, por lo que no puede ser tomado a ligera.

Aun con la lanza perforando su ojo, el ciclope vuelve a reincorporarse al utilizar su taladro como soporte. De repente, el sonido del ceceo de gas expulsado resuena en los brazos del gigante mecánico, después llega el crujir de cables desmontados y el crujir de engranajes.

Tanto taladro como lo que quedó de la ametralladora quedan pegados en el suelo, como dos piezas dejadas atrás. Los verdaderos brazos del robot son revelados como un par de manos biónicas. Todo este tiempo las armas del ciclope, fueron accesorios montables.

Parpadeantes espirales eléctricas y chispan anaranjadas, truena en las extremidades de la máquina, demostrando que ha sufrido una gran cantidad de daño, durante el transcurso de la degollina. La enorme mano mecánica toma la lanza del ojo, sacándola de un simple tirón que expulsa pedazos de vidrio y cables mochados entre chispas doradas.

Ante el peligro inminente, los guardianes redoblan el paso hasta que, a la mitad del camino, se ven interceptados por el brujo enmascarado, suspendido en las alturas en posición dominante entre las copas de los árboles.

—¡Alto! ¡No den un paso ni otro paso más! —ordena Tonatiuh acelerado.

Tal suceso obliga a la triada a frenar precipitadamente al mismo tiempo, derrapando en la tierra que se levanta altas polvaredas, y alzan la cabeza para encarar al brujo de peculiar apariencia, quien devuelve la mirada desafiante.

Aquel factor llama la atención de Lance, cuyo semblante se oscurece en una helada impresión, por ver el símbolo fuego oscuro en la capucha del brujo y en un peculiar símbolo grabado en el báculo que lleva en sus manos. Es el fierro de una manzana dorada; una marca inconfundible para el guardián oscuro, delatándose la procedencia de dicho artefacto.

—La dama de la discordia... —susurra débilmente, en desbordante impresión.

—¡Ustedes nunca saldrán de aquí con vida, pagarán por desafiar a los verdaderos dioses! ¡Los seguidores que quemaron una vez el cielo, van a caer por nuestra mano!

Exclama el brujo al invocar un sin número de bolas de fuego frente a los guardianes, quienes se repliegan para evitar las explosiones, las cuales consumen los arboles cercanos.

Aquel bombardeo no dura mucho, ya que María vuela como una flecha purpura en pleno ascenso, para interceptar al lanzador de conjuros de alta reacción para cambiar su enfoque y proyecta una barrera de flamas sólidas; bien reciba por una centella eléctrica del báculo de la hechicera.

Todo este suceso es observado por Tonatiuh, al estar agazapado atrás de un árbol. En respiración agitada sumado a un frenético latir de corazón, el guerrero salvaje se apoya en el roble para reincorporarse.

Al querer buscar a sus compañeros o ayudar a su amada, Tonatiuh se termina cruzando frente a frente con el ciclope a la distancia; este último se percata rápidamente de la presencia del guardián, por lo que la confrontación es inevitable.

El sonido de pisadas desde la retaguardia, llama la atención del guerrero de pelo blanco llevándolo a inclinar la cabeza por encima de su hombro, y soslaya como vienen a reagruparse sus otros dos compañeros guardianes.

Lance salta ágilmente a través de las ramas de los árboles, al tiempo que Sheila se desplaza en un sprint veloz en tierra firme, en una mirada furibunda y carente de miedo.

Tonatiuh llena los pulmones del aire, en el que entra por sus fosas nasales el olor a muerte y pólvora. En una mirada de desbordante determinación, sujeta firmemente su hacha frente a la enorme presa que lo desafía.

El hachero se abalanza contra la bestia, la cual toma un árbol caído, arrojándolo por los aires como una jabalina.

En plena carrera en línea recta, la hoja de titán es refulgida por flamas negras al ser consumida por el conjuro de Tonatiuh.

Cuando el enorme proyectil esta por aplastarlo, el guardián salta de frente sin miedo alguno, y ejecuta un hachazo en descendente, que finalmente parte en dos el gigantesco cuerpo de madera, en una explosión de brumoso aserrín.

El guerrero de pelo plateado cae rodando al suelo, hasta volver a estar de pie en un ágil salto hacia adelante y sigue el avance.

Por causa del fuego del hacha titán, prende los dos extremos del tronco, y al estar por tocar al suelo. Sheila quien iba a espaldas de su compañero, pega un alto brinco para tomar de las raíces a la otra mitad del árbol, arrojándolo de regreso al atacante como un ariete. El gigante no puede esquivarlo por lo que recibe el golpe de lleno aun cuando se cruza de brazos, y es empujado en retroceso torpemente, al borde de caer de espaldas.

El guerrero del hacha corre alrededor del gigante, y en un parpadeo acorta la distancia con el ciclope. Se despierta las alarmas del piloto, quien usa la lanza para ejecutar un tajo recto, el cual únicamente se entierra en la tierra, ya que el guardián se aparta de un ágil salto al flanco izquierdo.

—¡Oye cegatón! ¡Esa lanza no es tuya!

Lance arroja dos cuchillos, los cuales pasan por encima de la cabeza de la maquina; sin embargo, el umbra se disuelve en la sombra del primer cuchillo.

Al instante el asesino oscuro reaparece suspendido en el aire desde la sombra del ultimo estilete, con la espada imbuida de poder maligno, ejecutado en un corte de energético que conecta directo en la espalda del ciclope, dañándose la envergadura en el impacto y lo empuja hacia adelante, sin embargo, no logra derribarlo.

Lance cae rodando en el suelo, y al alzar la cabeza ve como el gigante enfurecido continua su ataque en una estocada. El umbra salta hacia atrás evitar una muerte segura.

Tanto Lance como Tonatiuh atacan en diferentes flancos al mismo tiempo, por consecuencia el gigante mueve la lanza en un tajo de medio menguante, que impide a los guerreros acercarse y los lleva a alargar la distancia al saltar en retroceso.

Sheila se prepara para unirse a la contienda, cuando de repente la voz de Valkiria la llama desde una distancia cercana y frena por un instante sus intenciones.

—Sheila, por favor ayúdame... ne-necesito que me apoyes para salvar a María.

Los ojos amarillos de la dragona captan a la debilitada centaura, cuya espalda yace apoyada en uno de los árboles, mientras sujeta la herida de su brazo roto con una mirada gacha, al respirar cansada y sudor cae cuesta abajo de la parte baja de su cara. Ha dejado su escudo en el suelo, por lo que no puede seguir en la lucha.

Constipada por el llamado de ayudar a un compañero, aun cuando no lo admitiría abiertamente, de cierta forma tiene ganas de recompensar lo sucedido en el colosal. La dragona da media vuelta con tal de ir a la ubicación de Valkiria.

—Ayudaré, pero necesitas darte un profundo respiro primero —agrega la dragona al ponerse frente a Valkiria—, ya has hecho suficiente, sería mejor que vuelvas a tu dimensión y nos dejes el resto a nosotros.

—Lo haré una vez que asegure la supervivencia de mi maestra... —Valkiria apunta con el brazo sano al cielo, justo en el lugar donde María y el brujo tienen su duelo de magia.

—¡Bien! ¿Qué estamos esperando? —Sheila da apenas dos pasos y es detenida por el llamado impetuoso de la centaura.

—¡Tranquila! Debemos esperar el momento adecuado; Tonatiuh sigue peleando con el ciclope, no puedo usar mi arco... pero tengo mi otro brazo y bastante fuerza —habla en tono cansado por el dolor de su herida—. Lo que sí puedo hacer, es arrojarte como una bala y de esa manera matas al brujo en un parpadeo. No podemos arriesgarnos a prolongar la pelea, es cuestión de matar o morir.

—¡Eso agravaría tu herida! —pronuncia Sheila estupefacta—, ¿Estas seguras que puedes resistirlo?

—¡Puedo hacerlo! No te preocupes por eso, nada más espera mi señal.

Ante la insistencia de la centaura, no deja otra alternativa a la dragona más que ser un espectador temporal, del combate aéreo de dos poderosos lanzadores de hechizos.

El brujo se eleva, y desde el báculo expulsa meteoros flamígeros en ascenso, los cuales son eludidos por la hechicera al volar de forma evasiva. Sobre la cabeza de la hechicera yacen suspendidos en aire cuatro destellos de luz, de los cuales dispara estacas de cristal a medida que alarga la distancia, pero todos son bloqueados por muros elementales del brujo, o este los esquiva.

Ambos están a la par sin percatarse que varias estacas han quedado paralizadas en el aire, y que todo el tiempo estuvieron dando vueltas en una misma área en el aire. Al estar a una gran altura, María realiza su estrategia y todas las estacas se abalanzan alrededor del brujo, como una dama de hierro.

Una burbuja mágica cubre el cuerpo del brujo, protegiéndolo de ser empalado por las estacas que rebotan sobre la defensa transparente que se desmaterializa al unificarse en la joya del báculo negro, y entre corrientes eléctricas es creado un círculo mágico.

—¡¿Magia de realidad?! —Tal acto pone en defensa a la hechicera y sus ojos purpura se abren de par en par al reconocer ese conjuro como una evocación.

Antes de siquiera poder reaccionar, del círculo mágico emerge una criatura similar a un necrófago de grotesca musculatura, el cual parece de la mitad de su cuerpo desde la cintura para bajo; remplazada por una larga espina recubierta de pinchos que se alarga a modo de cola. El rostro es como si fuese una caricatura de un humano, de carnes derretidas en ojos completamente negros. En la cabeza porta un par de cuernos enroscados y tumbados hacia atrás. Mientras que en la boca que, en lugar de dientes, tiene hilos de nervios que se tensan al borde de romperse al ser abierta la mandíbula.

—¿Te gusta mi creación? ¡Este pequeño homúnculo llevará tu cabeza como ofrenda para nuestros dioses!

Pronuncia el brujo mientras proyecta una bola de fuego, el cual es esquivado por la hechicera al apartase a un costado, y por el rabillo del ojo ve venir al homúnculo en un chillido antinatural a punto de propinar un puñetazo mortal.

En un latir de corazón, María detiene el puñetazo con una barrera mágica y responde al convertir la capa látigos que intentan enredarse en el cuerpo de la criatura, la cual únicamente se basta con echarse para atrás para escapar, a la par que se vienen estacas de hielo creadas por el mago.

María elude el ataque al jalar su cuerpo en retroceso, y al ganar la distancia se prepara para responder con un rayo, pero sus intenciones son interrumpidas por el homúnculo que viene de nuevo, distrayéndola al tenerla a la defensiva esquivando y bloqueando golpes rápidos.

El objetivo del homúnculo no es derrotar a María, si no ganar tiempo para su terrible amo, quien, suspendido en el aire, suelta el báculo que es dejado flotando a su lado. Al estar aparentemente desarmado, el brujo alza las manos que son cubiertas por un par de orbes de poderes pertenecientes al hielo y a la electricidad.

Los dos elementos caóticos se combinan para formar un arco y flecha que se carga poco a poco; su poder incrementar a cada segundo. La confianza desborda en el arrogante brujo, al creer que la hechicera no podría desviar o bloquear ese último ataque, al estar concentrada en frenar al necrófago mutante.

Desde tierra, Valkiria estalla en alarmas por cómo se desarrolla la pelea, pero igual esperaba ese descuido del mago al quedarse quieto.

—¡Ya!

Valkiria baja su mano abierta en la que salta la dragona, preparada para la última estratagema para salvar a la hechicera. Tras ganar algo de impulso en un subidón de adrenalina, mezclada en pura fuerza de voluntad, la centaura arroja a Sheila como si fuese una bola rápida de vuelo veloz a las alturas.

Los ojos de la dragona se llenan de lágrimas, ante las oleadas de viento y con las manos estiradas frente a su cara; por debajo de las botas se libera un impulso de fuego que la eleva a mayor velocidad hacia un blanco ya marcado.

Sheila se encuentra con el brujo a punto de accionar un último hechizo, el cual se ve frustrado al ser atrapado en la cintura por los brazos de la guardiana escarlata; sacándolo de balance, haciendo soltar su báculo dejándolo caer a la hierba. Dragona y brujo descienden en picada al vacío, tal acto ve interrumpida la trifulca de la hechicera contra la criatura.

El familiar deja a un lado la pelea, para ir en rescate de su señor; craso error. María no lo piensa dos veces en juntar sus manos como si el báculo fuese un rifle, y de la joya se materializa una flecha eléctrica que apenas cargase es disparada dando a espaldas del monstruo en el aire, atravesándolo del lado al lado en un estallido de centellas atronadoras como si un rayo cayera del cielo.

En un grito desolador, el homúnculo cae estrepitosamente contra el suelo, y en el impacto estampa su cara en un estruendo tan fuerte, que marca su silueta en la graba, que se mezcla con su sangre negra, de olor nauseabundo.

Entre chillidos agonizantes la criatura se arrastra, y ve a la Valkiria acercándose a paso torpe, pero seguro. Cuando por fin ambos están el uno al lado del otro, la pesuña se deja caer sobre la cabeza del monstruo, reventándola en pedazos.

Al mismo tiempo, la espalda del aturdido brujo choca aparatosamente sobre la superficie verdosa; sangre sale expedida de su boca. En un dolor monstruoso, muchos de sus huesos fueron rotos en el choque, al ser usado su cuerpo para amortiguar la caída de la dragona, quien sin misericordia descarga su rabia en un bombardeo de puñetazos contra el rostro enmascarado, y quiebra en pedazos de la careta en los primeros choques.

Golpe tras golpe, los nudillos se cubren de sangre y no pasa mucho tiempo para que el brujo de su último aliento. En el rostro del cráneo se ha deformado en un enrojecido agujero profundo sumido, con la quijada dislocada colgante cómicamente, de la que apenas quedan diente pegados a la carne roja, rodeado de pedazos de la máscara desquebrajada.

Durante el tiempo que se desataba el duelo de magia; el ciclope mecánico continúa empeñado en frenar el paso de los guardianes, quienes alargan la distancia para no ser fulminados por la lanza del enemigo.

—Sabes... las armas se hicieron para matar y pelear ¿no te jode, enano?

Lance provoca abiertamente al gigante, invitándolo a concentrar su rabia en él al arrojar múltiples estocadas, pero todas son esquivadas por la habilidad del asesino oscuro, pero sin siquiera contratacar, únicamente correr y salta entre las ramas de los árboles, que son hechos pedazos en los embistes de la lanza.

Desde una distancia prudente, Tonatiuh guarda a Titán en la funda, al cambiarla por el arco llamado amanecer creciente, y corre alrededor del campo hasta posicionarse a espaldas del gigante.

Colocado en posición tensa el arco con la saeta lista, embadurnada de poder piromántico. Cuando esta por disparar el ciclope se vuelve hacia Tonatiuh, reconociéndolo como punto de enfoque procede a pagarle con la misma moneda, al arrojar su lanza como un proyectil, pero el guerrero es más veloz por lo que rueda hacia la derecha y entonces corre en línea recta frente al gigante desarmado.

La gigantesca arma queda enterrada en el suelo en una explosión de polvo. El ciclope sigue con la mirada al guerrero caminante que se esconde entre los árboles, pero de repente se percata de como algo o mejor dicho alguien se trepa en su espalda.

Aferrado con una sola mano sobre el hombro de la descomunal mole mecánica, Lance se prepara para ejecutar un espadazo oscuro en la coraza dañada. El gigante que se rehúsa a morir, jala hacia atrás su cuerpo con la intención de aplastar al intruso contra un árbol cercano. El asesino salta airosamente antes de que este pueda completar sus intenciones.

El impacto tumba el árbol por el choque, que merma de peor manera la movilidad de la máquina y al estar por buscar a sus oponentes, Tonatiuh ya está cerca de sus espaldas con el hacha imbuida en fuego negro.

—¡Es todo tuyo, Tonatiuh! —dice Lance desde la altura de uno de los árboles.

Con valor imperecedero y en un grito furibundo, el guerrero salvaje se lanza hacia adelante, y arroja el hacha que gira como un disco cegador, que culmina desviado por el antebrazo de la maquina al defenderse. Gigante y hachero corren el uno contra el otro.

Cuando la distancia entre ambos es lo suficientemente corta al estar frente a frente, el gigante pega un manotazo que únicamente alcanza atrapar un árbol cercano, ya que Tonatiuh brinca hacia arriba y cae sobre el brazo mecánico.

Antes de que el gigante retraiga la extremidad o haga cualquier acción, en un despliegue de pericia, el hachero se trepa al hombro de la maquina; una vez ahí se mueve a la espalda del coloso que repara como un novillo enfurecido.

Titán retorna rápidamente a la mano del guerrero, al responder su llamado y luz dorada es cargada en la hoja, al ser dejada caer sobre el blindaje ya desgastado por los ataques acumulados.

En una explosión luminosa, Tonatiuh sale volando por los aires y al dar una ágil maniobra cae de rodillas al suelo frente a la humareda de la cual emerge el gigante temblante, aferrado a no ser derrotado.

De repente un rayo eléctrico cae sobre la máquina, paralizándola. Tonatiuh busca de reojo el origen de tal hechizo, y con una sonrisa de satisfacción ve a su amada volar orgullosa en las alturas, con los cortinajes danzantes.

El hacha es soltada dejándola caer a la hierba, al ser cambiada nuevamente por amanecer creciente. Tonatiuh se para firmemente en el suelo, tensa la saeta imbuida de un poder dorada apuntándola a la abertura en la espalda del temblante coloso, causada por tantos ataques combinados.

—¡Se terminó! —exclama el guerrero.

Finalmente, la flecha es desatada y al conectar se produce una potente explosión que lleva al ciclope a caer de cara al suelo, con la espalda abierta de la que surge una humareda negra y flamas oscuras crepitantes. Ya no se volverá a levantar.

Terminada la confrontación, la hechicera desciende lentamente como una hoja en pleno otoño y su mirada violeta se cruza con los ojos esmeraldas del hachero, que guarda sus armas en la funda. No lo piensan dos veces en darse un fuerte abrazo, en el que confirman el logro de haber enfrentado y superado a la muerte nuevamente.

Por otra parte, Lance se encuentra de cuclillas sobre una de las alargadas ramas, de uno de los muchos árboles de la jungla, en una posición de vigilante en lugar de lanzar ataques fortuitos como es su costumbre. No por cobarde, ya sabía que Tonatiuh iba a derrotar al gigante en cualquier momento después haber dañado la espalda blindada, por lo que el umbra dirige su atención a otro objeto que ha llamado su atención.

Cuando la batalla por fin terminó, Lance baja del árbol de su escondite y en lugar de unirse de inmediato a sus compañeros, se interna en la espesura de las líneas de los arboles ya desiertos por el fin de la batalla en esa zona. El umbra ladea la cabeza, en agudizada mirada hasta que su búsqueda da frutas, al soslayar el báculo del brujo tendido en la hierba.

Enardecido por un sentimiento de emoción como de saciar una sedienta curiosidad, el asesino oscuro corre apresuradamente hacia la herramienta mágica, como si temiese que alguna otra persona saldría de la nada y tomaría el articulo antes de que pueda alcanzarlo.

Como es de esperarse, y como fortuna para el guardián sombrío, toma el báculo para verlo mejor. En ese encuentro, se confirma para su propio pesar la naturaleza real del símbolo en el lomo del báculo.

—Pensaba que Tonatiuh era el único que le gustaba quedarse, con las cosas de sus enemigos derrotados.

Valkiria se acerca tambaleante a la posición del asesino, de semblante férreo. La centaura no agrega que el guerrero de pelo plateado, es de tomar armas de oponentes que él mismo venció, para que Lance no crea que es algún tipo de ataque.

—Reconozco la calidad, es cuestión de no dejar que algo valioso se desperdicie —se excusa el asesino oscuro al levantarse del suelo, con el báculo y Ronin en ambas manos—, quizás pueda sacarle un buen dinero.

—¡Valkiria no te adelantes! Todavía tengo que curarte. —María llega volando al sitio de reunión, como es la costumbre es seguida por Tonatiuh, quien cubre la retaguardia.

...

La dragona yace acostada boca arriba, respirando agitadamente con ambas manos ensangrentadas sobre su vientre; a su lado se encuentra tirado el cadáver del brujo.

La amarillenta mirada de joven se posa en el cuerpo muerto, de rostro destrozado al punto de ser irreconocible, nunca se le pudo ver la cara por causa de la máscara.

Quien fue o que era ese hombre, no importaba en lo más mínimo para Sheila. Ella se siente satisfecha de haber conseguido una victoria a pesar de haber necesitado ayuda, tras todas las derrotas que se ha comido desde el inicio del contrato; hasta se puede decir que hay un poco de venganza en esa muerte.

La capa de ese brujo, trae a la mente de la joven recuerdos fugaces de muchos años en el pasado. De una pequeña niña de cabellera escarlata llorando de impotencia, en un rostro furibundo atrás de la espalda de un enorme dragón de escamas rojas y ensangrentadas, a causa de una enorme rajada verdosa de hedor pútrido, situado en el pecho; una herida mortal.

Aquel viejo dragón moribundo, exhalaba un débil fuego sobre hordas y hordas de no muertos, bajo las ordenes de un nigromante de túnica negra adornada de collares de huesos de diferentes seres, el cual yace en la retaguardia de ese necrótico ejército.

—¡Sheila! ¿Te encuentras bien?

Las orejas de la dragona se mueven al escuchar su nombre, y reconoce la voz de la lanzadora de hechizos de los einharts. En energías recobradas, Sheila pega un ágil brinco que la vuelve a poner de pie, después se limpia el polvo de las ropas con unas palmadas de sus manos, y camina en el encuentro con los tres guardianes y la Valkiria, tras la victoria de esa batalla. Las tropas enemigas se retiran, por lo que han conseguido un poco de calma; han sobrevivido a esa emboscada.

María es la primera en llegar al encuentro con la dragona, usando su magia de vuelo dejando atrás a sus compañeros.

—Me encuentro en perfecto estado, ese idiota no tuvo ninguna oportunidad contra nosotras, María. Pudiste derrotarlo con o sin mi ayuda.

De entre todos los guardianes, Sheila respeta profundamente a la hechicera por distintas razones: ambas son mestizas, son consideras talentos en sus respectivas áreas y las dos han pasado por diferentes dificultades para llegar a donde están ahora. Aparte de que la joven de pelo violeta siempre fue amable con ella, aunque ese factor puede llegar a ser considerado como condescendiente para la dragona, en ciertas circunstancias llega a molestarle ese rasgo.

—Eso no importa a estas alturas, Sheila —replica María—, ... todavía sigue el problema de Alpiel, y Valkiria fue gravemente herida. Lo mejor será dividirnos en dos grupos, Sheila y Tonatiuh únanse a las fuerzas de Dante. Por mi parte iré a sanas a Valkiria, llevándome conmigo a Lance como una escolta.

Por ser la segunda al mando, María toma las riendas de la situación poniéndose en medio de sus compañeros en una fuerte inteligencia emocional, al mantener la calma frente a la adversidad.

—No pienso volver a dejarte atrás... después de lo ocurrido con Risha, prometí que cuidaría de ti. —Tonatiuh trata de persuadir a su mujer, al ser empujado por sus sentimientos.

—Tonatiuh por favor, eres de los más fuertes y van a necesitarte. —María es firme a su plan—, si Alpiel incrementó su poder por esa evolución, lo mejor es tenerte apoyando a los lobos y los Templarios.

En medio de la conversación, Lance se acerca al cuerpo del brujo y se coloca de rodillas a su lado para inspeccionarlo. Cualquiera que lo viera pareciese que es un vil saqueador, el manosear las ropas negras del muerto, cuando la atención del hombre oscuro es robada por el símbolo del fuego oscuro en la capucha.

Con un cuchillo, Lance se dispone a cortar la tela que abarca el blasón de ese dragón negro, cubierto de sangre fresca. Al limpiarlo con la bufanda, lo observa detenidamente en un gesto pensativo.

—Es cierto lo de Apiel… —interviene Lance en voz seria, uniéndose de nuevo a sus compañeros, tras guardar la prenda en una de las bolsas del cinturón—, esa apariencia que ha tomado, las armas que llevaba… no eran para nada como lo que vimos al inicio. Quien sabe lo que hizo para tener esa apariencia. Es demasiado peligroso para dejarlo vivir, ni siquiera para sacarle información.

—Secundo lo que dijo Lance —agrega Valkiria, aun sujetando el brazo herido. Sus armas fueron convertidas en piedras preciosas nuevamente, resguardadas en la armadura blanca.

María se separa del suelo, para flotar al lado de su familiar a la altura de la laceración de la extremidad dañada, en la que acerca sus manos enguantadas, pero sin alcanzar a rozar las carnes rojas con sus dedos. La hechicera procede a lanzar un conjuro curativo, materializado en un resplandor esmeralda, semitransparente que saca un suspiro a la Valkiria al sentir como la tensión en sus músculos se relajan.

—Esto apenas bajara el dolor, —La dama de violeta se nota cansada por el uso constante de su magia. En una mueca de esfuerzo sudor cae cuesta debajo de la blanca piel de su rostro, manchado por cenizas y restos de sangre seca—. Voy a tener que darte un tratamiento rápido... no falta mucho para que el tiempo de invocación termine.

—Entiendo... mi regeneración hará el resto... —expone la centaura.

—Por mi parte está bien —Sheila se ve impaciente por lo prolongada de esta conversación, por lo que la corta de tajo en un comentario seco como cortante, en su faz estoica—. Aún quedan unos cuantos rebeldes, que siguen aferrados a la posibilidad de una inexistente victoria.

—Si eso es lo mejor para el equipo, entonces no me queda alternativa que aceptar.

Tonatiuh acepta la posición que le ha tocado, llenándose de un sentimiento de admiración por su mujer, al tenerla como alguien muy fuerte que no se deja llevar por las emociones a diferencia suya, reconociéndola como alguien a la que admira profundamente.

Al estar por separarse los dos grupos, Tonatiuh y Lance se regalan un cruce de miradas acompañado de unas cortas palabras.

—Nunca olvidaré este acto de fidelidad, Lance. Tú y los miembros de tu gremio, han protegido a mi mujer cuando no he podido hacerlo. Los respetaré por siempre. —Tonatiuh asiente y agradece de corazón hacia el guardián de rostro oculto, en el que se ve el atisbo de una leve sonrisa sincera.

—Asegúrate de cuidar a ese par de idiotas en mi nombre —Lance levanta el pulgar marchándose junto a la hechicera y Valkiria.

El grupo de María no tarda en encontrar un sitio donde sanar sus heridas, bajo la sombra de un alto roble de apariencia normal, rodeado de arbustos. Valkiria dobla sus rodillas como si fuese un caballo en pose de reposo, por lo que deja que su ama se ocupe de ella en suma seguridad, ya que el asesino oscuro realiza la guardia por si cualquiera tuviese la osadía de venir a por ellos.

—¡Bien! Comencemos...

La hechicera saca de los bolsillos del cinturón, un par de botellas transparentes: una tiene el líquido color azul y en el otro un néctar tan rojo, que podría creer que es sangre. Bate ambas botellas al punto en el que empiezan a espumear, debido al gas de su interior como si fuesen bebidas carbonatadas. Saca una botella vacía, y mescla las pócimas en la misma, lo que produce espuma efervescente de color morado y antes de que se desborde, rápidamente cierra la tapa.

Una vez que el gas se esparce en el interior del recipiente transparente, la hechicera murmura unas palabras que hacen resplandecer las joyas en su traje, que se transmite al líquido que empieza a burbujear hasta cambiar a un color verde. En un acto que podría ser una total locura, vuelve abrirse solo que este no se desborda, se mantiene en calma.

—Vaya que le sabes a la magia curativa... —Lance observó todo de forma disimulada, por lo que no puede evitar alabar la proeza de su amiga.

—Me alegra que pienses eso...

La joven agradece en una sonrisa tercia, sin apartar la vista de la herida de su familiar, lo que la devuelve una faz seria, al ver la gravedad de la misma debido a que arrojó a Sheila contra el brujo.

Cuando Valkiria intenta tomar el frasco entre sus enormes dedos, la criatura pega un quejido doliente al tener la mano en su herida.

—Si se infecta no habrá nada que pueda hacer. Eres demasiado grande en este estado, voy a necesitar que tomes una forma humana... —expresa María de manera autoritaria. No aceptaría un no por respuesta.

—No debería desgastar sus fuerzas inútilmente en un familiar, muñequita. —Valkiria habla en un tono entre cansado, y en un porte de alto ímpetu en el sentido del deber—. Soy prescindible, mi deber es recibir todo el daño por ustedes, esto no es nada nuevo.

—¡No eres desechable! ninguno de mis familiares lo son, todos son mis compañeros. —Los ojos purpura amenazan por derramar lágrimas, a causa del fuerte sentimiento que la envuelve. No ve a Valkiria como un peón, si no como una igual.

—Ese sentimiento no corresponde a un hechicero con su familiar... —replica Valkiria.

—¡No me importa! ¡Me niego a dejarte morir!

María no sede en su convicción al vociferar esas genuinas palabras, capaces de llegar al corazón de la centaura; la cual es dejada con la boca abierta y su mente es aborda por memorias casi olvidadas de una vida pasada, cuando tenía otra forma.

En la mente de Valkiria, llega la tenue visión de una isla lejana, habitada por fuertes amazonas de poder incomparables, las que alguna vez llamó hermanas y una de ellas se ve a la distancia en sus recuerdos: es la imagen borrosa de una joven de tez morena, cabello castaño oscuro, y un fleco rosa, en la que deslumbraba una enternecida sonrisa.

—De ser esa su voluntad, me quedaré a protegerla... —Valkiria termina aceptando la petición de María—. ...por favor retroceda.

María da dos pasos hacia atrás, aun con la botella en la mano, y es soslaya como nubes de vapor envuelven a la centaura de tenue sonrisa, en el que parpadean luces amarillentas como si fuese la nube de una tormenta.

Lance desvía la mirada, con el alma afligida aun cuando sus emociones no se reflejan en su rostro cubierto. Las enseñanzas de la academia regresan como una saeta incrustada en el cerebro; tal como le recordó a Drake una de las normas de los guardianes, viene a su mente la que posiblemente es la regla de mayor importancia: si es posible, nunca dejes atrás a un compañero.

Lance ya carga la culpa de ese credo, por haber perdido a Paul, de no poder ayudarlo y sobrevaloró la fuerte del mismo frente al ciclope. Esa serpiente fue un homúnculo creado por su sangre, bajo las enseñanzas de la bruja de cabellos dorados como los rayos del sol, dueña del blasón del báculo que sostiene en sus manos.

En sus pensamientos vienen los recuerdos de la época en la que estuvo entre los umbras, recuerdos tristes como nefastos corroen su espíritu, al mismo tiempo que una ira creciente por sí mismo, por dejarse vencer ante el miedo.

—Concéntrate en lo que estas... —dice para sí mismo, negando con la cabeza

La bruma nacarina por fin se disipa, mostrándose la silueta humana de una joven doncella hincada en la hierba, con la mano puesta en el brazo fracturado. Valkiria es una mujer de piel pálida cadavérica, con pelo largo y negro. Es de ojos color dorado, tal cual como se deslumbraba en el visor del casco cuando era demonio. Sobre su cabeza sobresalen dos cuernos, cuya forma son los del yelmo estigma usado en la forma demoniaca. Su estatura es bastante alta, alcanzando el metro noventa Es de una figura voluptuosa, y lleva un sencillo vestido largo color negro con vuelos; un traje similar al de una simple campesina, de no ser por la apariencia antinatural de la mujer, poseedora de una belleza macabra.

La manga de apoco se empezó a teñir de rojo, por lo que María se apresura a tratar la herida al darle de beber la pócima hasta vaciar la botella. Saca un ungüento hecho de hierbas, untándolo en la quemadura, y finalmente lo venda. Valkiria rompe la manga del vestido, amarrándola a su cuerpo, para sujetar la extremidad fracturada.

—En cuestión de horas estarás como nueva, todo depende de tu regeneración —explica la hechicera, en mayor calma. Parece que lo peor ya ha pasado.

...

En otro lado del cadáver del colosal, en una zona cercana a las afueras de una caverna yacen cadáveres de inhumanos desperdigados en la tierra derruida y abierta en cráteres humeantes. En posiciones cómicas como marionetas a las que les han cortado las cuerdas, los cuerpos de elfos, y hombres bestias, se hayan cubiertos por agujeros en sus cuerpos, a causa de las estocadas de una lanza.

El par de golems que vendrían a apoyar al acolito, tirados en el suelo hechos pedazos, pareciendo antiguos monolitos, a pesar de haberse derrumbado hace apenas unas horas. Los ciclopes mecánicos eran usados para cavar minas bajo el látigo templario, y después renacieron como armas mortales en la rebelión. Hoy son solo vestigios ruinosos de lo que alguna vez fueron.

No parece haber ser viviente en ese paramo abandonado, todo sonido ha cesado en un sepulcral silencio tan muerto como el dios antiguo, con excepción del cantar de los cuervos que se sacian un festín sobre los cadáveres, de aquellos caídos que no pudieron acatar una orden. Quizás por buscar gloria, tal vez llevados ante el miedo a lo desconocido, o a lo mejor fue la confianza de sus números, lo que les llevó a confrontar a aquel espectro.

En un cerro rocoso en el centro de toda la necrópolis, se alza imponente un corcel de pelaje oscuro, revestido por una coraza protectora de apariencia espectral repleta de armas blancas enfundadas, y a sus lomos carga un jinete de apariencia sombría: un guerrero envuelto por una armadura negra, de protección completa en la que destaca un casco coronado por las alas abiertas de un ave de caza.

En las manos del espectro sujeta una alargada lanza dorada, cuya hoja parecen dos alas entrelazadas, contrastando con la apariencia de ese guerrero que da imagen a lo que se atestigua ese campo de muerte: la parca.

El oscuro jinete alza la mirada, aspirando el aire con fuerza y al contemplar el páramo por última vez donde descansan los rebeldes que osaron en desafiarlo, la fracción que decidió no huir al no acatar la orden directa de la reina de corazones que reza: si se topan con el jinete oscuro, no importa quienes sean o cuantos sean, ya sean acólitos o un ejército de soldados bien armados; no podrán vencerlo. Únicamente la reina de corazones o el rey brujo podrían hacerle frente.