El trayecto en el túnel culmina devuelta al exterior, en una caverna oculta por matorrales de paredes forradas de líquenes. En prevención de cualquier incursión sorpresiva, Drake se asegura de que no haya nadie cerca y continúa caminando con cuidado. No sabe la hora exacta, todavía sigue el cielo iluminado. El sol es de una luz agradable por lo que ya pasa del medio día, cerca del crepúsculo.
El guerrero no sabe a dónde se dirige realmente, por lo que, al no sentir ningún peligro cercano, decide echarse bajo la sombra de un árbol. Un descanso después de tanta guerra le viene de perlas. Además, necesita tiempo para asimilar lo que acaba de suceder: el haber alimentado a la armadura nuevamente, un abismal evolucionado, minas de cristales y las visiones de Anisha.
Todo un día después de haber matado un dios, en cuyo cadáver tomó lugar la gran degollina que ha llamado la atención del pontífice y de alguna manera se conecta al final de la guerra santa. Puede que sea su sangre guerrera, quizás sea los instintos primitivos de la armadura o tal vez una combinación de ambos; algo muy extraño ocurre en esta rebelión. Algo o alguien, está tratando de esconder algo. Algo más oscuro.
Por ahora, un poco de reposo ayudará al guerrero aclarar las ideas. Solo espera un golpe de suerte le dé respuesta a alguna de las interrogantes.
Los ojos esmeraldas se cierran, en un sueño que se ha sentido como un breve instante. Drake despierta de golpe al escuchar su nombre siendo pronunciado por Alicia y Lance al unísono, en alguna parte cercana su posición, acompañado de múltiples pisadas.
Una emoción de ansias y jubilo llenan al guerrero, por lo que al ponerse de pie sigue el origen de ese llamado, aunque se mantiene precavido por si llega a ser una trampa de cantadores o alguna criatura similar.
Drake pasa por arbustos y caminos de graba hasta frenar atrás de un sauce, por donde mira a través del borde a los cinco guardianes reunidos en un claro, durante una conversación que se ve interrumpida al ser notado el objetivo de la búsqueda.
—¡Cabrones, es una alegría para la vista verlos de nuevo!
Drake intenta acercarse, cuando de repente, y sin dudarlo Alicia apunta con su pistola justo a la cabeza cubierta por el yelmo rojo. Tal impresión paraliza el avance del guerrero para alzar las manos, y cuando quiere volver a medir palabra, la joven se adelanta:
—¡Dime algo acerca de una práctica de tiro al blanco en la academia! —demanda autoritaria la guardiana, sin bajar el arma—. Sabemos quiénes somos, la verdadera pregunta sería ¿eres tú quien dice ser?
—Es un poco exagerado hacer algo así, contando que yo y Tonatiuh estuvimos rastreándolo por su aroma. Es él. —Expone la dragona de brazos cruzados, sorpresivamente aboga por Drake.
—No es por ofender, Sheila. Pero hay seres con capacidades para engañar nuestros sentidos —replica la hechicera—, sería lo menos impresionante después de lo visto con Risha y Alpiel.
—Cuestión de seguridad … dejémoslo así —agrega Lance.
—Sí, entiendo. Lo siento, cabeza de concha. Vas solo —Sheila se encoje de hombros, no muy interesada en contra argumentar.
—Nada personal, compadre. No es la gran cosa, solo ayúdanos a ayudarte. —Tonatiuh intenta calmar las aguas, estando en una posición cercana a su amante, por si algo llegase a ocurrir.
—¡Tranquilos, comprendo perfectamente! Es algo que yo haría. —Drake acepta tajantemente y con los nervios encima la prueba al alzar las manos en señal de rendición. Se detiene un segundo para hacer memoria y procede—: Lance y yo teníamos trece años, Alice catorce, jugábamos a tirar cuchillos a unos blancos pegados a los árboles afuera de la mina. Lance y Alice acertaron a todos los blancos a los primeros dos intentos, a mí me costó diez tandas atinarles por lo menos a tres seguidas; pasaron dos semanas para que pudiera darles a todos blancos sin ningún error. Alice y yo nos habíamos robado un pastel de chocolate de la cocina, que compartimos con Lance.
—En efecto… eres tú. —baja el arma acercándose al rojizo, y en un instante se lanza a abrazarlo de forma invasiva—. ¡Pequeño, idiota! ¡Me tuviste con las manos del viajero jalándome el alma todo el rato! —exclama en voz trémula, en desatada preocupación y alivio por la seguridad de su amigo.
Drake al principio se ve algo sorprendido, pero no tarda en corresponder ese cálido abrazo, que lo reconforta y saca una sonrisa en su rostro, calmándolo para disipar por un instante esos espectros oscuros que lo acosaban.
—¡No olviden dejar un poco de amor para el viejo Lance! —el asesino oscuro abraza a sus dos amigos por los hombros, en un acto de afecto fraterna.
—Las manadas de lobos cuando se reúnen a lamer sus heridas, tiendan a ser muy emotivos —Tonatiuh por poco deja ir una leve risa, al estar cruzado de brazos mientras mira dicha escena.
—¡Shh! calladito por favor, no les arruines el momento —María lo incita a guardar silencio, al poner el dedo índice en sus labios.
Tras pasar un minuto, los lobos se apartan para permitir el paso a la hechicera de gesto afable y se detiene justo frente a Drake. La mano enguantada de cristales purpura se postra sobre el peto agrietado de la armadura estigma. En dicho tacto un orbe verde surge en la extremidad de la joven de ojos cerrados y rostro sereno, que rápidamente transmite esa calma al guardián carmesí; al ser sus dolencias purgadas por esa magia curativa, de efímera duración. Apenas fue utilizada como un calmante.
—Por favor, siéntate Drake… voy revisar que no tengas alguna contusión —dice María al sacar de sus bolsas, un equipo básico de primeros auxilios—. Pude lanzarte un hechizo de sanación, pero no podrás defenderte por unos minutos. Vamos a quedarnos a reposar un ratito.
—Oye, estoy más que listo para seguir… ese pendejo de Alpiel y sus hombres apenas me sirvieron de arranque. No hay nada de qué preocuparse. —Drake se sienta en la tierra, aun mareado por las batallas anteriores y abre el casco en dos piezas acuosas como si fuesen las fauces de una planta carnívora. Pone su mano en la boca para ahogar el flujo de sus intestinos, escalando por su garganta y deja ir un murmullo—: solo necesito vomitar un poco, creo que uno que otro golpe me sacó demasiado aire.
—Haz lo que te dicen, chico rudo. Nosotros nos ocuparemos de cuidarte. —Tonatiuh mira por debajo a su compañero, y palmea su espalda—. Considérate afortunado. Curarte será la única forma en la que mi mujer te ponga una mano encima.
—¡Tonatiuh, basta! —sonrojada y apenada, la hechicera regaña al guerrero bárbaro al pegarle un leve codazo, lo único que hace es carcajearse.
—No quisiera interrumpir las risas. Ya que estamos todos reunidos, hay un tema que debemos discutir. Es sobre esa mina de cristales que estaba bajo tierra, y sobre el destino final de Alpiel —expone Sheila con seriedad, al pararse delante de todos los guerreros.
Todo se queda en silencio. Los guardianes se miran las caras en búsqueda de una explicación o respuesta lógica, hasta que todos recaen en el rojizo, quien empieza a sudar presa de un escalofrió de nervios por ser abordado de tanta tensión, un leve sentimiento de pánico escénico.
—¿Qué demonios pasó allá abajo? Todo se convirtió en un completo caos por eso temblores, por un segundo creímos que Frenyr seguía vivo. Cuando los rebeldes se retiraron descendimos a través del túnel por una plataforma cristalina, creada por María —explica Tonatiuh sin escatimar en muchos detalles. Deja en claro en su euforia las dificultades que pasaron.
—Apenas pude reconocer a ese bastardo por su asqueroso hedor y el guante metálico. —Sheila mantiene una faz seria, al complementar lo expuesto—. Quedaron puros huesos en una charca de sangre ¿Qué mierda le hiciste?
—Sumado que había unos cuerpos de elfos, y los temblores ni se digan —agrega Lance con intriga—. De por si fue jodido aguantarles pelea a los ciclopes, esos temblores y tierra desmoronándose bajo nuestros pies fueron una pesadilla. Perdimos a varios hombres por derrumbes.
—Voy a resumir de forma rápida, el cargadero que deje en caverna. —Drake suspira agobiado. Sabe que los problemas nunca se acaban para él y no tiene las ganas ni la paciencia, como para revivir todo el asunto—. Alpiel duplicaba sus poderes al tocar los cristales, por lo que tuve que tapar el cañón con una construcción y lo hice explotar, por eso quedó como una plasta de sangre y mierda. Esos elfos eran un grupo de rescate para ese bastardo que vinieron por un túnel que usé para escapar. Los liquidé a todos sin problemas.
—Suena convincente si me lo preguntan. —Alicia no duda de las palabras de su compañero, repasándolas en su mente y conectar cabos sueltos—. Todos esos temblores fueron los disparos y la explosión lo hizo pedazos. El tipo se descuidó y cayó en su propia trampa, ¿él conocía del paradero de esa caverna?
—Seh… ya que fui yo el que dio muerte a Frenyr, su plan era llevarme a mí a ese lugar y matarme —asiente afirmativo y desganado—, no dijo dónde o cuantas son exactamente, pero que hay varias minas en el colosal. Lo siento, cuando interrogué a esos elfos olvidé pedirles que me dieran coordenadas. Risha fue la que le dio todos los datos, antes de nuestra batalla contra ella. Alpiel siguió a los Templarios que nos fueron a rescatar, y por no cambiar la ruta de evacuación caímos en una emboscada, fuimos muy ingenuos.
—Un error que nos pudo costar muy caro… —Alicia arruga el entrecejo. Venas se marcan entre sus cienes por un dolor punzante, debido al estrés y un vacío se acumula en su estómago—. Tuvimos muchísima suerte de que saliera mal su jugarreta, hay que tener mayor precaución para la próxima vez.
—Esa desagraciada de Risha nunca dejará de jodernos —expone Lance—, incluso jodida y manca se atrevería a regresar para mordernos el culo.
—Bien he de suponer que sería todo… —María termina de revisar la cabeza y el cuello de su amigo—. Tendré que darte un segundo chequeo en las caravanas, cualquier dolencia no dudes en avisarme.
—Gracias, enana… —Drake se pone de pie, masajeándose la nuca mientras activa el casco. Al dar el primer paso se tambalea y es ayudado rápidamente por Tonatiuh, al ofrecer su hombro como soporte—. Parece que siempre me toca que me pateen el culo en cada pelea. La próxima vez préstame al gigante de tu novio para que me cuide las espaldas. Si es que no te pones celosa.
—¿Tú pones la reta y yo me los cargo a hachazos? Fueron buenas explosiones debo admitirlo… pero les falta estilo —inquiera Tonatiuh mostrándose altanero—, te puedo enseñar una que otra cosa.
—Nada mal para una primera ocasión y espero que sea la última… —Drake vuelve a construir el casco. De repente se pone tenso como arco y ladea la cabeza en búsqueda de alguien faltante en el grupo, lo que enciende un mal augurio en los adentros del guerrero—. Oigan ¿Dónde está, Valkiria? Ella fue herida de gravedad poco antes de que Alpiel me secuestrara.
—Valkiria regresó a su dimensión al acabarse el tiempo de invocación, por suerte pude tratarla a tiempo. —En las palabras de la hechicera se nota cierto alivio; después de todo lo ocurrido han logrado salir adelante.
—Será mejor retirarnos, ya hemos perdido mucho tiempo y es muy peligroso que sigamos aquí. Otras explicaciones mejor dejarlas para después. —Alice dirige al grupo en dirección a la caverna por donde llegaron. Organizados en fila india, atentos a cualquier siniestro que pueda seguir oculto en esos parajes.
—¿Conseguiste algunos cristales, María? —pregunta Drake de reojo a la hechicera que camina a su lado.
—No, la prioridad era encontrarte, Drake. —La hechicera niega rotundamente, en un semblante de rendición—. No contamos con el tiempo para extraerlos y de seguro los Templarios me esculcarían por si me he llevado alguno.
—Si los cristales están fuera de nuestro alcance, entonces podemos tomar las herraduras de Alpiel. Con esas cosas podía crear una barreara para caminar en el aire. —Drake se acuerda de golpe de las herramientas mágicas, en una sonrisa traviesa bajo el yelmo invita a la hechicera a cometer un crimen—. Podrías descifrar su ecuación, y crear unas a la talla de Valkiria. Esos cruzados no tienen por qué enterarse de todo, mientras tengan esas minas de cristales, no les va a importar.
—¡¿Lo dices enserio?! —María no logra contener su emoción por un segundo y sus ojos purpura se iluminan como los de una niña pequeña, frente a lo que podría ser el mejor juguete del mundo. Al darse cuenta que rompió la compostura frente al equipo, la hechicera tartamudea un poco para recuperarse—. ¡Quiero decir! Tú le ganaste, por lo tanto, son tuyas.
—No las puedo usar y no tengo un potro tan grande como para que le queden, creo que estarían en mejores manos contigo. —Drake se torna solemne—, igual quédate con el guante; es mi agradecimiento hacia a ti por salvarme la vida con Frenyr. Si preguntan, digamos que explotaron con Alpiel.
—¡Muchas gracias, Drake! Créeme que no te vas a arrepentir. —María toma la oportunidad de muy buen agrado. No puede esperar en experimentar y estudiar esas herramientas mágicas. Cierta chispa de venganza saciada llega a ella, por como los Templarios le quitaron parte de lo loteado.
—Puedo guardarlas en mi dimensión, así como fue con el hacha de Frenyr. —Alice ofrece su ayuda—, al tener Alpiel muerto, esas herraduras se han quedado sin dueño por lo que no tendré problemas con mis geas.
—¡Eres terrible, rojizo! Ya corrompiste a nuestro bultito —dice Lance en falso drama—, eso definitivamente me agrada, vamos a armar un gran sexteto del crimen, pero debo admitir que me siento ultrajado. Nunca me has regalado herramientas mágicas.
—Te he salvado el culo de que te maten, cuando me metes en problemas por tus problemas de apuestas y mujeres. No me hagas recordarte porque ya no podemos ir a Vomiza. —advierte Drake en voz de paciencia al borde del Armagedón, mirándolo de reojo en un gesto serio.
—¡Bien me la has regresado! labios sellados… —Lance admite su derrota de manera tajante, y finge cerrar su boca con una cremallera invisible.
Con opciones limitadas, los einharts se funden en la sombra del túnel de gusano. Los seis se preguntan si lo mejor es que los cristales caigan en manos de los Templarios, o sería mejor destruirlos; una solución imposible a estas alturas. No les queda de otra que seguir la retirada. Para ellos, será el tiempo el que decida si tomaron la decisión correcta.
Por suerte los Templarios acataron la petición de Alice de no bajar, hasta que pasara por lo menos dos horas. Apresurados toman lo que quedó del equipo de Alpiel, y lo introducen en la dimensión de bolsillos. Una vez realizada este acto de rebeldía, los guardianes se reúnen y María materializa la plataforma, alzándolos en el aire cual elevador.
En la superficie, los restantes templarios reciben la llegada de los seis héroes apuntándoles con los rifles preparados para abrir fuego. Están en todos lados, inclusive algunos pueden estar ocultos en los árboles en posición de francotiradores.
—Aquí vamos de nuevo. Les salvas la vida y luego te apuntan con un rifle, muy encantador. —El esfuerzo de la batalla, no ha agotado el sarcasmo de Drake—. Un poco de eso se te ha pegado, Alice ¿no lo crees?
—Muy gracioso, cerebro de músculos —contesta la chica—, ahora cállense y hagan lo que dicen, no quiero pasar lo mismo que los Nephilims.
Los guardianes se cubren las espaldas y alzan las manos en señal de aparente rendición. Escoltado por varios soldados, el comandante Dante sale de entre los matorrales y realiza una señal de mano para que lo que quedo de los templarios bajaran sus armas.
Terminada la tensión, los guardianes salen de la plataforma que desmaterializa por ya no tener ningún peso en el mismo. Al poner un pie en la tierra, María se tambalea y casi cae al suelo de no ser gracias a la ayuda de Sheila, quien ofrece su hombro de soporte.
—Te lo agradezco, Sheila…. —pronuncia cansada la mujer de ojos purpura.
—Será mejor que te relajes un poco… —responde Sheila, después se dirige a Tonatiuh a sabiendas que este intentaría ayudar a la hechicera—. Concéntrate en el rojizo, déjame ocuparme de ella.
—Bien, te lo encargo —Tonatiuh no muestra resistencia a la petición de la dragona.
En el latente peligro de una nueva emboscada, el comandante Dante ordena seguir el camino, no había tiempo para explicaciones o recoger a los muertos por el momento; la prioridad era marcharse. Lance apenas tuvo tiempo para acariciar la cabeza de Paul, despidiéndose de su fiel familiar diciéndole que su sacrificio no fue en vano. El resto de los guardianes guardan respeto por la caída del camarada caído, en mero silencio.
En la travesía hubo monstruosidades hambrientas de carne humana, y en esos encontronazos los templarios actuaron en completa pericia bajo el mando del gran Dante. Fueron apoyados por los guardianes, aunque cansados por la guerra, no dejaron de lado su deber y habían descansado un poco tras el enfrentamiento final.
Inevitablemente hubo algunas bajas de los dorados, convertidos en alimento de bestias que fueron lo suficientemente inteligentes, como para huir con un pedazo de extremidad entre sus dientes.
Los sacrificios fueron honrados, y ninguno fue en vano. La brigada bajó la montaña, y en un creciente crepúsculo, llegaron al punto de reunión.
En los alrededores de la raíz, gigantescas maquinarias que parecen la fusión entre un tanque, y un camión monstruo, permanecen a la espera de los grupos de rescate y reconocimiento.
Son contados como siete vehículos de pesado blindaje, compuestos de alta tecnología. Los llaman rompe infiernos y tal como dice su nombre, fueron la única manera de atravesar el pandemónium inmerso en la niebla húmeda en el cercano amanecer. Usaron golems para abrir el paso a esas maquinarias, tumbando árboles y cualquier bestia que pudiesen toparse en el sendero. Algunos hechiceros de habilidades druidas, ayudaron a modificar los caminos de graba, para el avance de las tropas.
Grupos de cruzados vigilan el área, en un organizado campamento armado para pasar la noche en esas tierras y descansar; en la cercanía hay dos mega tauros muertos al igual que sus pilotos, de cabinas todavía humantes al ser reciente la confrontación en la que los rebeldes perdieron la pelea.
Se armaron trincheras usando restos de árboles recién talados, en los alrededores y una vía de terracería libre para el desplazamiento de los transportes. Hasta eso fue inteligente el dios Frenyr, dejaba algunos caminos no tan estrechos para el avanzar de las tropas rebeldes y de sus dantescas criaturas.
En grupos de cinco hombres recogen los cuerpos de elfos y bestias, para apilarlos en un lugar no muy lejos del campamento y proceder a quemarlos, en prevención de magia nigromante, igualmente realizar el mismo acto en sus camaradas caídos, aun con todo el dolor que puede significar el no dar un entierro apropiado.
La llegada del equipo de rescate no es recibida en las ovaciones, como se esperaba a causa de los siniestros. La mayoría de los soldados continúan en sus labores, mientras que algunos curiosos se acercan al comandante Dante o a los guardianes para acribillarlos de preguntas sobre lo que vieron en el interior del gigante, y aun si daban testimonio de lo sucedido, las vivencias de todos se pueden resumir de la misma manera: muerte.
—¡¡Mataste a mi esposa!!
Un alarido cargado de un odio viene con la caída cual rayo, de un hacha sobre el pecho enrojecido, y abierto de un elfo del que cuelgan tripas convertidas en una maraña sanguinolenta de carne machacadas; pertenecientes a un ser de un pétreo rostro de faz perdida, con ojos eternamente abiertos y una boca colgante de la que se desliza un camino de sangre.
El soldado está hincado sobre el cuerpo, en la degollina efectuada con hachazos descarnados que acaban salpicándolo de mezcolanzas de sangre y bilis por todo el cuerpo. Bajo el casco de ese joven, hay un rostro agonizante y enloquecido de rabia con ojos inyectados en sangre.
Cerca de la matanza está el cadáver de una mujer cruzada, partida a la mitad desde la cintura para abajo, cuya enorme abertura se derrama una alfombra de tantas viseras. El vidrio del visor fue hecho pedazos, y expone unos globos oculares a punto de escaparse de las cuencas.
Una alfombra forrada de tantas tripas, las piernas cuelgan cómicamente desde las ramas de un árbol, tras ser víctima por unos explosivos efectuados por el elfo de pecho abierto.
Tuvieron que ser hasta cinco hombres para alejar al joven del cuerpo, no dejaba de gritar y retorcerse entre los agarres, parecía un animal salvaje todavía sediento de una venganza, que no se satisfacerla con simplemente matar al asesino de su esposa. Finalmente fue sedado por la unidad médica, y todo en presencia de los guardianes, recién llegados al campamento.
Los guardianes son mandados a descansar, a la espera de un vehículo que está siendo preparado y los llevará a las faldas del bosque, donde los espera el inquisidor junto al resto del ejército.
—Oigan… ¿escucharon eso?
Cuando todo parecía calmarse, Sheila detiene el avance del grupo al divisar algo en el cadáver de uno de los mega tauros, el cual permanece bajo un pesado tronco que cayó encima de su cabina al ser derribado por la artillería.
—Si…. También lo escuché… fue como el trotar de los cascos de un corcel en la graba. —Tonatiuh saca el arco de la funda—, Lance saca a María de aquí y…
—¿Estas bromeando? —La hechicera lo interrumpe, de mirada afilada en búsqueda de cualquier indicio extraño en los alrededores—. ¿Qué haría un caballo aquí?
—Pudo ser un caballo Templario. Bast pudo enviar algunos miembros de caballería a explorar. —Sheila intenta buscarle lógica al dichoso evento.
—Imposible, no había corceles en el campamento y aquí solo se escuchó uno —replica Drake, adoptando una posición de pelea—, no pudo ser Bast, por lo que debe ser un espía rebelde, no me cabe la menor duda.
La dragona corre en dirección a la enorme montaña de carne muerta, usándola como muralla protectora, y entonces escruta los alrededores allá entre las líneas de los árboles. El resto llegan a ese extraño punto de encuentro, en rostros de repugnancia por el fétido olor a cadáver expedido por la criatura.
—Entre todo el hedor a cadáver, orines y zacate no puedo reconocer nada fuera de lo usual. —Sheila pega su espalda en el cadáver, a su lado se coloca Tonatiuh, quien tensa una flecha y la apunta en cualquier dirección por donde pudo venir ese sonido.
—Estamos iguales, no detecto nada. Es muy difícil reconocer los aromas… este lugar te descoloca. —El guerrero de pelo plateado olfatea, confía más en los instintos de cazador desarrollados durante sus tiempos en las islas del sol, que en el entrenamiento militar de la Balsa.
—No hagan nada todavía, si alguien da la alarma se armará un escándalo y ese espía podría escapar. —Alicia desenfunda una pistola, tras dictar la orden—, si ese bastardo tiene cerebro, debió haberse ido ya. Esperemos un poco, nadie se mueva todavía… por cualquier cosa, este mega tauro sería nuestro único medio de cobertura.
Los segundos poco a poco se transforman en minutos. No ocurre absolutamente nada, lo que pudo ser ese extraño visitante, aparentemente ha dejado ese lugar apenas ser mínimamente descubierto.
—¿Se habrá ido? —pregunta Drake a punto de que el corazón le suba por la garganta.
—Más le vale… —Sheila gruñe como un dragón protector en su territorio, una mirada intensa se asoma en sus ojos amarillos, lo que indica carencia de miedo.
—No quiero héroes… mantengan la compostura. —Alicia alza la pistola en señal de alerta, mientras palpa el cadáver, para asegurar si la carne no se ha descompuesto lo suficiente como para que pierda solidez.
En una seña de mano, la líder del equipo llama a Lance para que la acompañe a escalar al gigante por una mejor visión. Tal empresa lleva al dudo de lobos a la cabina de mando, y el último miembro de la manada se queda en el suelo, acompañado de la trinidad de águilas. El silencio atosigante es opacado por el silbido del viento susurrante, acompañado del siseo de las hojas y el sacudir de las ramas de los árboles.
Un golpe seco acompañado de un improperio de la boca de Alice, acelera el latir de corazón de cada uno de los guardianes en tierra. En contra de las ordenes establecidas, Drake sigue sus instintos y escala la montaña de carne a pesar de las advertencias de la hechicera, que ostenta el cargo de segundo al mando. Parece que el título de temerario imprudente, no pertenece únicamente a Sheila.
Como si de un mórbido demonio se arrastrase a través de las paredes de un pozo, hasta llegar a la luz, el guardián rojo interrumpe cualquiera que sea la operación en la cabina y se prepara para cualquier cosa, o eso cree.
El hedor a muerte se intensifica en ese lugar, en el interior de las paredes metálicas encharcadas de sangre, se divisa el cuerpo sin vida de tres elfos tirados sobre el caliente suelo de la cabina, como si fuese un horno lleno de carne descompuesta.
Los Templarios habían abordado tras liquidar a la criatura, y acribillaron a los pilotos sin darles tiempo para defenderse. Otra baja en la guerra, no había diferencia alguna de todas las que vieron a lo largo de la penosa cruzada.
Alice estaba arrodillada delante de los cuerpos, una de sus manos la tenía apoyada en el visor de su propio casco, en señal de vergüenza o tal vez de tristeza. No se podía saber con exactitud. Lance evitar mirar fijamente las paredes o los cuerpos, permanece cabizbajo y su mano diestra se apoya en la espalda de la lideresa, en señal de consuelo.
La causa de la dolencia de los lobos, no tarda en ser afirmada y contagiada para el ejecutor carmesí. Palabra no es medida de su boca, simplemente queda con la quijada colgando como si le hubiesen sacado el aire de un golpe y sus ojos esmeraldas se abren de par en par.
Frente a la manada, en las paredes hay pegados recortes de fotografías en los que se plasman imágenes de familias: momentos amenos en los bosques o poblados en los que habitaron esos elfos, tiempo antes de ser esclavizados y llevados a los campos de concentración.
El alma cae a los pies de toda la trinidad, en el recordatorio de otra enseñanza otorgada durante los tiempos en la academia militar: no luches por odiar a lo que tienes enfrente, si no por el amor que sientes por lo que hay a tu espalda.
Es una práctica común que los soldados tengan fotografías de su gente querida, como una remembranza de su razón de pelear y a un lugar al que volver. Lamentablemente ninguno de esos elfos verá a su familia otra vez.
—¿Siquiera podemos seguir considerarnos buenas personas? —La cuestión de Alice cae como agua helada en sus dos hermanos de armas.
La oración que la guardiana pidió a Munraimund, antes de venir aquí sigue latente en su alma. Pensaba que estaba preparada para enfrentar la oscuridad del pecado que han cometido, craso fue su error de sobreestimarse.
—No hay malos ni buenos en la guerra, Alice…. —Lance responde taciturno, lleno de pesar—, no existe tal dualidad del bien contra el mal, es meramente un profundo gris.
El asesino oscuro es el que tiene mayor experiencia en terreno bélico, después de todo fue un niño soldado. El sentimiento que aqueja a Lance y a sus compatriotas, no es algo que pueda desaparecer, sin importar de cuantas batallas sobrevivan.
—Escogimos un mal menor, debemos afrontar esa decisión y vivir con ella hasta el final de nuestros días, o que seamos juzgados por nuestras acciones. No hay nada que podamos hacer para volver atrás.
Drake finge ocultar su pena en una muralla de dureza que se resquebraja poco a poco, al ser golpeada por un ariete de conciencia, por sentir algo de pena hacia los rebeldes. Tal como guardianes y Templarios, los miembros del fuego oscuro tienen algo por que luchar. No son tan diferentes.
A pesar de las dudas y la vergüenza, los tres guardianes siguen en la convicción de culminar el contrato. Ese es el deber que les han encomendado, y aceptan que no aun si tienen buenas intenciones, los daños colaterales serán inevitables a pesar de que alcancen la gloriosa victoria, parece que el amargo sabor de la derrota nunca los va abandonar.
La amarga experiencia ha dejado tocados a los miembros de la trinidad, por lo que no escatimaron muchos esfuerzos en investigar la presencia del espía desde la cabina. Lo que fueron apenas dos minutos se sintió como una eternidad. Los tres lobos descienden rápido de la montaña de carne, para reunirse frente a los miembros de las águilas de acero.
En el encuentro las miradas silenciosas lo dicen todo, no había nada que se podía decir de lo visto en esa criatura. Lo único que escuchan es la cacofonía de los cuervos, como parcas que vienen a por los caídos. Por un segundo los guardianes pierden de vista el objetivo que los trajo a investigar, todos menos uno.
El sonido de una rama quebrase en el suelo a lo lejos, hace que Tonatiuh se voltea y con la mirada verde llena de furia, es el primero en descubrir a este nuevo adversario no muy a lo lejos, al ras un cerro cercano, apenas oculto en una serie de hileras rocosas.
Como si de un tétrico espectro se tratase, el extraño vigilante es una especie de mezcla de un caballero oscuro y un samurái, portador de una armadura completa que asemeja a un grifo de una capa negra que hondea en la espalda, como si fuese bruma. En las hombrearas descansan las enormes garras de un cuervo, y en el yelmo se posa las alas de sombría ave de caza.
—¡¡A la izquierda!!
Tonatiuh no piensa dos veces en alertar a sus compañeros, quienes apenas pueden ver como una flecha es desatada de amanecer creciente, en la estrategia de "dispara primero y después pregunta".
El corcel negro relincha, se tambalea, y muestra los dientes enfurecidos al ver venir el virote, que es frenado en seco por la mano hábil de caballero, justo antes de que pueda conectar en una de las aberturas del grueso casco. En un sonido de quebradura, como si fuese una endeble ramita, la fecha es partida en dos entre los nudillos del guantelete negro y arroja los pedazos frente a los guardianes, en señal de advertencia.
Sin medir palabra alguna, el caballero negro hunde la espuela en el tronco del animal, el cual se sacude para dar un medio lado y retirarse a galope veloz en las entrañas del bosque.
Tonatiuh prepara una segunda flecha, a punto de cubrir a la dragona de puños encendidos en fuego que da el primer paso para ir tras el extraño jinete.
—¡Alto, déjenlo ir! —ordena tajantemente la guardiana pistolera, al emitir dos tiros al cielo y frena el avance instantáneo de sus hombres.
—¡¿Cuál es tu problema?! —replica Sheila frustrada, al borde de ser corrompida por sus impulsos y propinar un golpe a esa mujer a la que han nombrado como su líder—. ¡Apuesto lo que quieras que era un acolito y nos estaba espiando! No podemos permitir que escape.
—¡Piénsalo por un minuto, mierda! —Alice pierde la paciencia y desata toda la furia acumulada—. Estamos desgastados tanto física como emocionalmente. Ese sujeto ocultó su presencia en nuestras caras por bastante tiempo, atrapó una flecha de Tonatiuh y la rompió como si nada.
» Ahora nos incita a perseguirlo en el bosque creado por el colosal cuando ya está a punto de anochecer. Quien sea ese sujeto, tal como hizo Alpiel con Sir Turner, nos iba a conducir a una trampa. No podemos pelear ya, es mejor prepararnos y estar listos.
—¡Tal vez…!
Sheila se prepara para replicar, cuando de repente miembros de los cruzados corren a toda marcha, guiados por los tiros al ciego que fueron accionados. El único soldado que lleva un faldón rojo, delatándolo como el capitán del escuadrón, no duda en encarar a los guardianes.
—¿Qué demonios fueron esos disparos? —pregunta el capitán a la guardiana de armadura verde. El resto de la tropa inspecciona el lugar, preparados por si aparecen invasores.
—Tuvimos un avistamiento de lo que parecía ser un heraldo fuego oscuro. No sabemos qué tanto tiempo estuvo aquí; escapó cuando lo descubrimos. —Alice toma el control de la situación—, ordené a mi gente que no lo persiguieran, por la posibilidad de una emboscada debido a nuestros desgastes previos.
—De acuerdo, nosotros nos ocuparemos del resto —indica el capitán—, venimos para avisarles que ya hay un vehículo operativo para ustedes. Tendrán que caminar un poco para llegar al mismo. El inquisidor solicita una audiencia inmediata.
—¿Así que no haremos nada? —Tonatiuh dobla el arco y lo guarda en la bolsa del cinturón.
—No se preocupen por eso. Nuestro trabajo ya fue hecho, dejemos que estos buenos hombres se encarguen. —Alicia regresa la pistola a la funda, y entonces da media vuelta con intención de marcharse—. Subamos a ese rompe infiernos.
—Pero…
—Por favor, vámonos de aquí y suban al vehículo. —Alice no mira atrás, no quiere ver de nuevo esa cabina o correr el riesgo de caer en otra trampa del enemigo, la cual puede acabar peor de lo que fueron las anteriores—. Ya perdimos a Paul, no pretendo perder a otro de mis guerreros de forma inútil.
La remembranza de la caída serpiente negra, es suficiente como para que los guardianes la sigan. Se extingue cualquier deseo de quedarse a averiguar la identidad de ese acolito, o la agenda personal que lo trajo aparentemente en solitario a territorio dominado por Lazarianos y Rhodantianos.
Uno de los guardianes se queda atrás por un breve instante. En Sheila cae la duda de su siguiente accionar, y observa a través del rabillo del ojo el lugar por donde escapó el jinete.
—Sheila, es tiempo de irnos… —La llama la hechicera en voz casi de ruego y temerosa de otra disputa dentro del grupo.
—Que el tiempo lo decida entonces —dicho eso, Sheila acata la orden a regañadientes y todos los guerreros de Trisary dejan la escena en manos de los Templarios.
El transcurso del viaje en el rompe infiernos fue de apenas media hora, un tiempo que se sintió casi nulo, en comparación a la odisea recorrida durante los primeros días de la guerra. Los guardianes fueron llevados a una carpa, en la que eran esperados por el inquisidor sentado en un trono de madera, atrás de un escritorio en un salón de guerra austeramente amueblada.
Los detalles no se hicieron esperar, cada parte de la historia es relatada por cada uno de los Einharts y por el comandante Dante: desde la batalla contra Frenyr, el conflicto con los Nephilimis, la flota Rhodantiana, la existencia de los cristales, la aparición del jinete oscuro, la caída de Alpiel y su fallida emboscada.
—Conozco muy bien a los inhumanos, en especial a los elfos. La derrota de ese elemental y la perdida de cristales no va hacerles escarmentar. Todo lo contrario, van arder como nunca tal como pasó en la edad de los héroes. —Bast carraspea un pobo al hablar, sus ojos se han llenado de ojeras negras. En su semblante duro y oscuro como carbón, procede—: Ya se aliaron al lado de los demonios, no van dudar en desatar un peor infierno sobre nosotros. ¿Tienen alguna información del siguiente movimiento rebelde?
—No, su excelencia…. —Alicia niega rotundamente, al frente de todos los guardianes, lleva el casco en sus manos, lo que expone su rostro enrojecido y la negra cabellera empapada en sudor que se derrama por encima de la nuca—. Sería prudente no subestimar al enemigo después de esta victoria. Aún desconocemos de la cantidad de recursos que todavía poseen, sí estuvieron dispuestos a usar ese titán como vanguardia.
—Llevamos mucho tiempo de guerra contra esos rebeldes. —Bast se masajea las cienes, al apoyar su espalda en el respaldo del asiento—, y desconocemos inclusive el rostro de su líder o exactamente a las deidades paganas a las que adoran, la información recopilada ha sido una mezcla de mentiras y verdades a medias. Ellos siguen en la demanda de quedarse con todo el Tridente, no podemos permitirles tal cosa. ¿tienen otra cosa que agregar?
—Creo tener algo, mi señor… más que nada una inquietud. Algo de toda esta rebelión no me cuadra.
Sorprendentemente para todos los presentes, Lance entra al reporte en una sentencia seria, al sacar de una de las bolsas del cinturón el pedazo de la capucha que perteneciente al brujo; en dicha tela se graba el blasón del fuego oscuro.
—¿Qué hay con eso? —pregunta sin inmutarse—, el dragón es la bandera rebelde, cada bando tiene algún símbolo que lo caracteriza.
—La verdadera pregunta sería ¿por qué este símbolo? se supone que adoran dioses antiguos por parte de los inhumanos o a los oscuros según los demonios y brujos que tienen en su armada. —Lance se acerca al escritorio y coloca el símbolo en la mesa—. Esta llamada "secta" no concuerda, ¿Cómo creencias tan impares pueden coexistir? Sumado que de algún lado sacaron el poder para dominar a un elemental, el que por poco nos mata. Su líder la llaman "la reina de corazones" ¡Maldita sea! ¿Cómo se relaciona eso a un jodido dragón?
—¿A dónde quieres llegar, niño? fuimos nosotros la que le pusimos ese sobre nombre a esa ramera, por los extraños rituales que realiza, según nuestros informantes en el frente de Flora. —La estoica faz del viejo inquisidor, se acerca a fruncir el ceño por una aparente osadía por parte del guardián oscuro, aunque no abarca ninguna sorpresa. Es como si ya esperaba que esto sucediese—. Lo que ha hecho bien la armada rebelde, es ocultar a los dioses a los que adoran, usando a muchos como pantalla. Puede que tengan a alguna de las cuatro calamidades o a elementales, da igual. Son paganos que deben ser exterminados.
Los guardianes sudan frio por como habla el inquisidor, la mayor afectada ha sido María, quien se acumula un sabor venenoso en su boca.
—Quiero saber qué es exactamente este "fuego oscuro" tuvieron que ponerse de acuerdo para decidir tal pintoresco nombre para su pandilla de matones. —Lance clava la mirada en el viejo inquisidor, y va directamente al grano—. ¿Cómo se relaciona el símbolo de un dragón con una amalgama de sectas? Algo los tiene unidos. La única suposición que puedo llegar es su deseo de libertad y quizás de venganza contra Templarios. De todos los reinos que pudieron escoger, fue en específico en Lazarus y aquí en el Tridente… donde ocurrió la guerra civil de los dragones.
Todo parlamento en la carpa cesa, remplazado por un afilado silencio en el que una risa leve surge de los labios del viejo inquisidor.
—Bien, niño… tienes cierta chispa analítica. Voy a ilustrarte un poco de lo que une a esos bastardos.
El inquisidor abre un cajón de un buró adjunto, del que saca dos medallones con dos diferentes blasones: el primero muestra a un dragón blanco completo, en posición de perfil, el cuello se encuentra levemente enroscado y las garras alzadas, en una posición defensiva. Todo lo contrario, al segundo dragón de escamas rojas que se alza completo, de alas extendidas, la cabeza se levanta hacia el firmamento con las fauces abiertas, como si dijera "¡Vengan que aquí estoy! ¡Enfrenten mi poder y ardan en mi ira"! mientras exhala un fuego oscuro, mostrándose feroz y agresivo
La mano enguantada de Bast azota los dos artilugios sobre el escritorio, al punto de casi partir a la mitad el mueble.
Delante de los presentes se muestran los símbolos de tres dragones, uno blanco, uno rojo y otro negro. Fuerzas tan dispares que parecen no tener relación alguna, cuando en realidad tienen mayor parecido de lo que cada uno de los guardianes puede llegar a imaginar.
La primera en reconocer a los dos dragones, es la joven escarlata llamada Sheila. Sus ojos amarillos y afilados fijados en una atención comparable a la apuñalada en un corazón abierto.
—Ese es el símbolo de los Dragnnis y los Albionix… —Los ojos de Sheila se tornan blancos, con su alma caída a los pies y las manos cerradas en fuertes puños al borde de auto flagelarse.
—En efecto, señorita. Es lo más cercano a una unión entre los rebeldes que hemos podido deducir. —Bast sonríe con complicidad mientras saca un cuchillo de su cinturón. Tal expresión produce un escalofrío en Drake. Desde el tiempo que conoce al viejo inquisidor, nunca lo había visto de esa manera—. La respuesta de a quien le dan cierto "culto" es bastante obvia y creo que ya llegaste a esa conclusión.
El inquisidor deja caer una puñalada sobre el símbolo rebelde, dejándolo clavado en la mesa justo en medio de la cara del dragón negro de frente, el cual exhala una oscura llamarada ardiente.
Un nombre llega a la mente a cada campeón de Trisary, uno que es conocido por inspirar miedo en algunos y en otras esperanzas, casi es tan temido como el primero de los caídos.
—Kaiser el dragón negro, el llamado último rey de los dragones y soberano del clan Dragnnis. —Tonatiuh es el primero en atreverse a mencionar el nombre de ese dragón—. Nunca imaginé que un muerto estaría detrás de la reina de corazones.
—¿Crees que rinden culto a ese dragón? —María pone en tela de duda la teoría. En ella cala un poco ese lado de elfo, que aun la empuja a medirse en el medio de sus dos sangres.
—Dejen lo de las religiones por un minuto… —refuta Lance—, creo que hemos cometido un error en marcar al fuego oscuro como otra secta. Miren el poder que han mostrado, capaz de rivalizar a un país.
» Estos tipos son más que eso, son una alianza de diferentes oposiciones que se han unido por el único propósito de derrocar a Lazarus.
—El nombre de Kaiser ha dejado de pertenecer a una persona, es ahora conocido como un ideal. —explica el inquisidor—, ese sujeto unió a una gran cantidad de inhumanos bajo su mano al final de la edad heroica.
» Tuvo el error de cálculo de desatar un conflicto contra los dragones del clan Albionix, por no querer unirse a una campaña masiva contra la expansión del imperio. El plan de Kaiser era unir a los inhumanos de las tierras Templarías en una sola corona para amasar poder, después recuperar las tierras que perdieron. Aspiraba conquistar todo el continente conocido.
—Un idiota que provocó la casi extinción de los dragones… —Sheila escupe veneno del último rey—, pudo ganar la guerra civil y los otros países se le vinieron encima para liquidarlo.
La dragona odia a los imperiales por expulsarlos de su hogar, sin embargo, ese odio se bate a fuego contra ese rey que, por su locura ciega, masacró a los que no quisieron seguirlo para concentrarse en la reconstrucción de la raza ocurrida en los conflictos con el imperio, en los inicios de la edad heroica, por el uso de la obsidiana.
—Un idiota visionario, un conquistador lunático y por sobre todo un ideal de libertad… —Bast lanza como estrellas metálicas las descripciones de ese dragón—. Estuvo a punto de regresarles la gloria a los inhumanos, tenerlo como símbolo de mártir no es de extrañarse. He ahí tu respuesta sobre el significado del fuego oscuro.
—Muchos de esos bastardos nos odian, en su furia usaron las ascuas de esas flamas negras de ese dragón como catalizador de su deseo de venganza. Combustible para la guerra. —Dante pone su propia forma de ver las cosas a los guardianes, no es ajeno a la información recolectada de los rebeldes.
«¿Será por eso que Sheila fue puesta en nuestro equipo? Después de todo, ella es una novata recién destetada de un padrino y esta es su primera misión de forma independiente», razona la guardiana de ojos azules.
—El enemigo de mi enemigo es mi amigo, independientemente de sus dioses… Kaiser es el que los une, y la reina de corazones es su profeta.
Drake nunca ha sido muy apegado a la religión, a pesar de haber crecido bajo las enseñanzas Templarías, es de los guardianes con mayor apego al código de neutralidad. Si lo piensa detenidamente, puede comprender que la necesidad y las tentaciones forjó la armada revolucionaria.
—¿Por qué no nos dijeron sobre eso, mi señor? Estuvo al tanto de ese simbolismo por lo que puedo entender. —No hay bromas, o ápice de sarcasmo en el asesino umbra. Meramente una insaciable sed de respuestas, al filo de entrar en cólera—. Tuvimos el infortunio de tener un encontronazo con los Rhodantianos que vinieron a amenazarnos, ahora el desconocer el significado símbolo real del enemigo podría llegar a ser contraproducente. Nos han ocultado muchas cosas a lo largo de este contrato.
—¿Realmente esa es tu inquietud, niño? mejor dicho inconformidad. No tiene ninguna importancia, aun si se los hubiéramos dicho, nada hubiese cambiado. —Bast no rompe su temple en ningún momento—, usan el símbolo de un loco muerto, ¿Qué importa? Sería un peligro latente si hubiésemos visto volar dragones en el cielo. Las flotas fueron cosa de Flora, ella vino con refuerzos.
—Hubo un dios elemental, algo que se supone no ha sido visto desde hace cientos de años en tierras Templarías de forma oficial. Aun cuando lo derrotamos estos tipos siguen sin rendirse, ¡algo tienen guardado! ¡Por favor abra los ojos! —Lance levanta la voz por un segundo, y frente en seco para calmarse al ser mirado de forma acusante por el inquisidor, quien se levanta de la silla.
—Mucho cuidado con quien hablas… —advierte Bast apuntándole con el dedo de forma autoritaria. En este momento el inquisidor se muestra como el ser más poderoso en la carpa, justo frente a los guardianes. Un solo error, una provocación o un mal uso de palabras los puede mandar a un destino funesto—. No estas tratando con el alcalde cagón de una aldea en el culo de cualquier región. Serán los héroes de este día, pero no sabemos lo que pasará mañana.
—Discúlpeme, por favor… no quería… —Un brillo de lucidez invade a Lance, por lo que retrocede y es abordado por los otros miembros del clan de los lobos.
—Lamento este agravio, señor inquisidor… —se disculpa la líder del equipo.
Drake se mantiene callado en un semblante fruncido, oculto bajo el atemorizante yelmo. El guerrero carmesí no pretende disculparse ni por obligación. Tiene sentido lo dicho por Lance. No pueden hacer bien su trabajo, si desconocen a lo que realmente enfrentan.
—Vamos a calmarnos… creo que igual tuve un error de juicio. Toda esta guerra nos ha llevado al límite. —Bast respira profundamente mientras masajea sus sienes, como si su alma regresase a su cuerpo logra recuperarse y regresar a sentarse en su silla—. Han sido elementos cruciales para nosotros, por lo que acepto tus disculpas por lo que igualmente ofrezco las mías. Espero que podamos mantener un aire de respeto a partir de ahora.
—Comprendemos debidamente, su excelencia… —Alicia toma el mando de nuevo, al soltar una falsa sonrisa falsa, que nubla la frustración de sus profundos adentros con tal de finalizar esa reunión.
—Hablando de Rhodantis, hay algo que quiero hablarles. —Cuando todo parecía haber acabado, Bast continua—: estoy enterado del incidente que tuvieron con los Nephilims. Estuvo bien lo que hicieron de no ir con ellos sin mi autorización; en especial por el oscuro historial de ese tal Clint y lo desconocido que es su compañero, el llamado Kairos. Voy a tratar de conversarlo con Flora y averiguar cuáles eran sus verdaderas intenciones.
—Hicimos lo que tuvimos que hacer, mi señor —se excusa Alice—, la forma en la que nos recibieron, acompañado por desinformación nos hizo desconfiar.
—Voy a dejar algo claro. Les damos únicamente lo que necesitan para trabajar. Ustedes son espadas compradas, no juramentadas. No serán al mejor postor, pero les damos su debido lugar con las debidas precauciones —sentencia el inquisidor con autoritaria frialdad—, por lo que les voy a pedir que no se metan donde no les incumba, quédense con lo que se les da y no intenten exigir información que no les concierne.
—Si… sí, señor… —asiente Alice, en una farsa expresión de mansedumbre. Por dentro las tripas se retuercen del frustrante coraje.
—Perfecto… —Bast regresa—, ¿eso fue todo, niño oscuro?
La bala de esa pregunta tiene un blanco en específico, ninguno de los guardianes puede ayudar a su compañero. Nada más pueden fijarse en él a la espera de un "nada por ahora" o "puede que tenga otra cosa" esta última posibilidad es la que menos esperan. Lance hace un murmullo casi inaudible, podría decirse que hasta dubitativo y despierta intriga en el viejo inquisidor.
—Dije, ¿eso fue todo? —Bast se muestra insistente.
Los dedos de las manos de Lance tiemblan, muy cercanos a una de las bolsas del cinturón táctico, justo donde guardó como una gema el báculo robado al brujo que servía a Alpiel. Aquel artilugio grabado por la dama de la discordia, un gremio de contrabando dirigido por una persona muy conocida para el asesino oscuro, de mente convertida en un meollo al venir una visión que lo ha consumido en una lluvia de sentimientos encontrados.
Una alta mujer de cabellos rubios como la miel perteneciente a la raza de los elfos, envuelta en una blanca luz lo espera a lo lejos, ofrece su dedo índice en el que se coloca un anillo de matrimonio, en señal de amor eterno y sincero.
Las enseñanzas de no dejar a ningún soldado atrás entran en Lance. Conoce el código, un traidor es algo considerado un pecado obsceno. Ningún juramento debería apartarlo de la unión con sus compañeros de Trisary. Supo escoger entre ser un umbra o un guardián. Esta nueva elección lo empuja a dudar nuevamente. Ahora se ve en la penosa encrucijada de elegir, a que juramento va permanecer fiel.
—No, su excelencia. —Lance anéala no haberse equivocado al proteger a esa persona, aun cuando se siente doblemente traidor.
—Si eso fue todo, los mando ir en paz. —Bast los despide al alzar la mano, como si fuese un pastor que finaliza una misa—. Descansen que a primera hora iremos a Griffia en una aeronave mañana. Preparase para el día en el que mostraremos a esos paganos, que no hay poder mayor en la existencia, que el de nuestro credo.
Terminada la reunión, los guardianes dejan la sala de guerra sin mirar atrás. Desconocen quien es el enemigo o la identidad de sus aliados. Por primera vez el juramento a Munraimund, se torna difuso. Pasados unos minutos de la reunión, el inquisidor se hunde en su silla como si se derritiese en la misma, en un semblante exhausto y amargado.
—Le dije a su majestad que solicitara guardianes Templarios… —Bast se pasa la mano en la frente, en señal de pura frustración—, se lo dije y jamás me escucha. No esta banda de inadaptados de lealtad dudosa.
—En su máxima sabiduría, nuestro rey pidió a los altos mandos de Trisary que armaran un equipo especial para este contrato —contesta Dante en voz solemne. A diferencia de su compañero, posee mayor simpatía por los guardianes, considerándolos sus salvadores—. Sean Templarios o no, tienen el deber de la neutralidad de credos, sé que por cuestiones de la raza o religión no confías en ellos. Cosa que me extraña, ya han demostrado ser guerreros honorables y fiar al derrotar a ese elemental por nosotros.
—¡Eso no importa! Uno de ellos fue el que provocó la muerte de Connor. Ver a ese bastardo de rojo me repugna, ¡¿Cómo ese monstruo puede vivir y no nuestro príncipe? —Bast suelta toda su rabia en esa corta oración. Saca de su cinturón una cantimplora con wiski y se la bebe de un trago. El alcohol no es lo suficiente potente, como para purgarlo del pesar—. Me dieron a ese niño a mi cuidado, lo formé para convertirse en la clase de hombre al que un padre debería estar orgulloso.
» Connor tenía mayor nobleza que cualquiera de sus hermanos. Iba a ser un gran rey y esa prueba iba a colocarlo donde merecía. Pero le fallé, no estuve a su lado cuando me necesitó y ahora está muerto. —Esas últimas palabras suenan rotas, acompañadas de liberadas lágrimas.
—Bast, fue un accidente… —Dante intenta consolarlo—, no puedes dejar que tus emociones más oscuras nublen tu buen sentido del deber.
—Eso he tratado durante todos estos años, Dante. Soy fiel hasta el final a mi puesto, espero que ese rojizo al menos muera de forma útil —dice y mira directamente a los ojos de su compañero—, ¿alguna vez has dejado que tus emociones maten tu sentido del deber, viejo amigo?
—No… —Dante tarda en contestar—, jamás.
Concluirá en los 4 epílogos.