Durante todo el trayecto, me pregunte que había hecho mal para merecer todo esto.
Tal vez fue por la vez en la que robé un par de panes, aguantar el hambre por otro día hubiese sido lo mejor, o tal vez fue porque le dije a mi madre que era una mala persona, no me dirigió la palabra por dos semanas.
Tal vez fue debido a lo egoísta que había sido, nunca estuve conforme con la forma en la que vivíamos y busque maneras de cambiarlo, puede que soñar tan alto haya sido mi error.
O puede que haya sido por decirle a mi padre que dejara su estilo de vida autodestructivo, debí simplemente aceptarlo y no molestarlo.
Ya no importaba, iba a morir dentro de poco.
La van se detuvo, los hombres me pusieron una bolsa negra en la cabeza y me sacaron del vehículo, después de abrir puertas y subir escalones, fui arrojado sobre mi lado izquierdo.
- …Ugh….
- Este es jefe.
- Bien, déjanos solos.
Me quitaron la bolsa de la cabeza y liberaron mis extremidades.
El sonido de puertas cerrando vino de mi espalda, pero no miré atrás, sino adelante.
Estaba dentro de una oficina, varias cabezas de animales que nunca había visto colgaban de paredes de concreto blanco que reflejaban la luz que pasaba por hermosas ventanas de marco dorado.
El lugar estaba tan limpio que podía ver mi reflejo en los pisos.
- Que dem- Ghk…
El golpe del día anterior todavía dolía, una sensación húmeda y pegajosa quedó en mi mano al tocar mi palpitante cabeza.
- ¿Ya despertaste? Muy bien, yo soy Francisco ¿Cuál es tu nombre hijo?
Un hombre de piel morena vestido con un elegante traje blanco y sombrero negro se dirigió a mi desde un escritorio de madera.
Parecía bastante joven, alrededor de veinticinco años, tanto su cabello como sus ojos eran cafés, en general tenía una apariencia atractiva, pero había algo mal con ese hombre.
Irradiaba un aire peligroso que hacía que mi cuerpo temblase, su mirada apagada y voz fría me hacía preguntarme si esa persona todavía tenía algo de humanidad en él.
Me costaba respirar, todo mi cuerpo temblaba y mis ojos estaban al borde de las lágrimas.
Entre toda la ansiedad y el temor, me las arregle para responderle al hombre con una voz débil y pequeña.
- A-Antonio Hernández G-García… señor.
- Antonio, ¿Sabes por qué estás aquí?
Lo sabía muy bien.
- … Mi padre me vendió a usted para pagar sus deudas…
El recuerdo de ese hombre pateándome la espalda se reprodujo cientos de veces en mi cabeza, mi miedo se convirtió en un odio abrazador que hacía hervir mi sangre.
- Correcto, tu padre vino a nosotros pidiendo dinero para su negocio, ya ni si quiera recuerdo que era, pero estoy seguro que era muy estúpido, como sea, nosotros le dimos el dinero y establecimos una fecha de pago… Sin embargo, tu padre no pago a tiempo, y cuando lo amenazamos con vender sus entrañas… Él te ofreció a ti como su pago… Hahaha, todavía me saca una sonrisa recordar eso.
La voz de Francisco era gruesa y su tono intimidante, las comisuras de su boca formaron una pequeña sonrisa que desearía nunca haber visto.
Al escuchar cómo todo había sucedido, las lágrimas de mis ojos se mezclaron con la enorme ira que quería salir de mi pecho.
¡Ese hijo de perra!
La cara de mis padres apareció en mi cabeza.
¡Voy a matarlos! ¡Me vengare de ambos cueste lo que cueste!
Sequé las lágrimas de mis ojos y me levanté del piso.
- ¿Qué va a pasarme?
- Hmm… ¿Qué será?... Antes de contestarte… Dime… ¿Quién te dio ese golpe en la cabeza?
La cara de mi agresor apareció en mi cabeza.
- … Fue un hombre con playera roja.
- Playera roja eh, bien, dame un segundo.
Francisco llevó su mano dentro de su traje y sacó un teléfono, después de teclear algo volvió a guardarlo, después, abrió un cajón de su escritorio.
- Dime Antonio, ¿Has disparado un arma antes?
Una pregunta que no le harías a cualquier niño de nueve años, pero en a éste punto ya nada era normal.
- N-No, nunca.
- Ya veo, está bien, hay una primera vez para todo.
Antes de darme cuenta, el barril de una pistola estaba posado sobre mi frente.
Mi ritmo cardiaco se disparó y sudor frio cubrió mi cuerpo al mismo tiempo que mis ojos se concentraron en la perforadora mirada de Francisco.
- Haah* Haaa* Gulp*
- Esta es mi arma de emergencia, la uso en caso de que alguien se infiltre en mi casa e intente matarme, ¿Y sabes qué?
El hombre acercó su rostro a mi oreja, y con una voz amable que no concordaba el pesado aire dijo:
- Ahora mismo tu eres un infiltrado, y estas en mi casa.
- ¡!
Todas las alarmas de mí cuerpo se dispararon.
Rápidamente intenté excusarme.
- Y-yo-
- Sshhhhh.
El pulgar de Francisco me impidió abrir mi boca.
- No digas nada, no te di permiso para hablar, asi que tu no vas a hablar, ¿Entendido?
Entendiendo que no iba a ser escuchado, asentí resignándome a mí inminente muerte.
- Bien, eres un chico listo, y a mí me gustan los chicos listos. Dijo Francisco acariciando mi cabeza, el guante que tenía puesto se manchó con mi sangre.
Knock* Knock*
- Adelante. Dijo Francisco sin dejar de apoyar el arma.
- ¿Me llamó patrón?
Esa voz.
No podía voltear, pero reconocía la voz proveniente de mi espalda, era el tipo de playera roja que me estampo contra la pared.
- Asi es, asi es, ven aquí um… Tú.
- … Sí señor.
El hombre camino hasta estar a mi lado.
- Veras, creo haberles dicho que no me gusta cuando la mercancía está dañada, asi que dime…
- ¡Ah!
Francisco tomó mi cabello con fuerza y movió mi cabeza para mostrar la herida de mi cabeza.
- ¡¿Qué carajo es esto?!
En cuanto el hombre de playera roja escucho la pregunta, el color abandono su cuerpo, sus labios temblaban y el sudor en su piel reflejó la luz como un río.
- ¡E-Eso fue culpa del mocoso! ¡No dejaba de resistirse y la policía venía de camino! ¡Cuando intentó escapar se calló de las escaleras!
Sin soltar mi cabello o alejar el arma, Francisco me miró.
- … ¿Es eso verdad, Antonio?
- Ghk...
Antes de contestar miré al hombre de playera roja, tenía una mirada que decía "¡Voy a matarte si no dices que sí!".
Después miré a Francisco.
El hombre tenía una mirada sería que parecía ver a través de todo, era obvio que se daría cuenta si mentía.
- Eso es…
Mi única opción era decir la verdad, no tenía nada más.
- Es verdad señor… Claramente me resistí…
El hombre de playera roja pareció satisfecho con mi respuesta, pero el dedo de Francisco estaba sobre el gatillo.
- Me resistí… ¡Pero está herida me la hizo ese hombre! ¡Dijo que era su terapia por tener que soportar a un jefe tan estúpido!
- ¡! ¡Mocoso de mier-
Bang* Bang* Bang*
- ¡AAAHHHH! ¡RGH! ¡MIERDA!
Las balas atravesaron las piernas del hombre sin piedad.
Yo me quedé congelado viendo como la sangre salía de su cuerpo entre gritos de dolor.
- Antonio, extiende tus manos.
- …
Hice lo que me pidió y extendí mis manos, sobre ellas puso el arma con la que le disparo a mi agresor, después, caminó a mi espalda.
- Pon tu dedo índice aquí, tu pulgar aquí, y tu palma aquí.
Francisco me hizo sostener adecuadamente el arma y apuntó a la persona retorciéndose de dolor frente a nosotros.
- Mátalo.
- ¡¿Qué?!
Tanto yo como él hombre en el suelo miramos a Francisco atónitos.
- ¿Acaso tartamudeé? Te dije que lo mataras ¿O quieres tomar su lugar?
- ¡P-pero! ¡AH!
No supe de donde, pero el filo de una navaja estaba apoyado sobre mi mejilla, el metal frio poco a poco fue cortando mi carne.
- ¡GHK! * ¡RGH! *
Intente alejarme, pero Francisco sostuvo mi cabeza, lentamente mi sangre escapo de mi cuerpo a través de mi cara.
- En poco tiempo voy a llegar a tu cuello, si no lo matas a él antes de que eso pase, morirás.
- ¡P-Pero- ¡
- ¡Sin peros! ¡Es matar o morir! ¡Tu padre era un débil perdedor ignorante! ¡Por eso su vida fue tan patética cómo para vender a su propio hijo!
Intente cerrar mis ojos, pero los dedos de Francisco sostuvieron mis parpados.
- ¡¿Quieres ser como tu padre?!
Miré al hombre en el suelo, estaba gritando por misericordia, pero no podía escuchar sus palabras.
Como pude, contesté la pregunta.
- ¡N-No!
- ¡¿Quieres morir?!
Recordé toda mi corta vida, desde el primer momento que respiré eh hecho todo lo posible por mantenerme vivo, sin importar lo difícil o doloroso que fuera, yo simplemente no quería morir.
¡NO QUIERO MORIR!
- ¡Argh! *
Mi sangre no dejaba de escapar de mi cuerpo y la navaja no detuvo su descenso.
- ¡No quiero!
- ¡Entonces dispara! ¡Si alguien te golpea tienes que romperle el brazo! ¡Si alguien te insulta tienes que destruir su mente! ¡Si quieres algo, miente, destruye, manipula, haz de todo hasta tenerlo en tus manos!
- ¡Rghk! *
Francisco apoyó el frio metal en mi cuello.
- ¡Hazlo! ¡Mata a quienes intentan matarte! ¡Sacrifícalos a todos, pero sigue avanzando!
¡NO QUIERO MORIR! ¡NO QUIERO MORIR! ¡NO QUIERO MORIR!
Mi mente se llenó de un deseo primitivo, un deseo puro y compartido por todos los seres vivos.
- ¡¡¡NO QUIERO MORIR!!!
Apreté el gatillo.
Bang*
El rostro de mi padre apareció.
Bang*
Después mi madre.
Bang*
Después yo.
Bang*
Y entonces nada.
Tick*
Todo había terminado.
Tick*
Había sobrevivido.
Tick*
Pero perdí algo importante.
Tick*
Y no sabía si alguna vez lo recuperaría.
Tick*
- Haha… ¡HAHA! … ¡¡HAHAHAHAHAHAHAHA!!
Mientras el diablo reía, mis piernas cedieron a la gravedad y mi cuerpo abrazo el suelo.
Mi campo de visión izquierdo se llenó de rojo, mi cabeza daba vueltas y sentía mi cuerpo pesado.
Mis ojos quedaron clavados en el cadáver frente a mí, su expresión fue probablemente la misma que yo estaba haciendo cuando grite por ayuda.
Miedo, dolor, angustia, traición.
Todos los sentimientos que se arremolinaron en mi pecho la noche anterior fueron transmitidos en la forma de balas a un completo extraño para mi supervivencia.
Con nueve años de edad, maté a un hombre.
¡Bam! *
Una larga y gruesa pierna derribo las puertas.
- ¡Jefe! ¡¿Se encuentra bien?!
- ¡! ¡Tenemos una baja!
Un grupo de hombres entraron a la oficina.
- ¡Está bien chicos! ¡Todo está bien! ¡Ya tengo un reemplazo mucho mejor para ese idiota!
Francisco extendió sus brazos y cargo mi cuerpo con el cariño de un padre.
- ¡Saluden al nuevo miembro de la familia! ¡Roberto Díaz Medina!
Los hombres de la habitación parecían escépticos, pero no dijeron nada.
Pasé mi mirada entre el hombre que maté y Francisco.
Matar o morir.
Esas palabras quedarían grabadas en mi corazón por el resto de mis días.
En contra de toda ciencia y fenómeno lógico, alcé mi brazo y con mi mano toqué el rostro de Francisco, y con una voz que se desvanecía junto a la conciencia dije:
- Te… matare…
Una retorcida sonrisa me devolvió las palabras.
- Solo el diablo puede matarme y tú no lo eres… Al menos no todavía.
Tras el breve intercambio de palabras, me desmayé.
El día de mi primer asesinato, fui dado de un nombre y una cicatriz que me acompañarían por siempre.