(Zona de Castigo)
La ciudad estaba prácticamente arruinada, con diferentes niveles de daño dispersos de forma aleatoria, escalando desde algunas paredes dañadas, hasta edificios hechos completamente polvo.
El centro de negocios con sus grandes rascacielos, había sido casi completamente allanado, dejando algunos edificios solitarios entre grandes espacios de escombros. La zona residencial en cambio, tuvo una mayor suerte, aunque muchos edificios de gran altura habían sido destruidos en diversas circunstancias; la mayoría de edificios de departamentos eran aún habitables.
...
Con el sol en el ocaso, un extraño par caminaba hacia el área vieja de la zona residencial, el hombre vestía un polo holgado de color azul, con unos pantalones de mezclilla de color similar, dando la apariencia de una persona fácil de olvidar. Y aunque el ambiente donde caminaban, parecía salido de una película de terror o novela apocalíptica, el hombre caminaba muy a gusto, mientras observaba a su acompañante.
La mujer no era tan pequeña, solo un poco por debajo del promedio; pero su cara tierna y su cuerpo blando daban la idea de una pequeña criatura. Aunque su ropa deportiva estaba completamente empapada, y sudaba por cada poro de su cuerpo; no soltaba la cuerda que arrastraba a los monstruos. Si alguien quisiera definir esta escena, sería el claro ejemplo de una persona derritiéndose por exceso de trabajo.
Robert: -- Vamos, esfuérzate, solo faltan unas tres cuadras. -- le animó malévolamente.
La pequeña señorita solo resoplo. Aunque estaba vestida con ropa deportiva, no fue de las personas que iban al gimnasio diariamente o una gran entusiasta de algún deporte extenuante. Los únicos ejercicios que realizó, fueron para su apariencia, cada vez que se deprimía por un algún motivo. Daba algunas vueltas al parque y pasaba por incontables y extrañas dietas, que internet recomienda. Eso fue el máximo esfuerzo físico que había realizado en el pasado, era imposible que arrastrarse cinco monstruos que le doblan en tamaño, durante tanto tiempo; pero en este mundo, mientras existiese el STAT de iniciativa siempre tendrás energía, no importa cuán cansado estés o cuantas partes del cuerpo te falten, mientras aún estés vivo, podrás moverte. En conjunto con sus estadísticas mejoradas pudo arrastrar todo ese peso, aún así, sus músculos y huesos lloraban; y el conejito lleno de dolor empezó a volverse malvado.
Ann: -- ¡Idiota! -- susurro mientras molía sus dientes.
Robert solo siguió riendo mientras avanzaban al edificio donde vivían.
Con la fachada de un extraño color rosa brillante, que de alguna manera inexplicable no llamaba la atención. El viejo edificio poseía ocho pisos y un sótano, con dos departamentos por cada piso. Con excepción del primer piso lleno de escombros, los demás pisos eran completamente habitables.
Al llegar entraron por una puerta a la izquierda del edificio, que los llevaba al sótano por el cual accedían a las escaleras en el interior del edificio, porque la entrada principal estaba completamente destruida.
Una vez que todos los cadáveres ingresaron en el sótano, Robert tomó la cuerda y almacenó todo en su inventario.
Ann: -- (#Silencio absoluto#) -- tenía los ojos completamente secos. / No, no, no, no. / negó mentalmente mientras movía la cabeza. / No me sorprende en absoluto; he visto a este gordo y malvado y mentiroso maestro estafar a un montón de personas y nunca se quedó sin espacio en el inventario… solo quería molestarme. ¡Pobre de mí! / El conejito empezó otra vez la rutina de lamentarse, y mientras se lamentaba se acordó de algo, y de inmediato volvió a ser feliz. / Por lo menos conseguí esa bebida. / En el camino de regreso no se detuvieron su marcha, con la única excepción de evitar más peleas, y en esos momentos de descanso Robert le entregaba una bebida para que se re-hidrate. / Cuando me dio la primera bebida pensé que solo quería molestarme de otra forma, pero… es tan dulce y refrescante. / La pequeña señorita con su lengua amante de los dulces, siempre había detestado las bebidas rehidratantes con su sabor a medicina, pero esa bebida con un tenue sabor a helado y una sensación refrescante recorriendo su garganta, había logrado hacer sonreír al conejo enfurruñado. / Ese descarado y tacaño maestro no me quiso dar la bebida todas las veces; pero lo obligue a hacerlo (#sonrisa vanidosa#) / cuando Robert se puso reacio a darle más bebidas, la señorita lo había perseguido con su mirada de una forma insistente hasta que cediera. Aunque le ordenó que la bebiera completa para rehidratarse, el conejito sonriente había almacenado en "secreto", un pequeño stock de bebidas en su inventario. No las iba a devolver sin importar cuán fuerte le azoten el trasero; declaró firme en su mente.
Robert: -- (#Sonrisa divertida#) -- Robert observaba a la pequeña señorita dar tragos cortos a una de las bebidas que le había obsequiado. / Es fácil hacer feliz a esta mujer / sonrió -- Subamos -- dijo, luego comenzaron a subir hacia el octavo piso donde ambos vivían.
Cada piso del edificio tenía los dos departamentos a cada lado, con la escalera en la mitad y un pequeño balcón que permitía ver el exterior del edificio, directamente en frente de las escaleras.
En el balcón del tercer piso una pequeña figura miraba ansiosamente hacia las calles mortalmente silenciosas… Cuando escucho el sonido de las escaleras se giró mientras sostenía muy fuerte un cuchillo apuntado hacia adelante, en sus ojos sólo había miedo. Robert, Ann y la niña parada en el balcón se miraron; no había necesidad de palabras, ni gestos, ni ninguna explicación, todos entendían lo que sucedía: la niña esperaba a sus padres o tutores que aún no habían regresado, que probablemente ellos no regresarán. No sonó un solo sonido del estómago de la niña, pero también sabían que tenía hambre. Sus manos apretaban fuertemente el cuchillo afilado apuntando hacia adelante, con una pose amenazante, pero parecía que se iba a romper a llorar.
No hubo una sola palabra, pero todo era fácil de entender.
Ann sacó una de las bebidas de su inventario y se la ofreció a la niña, ella la miró con desconfianza, luego de comprobar que era lo mismo que bebía Ann, cogió la botella y se retiró a su departamento, sin mostrar por una sola vez su espalda, con el cuchillo aún apuntando a los extraños. con sus ojos llenos de miedo, cerró la puerta sin decir una palabra.
La tonta escena anterior, antes de entrar en el edificio, en un instante se convirtió en una escena mortalmente silenciosa, oscura, como si alguien se robase la luz. Incluso Robert que en general no mostraba simpatía, tomó un trago amargo de su propia saliva y no dijo absolutamente nada. Un entendimiento tácito de algo realmente desagradable.
El mundo actual no era un juego como los tontos afirmaban, no por lo menos para los que vivían aquí, no importaba el inventario, ni las estadísticas, ni las misiones, ni cuantos cuentos se contaran; nada de eso importaba. En este cruel mundo, incluso los niños más pequeños no encontrarán misericordia, ya sea por los monstruos o personas aún más monstruosas, la tragedia había asolado este mundo incontables veces y durante tanto tiempo. Para los débiles, solo era un juego de mierda.
En estos tres días que estuvieron juntos, Robert había visto al pequeño conejito hacer un montón de gestos extraños, desde el miedo, hasta aceptar resignada su castigo imaginario; pero esta cara era diferente, no parecía un conejo derrotado con las orejas caídas, ahora solo era una persona muerta que camina. Robert sentía que de un momento a otro la señorita se escondería en una esquina y empezaría a llorar y no se volvería a levantar jamás. Robert no iba a permitir que este estado de ánimo siguiera. Él no era una persona malvada como su mirada sugería, ni una persona benevolente que se sacrificaría a sí mismo por personas desconocidas; solo era una persona más en este mundo. Por eso debe recuperar el ánimo anterior, o las cosas pueden terminar mal, y crear una historia diferente…
Los pasos eran lentos mientras subían, muy lentos, mucho más lentos que cuando Ann arrastraba un grupo de monstruos por una ciudad derruida. Robert pensó durante un instante que decir, pero jamás había consolado a alguien, por eso sin una mejor idea, solo continúo siendo el mismo.
Robert: -- …Cierto, me preguntaba cómo es el área de castigo, ya que nunca he ido allí --
Ann: -- ¿eh? -- su respuesta fue mucho más aletargada; y al contrario de lo que se esperaría del conejito tembloroso, no tenía los ojos llenos de lágrimas, o llenos de tristeza, solo estaban completamente secos, como un cadáver expuesto al sol, como la acumulación de una vida cruel.
Robert: -- No me contaste que estuviste allí -- Robert lo ignoro todo y continuo. -- quería tener conocimiento previo sobre ese lugar, para estar preparado y eso… --
Ann: -- …eh …mmm (¿en que está pensando?) …claro -- durante el momento que se puso a pensar, sus ojos apagados empezaron a mostrar un miedo más directo y simple. / No parece estar mintiendo… Cierto, el maestro es muy hábil, es posible que nunca haya sido derrotado, y no muchas personas quieren hablar de esas experiencias… /
Robert: -- ¿Hay algún problema? -- preguntó.
Ann: -- No… no, solo no es algo que me guste recordar; pero puedo contarle: --
Mientras subían las escaleras la pequeña señorita agitaba los brazos en un montón de gestos, tratando de explicar cómo era el lugar que llamaban: la zona del castigo.
En el mundo actual, que muchos confunden con un juego, como obvia regla en todos los juegos, la muerte no existía, las pocas excepciones a esa regla eran secretos casi imposibles de conseguir, para el resto del mundo "morir" no era el final. Cada vez que un jugador era "derrotado" podía resucitar, después de pasar por un castigo, una penalización a sus estadísticas y el reinicio de todo el desarrollo de su cuerpo y/o habilidades. Para luego volver a intentarlo.
La pequeña señorita hablaba con un montón de aspavientos y gestos, todos los eventos acontecidos antes de que fuera enviada a la zona del castigo, mientras se agitaba como un ave parlanchina, trataba de contar cada detalle, pero sin un orden coherente. Era como cuando un amigo tonto trata de contarte una película para animarte a verla, pero solo escuchas un montón de malos spoilers. Robert trató de poner la expresión más exasperante que pudo en su rostro, una cara realmente espantosa, pero fue ignorado olímpicamente por la señorita que continuaba hablando sin parar.
Cuando se acercaba a relatar sobre la zona del castigo, no solo sus ojos, sino todo su cuerpo empezó a mostrar leves temblores, en sus ojos brillaba el miedo, pero era un miedo diferente al anterior, ese miedo de un alma derrotada, la que cree que morir ahora y pudrirse es la mejor opción, ese miedo no, sino mostraba ahora un miedo más sencillo, el que ayuda a alejarte de algo que te causa dolor, el mecanismo básico de los seres vivos para protegerse del peligro. Aunque el miedo que sentía ahora era de menor escala, sin duda alguna, el conejito empezaba a estremecerse por sus recuerdos.
Ann: -- …Solo he ido a la zona del castigo una vez, pero pude ver las dos áreas siguientes. -- dijo con una voz pequeña.
-- Cuando desperté, estaba atada de mis brazos a una inmensa cadena que se extendía hasta el cielo… era muy grande, parecía estar conectada a las oscuras nubes grises… Estuve colgada, solo atada a mis brazos durante doce horas… fue muy doloroso, sentía que mis brazos se me desgarraban… pero supongo que ver los que sucedía en las otras áreas, fue más aterrador. -- Sus pasos se detuvieron por completo en las escaleras del séptimo piso, su cuerpo temblaba fuertemente, se abrazó a sí misma y empezó a hacerse una pequeña bolita.
Robert: -- Ya veo, un ataque psicológico… --
Robert miró al pequeño conejito, pero no dijo nada para consolarla.
Ann: -- Umu… como estaba colgada a varios metros sobre el suelo pude observar fácilmente las otras dos áreas, no, ese era el objetivo en realidad… -- dedujo -- en el área siguiente los castigados eran esposados a una estaca en el suelo, en un lugar parecido a un desierto, sin agua ni comida durante tres días… durante tres días los dejaban secarse al sol… --
Robert: -- Eso sin duda es aterrador -- interrumpió con una risa tonta.
Ann: -- No se preocupe maestro, en su primera vez irá al área donde yo estuve. --
Robert: -- JA JA JA, ya veo -- / No lo decía por eso / pensó mientras se palmeaba el estómago.
Ann: -- Como el maestro es muy valiente seguro no es la gran cosa, pero yo no soy tan valiente… -- mientras hablaba su voz fue desapareciendo al final.
Robert: -- No, no, no, nou. Estas equivocada, me da mucho miedo en verdad, solo ser el siguiente al que van a vacunar da mucho miedo, imagina ver que tu siguiente castigo es ser secado como pescado… y aún peor, ¡sin comida!, no es algo que quiera probar. Absolutamente no --
Quizás sea por sus gestos sarcásticos que mostraba todo el tiempo, o por lo liviano y poco creíble de sus palabras, por todo ello el pequeño conejito jamás había confiado en las palabras dichas por su nuevo maestro, que, junto con esos ojos perversos, siempre parecía tener un plan malvado en mente, o alguna broma pesada para aliviar su aburrimiento, eso pensaba en estos tres días. Pero quizás siempre dijo la verdad, pensó el conejito, era solo que no le daba importancia, por eso sus palabras carecían de peso, para él no tenía sentido mentir, no había razón para hacerlo. Por lo menos ella creía que ahora hablaba en serio, aunque nada lo demostrara.
Robert: -- …En la era moderna se ofenden adoloridos por pequeñas cosas insignificantes, estos castigos debe haberlos traumatizado en serio, (#sonrisa sarcástica#) es por eso que, hasta los torpes zombis pueden destruir a la humanidad (#risa burlona fuerte#) -- mientras Robert se burlaba, continuaron subiendo hacia el octavo piso. -- Así que no te preocupes chibi, los dos estamos en el noventa por ciento de llorones, solo los masoquistas e idiotas les gusta el dolor, así que está bien tener miedo. -- la consoló, aunque sin duda, él no se dio cuenta.
Cuando llegaron al final de las escaleras toda la conversación se había detenido. La expresión de Ann era mucho más relajada. Aunque sea un poco, se había logrado liberar de la pesada atmósfera. Después de contar su historia, sus miedos parecían un poquito más pequeños…
Robert: -- Ya te envié los recursos que necesitas, descansa, luego que revise algunas cosas te comunicare que vamos a hacer a continuación. --
Ann: -- Umu -- Solo asintió, pero a diferencia del pasado no mostraba ninguna emoción.
El pequeño conejito siempre había sido una persona fácil de leer, una persona inocente, torpe, de las que son fáciles de engañar; siempre se mostraba en su rostro lo que pensaba. Pero ahora parecía una experta jugadora de póker, sus bonitos ojos café miraban a Robert, pero no se podía leer nada en ellos, que es lo que querían decir, Rober no podía adivinarlo…
Ann sintió una pequeña gota de agradecimiento. Si esto fuera un juego de citas, aparecería: "+1 Afecto".
Se miraron durante algunos segundos, hasta que empezó a volverse incómodo, luego giraron cada uno a su apartamento, y se despidieron como buenos vecinos.