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Chapter 5 - Inicio del Fin del Mundo (Editado)

Hace un poco más de dos años, el mundo como se conocía terminó, la civilización se había desmoronado, casi todo aquello que nos convertía en humanos, se perdió. Quien lo hizo y porqué sucedió, es algo que todos saben, pero, aun así, nadie pudo hacer nada para evitarlo, nadie puede hacer nada para cambiarlo. Un destino aparentemente inevitable…

Era un sofocante domingo de verano, en el octavo piso de unos viejos departamentos en el área residencial, un hombre gordo estaba sentado en un sofá, rodeado por diversos tazones de comida y frituras varias, cambiaba entre las diferentes opciones de entretenimiento de su televisor, mientras disfrutaba del del ventilador a un costado, a pocos centímetros de su cuerpo.

SFX: Cigarras, ventilador.

Aunque el verano ya había hecho graves estragos; el suave cielo sin rastros de nubes, las rápidas brisas que silban entre las calles y el poco tráfico del área residencial, hacían de ese domingo un perfecto día de verano, un bonito y agradable día para salir a pasear.

Un parque a tres cuadras de distancia que estaba poblado por familias y risas, afirmaba ese hecho. Pero hoy, Robert no parecía compartir ese deseo. Nunca tuvo ni una afición o pasión real por algo, al igual que cambiaba entre las series en la televisión sin buscar algo en específico, cambiaba las actividades que realizaba en su tiempo libre. No era fanático de algún género en especial, ni seguidor de ningún artista, cualquier cosa que le entretuviese ese día servía.

Y los domingos son el único día libre que tenía a la semana, y aunque, un paseo por el parque era una idea agradable, los últimos tres días en el trabajo habían sido extenuantes, no tenía ganas de moverse un solo paso; el ventilador y el sofá parecían la mejor idea…

Robert vivió sus primeros años en una familia monoparental, donde su madre por un motivo "X" había desaparecido, más tarde su padre volvió a formar una familia, y aunque nunca fue despreciado, su relación entre ellos se describe mejor como un contrato de responsabilidad, donde cada uno cumple con su parte, no tenía ninguna relación afectuosa con nadie. Con el pasar del tiempo sus relaciones se volvieron más tenues y superficiales. Lentamente se volvió más y más apático.

Luego de terminar sus estudios se mudó por su cuenta, y empezó a trabajar en una empresa de publicidad. No era nada interesante, solo una rutina aburrida y repetitiva, que era compatible con su vida sin pasión.

Lo único de interés sería su jefa de departamento: una mujer muy hermosa, que vestida con su ropa de oficina daba una apariencia muy caliente; sus largas piernas cubiertas por unas suaves medias de nylon negro, y esa deslumbrante curva al llegar a su cadera, se convirtió en el sueño de muchos. Pero para la decepción de los pervertidos, era una mujer recientemente y también felizmente casada, no hacía tratos turbios, ni era una persona malvada que necesitará ser castigada con las nalgadas de la justicia, como en algún doujinshi, ni daba material necesario para escribir una novela pervertida; y además, la relación con Robert era simplemente cero. Aun así, era muy importante para él, al fin y al cabo, su mirada podrida siempre le traía problemas, su trabajo no sería la excepción…

El jefe de recursos humanos era el clásico hombre apuesto y ganador en la vida, tenía un buen sueldo, auto y casa; también estaba casado con una mujer muy bonita y tenía tres hijos; y, aun así, a sus casi cuarenta años, varias jóvenes pasantes terminaban en sus garras cada año, un hombre que era la envidia de muchos. Este hombre ya sea por aburrimiento o asqueado por la mirada perversa de Robert, gasto gran parte de su tiempo libre metiéndose con él, en conjunto con el resto de trabajadores, hombre y mujeres, sin un motivo aparente, de una manera irracional, o solo por su perversa mirada, habían convertido el meterse con Robert el deporte oficial de la empresa. Ahí es donde entra su bella jefa que, aunque no era amable, ni daba un trato preferencial a Robert, no permitía que tales actos estúpidos sucedieran en su presencia, lo que hacían su situación mucho más simple y llevadera.

Pero al final, Robert era una persona apática, los insultos y molestias realmente le importaban poco o nada, ni siquiera se planteó por un momento el cambiar de trabajo u otra solución plausible, solo continúo cumpliendo las órdenes de sus jefes, mientras pudiese hacerlo, realmente no sentía ganas de discutir. Pero estos últimos tres días su jefa pidió permiso por un motivo que ignoraban, tampoco le importaba realmente, pero los demás aprovecharon el momento para usarlo como mula de carga, moviendo cajas de un lado al otro, solo para su simple entretenimiento; por eso su cuerpo estaba tan cansado. Tomo la comida precocinada de su cocina junto con las frituras y se sentó en su sofá, mientras escogía una serie que le llamase la atención. Era el mejor plan para ese día. O eso quería.

Pero ese domingo a las 11:37 de la mañana, cuando cada persona hacía diversas cosas sin relevancia; un día común como cualquier otro… el mundo llegó a su fin (cambio)...

Durante unos instantes el ventilador continuó girando, hasta lentamente detenerse, como el preludio a una película de miedo. Al mismo tiempo todos los dispositivos eléctricos dejaron de funcionar, y una presión inmensa descendió del cielo, encarcelando su cuerpo; y una voz inhumana habló en todo el mundo:

Voz: -- Son demasiado débiles -- dijo con un tono arrogante y despectivo. -- Enclenques con vidas sin sentido ni razón; el juicio final se acerca, pero no sobrevivirán ni un instante...

Indignas criaturas inútiles…

Solo son criaturas sin valor que no merecen nuestra ayuda; pero quizás alguno valga la pena.

¡Esfuércense! -- ordenó.

Fueron las primeras y últimas palabras que había hablado el que luego fue nombrado dios. Aunque la situación sonaba como los delirios de un estudiante de octavo grado, la presión que brotaba de esas palabras se sentía muy real. Y el significado de esas frases se volvió tangible apenas terminó de hablar: los fuertes gritos ahogados, la destrucción de los edificios y los rugidos de criaturas desconocidas, ese día, esos gritos ensordecieron el mundo, y lo sentenciaron.

Todo sucedió en un corto instante, pero se sintió como largas horas en la mente, aun así, no hubo tiempo de pensar en nada, ni en reclamar a la compañía eléctrica o las compañías que crearon los electrodomésticos, o si era un sueño o no lo era; o cualquier otra estupidez que pudiese pasar por la cabeza de las personas de esta era. Quizás era una muestra de lástima, pero la voz había dejado una espesa sensación de muerte que despertaba hasta los más aletargados instintos de supervivencia. La sensación de crisis hizo que incluso Robert temiese por su vida, algo debía hacerse, ya fuese un sueño, o un truco, o la realidad, pensar en ello no era importante, sobrevivir sí.

Pero luego que la adrenalina volvía a estar bajo su control, y su mente podía pensar con claridad. Realmente valía la pena, se preguntó, pero para él la respuesta ya estaba decidida...

Al estar en el octavo piso le daba la suficiente altura para ver muchas cosas: criaturas aparentemente salidas de una película de ciencia ficción de bajo presupuesto, junto a otras que parecían de una fantasía medieval sin mucha originalidad. Vio dragones, tecnología, luces que probablemente eran magia, y un sin fin de cosas sucediendo, pero, si alguna vez en el pasado, cuando era solo un niño, sintió anhelo, ahora mismo no, no sentía ninguna emoción en absoluto, ni el miedo, ni el deseo. Tampoco le importaba demasiado sus familiares y amigos, ellos no lo buscarían a él, él no los buscaría a ellos. Si de todas formas moriría, mejor aquí, igual, ya está muy cansado para correr por las calles. Dormiré, decidió. Y entonces así lo hizo.

...

Aunque muchos sueñan con un futuro distópico similar a este, la realidad en el mundo moderno, pacífico en su gran mayoría, con una mínima población preparada para una situación bélica o e alto estrés; con estos parámetros como base, solo existiría una insignificante resistencia, si hubiese un cambio tan repentino en el mundo, los monstruos tendrán un festín servido, un buffet libre de todas las razas y colores, nadie se salvaría. Creer lo contrario sería una gran estupidez.

En un corto tiempo, este nuevo mundo se llenó de ríos y mares de sangre, retazos y fragmentos de objetos y personas regadas de forma aleatoria en cada centímetro del planeta; la humanidad destrozada en todo nivel. Ese día la humanidad debió haber perecido, pero ese día, nadie murió, todos resucitaron minutos después de ser derrotados, una regla especial sin penalidades, válida durante los primeros quince días del apocalipsis, una gracia concedida por aquellos que causaron este lío.

Aun así, el regusto que deja la muerte, la sensación de ser masticado vivo, y cada nueva e innovadora forma de muerte esperando, todo ello está más allá de lo comprensible por la cordura humana, más allá de lo que se puede tolerar; pero la locura también estaba prohibida en este nuevo mundo, los delirios no darán salida al infierno. Los nuevos sistemas del mundo aliviaban la psique sólo lo suficiente para permitirles resistir y continuar luchando. No había descanso.

Mientras el mundo ardía en la calamidad, el protagonista dormía.

No era la primera vez que hacía algo similar. Su personalidad se había ido torciendo hasta que su propia vida empezó a carecer de sentido, pero no era un personaje de algún modo especial.

Desde que era un niño lleno de mocos, cuyas emociones cambian con pequeños estímulos, hasta su actual yo que duerme en medio de un apocalipsis, sus emociones se fueron desgastando a pasos; pero no por un trauma grave, ni tampoco una decisión férrea, o alguna lejana promesa. Si las personas viesen su alma, solo observarían a una persona aburrida. Como se mencionó, no fue un personaje especial, no poseía ningún don extraordinario, ni un pasado único… solo era una persona sin deseos.

Su vida podría resumirse en una sosa película a blanco y negro, dando una sensación de irrealidad, sin sentido, donde todo parecía tener un guion preparado, pero era ese "guion", quizás, lo único que le gustaba de sí mismo.

Realizaba la misma rutina todos los días, toma el mismo tiempo cada día para desayunar como para cepillarse los dientes, y cada otra actividad de su lista; no es que fuera un perfeccionista o tuviese algún trastorno obsesivo compulsivo, simplemente mientras se cumpliese las actividades en su lista, las pequeñas diferencias no son tan importantes, ni le causan alguna molestia. Todo su día estaba planeado, es algo que le hacía sentir seguro y en calma. Pero en la sociedad hay demasiados factores desconocidos que hacen imposible seguir con un plan tan simple, por eso empezó a utilizar un planeamiento de acción reacción, una lista de opciones a determinados estímulos que le permiten alcanzar un fin.

Algo como simplemente saludar a una persona en la calle, se ramificó en varias opciones dependientes del tipo de reacción que desea, que tipo de persona era, y qué palabras son mejores para causar la impresión deseada; era una inmensa lista de pasos que planifican su comportamiento de una manera más eficiente...

Pero nada en este mundo es inmutable, incluso para aquel que duerme entre gritos y explosiones. Así como el mundo cambió, la humanidad también empezó a cambiar, dentro de su interior, nacieron nuevas habilidades que superan el sentido común.

Las habilidades fueron otorgadas justo después que la voz terminase de hablar. Ese largo instante, no solo fue por la percepción de las personas, sino que se utilizó ese tiempo alargado para instalar un terminal en cada jugador, que les brindaría ayuda en este nuevo mundo, y también les daría información de cómo usar el orbe de habilidades. Pero su demasiado amigable interfaz de usuario había sido contraproducente en este caso, minimizando los mensajes a un pequeño ícono de notificación, por la falta de interés de Robert…

El orbe de habilidades permite elegir una habilidad dentro de una larga lista de habilidades, de forma consciente, para el dormido protagonista tal opción era imposible, pero aun así el orbe estaba siendo utilizado, no era un error en el sistema, o algún bug legendario que le permitiría hacer trampa, sino otra forma de elegir habilidades. Al entrar en una inmersión profunda que permite experimentar directamente las habilidades y elegir la más conveniente de la larga lista. Pero para ello se requiere una meditación perfecta, limpiarse de todos los pensamientos innecesarios, y mantener una absoluta calma, por suerte para Robert, que desde hace varios años dejó de soñar completamente, era su estado natural al estar dormido…

Dentro de ese pensamiento vacío, un pequeño latido de deseo vibró.

¿Si no piensas en nada? ¿Qué es lo que queda?

...