Capítulo 8
Eran ya las siete y media de la mañana y tiene que dirigirse a la escuela, ahí encuentra a todos en ropa de playa ¿Qué estaba ocurriendo? Sencillo, había olvidado la excursión. Todos subían al autobús y él estaba siendo regañado por olvidarlo todo, sin embargo, no lo dejaron volver a la casa, lo obligaron a irse.
Al subir podía ver el típico rechazo que lo obliga a sentarse solo. El trayecto fue divertido para casi todos, se entretenían molestando al pobre muchacho que solo lograba esconder su cabeza detrás de su mochila mientras le aventaban todo tipo de cosas o le golpeaban. Una vez que llegaron a la playa se sentó junto a los profesores en busca de paz y para su mala suerte castigaron a Jack el chico más fastidioso, sentándolo a su lado. Al principio estaba callado, solo observando, pero con el pasar de los minutos le pregunta a Federico:
Jack —Sabes que lo de nosotros es solo un juego –al no escuchar respuesta alguna continua– Comprendo que en ocasiones nos excedemos un poco, pero en el fondo tú sabes que somos amigos ¿Verdad? –Dice extendiéndole la mano, recibe la de Federico a desgana –¿Te gusta observar esa belleza de naturaleza? Porque te noto muy callado.
Federico —Es solo piedra, basura y agua.
Jack —No, más allá de eso.
Federico —Mar y peces.
Jack —No te hagas el inocente, lo tienes frente a ti, abre los ojos.
Federico —¿El cangrejito?
Jack —Esas montañas y abismos misteriosos en los diferentes terrenos.
Federico —¿De qué hablas?
Jack —Me voy que contigo no hay quien hable, eres un idiota.
Federico — Vete hombre que no hay quien te entienda –Al decir esto le saca una libreta de la mochila, precisamente la especial y comienza a correr por toda la orilla mientras Federico intenta agarrarla. Los profesores entretenidos hacían caso omiso por tanto parecía que nunca acabaría; para su suerte un chico de extraña vestimenta lo detuvo y bajo algunos refunfuños lanzó la libreta al agua.
Llorando Federico la sacó y agradeció al muchacho, quien dijo:
Lanz —Por nada, soy Lanz, sé lo mucho que aprecias esa libreta y lo divertido que es viajar a otros mundos.
Federico —¿Cómo lo sabes?
Lanz —Yo también tengo una. No deberías preocuparte, parece ser inmune al agua y al fuego, la rompes y aparece recreada, simplemente mágica.
Federico —¿Inmune?
Lanz —Digamos que no se moja ni se quema, cuídala mucho. No escribas en lugares inseguros con ella, podría costarte la vida como a mi hermana, yo la heredé de ella.
Federico —¿Qué le ocurrió?
Lanz —Un incendio en su local de trabajo durante el descanso, ella estaba en el otro mundo y no sobrevivió.
Federico —¿Podría verte en ese otro mundo?
Lanz —¿Dónde te encuentras?
Federico —Cerca de un lugar llamado Xon.
Lanz —Allí nos veremos.
Transcurren las horas mientras se duerme recostado a un árbol. El viento moviéndose entre las ramas y el sonido relajante de las olas llenan su corazón de paz, una paz que hace tiempo no encontraba.
Entreabre los ojos y observa como dos personas se acercaban a Jack a lo lejos, uno venía por detrás mientras otro parecía hablarle por delante. Se encoje de hombros como a quien no le interesa; lo más probable es que fuese juego pesado. Inmediatamente comienza a sentir un mal presentimiento. En instantes los hombres huyen dejando a Jack hundiéndose bajo el agua. No dijo ni una palabra de lo visto, temía buscarse más problemas de los que tenía. Pasó el tiempo y notaron la ausencia, para la sorpresa de todos había ocurrido algo fatal. Rápidamente se llenó de policías el lugar enviándolos de vuelta, todos serían interrogados por lo ocurrido durante los próximos días.
Esta vez el autobús estaba más tranquilo, parecían haber consumido un sedante, algunos mostraban rostros de tristeza, otros de preocupación, pero nuestro principal estaba feliz. De una vez por todas estaba disfrutando, miraba por la ventanilla rogando que nunca terminara esa tranquilidad. Extrañamente siente alguien sentarse a su lado, al volver la vista era Lanz, sonriendo mientras le mostraba su libreta. Pasaron un buen rato hablando hasta que sintieron sonar el claxon del autobús y un fuerte frenazo. Sus vistas se desviaron hacia la carretera; tras esquivar un camión se dirigían montaña abajo. Lanz comienza a leer su libreta y se duerme en segundos, mientras Federico decide guardarla en la mochila. Apenas realiza el acto el autobús se vuelca rodando ferozmente montaña abajo, en ese instante muchos gritos se detienen, algo lo golpea y lo deja inconsciente…