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Chapter 11 - Capítulo 11

Capítulo 11

Xoras y Federico se encontraban en las altas cumbres de Cosombo, un frío los azotaba sin cesar y la marcha debía detenerse. El tiempo transcurría mientras la noche caía descendiendo las temperaturas con el avanzar de esta. El elfo saca de la mochila un círculo de madera y lo lanza sobre el suelo. Federico busca algo parecido, pero no encuentra cosa tal entre sus pertenecías; por si fuera poco, el viento estaba implementando su fuerza y Federico estaba al desfallecer. La esperanza parecía perdida, sin embargo, el elfo no se rendía, estaba jalando una perilla situada en el círculo de madera. A pequeños pasos Federico llega donde se encontraba el elfo a quien ayuda jalando ilógicamente tal objeto. En segundos se abrió y dentro cayeron ambos. Extrañamente se encontraban en una casa pequeña pero reconfortante, donde no había tendencia a temperatura alguna.

En un gesto Xoras ordenó a su compañero que cerrase aquella escotilla por donde se estaba colando la nieve. Al realizar el acto, el viajero de otro mundo no se limita a preguntar:

Federico —¿Cómo es que hay una casa en un pedazo plano de madera?

Xoras se quita los tapones pidiendo que repita la pregunta. Una vez escuchada este responde:

Xoras —Sencillo, esta casa se encuentra en otra región dimensional, para ser exacto un miniuniverso creado precisamente para albergar este tipo de viviendas, lo que atravesaste no era más que un portal.

Federico —Entonces… ¿puedo salir por esa puerta y saldré a otro mundo?

Xoras —Si sales por esa puerta terminarás cayendo en el vacío, una eternidad, a no ser que te agarre y te ayude a entrar. Al llegar al fondo de este universo terminarás en la parte superior de él, es como un bucle.

Federico —¿Quiere decir que la casa esta se encuentra en constante caída?

Xoras —Veo que captaste la idea. Ahora a dormir hasta mañana.

No lograba conciliar el sueño pensando en que si se rompiese el suelo podría caer por una eternidad; pero bueno, el cansancio lo venció. Al amanecer fue despertado por Xoras abriendo la escotilla y gritando: — ¡Ya llegamos! –pero el temeroso Federico no compartía el mismo entusiasmo. Es entonces que con gran astucia el elfo dice unas palabras: —Es una lástima que la dimensión dure doce horas solamente –apenas llegaron esas noticias a los oídos del durmiente dejó de dormir y salió del lugar.

Xoras —Era broma –dice mientras recoge y guarda el portal.

Federico —No se bromea con ese tipo de cosas, pudiera haber muerto.

Xoras —Nuestro objetivo es robar el unicornio-

Federico —Rinoceronte blanco de un cuerno-

Xoras —Como quieras decirle, los planos que traje muestran el lugar donde se encuentra –dice desplegando un gran papel sobre el suelo.

Federico —Una pregunta ¿Cómo entraremos por la puerta?

Xoras —Que sea un castillo no significa que sea algo súper reforzado.

Federico —Explícate ¿Cómo entraremos?

Xoras —Lanzaré una serie de flechas de fuego, de esta manera llamaré la atención, y una estampida de búfalos de papel me perseguirá para que entonces puedas entrar.

Federico —¿Y cómo es que te salvarás?

Xoras —Además de papel todo lo de alrededor presenta un circuito que recibe información del cerebro central, yo desactivaré los lejanos con una descarga de 440 voltios.

Federico —Entonces… si entiendo bien, yo debo entrar a lo que sería una colmena o un organismo gigante.

Xoras —Exacto.

Federico —Robar un ser de este organismo que lo aprecia como a su corazón.

Xoras —Sí.

Federico —… Sabes, si muero volveré a entrar, pero esto no se quedará así.

Seis flechas ardiendo salieron del arco de Xoras mientras Federico se escondía en la nieve. Todas fallaron, en un segundo intento impactaron tres, pero dos terminaron apagándose. El tercer intento no pudo terminarse, se acercaba la estampida, aunque no la veía, Federico pudo notarlo al salir corriendo Xoras.

El camino estaba despejado, a hurtadillas fue entrando, descendió hasta el último piso, fueron 250 escalones contados. Al llegar al piso destino apreció dos guardias gigantes, eran estatuas, pero llamaban la atención pues, en todo su recorrido por el interior no había apreciado una estructura fuera de la normal del castillo, nada de decoraciones ni objetos internos. Corriendo pretendió pasar entre los guardias, pero una reja salió del suelo impidiéndole el paso. Las gigantescas hachas comenzaron a ser movidas por aquellas estatuas, los reflejos de Federico eran pésimos pero su intelecto superior decidió retroceder a tal punto que pudiera lanzar el poder con toda libertad.

—¡Es momento de hacer un incendio! –gritó mientras un rayo atravesaba el castillo de lado a lado; tras esto comenzó a arder todo.

Corrió por los interiores, pero solo encontraba rejas vacías. Fue entonces que vió algo romper una reja, era el unicornio, se acercaba a toda velocidad hacia él asustado. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo lo sacaría? Era imposible subir 250 escalones en un castillo de papel en llamas. Nuevamente lanzó el haz de energía contra el suelo y los dos cayeron al vacío, durante la caída se sostuvo fuertemente al ser mitológico, en cuestión de segundos pudo apreciar cómo se acercaba al suelo con una velocidad sorprendente.

(Tiempo después)

—¡Oye abre los ojos! No puedo cuidar por siempre de ti.

Aun con los ojos cerrados Federico dice:

—¿No sé por qué me suena tu voz?

—Abre los ojos y verás quien soy.

Al abrirlos se sorprende pues ve una cabeza de calabaza como las de Halloween —¡Sí, me imagino quien eres! La calabaza que piqué el año pasado, deja las payasadas y quítate esa cosa ridícula de la cabeza.

— Primero respóndeme esto ¿Aquel unicornio es tuyo?

Federico —Sí ¿Por?

—No es por asustarte, pero sabes que solo hay siete ejemplares como este en el mundo y su cuerno vale una inmensa cantidad de dinero.

Federico —Eso no me asusta.

—Bueno, el problema es que estaban bajo custodia y según la marca de este pertenecía a los Goblins.

Federico —Si no había ni tanta vigilancia.

—Nadie se atrevería a desafiar a esos enanos, son los peores enemigos que puedes tener si le robas algo. Ni los oscuros se atrevieron a robarle ¿Cómo tuviste el valor de hacerlo? ¿Sabes que pudieras ocasionar una tercera guerra mundial por ese simple acto?

Federico —Tranquilo, que tampoco me robé la pantera rosa.

—En este mundo sí lo hiciste, incluso más que eso, si estás en una misión te acompañaré, debes cuidarte ahora más que nunca, llevas en tus manos más de un billón de torts, en cambio pediré parte de la paga.

Federico —Como desees, pero solo me acompañarás si me muestras tu rostro, no podría confiar en alguien que se oculta detrás de una máscara.

Lentamente se fue apreciando un rostro muy familiar, uno que jamás creía volver a ver y con este iniciarían más preguntas sobre la realidad y la fantasía…