_ La moneda de plata que resguardas entre tus dedos será el artefacto que le concederá vida a este juego. Después de todo, su significado simplifica la esencia que posee cada historia. Siempre habrá dos versiones, luz y oscuridad, una mentira y una verdad, una decisión y una consecuencia, una cara y una cruz. _ encogiéndose de hombros, sonrió ladino.
_ ¿Cuáles son las reglas del juego? _ Aquellos ojos dorados se incrustaron en la moneda avejentada que viraba entre sus dedos.
_ Jugaremos a las adivinanzas. Era el juego favorito de mi madre cuando era un crio, no importaba si ganaba o perdía siempre me atribuía una recompensa. _ Una sonrisa pletórica de nostalgia y amargura sucumbió su a perfilado rostro. _ Pero bueno, no sería un juego si alguno de los dos no pudiera ganar, así que en esta versión existirán repercusiones. Las reglas son sencillas, la moneda representará los dos bandos opuestos y los turnos que tomará el escogido, sin importar las repeticiones del bando. Además, el objetivo, será encontrar al impostor resguardado en alguna incógnita dicha por el jugador, en tanto el contrincante deberá adivinar el nombre de la persona a la que hace referencia la adivinanza. Disponemos de diez segundos para responder, ni más ni menos.
_ Si yo gano, liberaras a Adeline y a Gianluca y tú te entregaras ante las autoridades. _ instó Jean Pierre, desviando la mirada de la moneda a Castiel.
_ No hay solicitudes en un juego mi querido Jean Pierre. Deberás aceptar las condiciones predichas por su creador. Si tú ganas, tendrás que escoger a quién salvarás de su trágico destino. Si decides socorrer a Gianluca, Adeline tomaría su lugar. Después de todo, no solo Gianluca es el que se encuentra aprisionado. La muñeca de ella está prensada por un imperceptible hilo que conecta con el tanque rebosante de ácido. Si deja de tocar el instrumento, el barril cederá y se desparramará sobre ella. Claro que toda regla tiene una excepción. _ Haciendo un ademán con los cubiertos, señaló a Adeline. _ Le propuse un trato semejante al tuyo, si decide no hacerlo o rebasa el tiempo predestinado en el reloj de arena, se anulará el acuerdo. Así que te aconsejo que te apresures cuando vayas a tomar la decisión. _ chasqueando los dedos, un guardia le aproximó el reloj de arena sobre una almohadilla de seda que situó en el centro de la mesa.
_ ¿Y si pierdo? _ Sus ojos dorados contemplaron la figura danzante de ella posada sobre el escenario, con la mirada perdida, ensimismada en algún recuerdo sombrío de su pasado.
_ Lo pierdes todo Jean Pierre. Nuestro hermano y Adeline morirán, al menos que Adeline decida salvarse a ella misma en vez de a ti, en todo caso, tú tomarías su lugar después de ver como es calcinado Gianluca en ácido. _ embozando una sonrisa sinuosa, masticó un trozo de filete.
_ ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no acabar con todos de una vez? ¿Qué quieres demostrar? _ tensando la mandíbula, plasmó la vista desasosegado hacia Gianluca.
_ Quiero que vivas en carne propia lo que yo viví, quiero que sientas lo que yo sentí cuando se me fue arrebatado todo lo que atesoraba. La peor condena no es morir Jean Pierre, es vivir sin lo que más amas. Deseo que vivas el infierno que yo he sufrido en todos estos años. _ El odio y el dolor consternaron su mirada pletórica de venganza.
_ Ya veremos quién será condenado _ sentenció Jean Pierre, arrojando la moneda de plata al aire. _ ¿Cara o cruz?
_ Cara. _ escogió Castiel, sobando la boca de la copa con sus dedos.
Atajando con su palma la moneda al caer, Jean Pierre dejó a la vista el símbolo seleccionado al azar por la suerte.
_ Cruz. Supongo que seré yo quien haga la abertura de este juego. _acariciando la moneda la situó sobre la mesa. _ Hago y deshago reglas, muevo fichas sobre el tablero, pero sobre todo poseo el control absoluto a mí alrededor. ¿Quién soy? _ preguntó impasible plasmando la primera adivinanza del juego.
Castiel embozó una sonrisa, encontrando al intruso tras una breve indagación.
_ El poder, cualidad que representa a nuestro querido Jean Paul.
Jean Pierre asintió, reiterando el acto. La moneda viró tres veces en el aire, seguidamente descendió en su palma.
_ Cara. _ Afirmó Jean Pierre, aguardando meticuloso por su adivinanza.
_ Invento cielos e infiernos con encanto y mentiras, persuadiendo al más fuerte hasta que se convierta en el débil. ¿Quién soy? _ difundió Castiel, entrelazando sus manos sobre el mantel.
El silencio reinó en la estancia por seis segundos, en tanto Jean Pierre intuía a quién le pertenecía la referencia.
_ La elocuencia, cualidad de Gianluca. _ replicó Jean Pierre, ratificando con un asentimiento de cabeza por parte de Castiel.
La moneda de plata avecinó la segunda ronda. Nuevamente circundó los aires hasta desplomarse.
_ Cruz. _ anunció Jean Pierre, acunando la moneda entre sus manos. _ Sin palabras me quedo pero con acciones demuestro que puedo ser capaz de llevarme lo que sea si así lo deseo. ¿Quién soy?
Acariciando su mentón, Castiel meticuloso sondeó a los posibles sujetos que concordaban en la adivinanza.
Chasqueando los dedos a solo tres segundos de culminar su tiempo, sonrió ladino.
_ Contrabandista, hablas de nuestro amigo pelirrojo, André. Es a lo que se dedica, es su esencia.
Jean Pierre asintió levemente, acomodó la moneda sobre su pulgar, ascendió con ímpetu por los cielos, rodó cuatro veces antes de volver a descender nuevamente en el mismo sitio.
_ Cara. _ divulgó Jean Pierre mirando suspicaz a Castiel.
_ Soy arcilla cuando de amor se trata, me moldeo a cualquier esfinge con tal de llamar tu atención. ¿Quién soy? _ embozando una sonrisa lúdica, lamió su labio inferior.
El segundo hermano de los Sonobe, frunció el ceño, cavilando sobre el impostor cuyo perfil acertaba con la adivinanza.
_ Desesperación, defecto que posee Marion. _ contestó Jean Pierre, jugando con las yemas de sus dedos.
Riendo, Castiel asintió.
La tercera ronda se pactó al lanzar la moneda al aire, dictando el próximo turno al desplomarse sobre la palma de Jean Pierre el símbolo de una cruz.
_ Otro en disputa, en medio de una guerra ya empezada, no retrocedo ni huyo, espero con paciencia hasta que mis enemigos se maten primero. ¿Quién soy? _ Aludió Jean Pierre, ladeando la cabeza.
Castiel bajó la cabeza, divagando sobre quién era el intruso mencionado implícitamente. Faltando un segundo en terminar su turno, nombró al impostor.
_ Estratega, hablas de Darius Lancaster, el quinto en disputa por la mano de Adeline. _ haciendo una mueca, negó con la cabeza.
Un sonoro bufido por parte de Jean Pierre, hizo reír a Castiel.
La moneda reiteró el acto hasta ser atrapada por Jean Pierre.
_ Cara. _ enunció Jean Pierre, aguardando por su adivinanza.
_ Escondido tras una máscara estoy, un pasado teje el diseño del antifaz, hilos de mentiras y traición sujetan mi máscara. ¿Quién soy?_ proclamó Castiel con entonación enigmática.
Jean Pierre no tuvo que cavilar sobre aquel intruso inferido en la adivinanza. Sabía de quién se trataba.
_ La venganza se disfraza, al igual que tú Castiel. _ Dedujo contundente mirándolo.
En respuesta, una risotada severa resonó por toda la estancia.
_ Ya fuiste testigo de mi verdadera cara, mi esencia ya no se encuentra resguardada por un antifaz. _ palpando el respaldar del asiento al echarse hacia atrás, contempló a la joven que tocaba con destreza y tormento el violín. _ Esperé varios años para reencontrarme con aquella niña de ojos grisáceos y cabello rubio. Era el segundo motivo que me mantenía con vida, el afanoso encuentro que tanto le exhorté con vocifero al destino. Venos aquí, dos deseos suplicados al universo y solo uno de ellos fue escuchado. _ observándola con fervor, bebió un sorbo de su copa.
La mirada de Jean Pierre se plasmó en ella, intuyendo quién había sido el verdadero impostor durante todo este tiempo.
_ Mientes, ella no es lo que tú dices. _ vociferó azorado, negando con la cabeza.
_ Vamos Jean Pierre, ¿me dirás que ni una sola vez sospechaste de ella? Eres tú el que se miente a sí mismo. _ desviando la mirada de ella a Jean Pierre, se encogió de hombros.
La mente de Jean Pierre viajó al pasado, recolectó cada recuerdo de Adeline como si fuera un recuento vívido de imágenes. A través de sus ojos dorados, las llamas refulgían con osadía abrasando el pent-house, al cual se adentró turbado por el miedo que carcomía su interior. Ella estaba ahí, aprisionada en alguna estancia circundada por fuego, solo de pensarlo lo atormentaba, lo hacía enloquecer saber que podía ser la última vez que vería aquellos ojos de tormenta que lo hechizaban y abrumaban a la misma vez, aquel prolongado cabello rubio zarandeándose al bailar al son de la melodía que emprendía a través del violín, pero sobre todo su mirada de hielo, lo hacía estremecerse, sin saber cómo aquel angelical rostro podría resultar tan intimidante.
Recordó minuciosamente, ensimismado en cada ínfimo detalle de la joven. Percatándose de la verdad que ignoraba.
El incendio solo había acontecido en el piso superior, nadie más había sido un daño colateral de un incidente que fue inesperado. Ahí supo, que el verdadero causante del misterioso incendio controlado, había sido ella, por eso el Sr. Moriarty no se encontraba esa noche. Ella los hizo creer que se trataba de un atentado en su contra, cuando realmente solo aguardada sosegada su rescate. Esperaba por él, como también sabía que la razón de haberse alejado de ella en ese lapso, fue porque se sentía reluctante, los enigmas, las profusas dudas que la joven emanaba lo hacían desconfiar.
La explosión de la cabaña en Milán, habría sido un hecho verosímil sobre suposiciones que la joven incitó en él cuando encontró aquel recuadro familiar fracturado, hospedado en la cuna embadurnada de sangre. Un evento que por poco le arrebata la vida a él y a sus hermanos. Un percance que pareció ignorar, desistiendo de la idónea idea de que el verdadero enemigo dormía a unos cuantos pasos de su aposento.
Después de todo, él amaba así, no le importaba en lo absoluto lo que pudiera desencadenar aquel juego maniobrado por una impostora, él ansiaba seguir jugando, anhelada ser una ficha más sobre el tablero si eso pudiera personificar el sentido de pertenencia y devoción que tanto manifestaba hacia ella. Sin interesarle en lo más mínimo, escoger el camino que lo llevaría rumbo a traicionar a los de su propia sangre.
Jean Pierre bajó la cabeza en modo de perdición.
_ ¿Por qué me exiges escoger si sabes a quién elegiré? _ se sentía expuesto, su mayor debilidad había sido revelada, no fue capaz de siquiera mirar a su hermano menor que estaba a punto de morir por su decisión.
_ Mi madre se autodestruyó cuando eligió el amor antes que a su propio hijo. Mientras yo estaba encerrado en un internado, ella vivía dichosa por permanecer al lado del hombre que amaba, aunque su amor no fuera correspondido. Es nuestra naturaleza Jean Pierre, escoger nuestra mayor debilidad en vez de nuestra fortaleza, el miedo a que alguien posea aquello que tanto nos aterroriza perder nos hace caer en la locura, nos ciega y somos nosotros mismos los que destruimos nuestra vitalidad misma. _ replicó Castiel con la mirada pérdida en algún rincón oscuro de la estancia
_ Elijo a Adeline. _ musitó Jean Pierre, sellando los ojos.