La tenue luz amarillenta de un candelabro, iluminaba el reflejo de la joven en el espejo. La oscuridad hospedada en los rincones amplios del aposento, la hacían sentir en un escenario, apunto de tomar el papel protagónico en una estancia vacía. Esa soledad que evocaba la habitación sombría, era la misma que experimentaba en un auditorio profuso de masas bulliciosas.
_ Luces preciosa. _inclinado sobre el umbral de la puerta, recorrió con la mirada su figura esbelta arropada por un vestido rojizo de satén.
Adeline plasmó sus ojos grisáceos, más allá de su figura, en ambos iris de tonalidades opuestas que la observaban con vehemencia.
_ Desde niña, mi padre solía contarme historias que resguardaban una moraleja. Una vez me leyó "Tres comodines", un libro escrito por autor anónimo. Personificaba tres elecciones que el protagonista podía escoger para salir del oscuro abismo al que se había sumergido. El primer comodín se presentó como Delator, el segundo Abnegado y el tercero Muerte. La joven no comprendía por qué un comodín que debería ser una salvación, traería consigo un precio. Aun así, dispuesta a salir de aquel agujero vacío escuchó a sus presuntas salidas. Delator dijo poder auxiliarla, si a cambio le propiciaba su mayor secreto que sería difamado al mundo entero cuando saliera de allí. Al instante desechó al primer comodín, en tanto escuchaba las palabras del segundo. "Te ayudaré si renuncias a lo que más amas en este mundo". Un sacrificio que ella no podía otorgar, ya que significaba dimitir a la vida misma. Así que eligió al tercer comodín, decidió suicidarse, intercambiando su propia alma para no arraigar dolor ni sufrimiento dentro ni fuera del abismo. _ embozando una sonrisa amarga prosiguió. _ La moraleja es el deseo egoísta del ser humano por ser salvado, rehusándose a sacrificar algo igual de valioso como lo es la vida. Todo tiene un precio, nada es gratis. _ virando hacia Castiel, lo miró. _ Quiero mi comodín.
_ Oh mi querida Strange, esta noche la vida de Gianluca y la tuya están en juego, los dos morirán si Jean Pierre pierde y si gana, solo uno de ustedes sobrevivirá. _ acariciando un mechón de su prolongada cabellera lacia, inhaló el dulce aroma de su perfume. _ Desde luego, te obsequiaré un comodín. _ posando sus carnosos labios a un costado del cuello de Adeline, musitó. _ La vida de Jean Pierre a cambio de tu preciada libertad.
...
Te lo suplico Castiel, abdicaré a la realeza, renunciaré a mis apellidos, vagabundearé por las aceras de París si así lo deseas pero te lo ruego solo otórgame la opción de escogerla a ella, es lo único que anhelo. _ sucumbido por la desesperación, contempló a Adeline, levantándose, remitió contra la mesa.
Ante los incesantes suplicios de Jean Pierre, el menor de los Sonobe, embozó una sonrisa amarga, bajando resignado la cabeza contempló a la joven extenuada. Pensó en lo inverosímil que podía resultar la infiltración al santuario Sonobe y al robo de tres corazones presenciado en un mismo acto. Ella había logrado con éxito calar cada herida sangrante de ellos, aprisionando con sus máscaras las almas desesperadas de los hermanos pero sobre todo caviló en lo fragmentada que se encontraba su familia. Después de todo, los intrusos se habían escabullido por las grietas, no por invitación.
Por otra parte, el hermano del medio vivía un caos en su cabeza. Los tonos grises, se transformaban en negro o blanco, extremos que, según él, se debía de optar por el que más tortura podía desatar. No obstante, amor o familia lo atormentaban por igual. Él había asesinado a sus padres para proteger a sus hermanos y a sí mismo de los frecuentes agravios, escogiendo lo más valioso que poseía en ese tiempo, a sus hermanos. Ahora, algo circunstancial lo había turbado todo. Ella, emitiendo aquella estremecedora melodía con su violín y su mirada fría como el hielo, lo trastornaron, cambiando la panorámica de sus doctrinas. Su corazón disponía de mente propia, la sensatez ya no dictaba en su ser, sus impulsos anhelantes hacia ella, lo llevaron al tormento y a la culpabilidad que sentía en esos instantes.
_ Quién lo diría, Jean Pierre Sonobe suplicando por algo. _ emitiendo una risotada, negó con la cabeza. _ Siempre has sido hermético con el mundo, impertérrito con quién se aproxima a solo unos cuántos metros de ti. Ahora mírate, te desesperas por alguien y ansías su cercanía. Siempre fuiste el hermano sagaz y taciturno, ahora pierdes fácilmente la cabeza. Hiciste de Adeline tu mundo, seré yo quien la ponga en tu contra. _ Chasqueando los dedos, la rueca se detuvo.
El último grano descendió sobre el montículo de arena dentro del reloj. El lazo que mantenía en conexión a Adeline con la rueca, se deslizó por la muñeca, hasta caer bajo sus pies.
_ Ella tomó su decisión. _ levantándose, Castiel se aproximó a la joven, ofreciendo su antebrazo, Adeline vacilante, lo aceptó.
Aquellos ojos de oro perforaban con fervor los de ella, su corazón palpitaba desbocado, sintiendo como perdía la cordura. Una tempestad de emociones, arremolinaban su ser.
_ Como verás mi querido hermano, ella no eligió el amor o la amistad, se escogió a sí misma, optó por su propósito. Después de todo, ella sí prefirió a su familia. _ haciendo un ademán, atrajo la atención de un guarda, el cual llevaba consigo un revólver enfundado en un manto de seda rojizo. _ Adelante, venga a tu familia Adeline. _ concediendo el arma a la joven, ladeó una sonrisa plácida.
La trémula mano de Adeline acunó el revólver, evocando a su versión infante rompiendo en llanto sobre el cadáver embardunado de sangre de su padre.
Lágrimas nublaron sus ojos grisáceos, sus labios temblaban ferozmente al sujetar el arma en dirección a Jean Pierre. No obstante, los dos asesinos de su padre hicieron presencia en su campo de visión, desvaneciendo la figura del joven.
_ ¡Adeline basta! ¡Tú no eres así! ¡Por favor detente! Él es el verdadero enemigo. _ vociferó Gianluca, intentando desesperadamente librarse de las cadenas que lo sometían.
_ Antes de presenciar como Adeline te arrebata la vida, verás primero como tu hermano es calcinado en ácido. Que este recuerdo quede plasmado en tus próximas vidas. _ A punto de chasquear sus dedos para que la rueca sumergiera la figura de Gianluca en el interior del balde, una explosión abrasó el auditorio. La puerta dorada fue arrojada hacia uno de los extremos de la estancia. Partículas de polvo circundaron los aires, obstruyendo la visión del salón.
El ensordecedor sonido de tres disparos resonó en los rincones del teatro, acallando el chasquido de Castiel al ser perforada su cabeza.
Un hilo desenfrenado de sangre tiñó el costado del rostro de Adeline. Palpó recurridamente la zona, manchando sus palpas del líquido rojizo desbordado sobre sus pies. Tres agujeros en carne viva destilaban sangre sobre la cabeza de Castiel. Su cuerpo inerte se encontraba desparramado ante ella.
La joven se agachó, aproximando delicadamente sus manos hacia aquellos ojos que le provocaron fascinación cuando era pequeña, sellándolos, musitó.
_ Descansa en paz Castiel. Ya todo está bien. _ acariciando su melena oscura con afabilidad, desvió la mirada hacia la entrada.
Un puñado de guardias con armadura dorada se adentró al sitio, circundando la figura de un hombre resguardado por la desorbitada bruma de polvo. La otra parte auxilió al hermano menor de los Sonobe.
Dos ejércitos más con arnés cobrizo y montura plateada entraron al auditorio, liderados por Darius Lancaster y André Grey, disparando a la guardia negra y roja.
Un baño de sangre se desató, tinturando las paredes blanquecinas del salón.
El arma trepidante a la que se aferraba Adeline, fue cambiando de dirección hasta palpar sus sienes. Tantos años estudiando a los hermanos Sonobe para vengar a su familia y terminó queriéndolos e incluso enamorándose de uno de ellos. Su propósito fue distorsionándose hasta casi olvidar la razón por la que se había aproximado a ellos.
Lágrimas limpiaron la sangre de su rostro, mientras sus ojos se iban sellando despacio.
Su mente figuró a su madre depositando un dulce beso en su frente, musitando con su voz armoniosa de siempre "Todo estará bien mi bella hija, es hora de ir a descansar". Aquellas palabras la colmaron de tranquilidad y calidez. Palpando el gatillo, suspiró.
El revólver disparó hacia arriba al ser aprisionada su muñeca por la mano de Jean Pierre. Arrojando la pistola al pavimento, acunó entre sus brazos a Adeline, cubriendo los oídos de ella de los lacerantes gritos y disparos que atestaban su alrededor.
Un silencio sepulcral reinó en la estancia efímeramente.
El cúmulo de polvo, se dispersó. Dejando ver al responsable del espectáculo.
El mayor de los Sonobe se hallaba arropado por una bata celeste de hospital que dejaba al descubierto sus nalgas al merodear por el salón. Sus pantuflas beige pintorreadas de sangre, eran arrastradas presuntuosamente al caminar hacia Adeline y Jean Pierre.
_ Como verán no tuve la oportunidad de cambiarme. _ Alisando su bata, cepilló con sus dedos su despeinado cabello oscuro. _ ¡Dónde se ha metido Adler! Necesito mi esmoquin. _ sobando sus nalgas desnudas, buscó con la mirada pérdida a su guardaespaldas.
El segundo hermano de los Sonobe miró a Darius y a André en busca de una explicación.
André rascó su nuca en respuesta.
_ Sigue anestesiado, lo sacamos así del hospital. Lo siguen buscando. _ respondió Darius mordiéndose el labio inferior.
_ Adler está bien dormido bajo tierra, déjalo descansar en paz. _ vaciló Gianluca abrazando a su hermano mayor. _ No pensé nunca en decir esto pero de verdad me alegro de verte.
Como si Jean Paul recuperara la conciencia de lo acontecido, apuntó el arma en dirección a Adeline.
Gianluca se situó al frente de él.
_ Ya todo terminó hermano, déjala. _ apaciguó Gianluca, cubriendo con su corpulento cuerpo la figura de Adeline abrazada a Jean Pierre.
_ Aléjate de ella Jean Pierre. _ instó su hermano mayor, quitando el seguro del arma.
El segundo hermano la liberó del amarre de sus brazos, resguardándola a sus espaldas.
_ Tendrás que matarme a mí primero. _ sentenció Jean Pierre mirando amenazante a Jean Paul.
Soltando una risa amarga, negó con la cabeza.
_ Jugó con nosotros y aun así deseo seguir siendo un peón más sobre su tablero. _ restregando su rostro con exasperación, la miró. _ Odio la forma en la que me haces amarte. No renunciaré a ti Adeline.
_ Te entiendo, yo la amo con locura, es más a mí me trastornó primero. Pero amo más su felicidad y si es con ese imbécil que tenemos como hermano, habrá que aceptarlo. _ Aquellos ojos de esmeralda la contemplaron con dolor.
_ Tal vez tú ya te diste por vencido pero yo no lo haré. _ haciendo un ademán con la cabeza, atrajo consigo al ejército dorado.
Jean Pierre imitó el mismo gesto de su hermano mayor, haciendo caso omiso, el ejército plateado y cobrizo de André y Darius se situó a su lado.
El menor de los Sonobe se escabulló gateando adolorido hasta llegar a Adeline.
_ Bueno princesa estamos de nuevo en las trincheras. Todo estará bien Adeline Strange, deja de preocuparte. _ tumbándose sobre uno de los escalones de la tarima, su respiración se volvió inestable.
La joven mohína, palpó las manos trémulas de Gianluca que sostenían sus costillas con dolor
_ Lo siento tanto Gianluca, no merecías esto. Es imperdonable lo que le he hecho a tu familia y a ti. _ Lágrimas silenciosas emergieron de sus ojos grisáceos, profusas de arrepentimiento y aflicción.
_ No te preocupes Adeline Strange, te perdono. Después de todo, es lo que hace una familia. _ embozando una sonrisa afligida, acarició con dulzura su pómulo.
_ Gianluca no se encuentra bien, debemos llevarlo a un médico enseguida. _ vociferó Adeline, con entonación preocupada, levantándose. _ Perdí a mi familia hace un par de años, debido a la tuya. La sed de venganza me cegó por completo, no me permitió ver a la nueva familia que me aguardaba con los brazos abiertos. Sé muy bien que no soy merecedora del afecto y cuido que me concedieron en este tiempo, pero te lo suplico Jean Paul, otórgame la oportunidad de redimirme._ situándose al frente de él, sostuvo con delicadeza sus manos. _ Tu deber como hermano mayor es cuidar a tu familia. Lleva al hospital a Gianluca y ponme tras las rejas. Sé mi penitencia Jean Paul. _ musitó embozando una sonrisa mustia.
Lágrimas brotaron de aquellos ojos avellana, humedeciendo sus carnosos labios carmesí.
_ Si te casas conmigo, tendrás tu penitencia. A pesar de no ser amado con el mismo vigor que profeso hacia ti, al menos te tendré a mi lado. _ aferrándose en un abrazo a ella, apretujó atemorizado su figura.
_ Sabes que no puedo Jean Paul. _ susurró afligida, plasmando su mirada determinante en aquellos ojos dorados profusamente cohibidos de Jean Pierre. Un gesto que evidenció la razón verdadera de aquel amor no correspondido hacia el hermano mayor de los Sonobe.
_ Mi deber es cuidar a mi familia por ser el hermano mayor pero ¿quién cuida de mí? _ desmoronándose, se arrodilló ante Adeline rompiendo en llanto.
Gianluca con la ayuda de Jean Pierre, se aproximaron hacia ellos. Ambos hermanos emularon la posición de su hermano mayor.
_ Nosotros lo haremos, ya es tiempo de cubrir esas grietas que el pasado provocó. _ habló Jean Pierre, abrazando de costado a Jean Paul. _ No nos esconderemos ni huiremos, estaremos para ti siempre.
_ Además, tenemos un miembro más en esta disfuncional familia de locos. _ intervino Gianluca tirando de Adeline. _ Ninguno de nosotros volverá a ser un niño asustadizo por los demonios que aún nos invaden como ráfagas. Desde ahora en adelante, los vamos a enfrentar juntos. Porque hermanos unidos, jamás serán vencidos. _ Una rista lúdica le extrajo el aire a Gianluca.
Ante esto los presentes desataron carcajadas, seguidamente auxiliaron a Gianluca al instante, llevándolo al Hospital Sonobe.