El movimiento del carruaje empeoraba el dolor en su trasero, Morgan hizo una mueca y echó hacia atrás la capucha, el chico sentado del otro lado lo miraba cada poco, parecía temeroso y culpable.
Morgan frunció el ceño en su dirección.
—Tú…
El adolescente se inclinó, sus manos cerradas en puños sobre sus muslos.
—Lo siento, joven maestro. Elegí este sencillo carruaje para evitar levantar sospechas, lamento incomodarlo, podrá castigarme cuando regresemos a la mansión.
—¿Mansión?
—¿A qué otro lugar podría regresar el joven? El barón Slorrance ya debe saber el joven maestro no llego a dormir. Regresar a la mansión cuanto antes quizás haga que la ira de su padre disminuya un poco —susurró el chico.
«Barón Slorrance», murmuró en su mente, intentando recordar porque el título y apellido le resultaba tan familiar.
—¿Mi padre? —cuestionó confundido—, ¿de que padre hablas?
El chico le dio una mirada extrañada.
—Eh… si, joven maestro. El barón Slorrance, su padre.
Morgan chasqueo la lengua, deseaba preguntarle al chico su identidad y sobre el lugar en donde estaban, pero el chico temeroso, seguía llamándolo joven maestro y diciendo cosas que no lograba comprender, Morgan no tenía padres, era huérfano, toda la situación hacía que el dolor en su cabeza aumentará.
Ante la mirada asustada dejó de mirarlo, movió un poco la cortina negra de la ventana para mirar hacia afuera, su vista topó con calles empedradas, pequeñas casas y edificios con diseño de otro siglo, a pesar de que aún estaba amaneciendo personas vestidas como si pertenecieran a otra época iban y venían. Apretó la mano dentro de la capa para tratar con su confusión. Necesitaba averiguar como había terminado en lo que suponía era una muy elaborada feria temática del medioevo o quizás renacimiento.
—… ¿Qué paso? —murmuró para sí, intentando recordar.
El chico del otro lado bajo la cabeza y comenzó a hablar al pensar la pregunta era para él.
—Luego del baile perdí de vista al joven, una amable doncella de la mansión del duque Relish se acercó a mi durante la madrugada mientras lo buscaba para indicarme lo había visto salir. Lamento no haber llegado más temprano, mi señor.
«¿Relish?», pensó frunciendo el ceño. ¿Qué no era ese el apellido de la villana en la novela que había leído días atrás? Morgan no pudo ocultar un rastro de aprensión en su rostro.
—… ¿Estaba presente Verónica Relish en ese baile?
—Por supuesto, señor. La hija del duque Relish fue la anfitriona —respondió nervioso.
Ante la respuesta Morgan solo se sintió aún más confundido. Verónica Relish era el nombre de la villana en la novela de fantasía "Por amor pondré el reino a tus pies" esa novela rosa y cliché la había leído para pasar su tiempo libre, curioso por un personaje que compartía su primer nombre, Morgan Slorrance, pero ahora de alguna forma parecía estar representando a dicho personaje en lo que suponía era un juego de rol muy elaborado. Morgan Slorrance, hijo del barón Slorrance, quien solo traía humillación a su familia debido a una conducta desenfrenada y desvergonzada, quien moriría al final de la novela junto a su padre y hermano mayor.
Volvió a mirar hacia afuera, la continúa aparición de elegantes mansiones y un paisaje rústico lo hicieron fruncir el ceño, nerviosismo y temor surgiendo como olas en su interior.
Respiró con lentitud para calmarse.
—El hombre en la habitación…
Aún más nervioso, el chico intentó no mirarlo a los ojos.
—No sé como fue que el joven señor terminó con el primer príncipe en ese lugar.
Al escucharlo decir eso lo inmovilizó con la mirada.
—¿Primer príncipe? ¿El príncipe Allen Edevane?
Morgan pensó en lo que había sucedido anoche.
"Eres en verdad hermoso. ¿Cómo te llamas?"
"Soy Allen"
"Allen… Mi príncipe"
El repentino dolor en la parte inferior de su cuerpo lo hizo cerrar los ojos. Prueba física e irrefutable de lo sucedido anoche.
Era claro que los sucesos ocurridos durante la noche no habían sido parte de ningún sueño o aventura de una noche, a medida que el carruaje avanzaba la alarma creció, todo parecía demasiado elaborado para ser solo un juego de rol, comenzaba a resultar obvio que no estaba en ninguna feria temática. Rememorando lo que había pasado intentó conciliar el hecho de que parecía se había acostado con Allen Edevane, el primer príncipe del reino Solaris, mejor conocido como el príncipe desfavorecido en la novela "Por amor pondré el reino a tus pies".
Allen era el príncipe mayor, nacido de la primera reina, ignorado por su padre el rey Magnus, quien se había vuelto a casar teniendo otros tres hijos; también rechazado por una gran parte de los nobles, era temido por el pueblo, pero respetado por los caballeros y ejército debido a su fuerza y capacidad de liderazgo. Allen era un guerrero de corazón noble, lamentablemente su final era trágico. Allen, un heroico príncipe que traería la victoria a su reino en la guerra, solo se le daría el reconocimiento merecido tras morir en el campo de batalla. Allen al igual que sus dos hermanos y otros hombres en la historia, era parte del séquito de enamorados de la protagonista femenina, una chica que había aparecido en el centro de la ciudad imperial durante un eclipse.
«¿Es posible que haya transmigrado?», el pensamiento lo hizo fruncir el ceño y sacudir la cabeza. «No», se dijo, no podía simplemente haber cruzado a una novela luego de irse a dormir, «no es posible. Es ridículo».
El sirviente observó como el ceño fruncido de su joven maestro parecía profundizarse cada vez más, temiendo esa aprensión se convirtiera en furia y fuera dirigida a él como tantas otras veces, se atrevió a hablar.
—El joven maestro puede estar tranquilo, entregué un pequeño soborno al propietario y sirvientes de la posada… Su padre no lo averiguara.
Sin expresión, Morgan analizó al chico que no podía tener más de diecisiete años, al final apartó la mirada, cerrando los ojos.
Se negaba a creer había transmigrado a una novela, él era un lector ávido de todo tipo de novelas web de acción y fantasía, el concepto de transmigración no le era desconocido, pero eso era ilógico e imposible, ese tipo de cosas no sucedían en la vida real.
Mientras el carruaje avanzaba, intentó pensar en una explicación más plausible para lo que estaba ocurriendo. No lo consiguió.
El sirviente estudió el rostro de su maestro, el joven noble, generalmente mimado y atolondrado parecía preocupado, era la primera vez que lo veía así, pero pensó no era para menos dado lo que había hecho.
El carruaje por fin se detuvo en lo que parecía la entrada trasera de una elegante mansión, luego de algunos minutos la puerta en el alto muro se abrió y el carruaje avanzó. El corazón de Morgan comenzó a latir de prisa, sus palmas sudaron y el dolor en su parte trasera y cabeza empeorando.
—Hemos llegado, joven maestro.
El chico bajo, servicialmente sostuvo la puerta para él. Tras bajar, la puerta mediana frente a la cual se habían detenido se abrió bruscamente.
Aparecieron dos hombres, uno de mediana edad y otro mucho más joven que este, ambos de cabello negro y ojos color violeta, lo miraron con ira y reprobación. Estudió a los dos desconocidos de apariencia pulcra y digna. Esos hombres… tenían un gran parecido físico con Morgan. Su corazón pareció apretujarse dentro de su pecho.
El hombre mayor avanzó hacia él, su expresión mostraba una helada furia.
—Morgan Slorrance, ¿acaso te eduque para ser un sinvergüenza? Si tu madre estuviera viva se avergonzaría de tu comportamiento. ¿Dónde estuviste anoche? —exigió saber.
—Morgan, sabemos causaste problemas al duque Relish. ¿Has dejado en vergüenza a nuestra familia otra vez? —dijo el otro hombre joven desde atrás, sus ojos violeta llenos de fría reprobación.
Morgan solo los observó, sintiendo una fuerte punzada en su cabeza, como miles de alfileres introduciéndose en su cráneo, bajó la mirada y llevándose la mano a la cabeza retrocedió, su espalda chocó con el carruaje.
—¿Hermano?
—¿Hijo?
Alzó la mirada para descubrir la preocupación había sustituido a la ira y desaprobación en el par de ojos violeta tan parecidos a los suyos. Alguien se acercó, con claras intenciones de ayudarlo, Morgan volvió a sufrir otra ola de punzadas dolorosas en su cabeza, entonces cayó inconsciente.